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Psicoauditación - Abraxel

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Psicoauditación del 13/7/07

Médium: Jorge Olguín.

Entidad que se presentó: Maestro Abraxel.

Relató una vida en Nueva York donde tenía prosperidad económica obtenida por métodos egoicos, generándose engramas y karmas. Luego dio un giro e hizo servicio con mucha gente. Al finalizar la sesión dio diversos mensajes.

Sesión en MP3 (2.753 KB)

Jorge Olguín: Las sesiones de Psicoauditación, como la que voy a hacer ahora, son a veces de quince, veinte minutos porque la energía del thetán o yo superior de la persona a veces agota. No agota dejando a la persona tirada -en este caso al canalizador- sino por la misma energía que tienen a veces me afectan los lagrimales pero a veces no. Siempre, de todas maneras, termino con euforia porque la sesión en sí es en función de servicio y, de alguna manera, siempre la entidad puede dejar algún mensaje si es una entidad que verdaderamente es altruista y piensa no solamente en el 10% sino en quienes lo rodean.

 

Entidad: Estoy aquí, en este momento, comunicado en el plano físico. Siento como que hay un montón de seres que perturban y me dan una pena tremenda, siento una tremenda piedad por ellos porque más de una vez he intentado transmitir armonía donde hay confrontación, piedad donde hay lucha y rencor y luz donde se ve solamente oscuridad, pero muchas entidades densas se cierran a todo lo bueno que les pueda llegar. Obviamente seríamos necios como entidades espirituales si insistiéramos en aquellos para los que todavía no es su tiempo.

 

Mi nombre como entidad espiritual es Abraxel y estoy en el plano 4.4, plano maestro. Y siempre traté de levantarme -como decís vosotros en el plano físico- cual boya en el agua embravecida del océano. He pasado por vidas bastante difíciles que me han dejado bastantes engramas, engramas que han ido de alguna manera poniendo obstáculos en mi camino. A veces, el propio espíritu se pone obstáculos por los mismos engramas, creyendo que tal objetivo no lo va a alcanzar o que tal meta no la va a poder llegar a cruzar. ¿Cómo se explica que teniendo la capacidad de poder orientar a otros a veces me frene a mí mismo?: Por los mismos engramas, que son implantes hipnóticos de vidas anteriores.

Yo no tengo en este plano roles del ego. Siento que mi personalidad es mía, me siento pleno en ese aspecto pero sí tengo muchos altibajos debido a esos engramas.

 

Tuve una vida anterior en lo que es la zona de Nueva York, Estados Unidos. Vivía cerca de lo que hoy es el "Down Town", el bajo, a pocos bloques del puerto. Venían muchos inmigrantes del viejo continente, de Irlanda, de Escocia a tratar de hacer su futuro y a mí me venía perfecto porque mi familia trabajó siempre prestando dinero. Y yo me sentía por un lado a mis anchas porque podía dar albergue a matrimonios con hijos que llegaban con un par de bolsas nada más como todo bien, como toda posesión y le dábamos un crédito prendario donde si no lo pagaba perdía sus bienes.

 

Al comienzo, con mi juventud, logré reunir bastante dinero. Mi nombre no era oriundo de América. Me llamaba Aarón y mi aspecto tampoco era americano. No era tan alto como otros conocidos que tenía. Medía 1.65, era más bien relleno de cuerpo. Con el tiempo mi abdomen se fue haciendo más prominente y mi cabello se fue perdiendo. Usaba unas pequeñas gafas como si fueran dos monóculos, lentes muy redondos y tenía una nariz bastante aguileña que me sostenía los vidrios. Pero una vez que pasé los treinta empecé a preocuparme por mí mismo porque ya tenía una vida tranquila económica.

 

Tenía dos primos que se trataban conmigo pero no tenían mi prosperidad. Mi padre ya había fallecido y mi madre estaba pero me sentía solo de afectos, tanto familiares como de pareja. La gente de mi círculo a nivel femenino era de dos clases. Una era la que estaba atrás de lo que yo le podía dar económicamente y la que me quería era tan poco agraciada... Pensaréis que ese rol era un rol demasiado materialista pero a nivel afectivo muchas veces primero te entra por los ojos y luego ves el interior de la persona. No digo que en todo sea así, creo que hay muchos que piensan al revés y lo respeto pero respeten mi manera de pensar también. Algo me hizo un vuelco dentro de mí, como que me pesaran esos treinta años.

 

Me puse de novio con una chica inmigrante de Irlanda, Elisa Mc Kingsley. Era absolutamente pelirroja, ojos verdes. No tenía ninguna preparación. Sabía costura, sabía también de tejido. Estaba estudiando para hacer diseños de ropa dentro de lo poco que se podía estudiar en esa época y finalmente me casé, y contra lo que muchos de mi entorno pensaban me fue bien. La respeté. De ella no puedo decir nada porque es obvio que me respetaba.

 

Empecé a cambiar, a ayudar a mucha gente. Sin desprenderme de lo poco o mucho que podía tener económicamente orientaba a la gente cómo invertir y a los que no tenían  los ayudaba con préstamos sin intereses usurarios a punto tal que cuando tenía cuarenta años toda la comunidad que vivía cerca del puerto a un ochenta por ciento la había ayudado yo sin pedirle nada a cambio. Pasé de ser una persona no digo despreciada pero no bien vista por muchos a ser una persona querida. Me trataban con confianza; varones de un metro noventa que vivían ahí por la zona me abrazaban como para romperme las costillas, pero bien, me sentí querido. A veces íbamos a un bodegón que había en las calles del bajo, me gustaba tomar cerveza pero medido, nunca fui amigo del alcohol. Me gustaban sí las comidas picantes, quizá por la ascendencia de mi madre, que era de ascendencia judía. Mi madre en los últimos años de su vida era una persona que estaba melancólica, no hablaba, no sé si por la muerte de mi padre se dejó estar. Ocho años después de él falleció ella. No me consideró nunca mal hijo, siempre la ayudé, nunca le hice faltar nada.

 

Retrocedí en el tiempo, me fijé en la libreta de los primeros préstamos y muchos que habían perdido la propiedad por mi actitud la volvieron a tener, no en el mismo lugar pero lo traté. Así como entre los treinta y los cuarenta ayudé a muchos a partir de los cuarenta también ayudé a los que supuestamente había despojado antes de los treinta, que en realidad no los había despojado porque fue todo legal pero yo en el fondo sabía que no podían pagar esos intereses. Sentí que me quedé sin ninguna deuda para con nadie. Sentí que era todo haber, no era debe.

 

Mi única pena era que no pude tener hijos. Adoptamos un niño de una familia que era americana pero que habían muerto en el oeste y el niño había venido con unos tíos que no lo querían. Lo adoptamos. Se llamaba Jason y viví tranquilo.

 

¿Por qué me quedaron engramas? Capaz que me quedaron engramas de las primeras épocas y todo lo que hice después hasta dudé si lo hice por misericordioso, por ayudar o para expiar las supuestas culpas, engramas de incomprensión, de ingratitud, engramas de que no todo el mundo comprendía mi manera de pensar. Por momentos tenía engramas de sentirme aislado, como que quería comunicar cosas y no todo el mundo me entendía, engramas de inmadurez, como que me faltaba madurar. El hecho de repasar todas esas vidas           -porque tengo vidas anteriores- al espíritu le hacen bien porque es como recorrer incidentes donde uno va borrando esas emociones dolorosas. ¿Cómo se explica, si no, que a los cuarenta y dos años de esa vida teniendo todo -amor, salud de alguna manera (salvo algún problema pulmonar que arrastré desde joven), gente que me quería, respeto de los demás- por la mañana y a veces por las noches sentía como una angustia en la garganta, ganas de llorar, unas tremendas ganas de llorar?

Muchas veces mi pareja me encontraba llorando:

-Aarón, ¿qué te pasa?

-Nada. Es como algo, como una angustia.

Me abrazaba y me hacía sentir bien. Era una persona que amaba tremendamente, que aprendí  a amar tremendamente, aprendí a respetar. No era solamente su figura, amaba su interior, su respeto, el que me contenía.

 

Como varón la sociedad me enseñó que el varón tiene que contener a la mujer. Mi contención era económica pero no era una contención en realidad. No sé si era un deber moral -más en una época como en la que había encarnado, tan absolutamente machista- pero la contención que me daba ella era una contención muy superior, era una contención de espíritu, una contención de palabra. A veces caía en cama por el tema de los pulmones, escupía sangre y ella me decía que tenía que ir al médico.

Le digo:

-No hay nada que no se cure con un buen Bourbon.

Y ella me retaba. Me decía:

-Si a ti no te gusta el alcohol.

 

Siento como que podía haber hecho más. A los cuarenta y ocho años desencarné. Si uno visualiza aquellos que llevan estadísticas dice: -Bueno, cuarenta y ocho años, en esa época, un poco más de  un siglo atrás, es como que está bien.

Pero me quedé como que me faltaba algo o me equivoqué en la profesión –aunque me sirvió para ayudar a muchos- o tendría que haber estado en otro lugar. Nueva York era muy frío, un tumulto de gente, barcos que entraban y salían, una guerra que había terminado entre el Norte y el Sur quedando secuelas, odio con los extranjeros... No me sentía cómodo.

 

No fui lo suficientemente idóneo como para no tener roles del ego. Entendí que Aarón había sido un rol. Por un momento me sentí como apegado porque quería saber qué iba a ser de mi amada, del pequeño Jason y de los compañeros, las charlas en la taberna –yo charlaba y ellos bebían, ¡je!-. Pero me di cuenta que era un rol, me di cuenta que si había aprendido algo era poder brindar a los demás parte de mí, que lo importante no era lo material, lo importante era ser querido -pero no ser querido buscando la aprobación, porque eso sí sería ego- ser querido y valorado es gratificante pero corresponder de la misma manera, para que el otro también se sienta gratificado porque si no, es estéril, no sirve. El amor que no es recíproco es yermo, muere ahí, como la mala semilla, no es amor.

 

Aprendí a respetarme a partir de que mi corazón hizo un vuelco a mis treinta años. Aprendí a entender a los otros, a ponerme en lugar de los otros, que eso yo no lo hacía a pesar de que algo me mortificaba por dentro. Aprendí a ser tolerante con el error de los demás, aprendí a ser tolerante con mis propios errores, que eran muchos, porque mucha gente dice que es tolerante pero a quien más castiga es a sí misma. Hoy, en este presente, en este siglo XXI lo sigo percibiendo. Hoy veo que muchos, en el plano físico, impostan, le dan gracias a Dios y después se agreden con sus parejas, maltratan a sus hijos, van con su carro y se insultan en la calle, explotan a sus empleados pero todos los domingos van al templo. Está lleno de ese tipo de hipocresía y eso es una cosa que hace mal porque ya los grandes Maestros Ascendidos dijeron más de una vez: "En los planos elevados se sufre tanto como en los planos bajos, con la diferencia que no se sufre por uno, se sufre por el otro porque el compromiso es para con el otro". Por lo menos, desde la parte espiritual, el compromiso es para con el otro. En la parte física no. En la parte física, el compromiso es primero para con uno pero no por egoísmo ni por egocentrismo. Ya lo dijo el gran Maestro: "No podemos tender una mano a nadie si estamos tirados en el piso; tenemos que ponernos primero de pie. Una vez que estamos fuertes, recién tendemos la mano, si no, no levantas a nadie". Entonces, en el plano físico sí es importante que la persona esté bien en todos los aspectos.

 

La emoción es buena pero la emoción tiene que ser buena con equilibrio porque tal vez eso es lo que pasó con ese rol anterior, Aarón. El amor impersonal, el amor de servicio abreva del sentimiento, es sentimiento puro. El amor personal –que es el amor familiar, de pareja, de amistades- abreva del sentimiento y abreva de la emoción y cuando la emoción pesa más que el sentimiento puede haber manipulación, puede haber roles del ego, puede haber celos, puede haber envidia, puede haber competencia entre los amigos, entre la pareja, y eso es dañino, destructivo, absolutamente pernicioso. La emoción es buena, equilibrada porque el amor personal en el plano físico es lo más fuerte que hay y es lo que la gente más conoce, porque lamentablemente el 95% de los seres que encarnan desconocen el amor impersonal, el amor de brindar, el amor de servicio, el amor de no pedir nada a cambio. Pero lo importante es que no pasen de serviciales a serviles -para quedar bien con el otro brindan más de la cuenta- porque el servilismo descuenta puntos, no suma puntos. El servicio es siempre con dignidad, con la frente alta, eso es lo más importante de todo.

 

Le agradezco infinitamente a este receptáculo el que me haya permitido relatar esa vida como Aarón porque de alguna manera se está borrando esa congoja que tenía de ese incidente doloroso, porque en la superficie se ve una vida plena pero por debajo había algunas insatisfacciones. Y ya no queda el recuerdo doloroso y es un peso menos para mí y es un peso menos para mi 10% encarnado.

 

Muchas gracias por escucharme.