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Psicoauditación - Adolfo |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 22/05/2025 Gaela, Agustín Valverrde
Sesión 22/05/2025 La entidad relata una vida en Gaela en que se separó de su pareja y que en una empresa fue creciendo hasta ser el segundo. La directora le pidió que le presentara a un empresario para hablar de relaciones comerciales. Su posición incrementó su seguridad social, y esperaba que también en lo afectivo.
Entidad: A lo largo de mi vida recuerdo cuando tenía veinticinco años y me pregunté, ¿lo que sucede es por casualidad o es por causalidad? Pasaron muchos años para que me diera cuenta de que era causalidad.
Recuerdo que a mis veinticinco tuve una pareja, no llegué a formalizar como para casarme pero estuvimos saliendo dos años. Ella era una persona de carácter más bien fuerte pero no nos llevábamos mal en el sentido de que yo accedía a muchos de sus caprichos. ¿Por qué digo caprichos? Porque a veces quería cosas que no necesitaba en realidad, o de repente se le ocurría que salgamos a determinado lugar simplemente porque estaba de moda, pero era gastar dinero. Yo ya había empezado a trabajar como empleado administrativo en empresas Flego, tenía muy buenas calificaciones de la universidad, y eso fue en lo que se fijó la empresa.
Nuestra relación duró dos años, a mis veintisiete nos separamos, decir de común acuerdo sería una mentira. Un día dijo: -Mira, estimado Agustín -Mi nombre era Agustín Valverde-, conocí a otra persona con la que tenemos una identificación uno con el otro espectacular, espero que no te moleste, espero que no te haya herido. -No, quédate tranquila.
Hubo como una especie de intención en mi parte emocional, ¡je, je!, que no sabía para que lado ir. Lo explico bien. Por un lado sentía dolor porque entendía que eso era un abandono, pero por otro lado sentía un alivio tan grande tan grande... Y me preguntaba a mí mismo, ¿pero cómo, no sentía amor? Sí, evidentemente mi amor por ella era muy superior al que ella hipotéticamente sentía por mí. No le deseé mal, le dije al contrario, mentalmente, espero le vaya bien, o quizá lo dije por doble intención, espero le vaya bien y sea feliz o espero que le vaya bien y no vuelva a molestarme. Porque si bien yo era ingenuo y no tenía una estima tan alta, tampoco era una persona de soportar demandas a cada instante. Y viviendo solo estaba más tranquilo, podía organizar mejor mi vida, podía organizar mejor mi economía. Tenía algunos amigos, pero pasaron tantos años... diez.
En la empresa me habían consolidado, era uno de los mejores empleados de empresas Flego, es más era un empleado administrativo ejecutivo, pero nunca conocí personalmente a la dueña, la dueña era una persona que prácticamente no trataba con nadie salvo con su propia secretaria ejecutiva, se llamaba Nora Yáñez y era una persona de mucho carácter, pero a su vez amable con sus empleados, seria pero amable, no era una persona déspota, para nada, para nada, pero no sabía si sus empleados le tenían respeto o le tenían temor. De mí no puedo hablar porque prácticamente nunca me había cruzado con ella y nunca había ido a mí oficina.
A todo esto yo salía, no era una persona que tenía una gran habilidad social, pero me gustaba conocer amistades. Recuerdo que en un bar deportivo un muchacho me dice: -Mira, no hay lugar, ¿puedo sentarme contigo, no te incomoda? -No, para nada. -¿Eres nuevo aquí? Le dije: -Mira, es la segunda vez que vengo, pero aparentemente noto que hay buen ambiente entre los jóvenes, entre las chicas. -¿Cómo te llamas? Le digo: -Agustín. ¿Y tú? -Paulino, pero prácticamente no uso ese nombre, no me gusta, llámame Pocho. -Perfecto. -Me di cuenta de que Pocho y yo éramos parecidos en algún aspecto, él era mucho más joven que yo y notaba que era un poco tímido, le costaba relacionarse con chicas. Además era franco, me lo decía. Me decía: -Mira, Agustín, entiendo que tú a tu edad debes andar cerca por los treinta y cinco. Digo: -No, tengo treinta y siete. -Bueno, más a mi favor, debes conocer mucho más mundo que yo. -¡Je, je! No te creas, tuve una sola pareja que me duró dos años, y de esto hace diez. -¿Pero qué -me dijo Pocho-, diez años sin salir? -No, tuve alguna que otra relación esporádica, salí por ahí dos o tres días y nunca más, a la semana conocí a otra chica y quizás era yo que en algo fallaba. -Bueno, quédate tranquilo -me decía Pocho-, porque a mí me pasa siempre. Una vez estaba ultraenamorado de una chica del club Náutico que nunca me registró. -No entiendo la palabra registró. -Claro, era indiferente, pasaba al lado mío y yo era invisible para ella. -¡Ah!, ahora entiendo. No capto muy bien el idioma coloquial de Plena, la chica con la que salí dos años era de Amarís radicada en Plena, se llamaba Anuette, Anuette Dadará. -Bueno -decía Pocho-, nombre bien bien de Amarís. Y nunca más la viste. -No. Y honestamente creo que salí ganando, era una persona ultra demandante, caprichosa, vanidosa. Y vivir así por tener una pareja es más la pérdida que la ganancia. -¿Te gustaría conocer el club Náutico? -Me lo quedé mirando. Le digo: -Mira, yo estoy trabajando en empresas Flego, es una empresa que fabrica autopartes, una empresa que tiene un muy buen nivel, cotiza en bolsa y le va muy muy bien y te aseguro que a lo largo de todos estos años he logrado trepar al punto de ser empleado administrativo pero ejecutivo, tenía otros empleados a cargo. No gano mal, gano bien, ¿pero el Náutico? Como dicen ustedes en Plena en el lenguaje coloquial, te arrancan la cabeza. -Mira, Agustín -me dijo Pocho-, soy amigo del dueño. -¿El dueño -pregunté-, no es un tal Jorge Clayton? -Sí. -¿Y eres amigo de él? -Sí. -¿Cuánto hace que lo conoces? -Años. Él antes era dueño del club Hípico, tuvo un inconveniente, vendió su parte y compró el Náutico en la provincia. ¿Y qué te puedo decir de él?, es un mecenas, ahora por ejemplo fue con Kirán a Saeta, a Amarís, Liziana... -Vaya, vaya. -Y te estaba contando que te puedo conseguir una tarjeta, pero a su vez cuando venga Clayton del exterior te puedo hacer socio. Lo miré a Pocho y le dije: -El tema es la plata. No gano mal, lo que pasa que ahorro y me parece que el Náutico cobra carísimo. -Sí, pero eres un invitado de mi parte. -¿Y tú cómo has entrado? -Bueno... -No, lo pregunto Pocho porque entiendo que ahí hay gente de mucho dinero. -Bueno, yo soy de dinero. -¿Quién es tu padre? Me miró y me dijo: -Constantino Olazábal. -¡Vaya!, ¿eres un Olazábal?, conozco algo, tienes un hermano mayor, dos años, Alberto o algo así. -No, no, Andrés, Andrés, le dicen Andy. -¡Ah! Andrés, Andrés, sí, sí. Mira, esto es causalidad, un Olazábal, vaya. -¿Te incomoda? -No, no, para nada, para nada. Pero bueno, no voy a ser hipócrita, me sorprendió estar con un Olazábal. Y si me puedes conseguir una mensualidad baja... -Sí, pero con gusto. ¿Cómo es por dentro? -Bueno, igual que aquí, en este bar deportivo, pero es enorme, tiene doble salón, un salón para... si a la mañana la persona quiere ir a desayunar hay almuerzo, hay merienda, hay cena. Los fines de semana hay otro salón más grande atrás que tiene enormes baffles y vienen grupos. -¿Grupos? -Sí, grupos musicales, se puede bailar, pero no todas las chicas son accesibles -me dijo Pocho-, son más bien estiradas. -No entiendo esa jerga coloquial, ¿qué significa estiradas? -Bueno, que se creen princesitas, piensan que el dinero es todo y piensan que los demás son plebeyos, pero se olvidan que el Náutico la mayoría son de dinero. -¿Cuándo dices la mayoría, dices no todos? -No, no todos, hay muchos amigos que fueron invitados por Clayton y que son como tú, o secretarios o tienen un oficio o alguna profesión, pero muy buena gente. Lo mismo hay chicas que no son de dinero, pero son personas más que excelentes. -Bueno, acepto entonces para este fin de semana. -¿Qué te parece si nos encontramos a las dieciséis horas aquí mismo? -Ni te pregunto, debes tener carro. -Sí, tengo un coche deportivo. -Bueno, quedamos así.
Y a partir de ese día me hice habitué del Náutico. Obviamente, se corrió la voz en toda la empresa Flego.
Y un día abren la puerta de mi oficina, -Raro, porque siempre golpean-, y me quedé pálido pálido pálido pálido, vi una mujer con algo de canas en el cabello, pero que le quedaba espléndidamente bien, un rostro joven, debería estar por los cuarenta años- Y se acerca a mí: -¿Cómo está, Valverde? -Me puse de pie. -Muy bien, señora. -¿Me conoces? -No tengo el gusto, señora. -Soy Nora Yáñez. -Quedé envarado, duro. -Señora Yáñez, es un honor conocerla personalmente, yo trabajo aquí desde hace más de diez años... Por favor, ¿en qué le puedo ser útil o hay algo que haya que enmendar? -No no no no, nada de eso. -Tomó asiento y me dijo-: Siéntese. -¿En qué le puedo ser útil? -repetí. -Tengo entendido de que vas al Náutico. -Sí, señora Yáñez. -Y tengo entendido que eres amigo de Paulino Olazábal. -Sí, correcto, él fue el que me invitó y me hizo socio del Náutico. -Bien. Tengo planificado este fin de semana ir al Náutico, pero no me conoce nadie, si bien soy Nora Yáñez, una de las fortunas más importantes..., pero bueno, permíteme tutearte, ¿te incomodaría presentarme? -Por supuesto que no, por supuesto que no, es un honor para mí señora Yáñez. -Bien. Ven a las dieciséis horas de este fin de semana aquí a la empresa, no va a haber nadie, pero le dices al encargado quien eres y que pasas a buscar a Nora Yáñez. -Aclaro que no tengo coche. -Vamos en mi auto. -¿No lo tomaría como un atrevimiento si le pregunto el porqué desea ir? -Sonrió, mostró su parte simpática, y eso me puso cómodo, me hizo sentir bien su empatía porque cuando no conoce a alguien siempre está con rostro severo, una señora apenas más grande que yo, pero muy muy atractiva. Y me explicó: -Mi idea es conocer al padre de tu compañero, de Paulino. -¿Al señor Constantino Olazábal? -Sí, deseo hacer un trato económico con él. -Perdón que pregunte, ¿pero las empresas Flego están mal? -Para nada, están muy bien cotizadas en bolsa. Y a partir de ahora tú serás mi segundo secretario ejecutivo, estarás en mi piso. Mi secretaria ejecutiva es una señora mayor muy muy eficiente, pero no puede con todo y tú tendrás un reemplazante en tu piso. -O sea, ¿que tengo un ascenso? -Sí, pero no lo interpretes que te asciendo porque me presentes en el Náutico, yo no te conocía personalmente, pero yo miro todos los libros contables, veo el desempeño de la gente aún no conociéndola y veo tu trabajo a lo largo de los años. Cuando tú entraste en esta empresa todavía la manejaba mi madre, mi madre falleció y yo quedé a cargo siendo joven. Todavía me siento joven pero quiero seguir creciendo, tendiendo lazos y sé que la compañía de Olazábal puede ayudarme y a su vez yo puedo ayudarlos a ellos, un trato mutuo donde ambos saldremos ganando. -Con todo gusto, con todo gusto, señora Yáñez -le comenté. -Sé que es la primera vez que me ves, pero no estés tan duro, tan como si estuvieras en una armadura, porque a partir de la próxima semana me verás a diario y tampoco te tendrás que levantar cada vez que me veas. Distinto es lo de hoy, pero no te tienes porque levantar cada vez que me veas porque trabajarás conmigo, resultaría ridículo. -Bueno, reconozco que voy a estar un poco nervioso porque es algo nuevo. -Para nada, harás el mismo trabajo y me rendirás a mí y le rendirás las cuentas también a la primera secretaria. Pero no... no te frenes, si hay alguna observación que has visto que haya que corregir y me lo dices, ante los demás parezco una mujer severa, pero soy una persona muy muy comprensible. No quiero que estés envarado adelante mío, si se entiende la palabra, aflójate, tranquilo. -Ella no tenía la menor idea cómo me costaba estar tranquilo delante de la jefa a la que todo el mudo le tenía un respeto tan grande que parecía temor.
Y bueno, finalmente el fin de semana la acompañé. Todavía no había vuelto Clayton de viaje, pero sí estaba Paulino, su hermano Andrés, y por supuesto, le pregunté por el padre. Le presenté a los jóvenes la señora Yáñez. Paulino no la conocía, pero Andrés sí. Y muy desfachatado, Andrés, porque la trató de tú: -Te conozco, tú eres Nora Yáñez, la de empresas Flego. -Nora Yáñez sonrió, otra mujer se hubiera sentido molesta de que un chico la tratara de tú. Ella no, le tendió la mano con un fuerte apretón: -Estoy buscando a tu padre. -Andrés frunció el ceño. -Está en la oficina de Jorge Clayton, la usa mientras Clayton no está. Ven conmigo, te lo presento. Nora Yáñez me miró y me dijo: -Agustín, quédate en la mesa conversando con Paulino y los demás, yo voy a hablar con el padre de este joven y le voy a proponer un trato. -Andrés la acompañó.
Y sentí cierta envidia de la seguridad del joven, que tendría diez años menos que yo, pero con una confianza tan grande de tratar de tú nada menos que a Nora Yáñez. Hay cosas que se adquieren de nacimiento y hay cosas que cuesta mucho lograrlas, cómo ser, la autoestima, la seguridad, la aprobación de los demás..., y eso entiendo que es un trabajo que lleva su tiempo. Pero entiendo de que el estar de la nada a como socio del Náutico me dio cierta seguridad. Y me sentía bien y me sentía conforme, y además había escalado un nuevo escalón, ahora era segundo secretario de la jefa. Vaya. Eso no significa que en lo personal no tenga que trabajar el tema afectivo, que era mi falencia, mi enorme falencia, no afectivo en tener una pareja, afectivo conmigo mismo, mirándome al espejo y diciéndome "Tú vales, tú has logrado cosas". Pero no era lo mismo lograr cosas en lo laboral que lograr cosas en lo afectivo, por momentos me sentía como que no era el Náutico mi lugar de pertenencia, sería cuestión de adaptarme. ¿A favor?, todos los jóvenes me trataban como uno más a pesar de que yo tenía treinta y siete. Y eso era bueno, eso era muy muy bueno, pero tenía que seguir firme, con temple. ¿Pero cómo lograr ese temple? El tiempo lo diría.
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