| Sesión    del 24/08/2018 Sesión   del 18/09/2018   
 Sesión 24/08/2018Médium: Jorge Raúl    Olguín
 Entidad que se    presentó a dialogar: Entidad que fue Andahazi
 El señor de Villarreal, en Umbro, relata cómo llegó a  dominar reinos, cómo llegó a hacerse respetar, temer y a odiar incluso.  Engramas de niño, adolescente y hombre le llevaron a ello. Pero estaba de  acuerdo con que fuera así. Sesión   en MP3 (2.598 KB)       Entidad: Muchos me  tildarán de cruel, otros me tildaran de despiadado pero quisiera veros a  vosotros pasar por distintas situaciones de humillación como he pasado yo, y  después me diréis qué pasa por vuestra mente ante maltratos, desprecios,  burlas. Luego me diréis -y no me tachéis de vuestra lista porque estoy siempre  presente, el maltrato me ha dado fuerzas-, diréis "Deseos de venganza,  desquite". ¿Pensáis que me importa vuestra opinión? No, para nada.   Mi nombre era Rendo.  Mi padre estaba en la feria feudal y quizá su cabeza no funcionaba bien y  intentó trabajar llevando fardos, luego trayendo verduras. En un momento dado  se quiso poner un puesto en la feria feudal pero no le daba la cabeza, incluso  fue maltratado, una mano le quedó inútil, la derecha. Entonces empezó a pedir,  aunque sea metales cobreados, para comer. Era mendigo, Nunca lo comenté con mi  compañero, pero padre conoció a madre en una posada y ella se deslumbró con él  pensando que era un comerciante y bueno, quedó embarazada de mí. Me tuvo, nací  bien, pero al poco tiempo ella murió de una infección. Así que me quedé con  padre acompañándolo en su inútil mendicidad. La mayoría de mis compañeros me  despreciaban, no querían jugar conmigo "¡Ja, ja, ja! ahí va Rendo, el hijo  del mendigo. Había un niño que a  veces me defendía no de la burla si no del ataque de otros compañeritos, se  llamaba Silas, era hijo de un soldado. A veces me enseñaba a espadear con  espadas de madera.   No se trata de  jactarme pero de pequeño era muy muy inteligente, muy muy intuitivo y me daba  cuenta de que Silas me apreciaba de verdad. Había otros chicos que quizá se  juntaban conmigo pero cuando los veían se apartaban de mí, es como que les daba  vergüenza que los vean con el hijo del mendigo. No así Silas, más de una vez ha  sacado la cara por mí. Incluso cuando gente grande intentó atropellarme o  sacarme del medio, Silas se interpuso y como sabían que era el hijo de un  soldado no le decían nada, seguían su camino.   De la misma manera  que soy rencoroso, lo reconozco, de la misma manera soy también agradecido.  ¿Que fui maltratado? ¡Buf!, muchísimas veces. Hasta que un día me  enteré de que mataron a mi padre. No sé quien lo mató, sólo sé que tenía una  bolsa muy pequeña de metales cobreados. ¡Je! Le alcanzarían para comprar  alimento para dos días, hasta eso le robaron. Me llevaron como  esclavo al palacio del señor Murahazi, me sentía más que intimidado. ¡Al  palacio del señor! Hasta que lo vi. Una figura imponente, una mirada de fiereza,  pero puso atención en mí: -¿Quién es este  joven? -El jefe de la guardia le dijo: -Rendo, el hijo de  un mendigo que mataron. -¿Y qué hace aquí? -Bueno, lo trajimos  como esclavo, que haga las limpiezas, que limpie la cuadra, los deshechos, que  junte el abono de los hoyumans. -No, no, no -dijo  Murahazi-, dejádmelo a mí.   Yo temblaba de  miedo a lo desconocido. Me llevó a la planta alta y habló con dos sirvientas,  me despojaron de toda la ropa y me metieron en una tina con agua tibia  perfumada, me daba vergüenza porque estaba desnudo delante de las sirvientas,  pero bueno, era un niño. Me lavaron la cabeza con una crema perfumada y luego  me llevaron a la cocina donde me dieron de comer, parecía ave, un ave sazonada  acompañada por verduras, algo tan rico que nunca había comido. Y estuve así  días y días y días hasta que recuperé peso porque estaba famélico, desnutrido y  me empecé a sentir mejor, más seguro. Hasta que después  de tantos días apareció de vuelta el señor Murahazi y me dijo: -Dormirás en mis  aposentos.   Me abrazaba como  nunca me había abrazado mi padre, me acariciaba -no digo como nunca me había  acariciado mi madre porque prácticamente no la conocí-, y para mí era algo  normal esa muestra de afecto de Murahazi que nunca había tenido hijos. Y  entendí que sus caricias, sus abrazos eran paternales aunque por momentos el  acercamiento era como demasiado incómodo para m. No quiero entrar en detalles  pero era un acercamiento muy muy muy incómodo, y no puedo decir que me fui  acostumbrando sino que me fui adaptando. A medida que fui  creciendo me di cuenta de que no era afecto lo que sentía el señor Murahazi por  mí si no que eran abusos cariñosos de parte de mi protector, y me di cuenta de  que esos abusos cariñosos eran la paga por ser el protegido del amo, ¡je! Y pasó el tiempo  hasta que un día el señor Murahazi enfermó, ya no me prestaba tanta atención en  el sentido de caricias y abrazos y eso me hacía sentir como más... ¡ah!, libre,  pero por dentro sentía un tremendo rencor porque estaba como cohibido. Veía  varias jóvenes nobles en la corte pero es como que no me llamaban la atención  entonces qué ¿me había adaptado o me había acostumbrado al abuso cariñoso de mi  protector?   Tomó un par de  pergaminos los hizo sellar y se los mostró a los oficiales de la corte,  obviamente me había enseñado a leer y a escribir, me había enseñado las cuentas  matemáticas también, o sea, que estaba muy bien ilustrado, más que la mayoría  del reino. Y finalmente mi  protector murió y me encuentro con la sorpresa de que había decretado con todos  esos pergaminos sellados de que yo iba a ser su sucesor y que si alguno se opusiera  le cortarían literalmente la cabeza.   Nadie sabía lo que  había pasado en los aposento de Murahazi, para todos, para todo el reino, para  todo Villarreal yo era su protegido. Y vaya sorpresa, asimilé rápidamente que  ahora tenía todo el poder. Miré todos los decretos, ahora me llamaba Andahazi  el nuevo señor de Villarreal, el heredero de Murahazi. Y como dije antes, así  como guardo rencor, de la misma manera también tengo gratitud. Y tuve mucha  gratitud por Silas, lo nombré mi lugarteniente. Silas era el único de todos los  que conocí que me tenía un aprecio real, y yo también tenía un aprecio tremendo  por él, el único que cuando yo era el hijo del mendigo me había defendido, el  único que no tenía vergüenza de estar conmigo. Pero claro, ahora yo era el  señor de Villa Rea. Silas, mi leal lugarteniente, él me decía señor y yo no lo  corregía.   Rendo ya no existía.  Rendo había muerto de la misma manera que había crecido, que había resurgido  del fondo de mis entrañas ese tremendo rencor por la enorme humillación que  había tenido de chico. Y vaya, recorría la fortaleza de punta a punta y era  enorme, la cantidad de soldados que tenía pero quería más, quería más y sabía  cómo hacerlo. Sometería primero a los reinos cercanos, les ofrecería protección  contra hordas extrañas a cambio de su sumisión y de un pago obviamente. Sí, me  llamarían el conquistador, me tildarían de tirano pero no, nadie era más  inteligente que yo, era el amo de la estrategia, era el dueño de la táctica y  era el señor de la desconfianza. Si desconfiaba de alguien no preguntaba, lo  hacía ejecutar y punto. ¿Que con eso sembraba terror? ¡je, je! ¡Qué me importa!  No deseaba que me quisieran, quería que me temieran, quería que me tuvieran  pavor. ¿Que si me daba pena someter a los demás? ¡je, je!, ¿Y quién tuvo pena  de mí? ¿Quién tuvo pena de mí, quién sois vosotros para juzgarme? Nadie, no  sois nadie. Y sé que van a venir enemigos, pero van a rodar sus cabezas.   Tengo mucho para  planificar y voy a crecer hasta límites infinitos. Sé que aquel que está más  allá de las estrellas me juzgará, pero por algo nací. No nací para ser el hijo  de un mendigo. ¡Je, je, je!¿Que Murahazi me sometió  con amor? En realidad le agradezco, ahora soy el señor de Villarreal. Tengo una  pequeña guarnición de seis mil hombres, sueño con tener sesenta mil hombres  bajo mi mando y nadie, nadie se va a atrever a meterse conmigo. ¿Deseo fortuna?  Tengo fortuna. ¿Mujeres? No me interesan. ¿Poder? Sí, sí, eso sí. Quiero poder.  Quiero que todo Umbro quepa en mi mano. Y eso es lo que decreto desde ahora.     
 Sesión 18/09/2018Médium: Jorge Raúl    Olguín
 Entidad que se    presentó a dialogar: Entidad que fue Andahazi
 El señor de Villarreal estaba siendo tentado por una  mujer que le ofreció ayuda para ganar la batalla contra los rebeldes. ¿Qué  esperaba a cambio? Sesión   en MP3 (2.766 KB)       Entidad: Mi humor...  mi humor estaba cambiante; momentos de euforia, momentos de depresión, momentos  de angustia, momentos de rencor. Y esta mujer... -¡Randora! -Sí, Andahazi. -¡Soy tu señor! Ni  siquiera Silas, que era mi lugarteniente, me llamaba por el nombre. -Como tú digas,  Andahazi. -Primero pensé,  cuando trajiste a esta mujer, Nuria, ¿no te preguntaste porqué te pagué? ¿No te  preguntaste para qué la quería si estábamos ganando? Me molestó que la  mujer se encogiera de hombros y me respondiera: -Me imaginé que algún truco  tendrías, porque no te creo generoso. -Tienes el descaro  de responderme. ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Qué me impide matarte? ¿Qué me impide llamar  dos de mis soldados y ejecutarte? Te has pasado de lista, has traído una  supuesta víctima y mira, estamos escondidos detrás del tercer muro. ¿A quién  has traído, a una que tiene el poder del rayo? ¡Cómo te engañó, cómo te engañó!  Y ese pequeño, ese pequeño engendro... -¿Hablas de la  niña? -Eso no es una niña,  eso es un engendro. ¿Cómo no acabaron con ella todavía, cómo no acabaron con  ella? Mírame a mí: alto, con un tremendo garbo... Detesto las razas extrañas de  este mundo. Nos atacan con hombres alados. No son hombres, igual que ese  pequeño engendro de niña, no es humana, acabaría con ella ya mismo. Y esa que  trajiste con el rayo... Esa gente no merece estar en este mundo. ¡Qué pasa con  aquel que está más allá de las estrellas que produce este tipo de  abominaciones! ¡Ah! Si fuera por mí ¡cómo limpiaría este mundo! Tendría  soldados perfectos, gente que me obedezca. Y tú, tú, encima que has traído a  alguien que te ha jugado en contra, te ha salido mal la jugada, se juntó con  esa niña, con ese engendro. Ya están volteando la segunda muralla. Por suerte  otro reino del norte se juntó y aportó mil hombres más y los estábamos  venciendo, los estábamos venciendo. Ahora para sacarme el gusto, dime Randora,  ¿por qué no tendría que matarte? -No le veía rostro de miedo, para nada,  tampoco rostro desafiante; tenía una pequeña sonrisa como que ocultaba algo-:  ¡Dime! -le exigí. -¿Tú te piensas  Andahazi que yo tengo un sólo plan? ¿Tú te piensas que yo me encontré con un  esbirro tuyo y me dice "tú ofreces una recompensa por un rehén" y ya  está?, ¿y que con eso me basta? Yo anduve mucho, anduve veinte ciclos por todas  las regiones, conozco muchísima gente, tengo muchísimos informantes porque  tengo metales guardados, esa bolsa que tú me has dado no es nada. -No me has dicho  nada. ¿Por qué no debo ejecutarte? -Insistí. -Porque tenía otro  plan, tenía otro plan. Busqué pueblos desconformes con la situación actual,  pueblos que quieren vivir tranquilos aunque sea aportando un pequeño gasto para  ellos y tendrían paz. -Me sacas de las casillas  mujer, explícate bien -exigí. -Me enteré de que  los lumarios no están conformes con su vida, les gustaría tener más posesiones,  casas que no sean de madera que al primer viento se quiebren. -¡Ja, ja, ja!  Randora, lo vuelvo a preguntar: ¿qué me impide ejecutarte? Estamos hablando de  gente que está desconforme, que va a pagar protección y si no entendí mal  habría que ayudarlos a que mejoren sus casas, a que tengan mejores terrenos. ¿Y  qué gano yo? -A veces no te  entiendo Andahazi. ¡Qué descaro esta  mujer hablándome así!, pero me intrigaba. Si le abría la garganta me quedaba  con la duda, con la intriga, con el interrogante. -¡A ver, sigue! -A la larga ganas.  Además, los lumarios si bien son buenos jinetes de hoyuman manejan muy bien los  dragodractors. Fruncí el ceño: -¿Y  esos bichos? -Son como estos  dracons que están haciendo mella en nuestras huestes. -¿Nuestras? ¡Mis  huestes! -Lo que digas, pero  los dragodractors son mucho más maniobrables. Y uno de mis informantes me contó  su disconformidad y le dije mi plan y en este momento, ya en este momento hay  una horda de cien lumarios que vienen a ayudarnos. -¡Ja, ja, ja, ja!  ¿Cien lumarios? Acabo de decir que se anexó otro reino del norte con mil  hombres. Me hablas de cien lumarios... -Si en vez de  interrumpirme prestaras atención, Andahazi... Me tomé la cabeza,  qué mujer desfachatada, se abusaba de mi intriga: -Sigue. A ver ¿por qué son  tan valiosos cien? -Porque montan cien  dragodractors, atacan desde lo alto y vamos a ganar, vamos a vencer. Escucha,  escucha ese griterío, ven asomémonos a la torre.   Nos asomamos, era  la tercera y la última fortificación y me quedé asombrado, contento, excitado.  Esos animales eran como los dracons, pero cuatro veces más pequeños, del tamaño  de un hoyuman y desde lo alto estaban acabando con la resistencia. -¡Le pido a  aquel que está más allá de las estrellas que una de las lanzas le pegue al  pequeño engendro! -Por las dudas,  ¿ese túnel es el único túnel? Fruncí el ceño. -¿Por qué, planeas  escapar? -La mujer se encogió de hombros. -No, vamos a ganar,  pero de la misma manera que tengo varios planes, de la misma manera hay que  tener varias vías de escape.   Detrás de la  fortaleza hay un pequeño río y hay otro túnel que ni siquiera mi ex-colaborador  Silas que huyó, lo conocía. Queda detrás de la cocina, pero ni siquiera los que  trabajan no lo conocen. -¡Mira tú! ¿Estos jinetes con  esos bichos alados son obra tuya? -Obra mía no, plan  mío, sí. Respiré aliviado: -Bien,  bien. La atrevida me  preguntó: -¿Puedo ser tu consejera? No creo que el que tuvieras antes valiera  la cuarta parte de lo que valgo yo, porque yo no solamente doy consejos también  planifico, y aparte tengo las agallas de corregirte si te equivocas en algo. Obviamente que tocó  mi orgullo y le dije: -Yo nunca me equivoco. -¿A no?, ¿te piensas  que hubiéramos ganado sin los lumarios montados en dragodractors? -¡Claro que  hubiéramos ganado! Aún con ese pequeño engendro. Le apretaría el cuello con mis  manos. Sí, sí. Hasta que sus ojos estén vidriosos y no vean más. ¿Piensas que  soy cruel, mujer? ¿Te asusto? -¡Ja, ja, ja! -¿Ahora te ríes tú? -¡Ay! Andahazi, no  conoces mi vida. -Eres más joven que  yo. -Sí, seré más joven  que tú pero he vivido más que tú. ¿Cuántas veces has salido de la fortaleza? Me quedé pensando,  me encogí de hombros: -Algunas veces, para cazar algún cervatillo, pero no, no  he salido. ¿Por? La mujer dijo: -Porque  yo he conocido diez veces más mundo que tú, he conocido todo tipo de personas,  todo tipo de regiones, sé lo que piensa cada persona en cada región sólo con  verla. -¿Que tienes  poderes? -pregunté. -No, tengo algo  mejor: deducción. -A ver, tú dices  que tienes metales escondidos en un lugar, ¿qué ganas con ayudarme? Está bien,  supongamos que te nombro mi segunda, supongamos. Tú ya tienes metales, entiendo  que no le debes nada a nadie. ¿Qué te falta? La mujer me miró a  los ojos y dijo: -Me falta poder, ejercer el poder. Negué con la cabeza:  -Viniste al lugar equivocado, el único que ejerce el poder aquí soy yo,  Andahazi, nadie más ejerce el poder. Puedo escuchar tus opiniones, puedo  nombrarte mi segunda, mi consejera, lo que sea, el título es lo de menos, pero  el poder lo detento yo, nadie más que yo. Así que si has venido por eso te  permito marcharte por la ayuda que has traído con los lumarios, nunca había  visto de cerca esos dragodractors. Bien. Una vez que acabemos con los rebeldes  nada nos detendrá. -¿Te das cuenta?  -dijo la joven-, estás hablando en plural, nada  nos detendrá. Cuentas conmigo. ¡Uf! Me ofusqué: -Es  una manera de decir. -Di la verdad -dijo  la joven-, con confianza. Tú precisas una buena consejera que te cuide las  espaldas. -La palabra consejera me gusta, de confianza no me gusta, todos me dicen señor. -¿Te molesta -dijo  Randora-, que te llame por tu nombre?   Quizá me sentía  descolocado de que alguien no me tuviera el respeto que me merecía pero por  otro lado esta mujer tenía algo que me atraía, pero no, no, no, no, no en el  sentido de mujer. Yo pasé por muchas vejaciones y si bien guardo un rencor  tremendo con mi juventud es como que nunca tuve una intimidad, un acercamiento  con una mujer. Y no sé si podría, me daría como... no rechazo, pero como  impresión. No, no, no sabría cómo. Bueno, me molesta hablar del tema, no sabría  cómo hacer, de verdad. O sea, que no, no me atraía en ese sentido; en el  sentido de que siempre escondía algo. Siempre cuando estaba al borde del  precipicio se le ocurría una idea. Y le pregunté: -¿Y  si hubiera fracasado lo de los lumarios, que no hubieran aceptado tu propuesta? La joven sonrió muy  segura de sí misma: -Tenía varios planes más, pero me los guardo para mí. -¿Por qué?, tienes  obligación de decirme. Te nombro mi consejera. -Perfecto. Te doy  consejos pero hay información que me la guardo para mí. Para mí la información  es más cara que cualquier metal. -¡Eres una zorra  muy astuta! Se rió  descaradamente Randora: -¿Piensas que me insultas cuando me dices zorra?, es un  elogio para mí. Mira, mira de vuelta, mira detrás los muros, mira los rebeldes  como están cayendo bajo las lanzas de los lumarios, mira de cuántas regiones  nos vamos a poder apoderar. ¡Ah! Dime la verdad, Andahazi, ¿te soy útil o no te  soy útil? Asentí con la  cabeza sin hablar: -Pero soy prudente, no canto victoria hasta no ver el  resultado final, todavía hay dracons volando, todavía el segundo patio está en  poder de los rebeldes. -Ya no. Fíjate, los  rebeldes del segundo patio están cayendo, los vamos a hacer retroceder. -¡Ah! -Inflamé el  pecho de satisfacción.  Sí, al final debí  admitir que esta mujer, zorra, me era útil, así que por ahora la iba a mantener  con vida. Pero que no juegue mucho conmigo ¡porque el poder es mío!, ¡¡mío!!, y  nadie me lo va a quitar, nadie. ¡¡Soy Andahazi, el señor de Umbro!!     
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