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Psicoauditación - David Al.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 02/01/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de David Al.

La entidad relata una vida en Umbro. Era tímido, buscaba la aprobación de los demás. Hasta que conoció a un peculiar oportunista que le convenció de que él también era importante y debía aprobarse y quererse él mismo. Se propuso empezar con ello.

 

Sesión en MP3 (3.402 KB)

 

 

Entidad: Mi nombre es Morelo, vivo con mis padres adoptivos, Igenio y Mara.

¿Mi padre verdadero? No lo conocí. Mi madre, cuando era chico desapareció, me dejó solo en la aldea. Estuve ayudando en un negocio de frutas hasta que Igenio y Mara, que no tenían hijos propios, me llevaron con ellos.

 

Por un lado no puedo quejarme, siempre fueron buenos. Aprendí a leer y a escribir... Y hablamos de que en Umbro, un mundo donde reina la brutalidad, la ignorancia, aprender a leer y a escribir es una virtud. No eran ricos pero Igenio tenía un negocio de ramos generales y mamá Mara lo ayudaba, yo ayudaba en el hogar con la limpieza, luego en el negocio y a veces atendía a gente, pero era muy tímido y a veces me pedían una cosa y me equivocaba. Nunca me retaban en público. Papá Igenio se reía y decía:

-Bueno, el joven Morelo se equivocó, aquí está lo que pidió. Tú ve al fondo y acomoda la mercadería nueva.

 

La vivienda la teníamos al lado, ahí me retaban.

-¿Qué te sucede? Siempre con tu timidez, con tu baja estima. ¿Quieres que te contemos lo de Ezeven? -Eso me ponía mal, eso me ponía muy mal, me comparaban con otro joven de mi edad.

-Ya me lo contaron cien veces. -Me empezaba a palpitar más fuerte el corazón.

-Te lo vamos a contar una vez más, para que entiendas. Ezeven tenía ciertos dones, sus padres se separaron, ambos padres tenían dones. El papá se juntó con una mujer a la que dejó embarazada y a Ezeven le tenía miedo, no quería que se acerque al bebé. Y su mamá se juntó con un hombre que a su vez tenía una niña adolescente y que pensaba que Ezeven se iba a aprovechar de ella. ¿Qué hizo Ezeven? Se terminó yendo de la casa. ¿Piensas que lloró, piensas que tuvo baja estima, piensas que tuvo timidez? No. Nos enteramos por los otros vecinos, se puso a trabajar en una feria ecuatorial, en un teatro y ganaba más metales que cualquiera. Y tú te quejas.

-No me quejo -argumenté-. Les agradezco todo lo que han hecho por mí, de verdad. A papá no lo conocí, a mi papá sanguíneo, y mi madre no sé si me abandonó o se tiró de un acantilado, no sé, nunca supe. Así que de verdad les agradezco. Me han protegido, me han educado pero cuando me equivoco o tengo timidez en el negocio me refriegan por la cara lo de Ezeven. Nadie es igual a otro, nadie. Aparte, Ezeven tiene dones que yo no tengo, tenía como poderes, yo no tengo nada. -Madre Mara era más... no diría complaciente, pero más tolerante conmigo.

-Me parece bien que cuando termine el trabajo tomes la flauta y te pongas a tocar música, me parece bien, pero te veo como ido, como fuera de la realidad. En un momento dado te pregunto algo... El otro día, por ejemplo, te pregunté "¿Has traído la bolsa de hortalizas? Y me has respondido: ¿La qué?", porque estás ensimismado en tu música, con tu mundo, y eso no te va a dar de comer. -La miré a mamá Mara.

-No, eso no me va a dar de comer, eso me ayuda a vivir, la música me ayuda a vivir. Y en el trabajo hago lo que puedo: limpio, a veces atiendo a gente, acomodo mercadería, hago todas las faenas..., trato de molestar lo menos posible pero parece como que les molestara. -Y se metió papá Igenio en la conversación.

-No, no molestas Morelo, no molestas, simplemente eres distinto, es como que tú no te adaptas a nosotros. -Me molesté mucho. Les dije:

-Ustedes son los padres que tengo, pero ¿qué significa adaptarme a ustedes, qué significa?, todos somos distintos, ustedes mismos me han dado la idea con el ejemplo de Ezeven que es distinto. Yo también soy distinto; sí soy introvertido, soy tímido. La vez pasada salí varios amaneceres con la joven Joana y, esto se lo digo y me da una vergüenza tremenda, nunca se dejó besar y el otro día la veo con el joven Dario a los besos, a los apretones y me sentí muy mal. -Papá Igenio le dijo a mamá Mara que se vaya.

-Hablemos de hombre a hombre, Morelo, ¿alguna vez ella te dio la oportunidad o te dio a entender como que quería salir contigo?

-¡Padre, fuimos al arroyo, paseamos por el bosque, fuimos con un sulky tirado por dos hoyumans!

-Morelo, eso no es una pista, puede haberte visto como un amigo y por eso luego se besó con Dario. ¿Alguna vez le dijiste que tenías interés?

-No, pero eso se entiende.

-No, Morelo eso no se entiende, las cosas son explícitas. -Bueno, conversaciones así teníamos permanentemente.

 

En época de calor había menos trabajo y entonces pedía permiso y me iba a pasear. Fue cuando conocí a Aldone. Aldone era un soñador, un soñador fantasioso. O quizá no fantasioso, lo estoy analizando. Todos creemos en aquel que está más allá de las estrellas, pero él decía que hablaba con esa entidad invisible y que lo veía en sueños. Y yo le preguntaba:

-A ver, Aldone, ¿cómo era?

-No sé, Morelo, se me aparecía como una luz.

-¿Y cómo sabes que no es tu imaginación? -Y después hablábamos de jóvenes. Le conté que había salido con esa joven y no se había dejado dar ni siquiera un beso.

-Y a quién se lo vienes a contar -me dijo Aldone-, ¿tú te piensas que yo soy un experto en el tema? Soy como tú. -Al decir así me molestó más.

-¿Qué quieres decir, Aldone, que eres tú un fracasado como yo?

-Eso lo estás diciendo tú, Morelo, yo no dije nada, simplemente digo que también soy tímido, también soy retraído, al igual que tú también me gusta la música. -Y de alguna manera es como que le maltraté. Le dije:

-Pero no desvarío. -Ahí se molestó Aldone.

-¿En qué sentido?

-En que yo no hablo con aquel que está más allá de las estrellas.

-O sea, que ahora me tomas por loco. Gracias Morelo, gracias Morelo. ¡Quién me lo dice! No sobresales en nada.

 

Luego estaba solo e irónicamente pensaba "Aldone de alguna manera es parecido a mí, ambos somos retraídos, tímidos, con baja estima y en lugar de apoyarnos nos acusamos el uno al otro a ver quién tiene más defectos. Pero no lo culpo, a mí me culpo porque al fin y al cabo yo empecé a llamarlo delirante, de alguna manera.

 

Estaba enojado con un tal Figaret, ese Figaret era un joven que le gustaba mucho jugar a las cartas pero tenía fama como de estafador aunque nunca le habían comprobado que hacía trampas.

Hasta que una tarde me lo crucé. Era un personaje raro, se vestía con ropas de colores muy llamativos, una especie de gorro como con una pluma, pero paradójicamente nadie se reía de él quizá por la espada que le veían al costado derecho y que evidentemente la sabía usar muy bien. Si hay algo que yo tenía es que era sincero y a veces muy precipitado, no medía las consecuencias. Conversando le dije una vez:

-Tú tienes fama como de fullero, como que estafas con las cartas. -Sacó su espada y me la apoyó en el pecho. Honestamente, temí por mi vida. Luego Figaret lanzó una carcajada-. No entiendo, me apoyas la espada y luego te ríes.

-Me causa gracia tu franqueza. No mides las consecuencias, pero no lo haces de malicia.

 

Le conté mi vida. Que no conocí a mis verdaderos padres, que mis padres adoptivos me querían, pero me echaban en cara cosas.

Figaret me dijo:

-Cada uno tiene sus problemas.

-No veo los tuyos -confesé-, dicen que tienes varias bolsas llenas con metales dorados, que ganas dinero con las barajas y que encima eres un tremendo mujeriego, que ninguna mujer te dice "No". -Sonrió pero puso una mueca como de dolor.

-¡Qué fácil que es hablar! ¡Qué fácil es prejuzgar!

Le dije: -¿Pero que no es así, no es como dice la gente?

-¿Si tengo facilidad para conversar con una joven y conquistarla? Quizá por mi simpatía, quizá porque hay mujeres que les gustan los pillos.

-¡Ah! Reconoces que eres un pillo.

-¡Ah! He sufrido tanto o más que tú, me han pasado muchas cosas que no te las voy a contar ahora, pero mi vida tampoco fue sencilla. Y es cierto, aprendí el arte de la espada y soy muy pero muy bueno, muy pero muy bueno, por eso la gente me respeta. Ahora, ¿que me he metido en problemas? Más de una vez. ¿Que tuve que huir a veces porque pensaban que hacía trampas con las cartas y tres o cuatro de la mesa sacaron sus espadas y yo sabía que contra todos no podía? Sí, eso también es cierto. Pero no podemos vivir de prejuicios, no podemos vivir de lamentaciones.

Y apenas te conozco, pero me doy cuenta de que tú vives de lamentaciones: que las jóvenes no te hacen caso... A una la has acusado de traición cuando ni siquiera le has dicho nunca que ella te interesaba. Te molestas con tus padres adoptivos siendo que te han dado cobijo, comida y educación. Es cierto, te han criticado, pero bueno, si eso te parece demasiado daño es que no conoces la vida de los demás. Las cosas negativas van más allá, van mucho más allá de abandonos, de miserias, de dramas; tampoco debemos cometer el error de pensar "Y bueno, mi vecino está peor que yo. Me consuelo". No, siempre tienes que mirar para adelante, tratar de emular al que está mejor pero sin envidiarlo, con esfuerzo. Te preguntarás "¿Cómo venzo mi baja estima?"

-Dímelo tú -inquirí-. ¿Cómo la venzo? -Figaret me respondió:

-¡Ay, Morelo, Morelo! Yo creo que tú estás buscando de los demás la aprobación, el respeto, y porque no, el amor de las jóvenes. Ahora, ¿tú qué te brindas a ti mismo? No me has entendido.

-Sí, estoy pensando y no lo entiendo. ¡Cómo qué me brindo a mí mismo!

-Claro. ¿Tú te aceptas? -Me encogí de hombros-. ¿Tú te respetas? -Me volví a encoger de hombros-. ¿Tú te amas? -Por tercera vez me encogí de hombros.

-Sigo no entendiendo.

-A ver, Morelo -explicó Figaret-, todo pasa por uno. Yo aprendí a respetarme, a quererme, a aceptarme es la única manera de poder lograr la aceptación del otro, la aprobación del otro, el amor de las jóvenes aunque sea pasajero.

-Ahora me vas a decir -argumenté- que todo el mundo te acepta.

-¡No! ¡Ja, ja! No, Morelo, no, pero no me importa porque me acepto yo como soy.

-Estás lleno de virtudes -dije.

-Para nada, seguramente tengo más defectos que virtudes pero me acepto, me quiero. Habrá quien me quiere y quien no. ¿Y qué? Mi fin no es gustar a todo el mundo, mi fin no es que todo el mundo me acepte. Habrá quien me acepte, habrá quien no me acepte, ¿y qué?, pero yo me acepto, yo me apruebo.

-¿Entonces no tienes baja estima? -pregunté.

-¡Uf!, muchísimo tiempo la tuve hasta que aprendí a quererme, porque todo pasa por uno, todo pasa por mí. Tú tienes que aprender eso.

-¡Pero tengo infinidad de dramas!

-Sí, Morelo. ¿Acaso conoces a todos? ¿Qué sabes de los dramas de los demás? Y sin embargo han salido adelante.

-Ya no soy un joven -argumenté.

-Cada uno tiene su tiempo. Hay gente que descubre su oportunidad, sus posibilidades de bastante grande.

-Y qué van a decir, ¿el tiempo que perdí antes?

-Bueno, ya está, el pasado no se puede recuperar pero puedes modificar tu futuro aprendiendo a aceptarte.

 

Me quedé pensando en lo que me decía Figaret, un hombre con fama de pillo, de fullero, de tramposo, de un mujeriego que se colaba en los balcones incluso hasta de jóvenes casadas y escapaba cuando venía el marido. No me parecía buena persona pero sin embargo los consejos que me dio eran más que valiosos. Y sí, no mido las consecuencias porque antes de despedirnos le dije todo lo que pensaba:

-Eres tramposo, eres fullero, eres mujeriego. Por tus encantos o tus supuestos encantos las mujeres traicionan a sus esposos... y ¿te atreves a dar consejos?

-¡Ja, ja, ja!

-¡Y te ríes!

-Claro que me rio, Morelo, ¿tú piensas que las obligo a las jóvenes? Ellas caen solitas en mis redes. ¿Piensas que obligo a los varones a jugar a las cartas conmigo sabiendo que soy muy bueno?

-¿Pero de verdad no haces trampa?

-No, no hago trampa, tengo una enorme intuición de la carta que tiene el otro, por eso gano, jamás me descubrieron con una trampa, jamás. Y no, claro que no soy el mejor -continuó Figaret-, pero lo poco o mucho que aprendí me sirve para vivir. Y eso es lo que te estoy transmitiendo. Tus padres adoptivos no son jóvenes, el día de mañana no estarán, ¿y qué vas hacer de tu vida? Piensa en ti, piensa en que eres importante, piensa que eres valioso. -Sonreí con una mueca de tristeza.

-¡Valioso! En mi aldea las mujeres ni me miran.

-Porque tú caminas por las calles como si fueras un ave mojada, empapada. Muéstrate altivo pero no pedante, altivo en el sentido de digno, sin vanidad.

-Me va a costar.

-Todo cuesta. ¿Sabes leer y escribir?

-¡Por supuesto! -dije orgulloso.

-Bueno, ¿cuánto tiempo te llevó?

-Desde pequeño.

-¿Te das cuenta?

-¿Esto significa que va a llevarme mucho tiempo aceptar mi importancia?

-Depende de ti -me dijo Figaret-, pero empieza desde ahora.

-¿Me tengo que hacer valer?

-No, no; hazte valer contigo mismo, y no pases de la baja estima a ser presumido, porque no sirve. Muéstrate digno, muéstrate noble.

-Es que a veces soy torpe -argumenté.

-No, no es torpeza, te apresuras en querer hacer las cosas bien y te salen mal.

-Pero si hago las cosas lento me retan.

-Haz las cosas normal, normal sin nervios. Hasta buscas quedar bien con tus padres adoptivos. Sé normal.

-Ellos quieren que me adapte a ellos.

-No, ahí se equivocan ellos, tú te adaptas a ti mismo y podrás salir adelante. Y me marcho porque tengo cosas para hacer. -Montó su equino y se marchó.

 

Me volví para el negocio pensando en las palabras de Figaret. Era un recomenzar, era un renacimiento, dejar de lado el viejo, es un decir, el viejo Morelo. ¿Me llevaría un día, dos, diez, cien vencer esa baja estima?

Bueno, empezaría por el primer paso.

 

Gracias. Gracias por escucharme.