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Psicoauditación - Eduardo M. |
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección |
Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
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Sesión del 10/10/2023 Gaela, Carlo Sadía Sesión 10/10/2023 La entidad relata una vida en en Gaela, que venía de familia humilde, le costaba relacionarse, trataba de buscar la aprobación de los demás. Se encontró con un joven muy amable, muy dado, hablaron interesantemente. Quedaron para verse de nuevo.
Entidad: Primero voy a aclarar qué es un engrama. Un engrama es un implante inconsciente tan fuerte que queda grabado en nuestro ADN. Cuando desencarnamos, obviamente no hay más ADN, no hay más unidad biológica, lo que hay es una entidad suprafísica, pero esa entidad suprafísica se lleva consigo el engrama en su núcleo conceptual. Cuando esa entidad vuelve a encarnar en otro rol, para que se entienda, hereda ese engrama condicionante en su ADN.
Ha pasado personas que en vidas anteriores se han ahogado y que en esta vida no han tenido ningún problema con el mar, en un rio o en una pileta olímpica y sin embargo es como que tienen pánico. ¿Por qué? Bueno, un psicólogo no va a saber el por qué, pero canalizando a la entidad se sabe el por qué. Porque heredó el engrama de esa vida y si ese engrama no se revierte integrándolo o directamente eliminándolo, en las distintas vidas va a seguir. Aclaro, hay engramas que son muy fuertes que con una sesión se debilitan, no se terminan de sacar, distintos engramas condicionamientos de lo que fuera, si a eso le sumamos los roles del ego, que son inherentes a la unidad biológica pero que por suerte se pueden integrar, condicionan tanto que hasta toman el timón de nuestra vida. Hasta qué punto nos condicionan.
Mi primera encarnación, y no es la primera vez que encarno, fue hace cien mil años en un mundo llamado Gaela, un planeta prácticamente gemelo de la Tierra del otro lado de la galaxia, en otro brazo galáctico a cien mil años luz. O sea que si se pudiera ver a través de un telescopio, (obviamente no se puede porque en el centro hay gigantesco agujero negro en el centro de la galaxia, que lo he dicho en el libro "El cielo responde" en 1997, entonces es imposible ver a Gaela, pero si hipotéticamente se pudiera), como está a cien mil años luz, las imágenes que nos llegarían serían justamente de hace cien mil años, de la época que voy a relatar ahora.
En esa vida no me llamaba Eduardo, me llamaba Carlos, Carlo sin 's', Carlo Sadía. Vivía en Ciudad del Plata, la capital de Plena, en el sur del nuevo continente. ¿Cómo me crié? Me crié con una familia de clase media baja, por no decir baja del todo. Fui a una escuela pública. Mis padres era una poco sobreprotectores, eso no me hizo bien porque al ser sobreprotectores es como que uno se..., ¿cómo puedo decirlo?, se va adecuando a un lugar de confort donde vive protegido, como el feto aún no nacido que está dentro del vientre materno. Y no, no, no debe ser así. Hay una anécdota de Sol III, al que vosotros llamáis la Tierra, donde un señor ve una especie de..., de algo pequeñito, algo minúsculo y veía que se podía asomar una oruga; "Pobre le voy aliviar el trabajo de ir perforando la capa", y liberó a la oruga. Esa oruga el día de mañana se transformaba en una mariposa, pero como no hizo ningún esfuerzo para liberarse, las alas no le respondían y murió. Entonces, a veces facilitar el trabajo a un niño o niña,+ de ser sobreprotectores, en lugar de mejorarlo no le dejan desplegar las alas. Y eso lo que pasó en mi rol de hace cien mil años como Carlo Sadía.
No digo que era tímido, pero me costaba entablar relaciones con amistades, con el sexo opuesto, y de alguna manera no abiertamente ni en forma evidente, pero es como que me sentía cohibido y buscaba la aprobación de los demás. ¿Pero qué pasa cuando uno busca la aprobación de los demás? Trata de quedar bien siempre siendo demasiado... no digo simpático; utilizaré una palabra vuestra "demasiado pegajoso, demasiado encima de los demás". ¿Y eso qué ocasiona?, el efecto contrario, las demás personas se sienten molestas: "Carlo siempre está encima, prácticamente es como que no te deja respirar". De una manera psicológica, ¿no es cierto? Bien.
Recuerdo que me hablaron de una persona que tenía exactamente mi misma edad, veinticuatro años, un joven llamado Jorge Clayton. Le pregunté, con la persona que hablaba, le decía: -¿Pero quién es ese Jorge Clayton? -El joven con el que conversaba se llamaba Ferenc, venía de un país llamado Mágar. Y me dice: -Es como un mecenas, una persona que abre escuelas, dona dinero para hacer nuevos pabellones en sanatorios o en hospitales. -Espera, espera, espera -le respondía a Ferenc-, ¿estás hablando de que es un millonario?, debe ser una persona petulante, creída, vanidosa. -No, para nada, pero es una persona feliz de poder ayudar. -Sí, claro, y por supuesto con dinero todo el mundo es feliz -Ferenc me miró y me dijo: -Carlo, eso no es cierto, eso no es cierto, para nada, he conocido personas que tienen lo justo para vivir y son felices, porque tienen amigos leales, porque tienen parejas que los aman, porque tienen un entorno hermoso. Porque el dinero, querido Carlo, no compra la felicidad y tampoco compra el amor, el dinero lo que te puede comprar es placer. -Está bien -le respondí-, está bien, es cierto. Es cierto, con el dinero no compras amor, tampoco compras salud; puedes pagar un buen médico, pero no salud necesariamente. Pero no me digas que no es útil como medio. -¡Ah!, sí -me dijo Ferenc-, como medio, pero no como un fin porque el día de mañana cuando tú no estés más aquí...
A propósito -corría el año 1970, había nacido en 1946, era de Axxón-, a propósito, ¿quién fue Axxón? Fue el que develó en Gaela dos mil años antes al verdadero Dios, a ese Dios que no premia ni castiga. ¿Pero qué pasó?, lo ejecutaron porque decían que era una persona que perturbaba. Armaron un madero en forma de rombo y lo calvaron. Y de allí salió la Orden del Rombo. Pero la Orden del Rombo u Orden de Amarís. ¿Por qué se llamó Orden de Amarís?, porque Amarís, que no tenía nada que ver donde crucificaron a Axxón - digo crucificaron para que entendáis vosotros lo que quiero decir-, pero en realidad no era una cruz, era un rombo. ¿Y por qué Amarís? Porque allí hace más de un milenio es como que, ¿cómo decirlo?, se apoderó de la creencia y la desfiguró, la desfiguró al punto tal que quien no creía en la Orden del Rombo era ejecutado. Hoy, en pleno siglo XX en la mayoría de los países occidentales ya no pasa eso. Sin embargo, mi amigo Ferenc me comentó que en su país de origen, Mágar, fue perseguido. Le preguntaba: -Por qué, ¿no respetabas la figura de Axxón? -Amo la figura de Axxón, y si el maestro Axxón estuviera aquí sería para mí lo máximo. Lo que no amo es la Orden del Rombo, porque desfigura las enseñanzas de Axxón.
Aprendí mucho con Ferenc y le dije: -Me gustaría conocer a este Jorge Clayton. -Sería oportuno que lo conozcas. -¿Pero qué es, psicólogo? -No, no, estudia filosofía, pero cualquier duda que tengas puede orientarte. -Pero es un joven igual que yo, igual que tú, no estamos hablando de un profesor de cincuenta años. -Seguramente no, Carlo -me dijo Ferenc-, seguramente no, pero sabe, ha conocido mundo, ha conocido muchos países. Me sentí mal. Le dije: -¿Tú te piensas, Ferenc, que por conocer países y conocer lugares sabes más? -No -me respondió-, no se trata de conocer países y conocer lugares en sí mismo, es con la gente que tratas, sus costumbres, y a veces aprendes de las costumbres de otros, completamente distintas a las tuyas. Aquí en Ciudad del Plata, países de oriente que ni conoces su forma de ser, de manejarse, sus respetos, sus lealtades. -Nadie es perfecto -le respondí. -Claro que no -me dijo Ferenc-, el único perfecto es Dios, todos los seres humanos tenemos imperfecciones. ¿Pero acaso no se trata de eso?, ¿de tener imperfecciones para ver cómo las corregimos, de tener condicionamientos a ver cómo los corregimos? -Vaya, me sorprendes como hablas. -No, no, esto no es mío, esto me lo enseñó Jorge Clayton. -Bueno, ¡je, je!, me estás interesando, Ferenc. Me interesaría conocer a esta persona, ¿pero dónde... dónde para? -No entiendo la frase. -Disculpa, es el lenguaje coloquial de Ciudad del Plata, tú vienes de Mágar. "Donde para" significa adónde concurre con asiduidad. -¡Ah! En el club náutico de la provincia. -Claro. Yo no tengo ni siquiera ropa para ir al club náutico, un solo café en el club náutico vale más que cinco comidas en un restaurant aquí donde yo vivo. -Pero eso quédate tranquilo, lo llamo a Jorge Clayton y nos invita. -A ti, porque te conoce, pero a mí no me conoce. -No, pero te conozco yo, Carlo. Y sé que tienes muchos condicionamientos para revertir. ¿Qué pierdes con comentarlo y qué pierdes con escuchar sus respuestas? Nadie tiene la varita mágica para tocarte y al día siguientes tienes todo resuelto en tu vida, en lo personal, en tu autoestima, es tu seguridad, en tus estudios, en tu trabajo; eso no existe, todo lleva su tiempo, todo lleva un proceso. Lo que sí te puedo decir, Carlos... ¡Carlo!, no me acostumbro a tu nombre, Carlo, porque aquí en Ciudad del Plata es con la 's', Carlos. Le dije: -¿Sabes qué pasa?, mis abuelos vinieron del viejo continente y hay un país que se utiliza mucho el nombre Carlo, sin la 's'. Bueno, así me bautizaron mis padres. -¿Tienes segundo nombre? -No, no, solamente Carlo, Carlo Sadía. Sadía no sabría decirte qué origen es, pero bueno, ¡je, je!, es mi nombre y me gusta. -Bueno. -¿Bueno por qué? -Porque hay mucha gente que no le gusta su nombre y se lo cambia por un apodo, hay mucha gente que no le gusta su rostro y se opera la nariz o el labio o el mentón..., y me da como cierta pena. -No entiendo. -Claro Carlo, debemos aceptarnos como somos. -Bueno, hasta cierto punto. Si tú de repente por algún problema genético naces con un labio más crecido o una nariz torcida, que te hagas una operación no significa que seas vanidoso. -Claro, Carlo, pero yo no me refiero a eso -dijo Ferenc-, me refiero a gente que está perfectamente. Lo veo en muchas chicas que se hacen operaciones para mejorar su rostro o su cuerpo. Y eso me parece de muy baja estima. -Ferenc, de todas maneras ahora quedé enganchado... -Espera, espera, espera hablas otra vez en idioma coloquial de tu país... ¿Qué es quedar enganchado? -Bueno, sería como que, no deslumbrado, no estoy hablando de deslumbrado, pero quedas como intrigado y con ganas de conocer a la persona. Eso es enganchado. Como cuando conoces una chica que te gusta y dices, "Me enganché con esa chica" ¿Se entiende el concepto, ahora, la palabra? -Sí, ahora sí. -Bueno, yo estoy enganchado por conocer a ese tal Clayton, y veré qué opinión después tengo yo. -No te adelantes, no te adelantes, porque si tú vas de antemano con un preconcepto, la palabra preconcepto es un prejuicio. -No entiendo, Ferenc. -Claro. ¿Qué piensas que es un prejuicio?, juzgar antes de tiempo. -Ahora entiendo. Está bien, no voy a ir con preconceptos.
Nos estrechamos la mano, intercambiábamos teléfonos y me dice: -Mañana es fin de semana, ¿te parece que te llame tipo diez? -Está bien. -A las once te paso a buscar. -¿No me digas que tienes coche? -Sí, me compré un coche. No es un coche deportivo como el que tiene Clayton, pero es un coche pequeño pero cómodo. -Bueno, espero algún día tener uno yo también. -¿Por qué no?, ¿por qué no? A veces el decir "Espero algún día...", me suena a no tenerlo nunca. No no no. Siempre que tengas pensamientos, que sean positivos. -Por qué, ¿tú crees en los decretos? -No -me dijo Ferenc-, los decretos son una falsedad, es una mentira que te dan los talleres de autoayuda. Los decretos no existen. Lo que existe es lo que uno puede dar; la voluntad, la perseverancia, las ganas. Pero no los decretos: "Yo decreto tal cosa", me cruzo de brazos y todo me viene a mí. Eso es mentira. -Bueno, si conversando contigo me ha servido tanto y tú dices que él sabe muchas cosas, bueno, espero tu llamado. Me voy a levantar temprano, desayuno temprano, me doy una ducha y bueno, si quieres pasarme a buscar antes, diez y media, mejor.
De vuelta nos estrechamos las manos y me marché. No contento pero sí con cierta esperanza. ¡Vaya!, para mí era bastante.
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