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Psicoauditación - Sela

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 5/12/07

Médium: Jorge Olguín.

Entidad que se presentó: Sela, Thetán.

Relató una vida en Aldebarán IV donde fue una guerrera diestra. Luchó con un espadachín reconocido que no pudo con ella, al que años más tarde mató en una batalla. No tuvo pareja, relató algunos encuentros esporádicos. Simpatizó con un chico al que posteriormente hirieron y destruyeron la casa. Ella mató a los asaltantes. Relató otras vivencias. Expuso sus sentimientos y engramas, sobretodo de soledad, que le afectaron en vidas posteriores y en la actual. Finalmente dio alguna guía para su 10%.

Sesión en MP3 (4.696 KB)

 

Entidad: Estar en este plano es comunicarse otra vez en este plano, es estar de nuevo... ¡Ah!

Yo, en realidad, estoy bien. Yo, en realidad, estoy bien, no preciso ninguna terapia como para mejorar porque yo creo que quiere mejorar aquel que se siente incómodo de ser como es. Yo no me siento incómodo de ser como soy y estoy muy orgulloso de las veces que he estado en batalla, de las veces que he intentado salir adelante por mis propios medios sin que nadie me dé ayuda, no necesito la ayuda de nadie, de nadie.

Tuve vidas tremendas, no estoy arrepentido de haberlas vivido, no estoy arrepentido para nada, para nada en absoluto.

 

Tuve una vida hermosa en Aldebarán IV. Había encarnado en el norte, me llamaba Sela Ardín, Sela. Manejaba la espada igual o mejor que cualquier guerrero, incluso practicaba con los guerreros más grandes. Cuando tenía dieciocho años era muy difícil que alguno me venciera.

Y seguí experimentando con las espadas más pesadas, las de los del norte incluso era pesada hasta para mí ese tipo de espadas, no me resultaba tan cómoda pero igual me defendía, me defendía bastante. A mí me gustaba una espada media, bastante, bastante liviana. Si bien yo era fuerte como femenino, pero había algunos hombres que en medidas terrestres medían más de dos metros y manejaban esas espadas gigantescas que te partían en dos.

 

Una vez me enfrenté en batalla con Liberel, era una época de tregua donde yo acompañaba a algunos guerreros del oeste y Liberel y la mayoría de la tribu de cabellos blancos del norte vinieron a una gran comida con nosotros.

Y Liberel dice:

-Brindo por los guerreros y no por las criaturas, los viejos y las mujeres, seres débiles.

Yo le dije:

-Límpiate la boca antes de hablar de mí. -Se paró y sacó su espada, yo saqué la mía.

 

Estuvimos como quince minutos combatiendo, yo esquivando sus mandobles y él esquivando mis estocadas. Lo llegué a tocar dos veces, una en el brazo derecho, en el brazo donde él cargaba su arma y otra en el pie izquierdo, afortunadamente no me tocó ni una sola vez, a los quince minutos estábamos los dos agotados.

De repente enfunda su espada -yo no enfundé la mía-, se acerca a mí y riéndose me da una palmada en la espalda que casi me parte en dos.

-Tendrías que estar en mis filas, Sela -me dijo.

 

Yo no me reí pero me tomé de un trago mi vaso de bebida espumante que era muy similar a la cerveza negra terrestre. Todo en el norte era más grande, tenían unos hoyumans blancos que con la cabeza mía no alcanzaba ni siquiera al lomo de esos animales, nada que ver con los de la zona ecuatorial que eran muy similares a los caballos terrestres. Y yo no era baja, en medidas terrestres estaba cerca del metro ochenta, un metro setenta y ocho, casi un metro ochenta y como mujer pesaba casi ochenta kilos, no podía competir contra los hombres del norte pero era bastante, bastante morruda y nunca me habían vencido en batalla. Cuando cumplí veinticuatro años estaba en toda mi fuerza, en todo mi esplendor, fue cuando me tuve que enfrentar a mi antiguo adversario, en esa pelea medio en serio medio en broma, en aquella comida que habíamos hecho años antes. Cuando estuve frente a él me reconoció.

-Sela, tú contra mí. Ahora en serio.

 

No podía darme el gusto de perder el factor sorpresa. Apenas terminó de hablar, sin reaccionar él para nada le hundí mi espada más liviana en la garganta, casi le separé la cabeza del tronco. Al ver que su jefe había muerto es como que la mayoría se echó para atrás y esa batalla la ganamos.

No, no tenía novio porque despreciaba a los hombres, los veía como débiles, los veía débiles por el sexo, es como que cualquier mujer se les arrimaba y ya se desarmaban y yo como mujer me sentía mucho más fuerte, no caí en los encantos de ninguno de ellos. Hubo dos o tres jóvenes que verdaderamente me hicieron sentir como quiere una mujer, pero no pude tener el acto de debilidad de acercarme a ellos, hubiera sido vulnerable. Si yo de repente quería satisfacer una necesidad fisiológica me iba a una posada y algún bebedor borracho más o menos pasable lo llevaba a un cuarto de la taberna, simplemente por una necesidad fisiológica, pero no quería involucrar mis sentimientos, no era mi manera de ser, no era mi costumbre, no tenía ninguna necesidad de ello.

 

Una vez con Torbucal, -Torbucal era también un ser del norte, un guerrero gigantesco pero medio tonto, me miraba como si hiciera cinco días que estaba sin comer, con unos ojos que recorrían mi cuerpo. Yo hacía mucho tiempo que no iba por ninguna posada-, entonces dejé que me poseyera en una montaña, pero tampoco nunca me involucré. Meses después me encontré con él mismo y le separé la cabeza del tronco en una pequeña escaramuza que no llegó a ser batalla.

Tuve una experiencia negativa porque una vez bajando del norte, yendo para un pueblo del oeste, Dulzara, me encuentro con un joven apuesto, un poco más bajo que yo pero bastante apuesto, la frente un poco prominente, un poco... con muy poco cabello y trato de acercarme a él para tener un encuentro fisiológico, pero aparentemente me tuvo miedo porque me vio con la armadura, con mi espada. Me tomó una puntada en la cabeza y caí de rodillas. Fue la primera vez que experimenté el ataque de un mento. Los mentos son seres que tienen una mayor capacidad cerebral y pueden mandar impulsos eléctricos de una manera que desconozco, pero puede causar daño a otras personas para defenderse. Y cuando me repuse, a los pocos minutos ya se había alejado de mí. Nunca más traté de acercarme a uno de esos seres, no quise.

 

Meses más tarde yendo para otro poblado, más a la zona ecuatorial, Torconaza, -era un poblado que cultivaban una planta parecida al algodón terrestre y unos animales similares a las cabras pero un poco más gruesas de cuerpo y daban buena leche-, había un joven se llamaba Pacho, era mucho más bajo que yo por lo menos yo le llevaba media cabeza, mediría menos de un metro sesenta, absolutamente esférico, pesaría como ciento cuarenta kilos terrestres, pero tenía ojos de bondad. Me sorprendió porque no se asustó al verme, al ver mi armadura, mi espada, al contrario. Dice:

-¿Quieres beber algo?

-Mientras no me des esa leche...

-No, no soy adivino pero sé lo que tomas. -Me puso una jarra metálica que de capacidad tendría como uno de vuestros litros, un cuarto de galón, un poco más de un cuarto de galón, con el líquido espumante parecido a la cerveza negra que me lo tomé de tres tragos y luego me mandé un gigantesco eructo que me habrán escuchado los de los castillos del norte.

-¿No te incomoda -le pregunté a Pacho- si me tiro un rato en aquel camastro?

-No, para nada -me dijo-, al contrario, asegúrate de que nadie venga y traba con la propia espada la puerta.

 

Me agradó no solamente su confianza en mí sino también que él mimo me decía como tenía que asegurar. Estaba tan cansada que dormí como diez horas.

Cuando me despierto ya era de noche, no me despertó ningún ruido, me despertó un aroma a carne asada -era carne asada adobada con... con una planta roja que tenía un jugo-, y me despierto, saco la espada, abro la puerta y veo una tremenda cacerola con un líquido hirviendo y al lado el fuego y carne asándose, un plato gigantesco, tendría como cuarenta de vuestros centímetros.

Lo pone sobre la mesa y me dice:

-¡Siéntate, acompáñame a comer! Yo me jacto de buen comer, pero sé que tú no debes quedarte atrás. Yo te dije mi nombre, Pacho. ¿Y tú?

-Me llamo Sela, vengo del noroeste, no me preguntes en qué pueblo nací porque no lo sé, no sé quiénes fueron mis padres, si tengo más familia, sé que soy una guerrera. Larmenter fue un maestro de la espada, fue quien me enseñó.

 

Lo habían matado el año pasado pero muchos pueblos conocían quién era Larmenter, era uno de los más grandes guerreros con la espada. Era muy distinto a las espadas de la parte ecuatorial que no eran espadas de filo sino espadas de punta, muy similares a los floretes terrestres, pero ningún florete terrestre podía competir contra la espada que yo tenía, podía partir en dos a cualquier florete. Aparte, me parecía afeminado el varón que usara este tipo de espadas, era más bien para teatro -porque en la zona ecuatorial había mucho teatro- o para práctica de jóvenes adolescentes que querían aprender, pero hasta que no empuñaba la verdadera espada no lo consideraba guerrero, y no ser guerrero, para mí no tenía honor. Yo no me imaginaba como mujer ordeñando leche de los animales o cocinando para un hombre, ¡me corto el cuello antes! A mí me gustaba andar sobre un hoyuman, ni siquiera un hoyuman manso, a lo sumo le pegaba un puñetazo en la nariz en los ocicos y empezaba a corcovear, pero tampoco me gustaba un bicho que... esos bichos mansos, no soportaba ni al bicho manso ni al hombre manso, pero con Pacho tenía una simpatía tremenda porque era distinto a todos los demás.

 

Necesitaba unas botas y había ganado algunas monedas en una de las batallas. Y me voy hasta la zona ecuatorial, a un pueblo que quedaba a cuatro horas en hoyuman de donde estaba Pacho, y le decía que volvería. Me fui a buscar unas buenas botas con una buena suela, que me duren por lo menos una revolución a la estrella. Tardé una semana terrestre en volver y encontré la casa de Pacho incendiada, él herido. Le pregunté qué había pasado.

-Hay un guerrero que muy pocas veces viene por esta zona, pero a veces viene y como acá es un lugar tranquilo que hay pocas batallas nadie lo puede frenar. Treba Herval se llama, Treba Herval. Es muy diestro con la espada y también con el arco y la flecha. Ha venido con otros guerreros y han robado algunos de mis animales. Como vieron que no tenía dinero ni ninguna piedra de las buenas, valiosa, me han herido el hombro y la pierna. Me han golpeado pero me han dejado vivo, les tengo que agradecer.

 

Frené mi impulso de darle un bofetón porque no estaba ni siquiera enojado, les agradecía que no le hubiesen matado. Pero por otro lado me puse contenta porque me dijo quien era y le seguí pista. Dijo que estaban todos vestidos de negro con capa negra, que así se identificaban. Después de pelear contra los hombres del norte, pelear con un cretino de estos...

Y los encontré en un pueblo cercano, un pueblo llamado Aromite. Vi unos hoyumans negros atados a una taberna: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Entro en la taberna, pido una bebida espumante y los veo en una mesa, era una taberna bastante, bastante grande. No precisaba los faroles porque tenían las ventanas abiertas y entraba la luz del día. Los miré disimulada y los estaba catalogando. Dos de ellos habían bebido tanto que sólo con empujarlos con el dedo se caían solos. Me acerqué a la mesa y en cinco segundos con un gesto rápido le partí la cabeza a los dos más peligrosos y me quedé con el jefe. El jefe se pone de pie tomando distancia de mí y también manosea su espada.

Me pregunta:

-¿Quién eres?

-Sela. Soy amiga personal de un gordo que atacaron y le robaron sus animales.

-¿Y tú de qué lado vas? -me preguntaron.

-¿Qué han hecho con los animales?

-Los hemos vendido. -Y saca y me muestra una bolsa que estaría llena de monedas.

-Perfecto, vengo a recuperar la bolsa.

 

Se sentía tan suficiente, tan suficiente que largó una carcajada y se descuida de mí. Y en ese momento levanto y bajo mi arma, pero de inmediato; no alcanza a esquivarme y casi le parto el hombro izquierdo. Herido y todo tenía una tremenda rapidez con su espada, me llega a tocar de punta mi hombro izquierdo. Yo no pienso, actúo, pero en décimas de segundo pensé en lo afortunada que fui en haber cedido a mi primer impulso porque si no lo hubiera lastimado no sé si lo hubiera vencido. Entonces aprendí que no hay enemigo chico, era mucho menos fuerte que los del norte, más delgado, pero también tenía una espada más pequeña, como la mía y así como yo pude vencer perfectamente a dos de los hombres del norte, él también podía vencerme a mí.

Deshicimos la taberna, luchamos como quince minutos, pero él iba cediendo, no al cansancio sino al tremendo dolor y la pérdida de sangre de la herida que le había hecho al comienzo, después de lo que dio lugar a la reyerta. Terminé atravesándole el pecho y me quedé con sus monedas. Luego salgo, respiro aire fresco y entro nuevamente a la taberna y los atravieso con la espada a los dos que habían quedado vivos aunque alcoholizados porque no quería que cuando estuvieran frescos averiguaran sobre Pacho o sobre mí. Los maté a los cinco.

Y volví otra vez a ver a Pacho. Le traje las monedas, no me quedé con nada.

Me preguntó:

-¿Por qué haces esto?

-No pienses nada hombre, no pienses que es por ti, no te deseo ni siquiera para una necesidad fisiológica porque no... no podría contigo, tengo mis límites, espero no te enojes por ello. Lo hice por mí porque no me gustan los abusadores.

Cogió el bolso con las monedas y me dice:

-Toma una parte, te lo has ganado.

-No, eran tus animales. Y ahora me vuelvo para mi tierra. -Le di un apretón de mano en su mano regordeta y partí en mi hoyuman.

 

Llené mis alforjas con carne salada y dos caramañolas con agua, por lo menos tenia para un tiempo. Llegué a otro pueblo, Hostillac, un pueblo donde estaban haciendo un torneo de artería. Por curiosidad quise meterme en el torneo, era la última de los participantes, veinte y cuatro participantes. Competían doce contra doce apuntando a un blanco a determinada distancia y había tres posibilidades, quedamos doce. Luego seis contra seis, quedamos seis. Luego tres contra tres. Quedamos tres, un tal Robert, de cabello totalmente rubio de ojos absolutamente celestes, un tal Erabel que parecía torpe pero no lo era y yo. Por nervios o por qué, Erabel quedó eliminado y quedamos nosotros dos. En los tres tiros por un par de centímetros perdí con él, con el mozalbete rubio.

Era buena perdedora, acepté tomar algo con él. Le dije que era guerrera, que venía del noroeste. Le pregunté de dónde era.

-De ningún lado, de todos lados, de los bosques. A veces estoy en las montañas y tengo muchos hombres que me hacen caso y combatimos a aquellos tiranos que buscan oprimir a los poblados.

 

Lo que comentaba ese mozalbete rubio en Aldebarán, salvando las distancias me hacía recordar al cuento terrestre inglés de Robin de los Bosques.

Estaba en otra, quería volver a mi pueblo, o sea, que no satisfice ninguna necesidad biológica con él pero lo respeté como un buen adversario y lo felicité por su premio. Él me dijo que su premio en dinero lo iba a repartir entre los necesitados y me sentí satisfecha que el monto tuviera ese final, no sé si yo lo hubiera hecho. Bueno, lo hice por Pacho.

 

No creo haber sido mala ni perversa en esa encarnación como Sela en Aldebarán IV, simplemente tenía mi instinto de guerrera, era como me habían criado. Cuando tenía una necesidad la aprovechaba, la saciaba ya sea de varón, de comida o de bebida. ¿Si tenía sentimientos? Sí, a veces ayudaba a la gente. ¿Si tenía temores? No a la muerte. ¿Heridas? Sufrí más de veinte a lo largo de mis cuarenta y ocho años terrestres de vida, que fue lo que viví. Cuando ya casi no podía levantar mi espada al poco tiempo desencarné y le bendije al Creador de ello porque Aldebarán no es una tierra para estar lisiada porque nadie te cuida, porque son pocos los que se comprometen, es una tierra muy salvaje donde el fuerte se aprovecha del débil y donde salvo algunos, tipo Robert o algún otro, todos los demás buscan sacar y no dar.

 

¿Si tuve engramas en esa encarnación en Aldebarán? Engramas de soledad, sí, muchos engramas de soledad, sentía como que nadie entendía mi manera de pensar. En el fondo, inconscientemente, muy oculto siempre anhelé el gran amor, pero tal vez había un miedo muy, muy grande interno que me evitaba el compromiso con varón o tal vez era un engrama de inferioridad. Y como en esta encarnación como mujer, como guerrera, no me dejaba ser sometida, subyugada por un hombre, prefería la libertad de estar sola y blandir mi espada sobre la cabeza de mis enemigos. Como dije antes no me veía ordeñando leche de los bichos ni cocinando para un varón, antes le partía la cabeza o se la separaba del tronco, como hice en muchas oportunidades.

 

El engrama de soledad es uno de los engramas más más graves, un engrama donde tú te pones a acusar a los demás por todo porque cuando las cosas te salen mal quieres echar culpa a los demás en lugar de asumir la responsabilidad.

¿En qué me marcó esa vida? Si bien yo, como estoy encarnado en femenino, elegí ser femenina, elegí ese mundo, elegí ser guerrera, como decís vosotros en el plano físico en encarnaciones posteriores quería pasarle factura a otros por esa desprotección de esa vida. Me preguntaréis: "¿Desprotección? Si tú te bastabas y te sobrabas para ahuyentar a cualquiera, eras diestra en el manejo del arma". No, yo hablo de otro tipo de desprotección, desprotección del alma. Siempre quise desnudar mi alma como no he desnudado mi cuerpo, porque cuando tenía una necesidad fisiológica solamente mostraba aquellas partes y no todo. No hubiera soportado que un hombre me mirara de una manera distinta porque le hubiera ¡¡atravesado!! el cuello. Pero después en vidas posteriores tenía engramas, engramas de echar culpas a los demás. Y es hasta el día de hoy que todavía me persigue esa vida.

 

Le transmito a mi 10%, de alguna manera, ciertos complejos de culpa, seguramente el haber relatado esta vivencia me hace sentir más aliviado como ser espiritual.

Uno puede pasar decenas de roles en distintos mundos, en distintas épocas, pero que a mí no me diga ningún otro espíritu que todos los roles le fueron iguales porque no le voy a creer. Yo me apegué muchísimo al rol de Sela, muchísimo. Aún estando encarnado como varón en Sol III, en lo que es la isla de Sicilia, como parte espiritual añoraba aquella vida, y el ser que en este momento era un rol, Marco, tenía como visiones por lo que yo le transmitía de otros mundos. Tenía que aprender a separar, tenía que aprender a no mezclar, a no volver loco al rol encarnado porque eso me perjudicaba a mí como parte espiritual, pero no puedo, tengo esta debilidad como espíritu que necesito mucha Luz, mucha energía de Luz para evitar mezclar, porque cada rol que encarna, como yo recuerdo todas las vidas y son para mí tan vívidas, le transmito cierta memoria a mi 10% encarnado, y mi 10% encarnado como en sueños visualiza otros mundos y puede llegar a pensar que pierde la cordura.

Tengo que aprender el equilibrio, pero nunca hasta que llegue lo que vosotros llamáis el fin de este Universo, tanto físico como suprafísico, me voy a olvidar de esa vida. En realidad encarné más de una vez en ese mundo pero esa fue especial, me enseñó que puedo, me enseñó que puedo. Lo que yo necesito enseñar a mi 10% es que puede, que deje de ser dependiente de todo y de todos, que cuando fracasa que deje de catapultar los fracasos a otros y alejarse de las propias culpas.

 

No voy a filosofar porque no es mi manera de ser, pero debo asumir un compromiso, tengo que ver mejor a mi 10%, necesita mucha Luz y necesito Luz yo como parte espiritual para no transmitirle cosas equivocadas. Debe anhelar esta misma vida, no otras, las otras ya pasaron. ¿Que yo como espíritu las recuerde? Está bien porque aparte no me las voy a olvidar nunca, pero el 10% tiene que disfrutar el ahora y no lo está disfrutando, y eso es una tarea.

No me prejuzguen de acuerdo al plano que uno tiene porque la sabiduría, la inteligencia, el discernimiento no lo da el nivel de vibración. El nivel de vibración tiene que ver con la actitud, pero no con el conocer, no se confundan, porque sino los cretinos seríais vosotros.

 

Eso es todo. Hasta todo momento.