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Psicoauditación - Víctor V.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Psicoauditación del 24/05/07

Médium: Jorge Olguín.

Entidad que se presentó: Thetán de Víctor V.

El thetán habló su forma de ver los roles al estar encarnado, y luego relató una vida en las islas Británicas en el 1.200 donde su poblado sufrió un ataque, relatando sus vivencias posteriores.

Sesión en MP3 (4.808 KB)

 

Entidad: Es muy difícil a veces estar en el plano físico. No sólo yo sino otras entidades que me acompañan a nivel espiritual -incluso espíritus que ya han desencarnado y que son 100%- expresan a veces lo contrario a lo que dicen algunos Maestros -sin intentar desmerecer su teoría y sin intentar confrontarlos, simplemente estoy exponiendo mi punto de vista- donde explican que en cada vida somos roles y que una vez que esta vida se termina ese rol deja de ser.

 

Primero, ese rol no deja de ser por algún tiempo porque por más que digan los Maestros que hay que estar en desapego uno se ata, se encariña, se aferra a ese rol y a todos los seres que lo acompañaban. No es que de repente si una persona encarnada tiene hijos, pareja, familiares, padres, amistades, lo que fuera, al desencarnar ese cariño muere, ese cariño desaparece porque decimos "¡Ah, ah! Somos roles. Nos tenemos que olvidar".

 

Me parece muy fácil, me parece muy liviano de parte de los Maestros de Luz hablar tan sueltamente y ya dar una pauta marcada. Por otro lado, el propio Johnakan -que gentilmente me orienta- dijo en más de una ocasión a través de este receptáculo que si bien somos roles, cuando estamos encarnados sentimos dolor, hambre, sed, también placer, también cansancio. No podemos subestimar ningún síntoma, sea placentero o doliente. No lo podemos subestimar.

 

El ejemplo que a veces se da de parte de algunos que transcriben determinados mensajes y comparan al rol encarnado con el personaje de vuestras películas, si lo hacen para hacer una comparación está bien pero no es lo mismo, no es absolutamente lo mismo. Cuando uno está encarnado siente que cada día es único y que cada rol, como decís vosotros, es único. Podremos encarnar de nuevo como encarnamos antes muchísimas veces. Podremos tener cosas en común, vivencias en común dolorosas o alegres pero no son los mismos roles porque no es la misma familia, porque no es el mismo escenario, porque no es la misma época.

 

No es tan negativo aferrarse porque yo en este momento estoy captando y tomando las palabras de Johnakan -que también guía- y el Maestro dice que todo debe ser con equilibrio. Entonces si yo me aferro demasiado al rol encarnado voy a romper el equilibrio. Pero mi pregunta es: ¿No rompo el equilibrio si estoy desapegado total? Que me lo explique entonces el Maestro Siddharta.

 

Hay muchas cosas que no comparto aunque el Maestro diga "Es en el bien de muchos". Pero yo no sé si vosotros en el plano físico le llamáis "moral". Yo no sé si mi moral me permite abandonar a mi familia para predicar porque, ¿yo no sería responsable de mi karma al estar haciendo un abandono aunque sea en el bien de muchos? ¿Tan real es "El fin justifica los medios?". Vamos a debatirlo en su momento. No estoy haciendo una apología en contra de los mensajes de los Maestros, para nada, estoy exponiendo mi punto de vista. Y mi punto de vista es que el equilibrio implica que uno puede estar apegado con un amor personal sano, sin manipulaciones, sin roles de control: sano. Porque hasta el propio Maestro Johnakan dijo en más de una oportunidad "El amor personal, con equilibrio, no es negativo; al contrario, ayuda a que la persona sea mejor para con los demás".

 

Hay una vida anterior muy difícil en las Islas Británicas hace ocho siglos atrás, aproximadamente para el 1200. Mi nombre era Wilmer. Era herrero, quizá no tan corpulento como un herrero tiene que ser y en contra de la usanza de esa época yo no me dejaba la barba. Siempre con un filo me rasuraba.

 

La que es mi pareja actual estuvo como Wilma en esa encarnación. Teníamos dos niños varones rubicitos, muy traviesos, sanos, felices.

 

¿Si había tenido espadas en mis manos? ¡Cientos de espadas para dar a los demás! Hacía un buen metal. En mi pequeño lugar de herrería trabajaba tanto con espadas como con herraduras.

 

No puedo olvidarme de esa vida. Formé pareja a los veinticuatro años, veintiuno tenía Wilma. Y a los treinta y dos, que es el episodio que quiero comentar, vinieron del lado de Irlanda en tres embarcaciones y atacaron el poblado de sorpresa. Hubo decenas de muertos.

 

Yo no peleaba, yo tenía varias espadas para afilar, para ver cómo estaba su peso, para arreglar las empuñaduras... Arrasaron con todo los irlandeses. Cuando llegaron a nuestra propiedad avanza uno a caballo con una especie de garrote de madera dura, me pega en la frente y pierdo el conocimiento. No sé cuánto tiempo estuve desmayado pero cuando me despierto miro hacia todos los lados y veo el poblado desolado con algunas casas ya terminadas de incendiar. Giro hacia lo que es mi propiedad y estaba todo roto, tirado abajo como si hubiera pasado un terremoto por allí. Los pocos sobrevivientes me dicen que se llevaron a mi familia.

 

Organizo una excursión. Nadie quiere sumarse a ella porque su fuerte es la resignación, algo que no entraba en mi entendimiento. De alguna manera me arreglo. Voy hacia el sur por la zona oeste y bien al sur, después de dos días y medio de andar, me encuentro un barco que hace comercio. Cambio mi vestimenta, no quiero usar nada que me identifique como inglés. Me costaba horrores disimular el dolor que sentía, un dolor emocional tremendo. Si hago una descripción, todo el pecho me dolía y mi estómago sentía como un vértigo, como si me lanzara desde lo alto hacia el agua. Sentía un vértigo estomacal tremendo por el vacío que había en mi persona y el dolor de pecho era por la incertidumbre de saber qué había pasado con Wilma, con los pequeñuelos.

 

Me preguntaron de qué trabajaba:

-Tienes las manos muy rústicas.

-Sí, en una época ayudaba a mi padre en la labranza y por eso me quedaron las manos así. Pero ahora soy inofensivo, ahora hago teatro. Tenía un compañero pero aparentemente lo mataron en una batalla.

 

Y me preguntaban:

-Y tú, ¿qué ideales tienes?

-No tengo ideales.

-¿Eres inglés?

-No, no, no, soy galés. Pero soy británico. O sea, que no tengo ninguna nacionalidad. Soy paria desde pequeño y no sé quien fue mi familia, yo hago teatro nada más. Y quiero recorrer la zona de Irlanda porque me agradan sus costumbres, su vino.

-Bueno, adonde yo voy -me dijo el capitán- hay un grupo de teatro que te puedes sumar a ellos, que recorren todo.

 

Y a mí eso me venía bien porque no tenía cómo encontrar el paradero de mi familia, si es que estaban vivos.

 

Yo no sabía nada de teatro, nada, con el agravante de que no estaba con estado anímico para hacer teatro de broma pero necesitaba hacerlo.

 

Finalmente me presentan al bohemio que encabezaba el grupo. Se presenta como Elmer y antes de que le pregunte nada me dice:

-No sé de dónde sois, tampoco me gusta la gente que hace averiguaciones.

Le dije:

-En eso me parezco a ti porque yo, en realidad, desde pequeño perdí a la familia y no tengo a nadie, ni pareja ni nada, entonces siempre estuve solo. Y bueno, estoy en búsqueda de poder integrarme a alguien.

-¿Eres rápido mentalmente?

-Creo que sí.

-Porque aquí hacemos algo improvisado para que la gente se ría y nos den unas monedas y por lo menos tenemos para comer. Si ahorramos, mejor, podremos comprar otro carromato para desplazarnos porque ya somos cinco personas y viajamos muy apretados. Mañana estaremos en Vanish, está en la otra orilla. Es un poblado bastante grande y podemos agarrar bastante dinero. Pero todavía veremos cómo estás tú antes de decir cuánto vas a ganar.

-Está bien. Lo que sea.

 

Y al día siguiente hicimos una obra en una plaza que había como más de noventa personas. Y sentí como una especie de pavor porque yo no sabía hacer nada. Pero como verdaderamente quería ver a mi familia lo que hice fue copiarme de ellos, seguirles el juego, tratar de hacer algún chiste. Ellos eran muy punzantes porque a veces se burlaban de alguna de las personas, algo que yo evitaba porque no quería ningún escándalo ni quería que notaran que yo estaba. Salió bastante bien, fue una exposición de cuarenta y cinco minutos. Luego un descanso.

En el descanso entro en el carromato y me tumbo en el camastro. Estaba agotado, tirado. No sé si podría continuar a la segunda entrada luego de los diez minutos de descanso porque estaba agotado de los nervios, de la exposición, de todo. No quería saber nada. Muy mal me sentía, muy muy mal.

 

Me viene a buscar Elmer, salimos otra vez a escena. La segunda parte fue un poco más corta, treinta y cinco minutos aproximadamente. Uno de ellos se encargaba de pasar la bolsita donde tiraban monedas.

 

Nos quedábamos todo ese día y la mitad del siguiente en el poblado. Íbamos a tomar algo a la posada. Me preguntaban si había estado en Inglaterra.

 

-Sí -les decía, porque obviamente de ahí me recogieron en la embarcación-, pero me vine para aquí porque allí hay muchas batallas. Incluso hace poco tiempo hubo una gran batalla en la parte norte y no quería... Yo soy enemigo de todo lo que es violencia.

-Sí porque hace poco escuchamos que en Ordigan hay un castillo que hay un noble irlandés. Hay uno que viene de tierras del norte, se llama Willner, es un hombre muy corpulento de más de dos metros que dice que se trajo varias mujeres. Pero justamente tenemos que ir a ese poblado en tres días -dice Elmer.

 

Y yo estaba seguro que era allí donde estaba mi familia.

 

Antes de llegar a ese poblado nórdico hicimos una representación más en un poblado de la orilla oeste. Fue sufrir. No es que yo no supiera improvisar, lo que no sabía era cómo terminar la improvisación para que la humorada resulte verdaderamente graciosa. Por suerte ellos eran profesionales y me ayudaban muchísimo. Y Elmer no era mala persona, me dio quizá más de lo que yo me merecía en dinero.

 

Recuerdo que en ese lapso me descompuse de la parte estomacal. Elmer me decía:

 

-Si estás así descompuesto de la parte estomacal, de intestinos, no vas a poder actuar. Debes tener fiebre también, quédate en el camastro.

-No, no. Está bien.

 

Yo sabía preparar un té de hierbas para la parte estomacal que me podía mejorar. Lo calenté y lo tomé y justo el último día cuando ya estábamos llegando al poblado nórdico ya estaba un poco mejor. No me interesaba mi salud, me interesaba ver qué pasaba.

 

Se ve que alguien que vino del sur habló bien de nosotros y el monarca nórdico nos hizo pasar adentro de la fortificación. Jamás fui estratega, nunca supe de tácticas, siempre estuve con la maza, siempre estuve con la fragua. Yo no sabía nada de nada de estrategias de guerra pero no sé si el instinto o qué me hizo mirar para los costados de la fortificación a ver los puntos débiles porque yo ya me armaba todo para hacer un escape.

 

Entramos. No era tan fácil como parecía porque era como una pequeña ciudad adentro, no es que uno entra y dice "¡Ah! En esta casa está mi familia".

Había un ayudante del monarca. Era como una especie de bufón que entiendo que posteriormente en los siguientes siglos se usó mucho el bufón en las cortes europeas. No sé si lo que yo estoy relatando se usaba la figura del bufón pero me sirvió para saber mucho de todo cómo era ahí. Le dije que yo también con los ingleses había estudiado la improvisación teatral.

 

-¿Cómo se llamaba tu maestro?

 

Le digo:

-Era un francés -le inventé Lebrel, le inventé el nombre-. Y luego volvió a París. Nunca supe más de él. De todas maneras, lo que tú haces no es lo que hago yo. Yo no sé hacer ni trucos ni malabarismos ni caminar sobre las manos. No me pinto el rostro.

-Pero es importante que lo hagas. Sería muy bueno que hubiera un bufón en la obra.

 

Él tenía como una casa pequeña. Le permitían -porque hacía catorce años que estaba ahí- tener su vivienda. Y al igual que los camarines de teatro actuales en este siglo XXI él tenía como un pequeño vidrio esmerilado que podía ver su imagen y con distintas pinturas me pintó la cara. Incluso con un líquido me hizo el pelo más obscuro y me hizo una mueca sonriente en los ojos y en la boca.

 

Y por la noche Elmer me felicita de cómo estaba pintado y entramos a palacio. Veo al monarca y a un costado veo a los chicos y Wilma. Sentí una sensación de alivio, de celos.

Yo digo "¿Cómo es la historia? ¿Está con el monarca? ¿Está como esclava?".

 

Estaba tan nervioso que cuando entra la compañía piso mal y me caigo y todos se ríen, hasta el bufón que me había pintado.

 

Imposto la voz. Digo: -Soy Fluvio.

Y digo un par de tonterías y entonces me tropiezo de vuelta pero ya a propósito.

 

Miraba de reojo al monarca y veía que se reía mientras en una copa de bronce tomaba algún vino espumante.

 

Quizá tenía valor porque al tener el rostro pintado es como que no era yo, es como que era otra persona. Y el ver a mi familia ahí y el estar pintado y el que no me reconozcan, el impostar la voz era como un enorme alivio, ya no tenía ningún temor a la exposición. Pero algo veía en los ojos de Wilma que me miraba fijamente y con un rostro como de ansiedad, como que me había reconocido por mi cuerpo, por mi forma de andar. Y no podía hacerme ninguna señal.

 

Y me ayudó el bufón porque hacíamos adivinanzas. Entonces yo le hice adivinanzas a cada uno. Y aprendí rápido la psicología del monarca porque se acercó un sirviente con unas uvas muy temerosamente y el monarca le tiró la bandeja, todo le tiró. Cuando se acerca el bufón, que lo palmea, lo mira y se ríe, no dice nada. Es como que le agradaba que fuera audaz.

 

No me preguntéis cómo pero en este momento me acerco y le tiro de la barba:

-¡Oh! ¡Es de verdad! -impostando la voz.

 

Y lo miro y estaba con una mirada de furia que le salían llamas por los ojos. Y de repente larga a carcajadas y me palmea que me hizo trastabillar y sentar en el piso por la fuerza. Y yo en ese momento aprovecho y hago como una especie de truco con las piernas en el aire y logro la risa.

 

-¿Y estos niños?

-¡Oh! Son buenos para nada.

Y me miraban los niños.

 

Uno iba a hablar y yo le hago que se calle:

-¡Los niños no pueden hablar!

Y empiezo a hacer humoradas.

 

Y el monarca seguía tomando y tomando y tomando. Ya iba por su cuarta jarra, hasta que Elmer dice:

-Con vuestro permiso vamos a hacer una especie de receso porque nuestro estómago cruje.

-Ahí tenéis cerdo, ahí tenéis cordero. Comed, yo enseguida vengo.

Y el monarca se retira.

 

Cuando visualizo que nadie está cerca, salvo el bufón, me acerco a mi familia y le digo:

-Soy yo pero no me toquéis, no me abracéis, no hagáis nada. Hay una puerta en el lado sur que podemos irnos. ¿Estás bien?

 

Asiente con la cabeza sin decir nada. No hablan.

 

Le digo:

-Venid. Seguidme, seguidme. No tenemos otra oportunidad.

-No es tan fácil, está lleno de soldados.

-Es más fácil de lo que pensáis. Seguidme.

 

Los soldados ni se molestan en vernos.

 

El bufón se acerca y un hombre de barbita finita que capaz que era alguno que era de confianza del monarca:

-Los dos a la vez, el bufón de un lado y este hombre con cara de villano del otro. ¿Adónde vais?

 

Inmediatamente digo:

-Al camarín de él. Los voy a pintar. Quiero que los niños también actúen. Y la señora, si no tenéis problema.

 

El hombre no dijo ni sí ni no, siguió con lo suyo, comiendo. Y salimos.

 

El bufón me dice:

-Hay algo más en todo esto.

-Confío mi vida en ti -le digo-. Ellos son mi familia que fueron raptados.

-¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! No me metas en problemas, yo no los conozco.

-Entonces no digas nada. Dinos si la puerta oeste o la puerta sur. ¿Cuál es la mejor? La que esté menos vigilada.

-Ahora están todos con varios centímetros encima de vino. Hoy es día de fiesta aquí, por eso os trajimos. Vayan con los dioses.

Y el bufón se dio vuelta.

-Vamos por la puerta sur.

 

En ese tipo de construcciones había un portón grande que se abría con una rueda de cadenas y dentro de esa rueda había como una traba que no permitía que la puerta abra ni cierre. Pero dentro del portón grande había una pequeña puerta de dos metros o un metro y algo de altura que se podía abrir y por ahí salimos. No sé si es casualidad o causalidad pero nadie nos molestó.

 

Se ve que era un pueblo muy rico, había varios barcos de comercio. Uno de ellos zarpaba en pocos instantes para Inglaterra. Cuando hablo con el capitán le digo:

-Tengo una bolsa de monedas. ¿Alcanza para los cuatro?

La miró:

-Para los niños no.

 

Tenía una gran cadena que me la saco y le digo:

-¿Esto compensa?

-¡Arriba!

 

Y subimos. Estaba todo mojado de los nervios confiando que los vapores del vino sigan actuando. Será uno en mil pero logramos salir.

 

Volvimos a nuestra tierra. Digamos que es una de las pocas encarnaciones donde se cuenta un relato dramático que termina bastante bastante bien.

 

Wilma relató que el monarca una vez intentó acercarse íntimamente pero no sabe qué problema tendría que no logró el acercamiento. Nunca supo si la quería para su entretenimiento, qué pensaba hacer con los niños, si tenerlos para trabajar pero en el lapso ese desde que la raptaron hasta que yo me acerqué estuvieron bastante bien alimentados. Con la misma presión que estaba yo porque así como yo sabía a medias si la podía encontrar o no ella tampoco sabía si yo estaba vivo o muerto, si sabía adónde había ido o no.

 

Creo que tuvo mucho que ver con Dios todo eso de encontrar a la gente de teatro, de ir para Irlanda, de dar justo con el lugar, de exponerme a algo que yo jamás había hecho, de tener el valor, el coraje de enfrentar a la gente haciendo tonterías, de que justo esa tarde me pinten el rostro porque con mi rostro original no hubiera podido mirar al monarca, por ahí Wilma se hubiera delatado al verme. Hubo muchas cosas que ayudaron.

 

¿Qué puedo decir? Solo puedo decir que tenía una gran carcasa encima de hierro fundido y me la saqué al repasar ese incidente doloroso que se desmenuza en cien incidentes dolorosos.

 

El resto fue muy monótono. No volvimos al poblado de origen, nos fuimos para la costa este y más al sur y nos radicamos en otro poblado y nos quedamos allí.

 

Que no digan que somos roles, creo que somos más que eso. Nos deben respeto a aquellos que encarnamos. Nos deben mucho respeto a aquellos que encarnamos.

 

Muchas gracias por escucharme.