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Conferencias del Profesor Olguín en Barcelona, mayo de 2011

Grupo Elron

 

Página de presentación del evento

Página de la conferencia del domingo 15/5/2011

 

Conferencia del sábado 14/5/2011

Conferencia en MP3 (87.445 KB) 3h 6' 32''

Transcripción de la sesión mediúmnica

Parte 1/14

Parte 2/14

Parte 3/14

Parte 4/14

Parte 5/14

Parte 6/14

Parte 7/14

Parte 8/14

Parte 9/14

Parte 10/14

Parte 11/14

Parte 12/14

Parte 13/14

Parte 14/14

 

Médium: Jorge Olguín.

Entidad que se presentó a dialogar: Maestro Johnakan Ur-El, thetán de Jorge Olguín

Explicó una vivencia con el Maestro Jesús, donde este le explicaba a Juan sobre el objetivo de que la gente viera por sí misma, liberándose de los yugos que se crean.

 

Queridos hermanos, me conocéis como Johnakan Ur-El, el thetán de este receptáculo.

Cada universo es un latido, cada segundo es un latido; para nuestro Padre, 40.000 millones de años y un segundo es un latido. Los conceptos son para nosotros que, como espíritus, estamos dentro de la línea temporal, y dentro de esa línea temporal debemos ser útiles para nosotros y para los demás.

Hace algunos de vuestros años dije que el servicio es amor hecho obra, porque si el amor solamente queda en palabra es estéril, es como sembrar en la arena. Es verdad que la palabra llega, es verdad que la palabra puede cambiar muchas vidas aquí en el plano físico, y entonces de alguna manera esa palabra también es obra, pero no os quedéis solo con ello…; tended la mano, prestad el oído, poned el hombro…

Voy a personalizar y a hablar en primera persona, como si lo estuviera viviendo, un capítulo de una vida anterior mía; en primera persona:

-Todo esto es tan confuso, Maestro… ¿Por qué aquellos a los que tú les hablas te oyen pero no te escuchan? ¿Por qué, Maestro, luego se dispersan y se alejan de ti, y te miran con desdén o con sospecha? O quizá, Maestro, al no entender tus palabras piensan que tú confabulas contra el César o que buscas causar disturbios… ¿Qué mal les has hecho a esa gente, Maestro, para que te miren de esa manera? ¿No sientes el deseo de decírtelo a ti y de decírselo a ellos del por qué de ese desprecio?

Y el Maestro me responde: -Eres tan joven, eres tan inocente… Todavía no comprendes que aquellos aún no están en tiempo, pero que la palabra de mi Padre jamás será volcada en vano porque, aunque sea en un rincón de su alma, algo va a florecer.

-Disculpa Maestro, sabes que tengo devoción por ti, pero no percibo eso… tal vez por mi juventud, pero he visto niños pequeños que hasta se burlan de ti…

-Querido, en qué te diferencias de esos niños…

-Maestro, pero yo tengo devoción por ti, Maestro…

-Pero en qué te diferencias en cuanto a comprensión… Míralos, ¿qué ves en ellos?

-Bueno, que son niños…

-¿Y qué esperas?

-Claro, está bien, ¿pero y ellos? ¿Y los adultos?

-Tienen la misma comprensión.

-Pero han aprendido cosas, Maestro…

-No han aprendido, han incorporado lo que le han enseñado, pero no han aprendido; ellos se comportan según sus costumbres.

-Pero mira, Maestro, aquel buey: arrastra la carreta…

-Bueno, a eso me refería: sus costumbres son las riendas, y esas riendas, querido discípulo amado, solo ellos se las pueden sacar.

-¿Pero por qué tanto les cuesta?

-Bueno, les cuesta porque ellos piensan que es lo que hay…

-¿Cómo lo que hay?, pero si pueden ver, escuchar, entender…

-Su entendimiento, querido discípulo, está dentro de esas costumbres, su entendimiento está maniatado por esas riendas…

-Pero Maestro, entonces es una trampa, porque si ese entendimiento está dentro de las riendas, ¿cómo van a desatar esas riendas si para ellos esas riendas es lo normal y lo correcto? ¿No pierdes tiempo entonces?

-Nunca se pierde tiempo, ellos no son campo yermo… Entre 100, con que uno florezca me doy por satisfecho.

-¡Pero es injusto! Cómo entre 100 que uno florezca…

-¿Por qué no me entiendes?

-Maestro, busco entenderlo…

-Supón que no diera ningún sermón: de esos 100, ¿cuántos florecerían?

-No, ninguno…

-¿Entonces? Si florece uno es un éxito de mi Padre.

-Entiendo Maestro, entiendo… Es que yo, con Padre y con Madre, teníamos otra forma de pensar y por eso es que te sigo; pero te veo tan distinto a los demás, Maestro…

-Tú me ves distinto… porque tú todavía no alcanzas a percibir nuestros espíritus.

-¿Cómo?, ¿en qué sentido, Maestro?

-Nuestros espíritus han acordado estar aquí, ahora.

-Pero lo que me dices me deja sin palabras…

-Bueno, pero no lo tomes como un triunfo, tómalo como una responsabilidad.

-Entiendo, Maestro, entiendo…

-¿Entiendes de verdad, querido?

-Entiendo de que si no tenemos las riendas, somos responsables de intentar quitar las riendas de otros.

-Sí, claro, así es: si quitamos primero nuestras riendas, podremos luego quitar las riendas de otros.

-Lo tendré incorporado, Maestro; y nunca lo dejaré…, nunca lo dejaré, Maestro…

-Sé que no lo harás, sé que estarás conmigo hasta que parta.

-¡No, Maestro!, ¡no! No me enseñe y me deje… No quiero, Maestro, que me enseñe y me deje… porque entonces, ¿de qué me serviría?

-Ahí no estás comprendiendo, porque dices: de qué TE serviría.

-¿Y cómo es?

-De qué les serviría a los demás.

-Sí, pero no tendría fuerzas para enseñar a los demás si tú no estás conmigo, Maestro…

- Es que yo estaré contigo.

-¿Pero lo podré tocar?

-Me podrás percibir.

-No es lo mismo…

-Bueno, ya lo entenderás, recién tienes 15 años… Ya lo entenderás, querido Juan.

Y esa es la anécdota que tenía para contar.
Gracias por escucharme. Les habló Johnakan Ur-El.