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Demonios interiores

Grupo Elron

 

Demonios interiores
por Jorge Raúl Olguín

 

Voy a tocar el tema de los demonios interiores, no desde la psicología, no desde el psicoanálisis, tal vez ni siquiera desde la Psicointegración, que es mi creación. Como dicen en las facultades en algunos cursos: “tema libre”.

Demonios interiores, a veces, se les puede llamar a esos fantasmas que tenemos dentro nuestro que nos frenan, que nos causan temores, que nos hacen cometer actos hostiles que luego nos hacen arrepentir, nos hacen claudicar, nos vuelven a empujar.

 

Los demonios interiores nos llenan de rencor hacia personas que han cometido actos hostiles hacia nosotros, nos crean ansias de revancha, nos inyectan con deseos de venganza.

Los demonios interiores nos revuelven el estómago, nos sumergen en vergüenza, en pudor, en complejos de culpa. O, sea que los demonios interiores abarcan todo el espectro, los 360 grados del círculo. Abarcan desde la culpa hasta la acusación, la baja estima, los rencores, la venganza, los impulsos irrefrenables, el lavarse las manos tipo Poncio Pilatos luego, las culpas externas, las culpas internas, los arrepentimientos, los tremendos arrepentimientos.

En Psicointegración todos esos demonios interiores son roles del ego, no cabe ninguna duda.

 

Pero quiero abarcar un poco más allá porque lo tomo como tema libre. En psicoanálisis se llamarían 'traumas'.

 

Se podría decir también que los demonios interiores pueden ser provocados por engramas de esta vida o de vidas pasadas.

 

Y en realidad no existen demonios interiores porque, obviamente, habiendo libre albedrío un demonio real no puede apoderarse de nuestra voluntad, salvo que nosotros le demos cabida voluntariamente o ingenuamente, como aquellos que van a distintos templos pseudocristianos, que se abren -como he dicho en infinidad de oportunidades- al pastor de turno creyendo que un supuesto espíritu santo los va a tomar y ahí es cuando el demonio se mete como por el ojo de una cerradura. Pero no, no hablo de eso ahora.

 

Se llaman demonios interiores por un común denominador, como así lo dice la gente. Es una tortura que llevamos dentro. A veces nos cuestionamos nuestra propia vida física. Hablo de esta vida, de la actual, de la actual de cada uno. Oportunidades que hemos perdido que nos reprochamos, cosas que teníamos que haber hecho y por cobardía o por vergüenza, por pudor, por falta de actitud, por no querer jugarnos, arriesgarnos, no lo hemos hecho y nos vivimos acusando. Queríamos conocer a una persona y, por desvalorizarnos nosotros mismos, cerramos nuestra propia cortina y no nos atrevimos a conocer a esa persona y luego tenemos un reproche, nos autocastigamos, nos autoflagelamos, figurativamente o realmente. Ésos son los demonios interiores, esas actitudes que nos llevan a automartirizarnos.

 

En Psicointegración lo resumo, como dije recién. Digo que son roles del ego y el ego es la esencia más fácil de camuflar; sería como un supercamaleón. El ego se oculta, el ego se apodera de nosotros. Cuando queremos tratarlo -al ego- para integrarlo lo tenemos que buscar, no con una lupa sino con un microscopio electrónico, donde podemos visualizar el virus del tabaco pero no al ego. El ego se oculta de tal manera que aunque tengamos el poder con nuestra vista de visualizar un objeto del tamaño de 1 Angstrom no podríamos visualizar al ego porque el ego somos nosotros, lo tenemos adelante nuestro, nos tocamos, pero como estamos enceguecidos por ese mismo ego... O sea, miremos la trampa: a veces el ego ni siquiera precisa esconderse para que lo atrapemos. Nos enceguece, no lo podemos ver, nos hace perder el sentido del tacto -figurativamente hablando-, no lo podemos tocar. Y, a veces, el ego hace que nos enamoremos de él. ¿Cómo? Hay mucha gente que le encanta el rol de víctima porque puede manipular a otros. Hay mucha gente que le encanta decir: “todo lo que me pasa en mi vida nada fue culpa mía. Fue culpa de mis padres, fue culpa de mi crianza, fue culpa de mis compañeritos... Me han hecho tantas cosas, tantas cosas y por eso ese es el resultado de lo que soy hoy, un fracaso".

 

Bueno, esos son los demonios interiores. Lo que hace que haya una revulsión dentro nuestro. Hay como si nuestro estómago fuera un secarropa que centrifuga; nuestro estómago es un revoltijo de sensaciones por los demonios interiores. Nos produce vértigo, ahogo, falta de deseos, pero no de deseos físicos sino de deseos de ser, de deseos de trascender; como se dice en el boxeo 'deseos de tirar la toalla', que en el boxeo significa abandono. Pero si abandonamos esos demonios interiores después nos reprochan: “bueno para nada...". El ego nunca se hace cargo porque el ego elude al compromiso; compromiso y ego son como el agua y el aceite, no se van a mezclar. El ego siempre tiene a quién echarle la culpa: "si yo abandoné mi carrera fue porque mi familia me desalentó, porque yo quería ser artista y mi familia quería que estudie algo normal pero lo que es normal para ellos no es normal para mí. Pero yo les hice caso. Ellos tienen la culpa".

 

Es cierto que, a veces, cuando estamos creciendo, que somos adolescentes, dependemos de alguna manera de las órdenes, dependemos emocionalmente, dependemos económicamente pero tenemos la -y voy a hacer una redundancia- costumbre de acostumbrarnos. Entonces, nos acostumbramos a depender y después ya somos un bebé de 20 años. Tenemos esa costumbre.

 

Y nuestros demonios interiores nos impulsan a tener rencor: rencor contra la vida, rencor contra aquellos que -según nosotros- fueron los que nos hicieron fracasar, rencor contra esta pareja que nosotros no nos atrevimos a que se formalice la situación y le echamos la culpa a esa persona cuando fuimos nosotros los que no dimos el paso, porque es tan fácil decir: "yo no fui".

 

El que esté limpio de culpa que tire la primera piedra. ¿Ustedes piensan de verdad que todos aquellos que iban a lapidar a esa mujer tiraron la piedra al piso y se fueron? ¿Saben cuánto después, en una calle obscura, habrán arrojado esa piedra a la espalda de esa señora? ¿Creen de verdad que -con ingenuidad- la gente se arrepintió, que un Maestro de Luz dice: "el que esté libre de culpa que tire la primera piedra" y, de verdad, de buenas a primeras, toda esa gente egoica va a decir: "ah, sí, tiene razón"?

 

No es tan así la historia. No es tan fácil. Cuántos habrán murmurado en contra y, para no quedar en evidencia con otros, dijeron: "bueno, está bien" y se desprendieron de su objeto agresor. Pero no lo hicieron por arrepentimiento; lo hicieron porque había 20 ó 30 personas más. Entonces, querían quedar como que ellos lo entendían, como que ellos podían perdonar; es una especie de 'rasgarse las vestiduras' lo que han hecho los hipócritas.

 

Fijaos que hasta el día de hoy es costumbre en los entierros rasgarse las vestiduras 'civilizadamente'. Quien dirige la ceremonia, con una pequeña tijera -como la tijera de manicura- te corta -si eres varón- un pedacito de la tela interior de tu traje como muestra de que te rasgas las vestiduras por dolor. O sea, que aún hasta el día de hoy -y doy fecha para que no haya confusión: octubre de 2008- se sigue haciendo esa tradición. Yo, Jorge Olguín, participé de una de esas ceremonias. O sea, que doy testimonio cabal de lo que hablo.

 

Yo no creo en los caminos espirituales que se aprenden de memoria. O como cuando yo era chico y me decían: “menos averigua a Dios y perdona". Eso quería decir: "no indagues: cree". ¿Por qué no voy a indagar? Sí que voy a indagar. Yo quiero indagar. Yo quiero conocer. No quiero aprender de memoria, como el chico de la primaria que a los tres días se olvidó la lección que dio. Yo quiero razonar. ¿Por qué razonamiento y fe van a estar en aceras opuestas? Yo puedo tener fe -creo en mi Padre- pero también indago. ¿Por qué no voy a indagar si tengo libre albedrío dado justamente por mi P-A-D-R-E? Si indago, si profundizo, si aprendo, si crezco en conocimiento, si lo aplico, puedo crecer en sabiduría. Si crezco en sabiduría y aprendo a entender que el otro es tan importante como yo. No puedo decir más importante porque muchas escuelas esotéricas enseñan: "no, el otro es más importante que yo". Yo también soy importante. ¿Por qué me voy a menospreciar? Todos somos importantes en la misma medida que seamos útiles a los demás. Si yo aprendo que el otro es importante voy a crecer en sabiduría porque me voy a servir a mí mismo y le voy a servir al otro. Y ahí es como que se van a esfumar mis demonios interiores porque el ego no va a tener razón de ser, porque no voy a tener que cuestionarme, porque voy a dejar de pensar en lo que me pasa a mí para pensar en lo que le pasa al otro. No me mal entendáis: esto no significa que me olvide de mí. Voy a seguir atendiendo mis necesidades pero voy a ver las necesidades del otro, sin llegar a la hipocresía. Si el otro tiene un dolor por una pérdida lo podré acompañar pero no le voy a decir: "entiendo lo que te pasa" porque yo no voy a entender su dolor, aun teniendo empatía con él. Voy a intentar entender su dolor pero no compartirlo. Sería tragicómico pensar eso.

 

La manera de combatir –y, como dicen los Maestros, el lenguaje es pobre porque la palabra no sería 'combatir' sino 'esfumar'- los demonios interiores es entender que los demonios interiores somos nosotros mismos. Depende de nuestra voluntad, de nuestras ganas, de nuestros deseos de trascender a la Luz pero sin ánimo de figurar.

 

Y acá puede haber palabras contrapuestas porque, por un lado, nadie es más importante que el otro pero en el plano físico, en realidad, no es así. Hay gente que es benefactora, que crea vacunas que puede salvar miles de personas de plagas, etc. Esa gente es importante. ¡Cuidado,  porque también hay gente importante para el mal! Aquellos dictadores de esos países en crecimiento que nunca los dejan crecer porque los someten. Esos seres también son importantes en negativo. Van a trascender para el mal. O sea, entre los 10 seres más importantes de la Historia de este planeta habrá 5 en la Luz y 5 en la obscuridad porque importante no necesariamente significa bueno. Hay genocidas que han estado toda su vida física cómodos con sus demonios interiores. ¡Los han alimentado! ¡Les han dado de mamar a sus demonios interiores!

 

Démosles de mamar a nuestros ángeles guías y nuestros demonios interiores no tendrán nada que hacer. Para ellos nuestro ser será yermo porque nuestro ser será fértil únicamente para la Luz.