Sesión   del 28/12/2021 
      Sesión   del 24/01/2022 
  
 
      Sesión   28/12/2021 
        Médium: Jorge Raúl    Olguín  
        Entidad que se    presentó a dialogar: Thetán de Alejandro 
      En Gaela, con su esposa  cambió de país para mejorar su vida y su entorno, reinaba la inquisición de la  Orden del rombo. Y encontró gente dada, amable. Cambiarían las cosas. 
  
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Entidad: Nacimos en  Lizia, la capital de Liziana. No me sentía cómodo con mi entorno ni con mis  amistades ni con mis compañeros de trabajo, los veía como demasiado  fundamentalistas con el tema de la Orden del Rombo.
   
Si bien yo era una  persona que respetaba la figura de Dios, su esencia divida, no soportaba la  religión transformada en inquisición y en pleno siglo XX, no podía entender, no  podía digerir cómo la gente seguía siendo tan fanática. 
  
Mi tos. En el norte  de Liziana había trabajado una época y recuerdo que se activó un volcán, las  cenizas se impregnaron en mis pulmones y si bien pasaron como siete u ocho  años, todavía seguía tosiendo. Un tremendo malestar. 
Finalmente  arreglamos con mi esposa, Daniela, en marcharnos a Plena, a su capital, Ciudad  del Plata. 
Daniela me decía: 
-¿Estás seguro,  Alfonso? -Mi nombre era Alfonso Graciani. 
Y le respondía: 
-Sí, peor que aquí  no nos va a ir. Por lo menos en Plena no existe ese fanatismo que sí hay aquí  en Liziana. 
  
Y nos marchamos. 
Nos fue bien. Tuvimos  dos hijos: el mayor, Doménico, el menor, Marcelo. 
No fue tan sencillo  como esperaba, me costó conseguir trabajo, hasta que finalmente lo conseguí en  una empresa de mudanzas. Serapio, el encargado, era una persona tratable, pero  Ribaldo, que venía de isla Brana, presumía como si hubiera nacido en Beta, el  país del norte. Trataba de no hacerle caso, hablaba con los otros dos peones,  con Abelardo y con Jacinto. Más de una vez discutí.  
  
Llegaba a casa y Daniela  me decía: 
-Otra vez esa cara,  Alfonso, ¿qué pasó ahora? 
-Son insoportables,  son creídos, piensan que como tienen más antigüedad que yo me pueden tratar  como un principiante. Yo pongo todo el empeño. 
  
Y después ella  alquiló unos gabinetes para poder hacer terapias alternativas. Me molestaba,  porque qué sé yo qué tipo de gente iba a atenderse. Había de todo. Y se lo dije  más de una vez llegando incluso a discutir entre nosotros. 
Hasta que me comentó  que una tal Hermelinda, una señora paqueta, de mucho dinero, le consiguió  trabajo en el club hípico. El club hípico era lo mejor, lo máximo que había de  gente adinerada. 
Pero me pasó una  cosa rara, en lugar de sentirme contento porque Daniela había conseguido  trabajo tenía una especie de celos, de benditos celos. Ahora ella ganaría casi  el doble que yo, y yo toda la vida trabajé. 
-Alfonso -me decía  Daniela-, es todo para un fondo común, no importa quién gane más. Esto es de  los dos, todo es de los dos. 
  
Mi mente analítica  lo entendía perfectamente, se llamaba aporte en común, pero no sé si mi mente  reactiva en forma de machismo me hacía sentir mal porque yo aportaba menos  trabajando el doble porque la mudanza era un trabajo muy pesado, muy pesado. 
  
Pasaron los meses y  una tarde, Hermelinda, la señora de dinero, le dijo a Daniela: 
-Va a haber un  festival, ven, por favor, con tu esposo Alfonso. -Me sentí como cohibido. 
-¿Al club hípico,  con qué ropa? 
-Es una kermés, una  especie de festival, no hace falta ir elegante. 
  
Y finalmente fui. Mientras  ella conversaba con la señora Hermelinda yo me quedé en una mesa tomando un  combinado. Miraba para todos lados, veía a toda la gente con aires de superación,  la mayoría creídos. 
Un joven se acercó  a mi mesa: 
-¿Puedo sentarme?  -Lo miré, tenía ropa distinguida pero su rostro inspiraba confianza. 
-Sí, por favor,  siéntate. -Me tendió la mano, se la estreché. 
-Mi nombre es  Pocho. 
-¡Pocho! Eso no es  un nombre, es un sobrenombre. 
-Bueno, todo el  mundo me conoce como Pocho. 
-Yo soy Alfonso,  Alfonso Graciani. La que está hablando con la señora Hermelinda es mi esposa,  Daniela, Daniela Cardini. Somos de Liziana. 
-¡Ah, mira! Tu  señora se hizo muy conocida. 
-¿En qué sentido? 
-Tiene bastante  clientela. Mira, ¿ves las chicas de aquella mesa? Esa insoportable se llama  Cuca. Bueno, todas se hicieron clientas de tu señora. 
-Bueno, bienvenido  sea -le respondí. 
-¿Y tú qué haces?  -preguntó Pocho. 
-Trabajo en una  empresa de mudanzas. 
-¿Y por qué  tardaste tanto en responderme? Es un trabajo como otro cualquiera. 
-¡Je, je! ¿Aquí en  el club hípico donde todos tienen como mínimo cuatro sirvientes y tú me hablas  de...  
-Es un trabajo como  otro cualquiera. 
-Pero no para  vosotros. -Pocho se encogió de hombros. 
-Yo no le doy  importancia, es lo mismo cómo se gane la vida uno. 
-¡Je, je! Para ti  es fácil, a mí me cuesta cada día, cada momento. -En ese momento Pocho se dio  vuelta y abrió los ojos. Me di vuelta a ver a quien miraba, un joven muy bien  vestido con un cigarrillo en la boca. Tenía un aire de importancia pero su  rostro no era el de una persona presumida, era de una persona común, sonreía,  conversaba con gente. 
  
Lo miró a Pocho y  se acercó a nuestra mesa: 
-¿Cómo estás,  Pocho? 
-Bien, Jorge. Te  presento a Alfonso. 
-Un gusto, Alfonso.  -Me estrechó la mano firmemente-. Mi nombre es Jorge Clayton. 
-Jorge Clayton, le  escuché hablar de ti a mi esposa. -Frunció el ceño. 
-Discúlpame, ¿quién  es tu esposa? -Le señalé adonde estaba Hermelinda. 
-La señora que está  hablando con Hermelinda, Daniela Cardini. 
-¡Ah, ajá! Ahora  sí. Te felicito, tu esposa está haciendo un buen trabajo aquí. -Volvió a  mirarme, Jorge Clayton, y me dijo-: Pero veo que tú tienes como cierto aire de  disconformidad. 
-Honestamente, sí.  Hay días que trabajo hasta doce horas o más en una empresa de mudanzas y lo que  estoy ganando es muy poco. 
-¿No te... no te  incomoda si te pregunto? 
-Adelante -dije. 
-Aparte, ¿qué sabes  hacer? 
-Bueno, me doy maña  con muchas cosas. 
-¿Plomería,  Electricidad? 
-Sí, por supuesto. 
-Estamos  necesitando personal de mantenimiento en el club hípico. 
-¡Vaya! ¿Y cuánto  sería la cifra? -Me la dijo. Empalidecí-. Pero esto es cuatro veces lo que gano  en la empresa de mudanzas, supongo que estaré todo el día como un encargado. 
-No, no, no -dijo  Clayton-, no, para nada. Es nada más para hacer los arreglos necesarios.  Tenemos un encargado pero es un señor grande, muy bueno. Cualquier duda que  tengas le preguntas a él. -Me sorprendí. 
-¿Pero ya está? ¿Ya  podría empezar mañana? 
-Absolutamente. 
-¿Pero tú tienes  que ver con el club hípico? 
-He invertido mucho  en el club y me tienen en cuenta. Si yo contrato a una persona dalo por hecho.  -Lo miré a Pocho, Pocho asintió con la cabeza. 
-Es Jorge Clayton,  un mecenas. Ha modificado tres salones del club hípico, ha vuelto a sembrar la  pista de carreras. Te puedo decir que aquí es muy bien considerado. 
Le tendí la mano y  le dije: 
-Obviamente que  acepto. Y prometo cumplir. 
Clayton me dijo: 
-Mira, Alfonso, si  falta alguna herramientas, piezas, cables, lo que desees, se lo pides al  encargado y él me lo va a transmitir a mí. Prefiero que haya cosas de más y no  de menos, por cualquier urgencia. 
-Voy a ser honesto  -expliqué-. Quizá no esté todo el día trabajando porque cuando no haya que  hacer reparaciones, ¿qué? 
-Siempre hay algo  por hacer. Recorres el lugar por afuera, miras los techos si hay que hacer  alguna reparación… 
-¿Reparación?, ¡pero  esto es todo nuevo! 
-¡Je, je!, no, no  te creas -dijo Clayton-, siempre hay cosas para hacer, siempre. -Me sentía contento  porque trabajaría en el mismo lugar que mi esposa. 
-¡Cuando se lo  cuente a Daniela! 
-Puedes contárselo  ahora. ¡Hermelinda…! 
  
Hermelinda se  acercó a la mesa, se abrazó con Clayton como si fuera un sobrino. 
-Mi querido Jorge… 
-¿Cómo estás,  Hermelinda? Contraté al esposo de Daniela. 
-¡Ah, pero qué  bien! -Me estrechó la mano. 
Me atreví y le  dije: 
-Se ve que lo  quiere mucho a Jorge. 
Me miró y me dijo  la señora: 
-Es una excelente  persona, ayuda a todo el mundo. 
-La verdad que en  la fila de agradecidos, ¡je, je!, súmenme a mí. Prometo que responderé. 
-No hace falta que  lo digas -exclamó Jorge Clayton-, sé que lo harás. Pero si tienes cualquier  duda le preguntas al encargado. Si el encargado no está le preguntas al  camarero en el mostrador y él me llama por teléfono. Si no estoy ocupado vendré  enseguida. 
  
Y me di cuenta de  que de la misma manera que en Lizia, la capital de Liziana, había gente  fanática, de la misma manera que en Ciudad del Plata en la empresa de mudanzas  había gente creída, como Ribaldo nacido en isla Brana, había gente con  muchísima fortuna tan humilde como el mayor de los pobres. Y me di cuenta que  no se debe juzgar a la persona por la apariencia, los hechos son los que te  hablan de cómo es una persona, únicamente los hechos. 
  
Mañana será un  nuevo día en un nuevo trabajo. Hoy hablaría con la gente de mudanza y  presentaría mi renuncia. Le diría a Serapio, el encargado, que seguiría en  contacto con él porque resultó ser un buen encargado. 
Pero ahora se me  abría un mundo nuevo. 
  
Gracias por escucharme.
  
 
Sesión   24/01/2022 
      Médium: Jorge Raúl    Olguín  
      Entidad que se    presentó a dialogar: Thetán de Alejandro 
En este nuevo país tenían  una buena ocupación y bien remunerada, un filántropo confió en ellos y les  ayudó. Aunque más tarde la clientela les causaría problemas y disgustos. 
  
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Entidad: Tenía una  gratitud tremenda por Jorge Clayton, el hecho de permitirme trabajar en el club  hípico. Y tenía toda la razón.
   
Recuerdo que le  comenté -¿Cómo voy a arreglar techos si este edificio es nuevo? 
Pero en la azotea  habían puesto mal una membrana, una membrana de asfalto y se filtraban goteras  que no llegaban al salón principal pero llegaban al cuarto de enseres. Tuve que  levantar todo, el encargado de maestranza era una persona muy grande y ni  siquiera podía trepar hasta la azotea, algo que me llevó días trabajando bajo  el sol. Pero no me quejaba, era bien pago y eso era lo importante. 
En el salón no  hablaba con nadie, la gente de dinero me ignoraba, lo cual no me importaba en  absoluto. Mejor, estaba tranquilo. Estaba vestido con mi uniforme de trabajo,  no me metía con nadie. Los únicos que me saludaban eran el barman y los  camareros. Y, obviamente, Pocho. De mucho dinero pero una persona tan... como  tímida, pero accesible, simpático. 
Recuerdo que me  llamó aparte: 
-Pasó algo muy  grave, Alfonso. 
-¿Grave? 
-Mira, no te digo  que nos sentemos aquí porque estás con ropa de trabajo, ven a la parte del  haras. -Salimos afuera a donde estaban los caballos, y me dice-: Pasó algo con  Daniela, con tu esposa. 
Yo, reactivo, malo: 
-¿Alguno se ha  querido propasar con ella? -Yo siempre pensando. Quizá era una baja estima de  mi parte que me hacía pensar que todo el mundo quería propasarse con Daniela. 
-No, no -dijo  Pocho-, es algo grave. Te he comentado varias veces de esa tal Cuca. 
-¡Ah!, sí. 
-La presuntuosa,  esa que se cree más que todo el mundo, que por el dinero que tiene se cree una  reina olvidándose de que no hay más monarquía aquí. 
-¿Pero qué pasó? 
-Daniela ha  mejorado su trabajo, hacía digitopuntura, masajes, incluso sanación, pero  mejoró su trabajo empezando a trabajar con tinturas especiales, y las chicas  encantadas. Pero claro, esa tal Cuca aparentemente tenía algunas manchas en la  piel y le echó la culpa a la tintura. 
-¿Y cuál es el  problema? Mi esposa trabaja con tintura buena. 
-Claro, el problema  son las palabras. 
-No te entiendo -le  dije-, ¿puedes ser más específico? 
-Claro. La señora  Hermelinda le vino a decir que había una demanda millonaria para el club. 
-¿Por qué? 
-No sólo eso sino  una carta documento a tu esposa. 
-Estoy perdiendo la  paciencia. ¿Por qué, Pocho? 
-Tú esposa le dijo  a la señora Hermelinda que la tintura de ella es muy buena y que quizá, quizá  Cuca sufra de vitíligo o alguna enfermedad de la piel. 
-Bueno, ¿y dónde  está el problema? 
-Y el problema que  Cuca la acusa, en la demanda, en la carta documento, de que es una palabra  mendaz y falaz porque ella no es médica, y ahora divulgó a todo el mundo que  ella tiene vitíligo. 
-Perdón, Pocho,  pero ella no dijo de que tenía vitíligo, dijo que si había algunas manchas que  no era por la tintura y que podía ser vitíligo. 
-Claro, pero como  ella no es médica no puede nombrar nada, a lo sumo puede decir "quizá"  tenga algo en la piel pero no se sabe qué. 
-Claro, Pocho, pero  es algo inocente lo que dijo. 
-Está bien. Pero  hay una frase que dice: "El ser humano es amo de su silencio y esclavo de  sus palabras". Y ella lo dijo. 
-¿Pero en la carta  documento la demandan de algo? 
-No, exigen que la  despidan. 
-Bueno, pero eso se  va a solucionar, ¿no? 
-No. Hermelinda  dice que Cuca es muy poderosa y que... y que la despide. 
-¿Perdón? 
-A ti no, tú te  puedes quedar. Pero ella ni siquiera a partir de mañana puede entrar en el  club. 
-¿Cómo lo  solucionamos? -pregunté. 
-No hay manera.  Mira. -Miramos hacia afuera, lo veíamos; traje negro, camisa negra, zapatos  negros, sin corbata. Elegantísimo. Fumando un pitillo. 
  
Lo apagó en un  cenicero y vino a nosotros: 
-¿Qué sucede? 
Pocho dijo: 
-¿Cómo estás,  Jorge? Hubo un problema. -Y le comentó a Jorge Clayton, quien me había dado el  empleo, lo que pasó con mi esposa. 
-Venid conmigo  -dijo Clayton. La fue a ver a Hermelinda. 
  
-¿Cómo estás  Hermelinda? -Estaba reunida con otra gente mayor y de muy mal modo se acercó. 
-¿Ya te han contado,  Jorge? 
-Sí. ¿Me puedes  decir qué pasó? 
-Espera, Jorge,  espera; primero no me hables en ese tono. 
-¿En qué tono  quieres que te hable? Ya sabemos quién es Cuca. 
-Insisto, no me  hables en ese tono. Tú has hecho mucho por el club, yo hice más que tú, Cuca  también ha hecho cosas, así que no eres el único importante aquí. 
Clayton la miró a  la señora y le dijo: 
-Por respeto no le  voy a responder de mal modo pero a mí no me hable en ese tono. 
-Yo voy a hablar  de... 
-¡Alto! A mí no me  hable en ese tono. 
-No levantes la voz  -dijo Hermelinda. 
-¡Levanto la voz  aquí y donde yo quiero! -Todos se dieron vuelta-. ¿Qué miran? ¡Cállense todos! 
Pocho le tocó de la  mano a Clayton y le dijo: 
-Estás perdiendo el  control. 
-No estoy perdiendo  el control, no me gusta la injusticia. 
-Ya está decidido,  Daniela está despedida. 
-¿Quién lo decidió? 
-Yo. 
-Voy a hablar con  la junta -dijo Clayton. 
-La junta está de  acuerdo conmigo. 
-No pensé que eras  mala persona. 
-A mí no me digas  eso, que puedo ser más que tu madre. 
-He perdido mucho,  Hermelinda, y a mí nadie me hace callar. 
-Podemos hacer una  moción para que te expulsen del club. 
-Háganlo, háganlo.  Yo soy una persona muy buena, muy muy buena, pero he ayudado a muchos y he sido  una especie de psicólogo de muchos de la junta y sé muchas cosas. Y hay una  cosa que te voy a explicar, Hermelinda: la gente piensa que yo soy bueno porque  inauguré pabellones en hospitales, en fundaciones, en bibliotecas, pero yo no  soy bueno, yo soy justo, y yo voy a poner en evidencia todos los secretos de  varones y mujeres casadas que han engañado a sus esposas y a sus maridos. 
-Eso es una basura. 
-Sí, por supuesto  que es una basura, una basura que se merecen las basuras de aquí. Y como la  basura no ensucia a la basura, no hay ningún problema. Júntense, busquen  echarme. 
-¿Me estás llamando  basura a mí también? 
-Porque Hermelinda  -Clayton encendió con su mechero de oro otro pitillo-, (Tose) yo sé que voy a  dejar el cigarrillo... 
-Pero aquí no  puedes fumar, estamos en la sala de personas grandes. 
-¡Je, je! Yo fumo  donde quiero. Ustedes conocen a un Clayton, al Clayton accesible, al Clayton  que brinda, pero no conocen al otro. La mayoría de ustedes son unos millonarios  desgraciados. 
-Te puedo dar una  cachetada -dijo Hermelinda. 
-Inténtalo. 
-¿Me estás  tuteando? 
-Inténtalo, antes  de que llegues te cojo la mano. Y tengo testigos de que yo solamente frené un  golpe. Pero no hay problema, hagan lo que tienen que hacer.  
  
Ven. -Me dijo a mí.  Yo estaba pálido. 
-Con todo respeto,  Clayton -Me sentía como atemorizado-, me van a echar a mí también con el  problema que has armado. 
-Quédate tranquilo,  quédate tranquilo. No te preocupes. 
  
-Ven, Pocho. 
-¿Qué piensas  hacer? 
-Nada. A mí no me van  a echar, de verdad que tengo secretos. 
-¿Y serías tan  perverso de difundirlos? 
-No, no,  honestamente no, no soy tan basura como ellos, simplemente lo dije en un  momento reactivo para que Hermelinda baje un poquito el tono. 
-¡Le ha gritado! 
-Sí, por supuesto  que sí. 
-Nunca te vi así. 
-No. 
-Ni siquiera cuando  falleció tu padre. 
-No, pero llega un  momento en que... llega un momento en que te tocan el hígado y verdaderamente  saltas, y verdaderamente te molesta. Este es el club hípico de capital, en Ciudad  del Plata. En provincia hay otro club hípico con césped, que es mucho mejor que  este. ¿Ubicas a Rapaz? 
-¡Pero cómo no lo  voy a ubicar, es tu mejor caballo! 
-No, es el mejor  caballo de Plena. No, es el mejor caballo del planeta. Tiene el record absoluto  de la milla, un minuto treinta y un segundos la milla, el record anterior era  de uno treinta y tres dos quintos, bajó en más de dos segundos el record de la  milla. Lo voy a retirar, va a correr únicamente en el club hípico de provincia. 
-Pero la cantidad  de gente que viene a ver a Rapaz... 
-Es el único  caballo que tiene la cuádruple corona del Nuevo continente, ganó el premio de  potrillos, ganó el premio al mejor jockey, ganó el premio de Plena y ganó el  premio internacional de todo el continente. Y todos de punta a punta más tres  carreas de antes: siete carreras invicto. Lo voy hacer correr en provincia. Y  eso no es todo, voy a retirar el resto de mis caballos. El haras Clayton  desaparece, va a estar en provincia. Y aquí no haré más nada. 
-¿Pero entonces te  vas del club hípico? 
-No, simplemente  retiro mis caballos. Ven vamos a sentarnos. 
-No -dije-, Pocho  dice que como estoy con ropa de trabajo... 
-Estás conmigo  -dijo Clayton-. Sentémonos. Ahí viene Daniela. 
  
-Ven Daniela. 
-¿Sabes lo que ha pasado? 
-Sé todo, y he  tenido una tremenda discusión con Hermelinda. 
-¿Qué va a pasar  ahora? -pregunté. 
-Nada, Alfonso. Mira,  voy a inaugurar un lugar especial en la Cuarta avenida. La Cuarta avenida quizá  no sea de gente de tanta plata como en la Quinta o la Sexta, pero en la Cuarta  avenida hay muchos negocios de ropa, de gente pudiente. Voy a abrir dos  locales: Uno estará a cargo tuyo, Daniela, y el otro, que es un local de  reparaciones, va a estar a cargo tuyo, Alfonso. 
-¿Cómo te lo  pagamos...? 
-Es más; los  locales van a ser con vivienda, por lo menos uno de ellos. Ya no precisarán  alquilar más. 
-¿Cómo te lo  pagamos? 
-Les voy a  explicar, y Pocho ya lo sabe cómo me pagan a mí: haciendo lo mejor para la  gente. 
-Pero por culpa  nuestra has quedado mal en el club hípico -exclamé. 
-No no no no. Hay  una cosa que yo siempre enseño, culpa es quien hace las cosas a propósito,  responsable es el que hace las cosas sin querer. En este caso ni siquiera son  responsables porque todo fue, y como lo dice bien Pocho, por la víbora de Cuca.  Es más; si ella demanda al club, lo que Cuca no sabe es que yo tengo los  mejores abogados civiles, comerciales, penalistas, porque los he ayudado a  todos, incluso a un excomisario, y la demanda no va a prosperar y Cuca va a  perder el juicio. Es más; si yo quisiera, tú, Daniela, podrías recuperar el  trabajo. Pero honestamente, no vale... no vale el esfuerzo, van a estar mejor  así, dueños de su propio trabajo, autónomos en la Cuarta avenida. Vas a tener  tu propio salón, Daniela, de masaje, de acupuntura, y yo te conseguiré un  importador con tinturas incluso mejores que las que tienes. Y, Alfonso, vas a  prosperar. 
-Gracias por  ayudarme. 
-No -me dijo  Clayton-, te vas a tener que romper el alma. 
-No entiendo esa  expresión, explícame. 
-¡Je, je!, significa  que te vas a tener que romper el lomo, vas a tener que trabajar. ¿Pero sabes  cuál es la ventaja? Vas a trabajar para vos, no para otro. Y eso no tiene  precio. -Reactivamente, con mi ropa de trabajo manchada, sucia me abracé con  Clayton. 
-Espera, espera  -dijo Pocho-, le estás manchando la ropa, tiene un traje nuevo italiano. 
-¡Je, je, je!, no  es nada, la ropa se compra. -Le llamábamos, yo que soy de Liziana, le  llamábamos seda italiana a la ropa hecha en Lizia, y la ropa de Clayton era  importada de Lizia. 
  
Pero siempre me  pregunté, ahora que tengo un nuevo trabajo y que soy mi propio dueño, ¿de dónde  es importada el alma de Jorge Clayton, de dónde?, porque la seda italiana es de  Lizia, la capital de Liziana, pero el alma de Clayton, ¿de dónde es importada?  Sabemos que no es un santo, sabemos cómo se puso cuando discutió con la señora  Hermelinda, pero él mismo lo dijo "Ser justo no es ser bueno", y si  yo me tuviera que quedar con una de las dos virtudes, me quedo con la justicia,  no con la bondad, porque a veces la bondad, y que me disculpen, ¿eh?, a veces  la bondad es estúpida. Y no me retracto, no me retracto.
   
  
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