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Psicoauditación - Gina

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 17/05/2016


Sesión 17/05/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gina

La entidad describe un mundo donde vivió. Estaba presa de pánico porque en un momento se alzaron altas murallas en las ciudades para defenderse de no sabían qué.

 

 

Sesión en MP3 (4.919 KB)

 

Entidad: Por qué me es tan difícil adaptarme a nuevas situaciones, a tratar de entender lo que no puedes entender, a tratar de captar aquello que no percibes, a tratar de intentar, digerir situaciones incoherentes, situaciones donde tu seguridad pasa a ser un recuerdo.

 

¿Causalidad, casualidad?, son palabras, palabras vagas.

Mi nombre era Jordana, Jordana Betis, era bióloga y genetista.

Me sentía orgullosa de la democracia imperante, valga la palabra ¡je, je!, que habitaba en mi país, un país poderoso pero con gran libertad de expresión, libertad cultural. Era seguramente el país más democrático del planeta.

Me sentía bien con mi trabajo, no así afectivamente.

Había tenido una pareja, Dora, que me duró aproximadamente dos años. Nos queríamos mucho pero ambas teníamos carácter fuerte, éramos lógicas, coherentes, analíticas pero a la hora de discutir quizá por tonterías nadie cedía en darle la razón a la otra. Terminamos separándonos, yo me quedé en la ciudad, ella se fue a trabajar a las afueras.

 

Una mañana veo muchísimos soldados y un hombre de civil, no uniformado, me toca al timbre y me dice:

-Hay una disposición que por unos días faltaréis al trabajo en toda la ciudad. Podéis al market del bloque vecino a comprar mercadería y os quedáis en vuestras casas.

-¿Pero sucedió algo, algún conflicto con otro país?

-No puedo daros explicación, pero es una ordenanza y el que no la cumple tendrá problemas.

-Muchísimas gracias. Adquiriré mercadería y esperaré vuestro aviso.

 

No vivía cerca de los límites de la ciudad, pero veía que con unas máquinas estaban construyendo gigantescas murallas a una velocidad tal que en poco tiempo toda nuestra urbe que no era pequeña, por supuesto que no, había quedado amurallada, solamente había portones de un metal que parecía acero, portones elevadizos, porque salían y entraban coches y tanques.

¡Caray, pero estamos en guerra! Traté de poner el holo visor y me extrañó que solamente se veían películas viejas, no había noticiosos, no había programas del día. Con los móviles exactamente lo mismo, no había señal, tampoco los teléfonos se podían usar y la holored no funcionaba, los ordenadores se podían usar pero no navegar.

 

Y cómo sabréis, la incertidumbre te carcome, te crea ansiedad, te crea malestar, hasta pánico. Podía conversar con mis vecinas y estaban igual que yo, con incertidumbre, sin saber nada. A veces envidiaba que tenían familia, hijos y no se sentían solas.

Finalmente declararon una especie de toque de queda, se podía salir a la mañana pero a las veintiuna horas nadie circulaba por la calle so pena de dispararles. Recuerdo la primera vez, que unos jóvenes alborotadores, un grupo de cerca de treinta jóvenes, le lanzaban piedras a los soldados. Yo he visto manifestaciones y veía que la policía se cubría con escudos, podría reprimirlos con gases. No, les dispararon a matar. Me aterró, me aterró enormemente la situación.

 

Pasaron algunos días y el mismo hombre de civil, que parece que tenía un cargo, se acercó a mi casa y me dijo:

-¿Tú eres bióloga genetista?

-Sí, señor.

-Mi nombre es Andrés. Puede tener un trabajo.

-¿Pero y el trabajo mío?

-No, no, esto es mucho más importante, trabajará para las autoridades.

-Pero, ¿puede adelantarme qué pasó, nuestro país está en guerra, por qué las murallas, en todas las ciudades hay murallas?

-Eso no es competencia para vosotros. Entiendo que aceptaréis.

-Bueno, tengo algo de dinero...

-No, no -me cortó-, el dinero no existe más. Dame tu muñeca izquierda. -Sacó como una especie de jeringa pero sin aguja, y no me resistí. Hizo un pequeño 'clic' y algo me implantó en la piel. Es un chip. Y este -Sacó un pequeño pin-, lo llevarás aquí en la solapa. Ambos tienen tus datos.

-Mis datos, ¿me refiero a los que tengo con mi ID?

-No, no, datos genéticos, es más fácil para identificar a la persona.

-¿Y cómo los... Bueno, supongo que los habéis conseguido de un banco de datos.

-El de la muñeca te servirá para comprar, tu crédito será bastante alto debido a tu trabajo tan importante.

-¿Y el pin de la solapa?

-Para que te permitan andar libremente, porque hay ciudadanos que van a quedar relegados a sus barrios. Tú podrás andar por toda la ciudad, mientras cumplas los horarios. Fíjate -Mi pin estaba en un color azul-verdoso-, ese es tu color. Si el pin se pone rojo corres peligro. Pero a ti no te va a pasar eso mientras cumplas con las reglamentaciones.

-¿Y cuándo empiezo a trabajar?

-Ahora.

-Deme dos minutos, cojo mis cosas y voy.

 

Subí a un coche raro, distinto, un modelo que desconocía. Me llevó a unos treinta bloques de casa y me asombró ver un edificio gigantesco, un edificio de cien pisos.

-¡Esto no lo había visto!, he pasado por aquí. -Interpreté que lo hicieron en menos de dos meses, pero eso es imposible para nuestra tecnología. El hombre me miró y no dijo nada.

 

Mi pin electrónico tenía pase libre, en el camino veía que había drones con rayo láser que escaneaban los pines electrónicos. Y justo a una calle de mi trabajo una mujer, su pin se puso en rojo y en segundos varios uniformados la rodearon y la llevaron. Era la primera vez que veía esto, de tantas veces que vería luego lo mismo.

 

Y empecé a trabajar. Me sentí satisfecha porque era una genética distinta, nueva.

Había una bióloga genetista que se llamaba Irene, me enseñaba cosas que yo desconocía, y eso que en mi mundo antiguo me consideraba una de las mejores genetistas, podía modificar los telómetros, podía modificar el orden molecular... Podría conceptuar más pero traducirlo a lenguaje hablado es imposible.

 

Recuerdo una tarde que salí de mi trabajo y fui a un market en un barrio apartado. Había una vendedora que me agradaba mucho, su nombre era Soni, nos hicimos amigas. Varias veces iba a comprar con la excusa de verla, ella vivía sola pero a diferencia mía su pin no le permitía salir de su barrio. Las famosas causalidades, casualidades, palabras solo palabras.

Me preguntó mi nombre, no sé por qué.

Le dije:

-Me llamo Gina.

-Qué hermoso nombre.

-Más me gusta el tuyo, Soni.

 

Nos dimos la mano y sentí como una especie de... de cosquilleo en todo mi brazo. Por mi mente... Por mi mente pensaba "Quizá pueda Soni hacerme olvidar a Dora".

 

Nos vimos más veces con Soni. Me preguntó donde trabajaba.

Le dije:

-En aquel edificio gigante.

-¡Vaya! Los que trabajan ahí tienen pase libre. ¿Qué sabes tú, qué pasa con la ciudad? ¿Por qué los tanques? Hace dos días hubo una resistencia y los mataron a todos.

-No sé más que tú -le dije-, de verdad. Trabajo en lo mío, que es genética, pero trato de no preguntar para no incomodar y no alertar a nadie.

-Tú que tienes pase libre -me dice-, ¿en tu casa te permiten ver noticiosos?

-No, no, Soni, eso está en el pasado. -Y esa era la incertidumbre.

 

Varias veces le dije a Soni:

-No tengo problemas en quedarme en tu casa mientras a las veintiuna horas esté en la mía.

-Déjame pensarlo -me respondió-, dame tiempo.

-Tiempo es lo que tenemos. -Y me marché.

 

Pero estaba molesta. Quizá mi ego estaba molesto porque mi mente maquinaba que Soni me había rechazado cuando en realidad sólo estaba perturbada y con miedo. ¿Pero más miedo que el mío?, ¿más perturbada que yo? Esa ansiedad, ese ataque de pánico por las noches, que como los niños dormía con la luz encendida a pesar de que las autoridades me habían puesto una cerradura electrónica que basta presentar mi muñeca y automáticamente la cerradura se abría, no precisaba ni llaves ni tarjetas. No tenía problemas en comprarme prendas, zapatos, mi crédito era alto debido a mi trabajo.

 

Y debía sentirme contenta porque aprendía una genética nueva. Pero ¿genética de quién?, genes que desconocía. ¿Para quién estaba trabajando?

Las cosas no me cerraban, para nada. Absolutamente para nada.

 

Gracias por escucharme.