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Psicoauditación - Gustavo

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 28/05/2022

Sesión 16/06/2022


Sesión 28/05/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gustavo

La entidad comenta una vida en Gaela, en que de joven sus padres le infundieron una gran inseguridad que le afectó en otras vidas y en la presente. Kar-El conduce a la entidad para que pueda repasar incidentes, engramas que le ayuden a superarlos.

Sesión en MP3 (2.366 KB)

 

Entidad: Me estoy comunicando con vosotros.

Recuerdo una vida pasada en Plena, la capital de Gaela. Mi nombre era igual que el de ahora, Gustavo. De apellido, Trejo.

De pequeño fui tímido. Recuerdo que en la escuela tenía buenas notas pero no me atrevía a hablar con otros compañeros o bien me dejaban a un lado.

Mi padre era una persona callada y mi madre me consentía, y eso hizo que me criara muy muy muy inseguro.

En Plena, ya cumpliendo veinticinco años, llegábamos a la década de 1970 y me hice de muchos amigos, pero me costaba muchísimo tener relaciones, no solamente afectivas sino también laborales, de amistades, todo me costaba mucho. Y de alguna manera, yo, como thetán, es como que absorbía esos engramas. Y los he tenido en distintas vidas, al punto tal que me afecta a la vida actual, donde también mi nombre es Gustavo.

 

Interlocutor: Y dime, Gustavo, ¿tú eres consciente del origen de alguno de esos engramas en esta vida que estás relatando?

 

Entidad: Como thetán soy consciente de que esos engramas me han condicionado. A ver, te lo voy a explicar, estimada entidad angélica, Kar-El, de una manera muy sencilla. Tú sabes qué es la retroalimentación.

 

Interlocutor: Así es.

 

Entidad: Bien. El engrama viene por algo inconsciente que me afecta, de alguna manera eso me condiciona. Los condicionamientos a su vez me provocan nuevos engramas por no atreverme. Y cuando de alguna manera me acuerdo... En la escuela superior, la que vosotros llamáis secundaria, tenía que exponer una materia llegaba casi al punto de desmayarme, traspiraba, de mi frente caían gotas, mi cuerpo se mojaba de sudor del tremendo ataque de pánico. Por momentos sentía como una sensación de muerte. Pero te digo que no estoy exagerando, no estoy exagerando. No estoy exagerando, para nada.

 

Interlocutor: Sin embargo en la década del 70 tú relatas que has podido establecer algunas relaciones. ¿Qué fue lo que te hizo hacer ese cambio?

 

Entidad: En realidad no fue un cambio. Me enteré -porque a mí me gustaba mucho la informática, era algo nuevo en los setenta. Si bien habría mejorado quizás con otras materias me gustaba muchísimo la informática, y aparte había leído que en los años cincuenta había enormes computadores-, y leí que un tal Clayton, incluso un año menos que yo pero que tenía un poder adquisitivo tremendo para montar una tremenda fábrica para hacer computadores personales. Y me arriesgué, me comuniqué con ese joven.

Me presenté. Le digo:

-Mi nombre es Eduardo Trejo, tengo conocimientos de informática.

Muy atentamente, este joven, Clayton, me dijo:

-Mira, gente siempre nos falta porque se trata de crecer para poder ayudar más a la comunidad, que de aquí a diez años, todo el mundo pueda tener en sus casas computadoras personales.

Estaba tan extrañado de lo que me comentaba, porque yo digo:

-Eso yo lo veo recién para el año 2000.

-No, no, Gustavo -me dijo-, lo vamos a tener antes de los años ochenta.

-¡Vaya!

 

Interlocutor: Dime, Gustavo, ¿Eduardo era tu segundo nombre?

 

Entidad: Así es. ¿Cómo lo has deducido en esa vida?

 

Interlocutor: Bien, es que un acto fallido tuyo acaba de decir, hace unos momentos, Eduardo.

 

Entidad: Claro, mi nombre completo en Plena era Gustavo Eduardo Trejo. Sí.

 

Interlocutor: ¿Tus amigo te llamaban así, Eduardo?

 

Entidad: La mayoría me llamaba por mi segundo nombre. La mayoría me llamaba por mi segundo nombre. Es más...

 

Interlocutor: Gustavo tal vez lo usaban tus familiares.

 

Entidad: No, no, en casa me decían Gus. Pero mis amigos me decían Edu, por mi segundo nombre. Y no... No lo tomes en chanza o como broma, ¿no?, soy incapaz de burlarme de nadie, pero es como que al llamarme Edu en lugar de Gus...

 

Interlocutor: ¿Te sentías un poco más seguro?

 

Entidad: Sí, sí. ¿Sabes que sí? Pero obviamente tú me lees el núcleo conceptual de mi thetán. Claro, me hacía sentir más seguro.

 

Interlocutor: ¿Era como un borrón y cuenta nueva?

 

Entidad: No, no diría tanto, no diría tanto. Me recordaba de todas las cosas en que había fracasado, me recordaba todas las cosas...

 

Interlocutor: ¿Podrías comentarme algunas de las cosas en las que te has sentido pleno?

 

Entidad: ¡Ja, ja! Bueno, en la primaria era tímido hasta las lágrimas. En la secundaria, lo que en Plena se llama el estudio superior, los jóvenes bromeaban, hacían chistes, éramos una escuela exclusivamente de varones. Y a dos calles de allí, con una diferencia horaria de diez minutos, salían las chicas y se ponían a conversar o iban a tomar algo en un bar de la avenida. Y yo es como que sentía como pudor. Digo ¿Qué... qué papel voy a hacer allí?

Y recuerdo que una joven se acercó a mí, me llamó por mi primer nombre.

Me dijo:

-Gustavo, necesito hablar contigo.

-¿Te conozco?

Me dice:

-Me llamo Débora.

-¡Débora! -Había escuchado hablar de Débora, era una de las más bonitas de la división de las chicas. Yo digo "Pero se está fijando en mí".

-¿Vienes a tomar algo?

-Sí. -Yo contento, muy contento. -Cuando vamos al lugar... ¡Ay, mi ego, mi ego, mi ego, mi tremendo ego! Eso es lo que me trae baja estima, eso es lo que me trae inseguridad, eso es lo que me trae el ataque de pánico: el ego, el ego, el bendito ego.

 

Interlocutor: ¿Y qué paso?

 

Entidad: ¿Qué pasó? ¡Je, je, je! Pasó lo peor: el ego hizo que me inflara, que me jactara. No lo dije pero miraba a todos con aire de suficiencia: "Mirad con quien llego, con Débora, la más bonita". Nos sentamos a la mesa, se acerca a mí y me habla al oído. Yo digo "¿Qué me va a proponer?".

Y me dice:

-¿Ves aquel joven de la punta de la mesa?

-Sí.

-Es Alfredo, el rubio. Bueno, te llamé porque quiero que me lo presentes porque me gusta mucho. -Por dentro me sentí como un... esos vidrios que se quiebran en mil pedazos. Pero por fuera fingí seguridad:

-¡Pero cómo no, Débora! Ven, ven conmigo. ¡Alfredo!...

-¡Qué!...  -Y de repente la vio a ella-. ¡Opa, mira con quien vienes acompañado!

-Te presento a Débora. Alfredo. -Se puso a conversar con Alfredo y se olvidó de mí. Yo me quedé un rato parado porque ella se sentó al lado, ¿y parado qué iba a hacer? Me miraban todos o eso yo pensaba. Despacito, despacito, despacito me fui a mi asiento.

 

Viene otro compañero, Juano:

-Edu, ¿qué pasó?

-¿En qué sentido?

-¿No estaba con vos esta chica?

-No, no, para nada, para nada, la conocí ahora y es como que me pareció aburrida y entonces se la presenté a Alfredo

-¡Ah, ah!...

- No, no, así aburrida.

-Pero está muy buena -dijo Juano.

-Sí, pero no no, no es alguien que me gustara en realidad. No, no me convencía.

Tenía mucha capacidad de inventar pero por dentro me sentía humillado. Alfredo no tenía nada que ver, Alfredo era un tipo creído que se las sabía todas, salía con muchas chicas y después las dejaba. O sea, yo no conozco de chicas pero yo sé que entre ellas se hablan, y si todas saben que Alfredo es un tipo que prácticamente las usa y las descarta, ¿para qué quieren salir con él? O de curiosidad; "Si ella salió yo también voy a salir". ¿Es satisfacer qué? ¿Entonces es como que las chicas tenían más ego que yo?

 

Interlocutor: Tal vez.

 

Entidad: Sí, tal vez. Pero a mí no me servía eso porque ellas se daban el gusto, salir con Alfredo era salir con el mejor. Y bueno, para nosotros, los varones, salir con Débora era salir con la mejor.

Y había otra joven, Leticia, quizá un poco gordita, simpática, callada que me hablaba:

-¿Cómo estás, Gustavo?

-Bien, bien.

-¿Por qué te dicen Edu? -¡Buf! Encima le tengo que dar explicaciones.

-Bueno, porque mi segundo nombre es Eduardo y algunos de mis compañeros me llaman Edu.

-No, a mí me gusta más Gustavo. -¡Qué densa, qué plomo! Y no veía la manera de sacármela de encima a Leticia.

 

Interlocutor: ¿Podrías comentarme algún momento donde te hayas sentido satisfecho de vos mismo en esa vida?

 

Entidad: ¡Je, je! No. Te podría decir lo que pasó al día siguiente, que fue bravo, bravo pero simpático, de alguna manera.

 

Interlocutor: Te escucho.

 

Entidad: Este Clayton me ofreció un trabajo para armar partes de computadoras personales, incluso me presentó al líder del lugar y le caí muy bien.

Le dije:

-Mira que yo soy muy callado, muy tímido.

-Mira, mientras trabajes, mientras hagas las cosas bien aquí tendrás un gran futuro.

 

Y al mediodía le agradecí a Clayton, me invitó a comer.

Le digo:

-Mira que tengo una hora porque después tengo que volver al trabajo.

-¿Cómo estás en tu vida personal? -Le comenté que en el pasado, cuando estaba en la superior, en la secundaria, había conocido a una tal Débora que era autosuficiente y yo desprecié a una tal Leticia.

-¿Esto cuando pasó?

Le digo:

-Hace nueve años, tenía dieciséis.

-¿Te has dado cuenta de una cosa, Gustavo? -me dijo Clayton-, a ti te molestaba que te dejaran a un lado, ¿acaso tú no has hecho lo mismo con esa tal Leticia?

-¡Buf! Sí, la verdad que sí, lo reconozco, lo reconozco, la sentí como densa, como callada.

-¿Qué es para ti densa? -me preguntó Clayton.

Le digo:

-Para mí densa es como que te esta siempre encima, no te deja respirar.

Y él me dijo:

-¿Y si solamente quería ser tu amiga o gustaba de ti?

-¿De mí? La verdad, para mí ella pasó inadvertida.

-¿Pero te das cuenta que eso es lo que te pasa a ti con los demás?, ¿o tú crees que te pasa con los demás? -¡Buf! Y es como que me sentí como molesto.

-Le digo:

Es como que de alguna manera me estás corrigiendo. -Porque al fin y al cabo tenía mi edad.

Y me dice:

-No, no, Gustavo, no te estoy corrigiendo, jamás te corregiría. Estoy señalando lo que tú me has contado, y el hecho de que tú me lo cuentes me da pie a que yo te señale lo que tú has hecho mal, lo que tú no querías que hicieran contigo.

 

Interlocutor: ¿Y hubo un cambio a partir de ese día?

 

Entidad: No no no. Uno a veces piensa que los cambios se dan de un día para el otro, pero no, no se dan de un día para el otro, no se dan de un día para el otro.

Han pasado cosas peores después, han pasado cosas peores. Pero ya... ¡Ah! Le estoy transmitiendo un dolor en el pecho a mi receptáculo que me está albergando y una angustia tremenda en la garganta por lo que estoy contando, porque mi receptáculo que me alberga siente todo lo que yo estoy sintiendo. Entonces...

 

Interlocutor: Lo vamos a dejar descansar.

 

Entidad: Sí.

 

Interlocutor: Pero me gustaría que volvamos encontrarnos en otra ocasión.

 

Entidad: Pero me agradaría muchísimo, porque hice una gran catarsis.

 

Interlocutor: Especialmente porque estoy segura que si buscamos detenidamente vamos a encontrar muchas cosas muy valiosas y que tal vez y lo más probable es que puedas transmitir eso a tu receptáculo.

 

Entidad: Que así sea.

 

Interlocutor: Hasta todo momento.

 

 


Sesión 16/06/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Interlocutor: Karina González
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Gustavo

Relata situaciones en las que quedaba sin palabras por timidez. Kar-EL le ayuda a reconocerlas y a darle la importancia, la poca importancia que tienen, no más.

Sesión en MP3 (2.752 KB)

 

Interlocutor: Bienvenido.

 

Entidad: Gracias, apreciada maestra.

 

Interlocutor: ¿Cómo te encuentras?

 

Entidad: Aún con muchos altibajos, con inseguridades. Si bien pasaron prácticamente nueve años desde el episodio de la escuela, cuando tenía dieciséis, donde esa chica, Débora, quería hablar conmigo y que la acompañe al bar. ¡Iluso de mí, je, je! ¡Iluso de mí!, porque mi ego podía conmigo y sigue pudiendo. Yo, entre mí, pensaba "¡Ja, ja, ja!, qué corte me voy a dar, la más bella de la escuela". Porque nosotros éramos una escuela de varones y cerca estaba la escuela de mujeres, y nos juntábamos a tomar algo en el bar de la avenida.

Y entro con Débora y claro, miran. Pero me dice al oído que le presente a Alfredo. Me sentí usado, me sentí como un tonto. Estaba tan sumido en mis pensamientos que luego se acerca Leticia.

-Tú te llamas Gustavo y...

-Sí, sí... -Pero no le presté importancia. Entre mí pensaba "¿Para qué me habla?, yo estoy en mis pensamientos.

 

Tuvieron que pasar nueve años, nueve, cuando Jorge Clayton me consigue trabajo en una fábrica de informática.

Como si nada, comiendo, le cuento aquella anécdota. Y me sentí mal porque sentí como que me censurara.

Porque me dice:

-¿Tú te has dado cuenta de lo que ha hecho Débora contigo, lo has hecho tú con Leticia?

 

No, no, no era lo mismo; en el caso de Débora me usó para conocer a Alfredo. Yo directamente...

 

Interlocutor: No tenías interés.

 

Entidad: No, no tenía interés, pero aparte me comporté como mal educado, eso lo reconozco. Y honestamente, me remuerde enormemente la conciencia, enormemente la conciencia porque...

 

Interlocutor: Tú intención no era herir a nadie, ¿verdad?

 

Entidad: No, no. Pero yo tenía un ideal de chica: delgada, bonita. Esta chica tenía algunos eccemas en el rostro, algo gordita y es como que veía la parte externa de la persona en lugar de ver su interior. Pero entre nosotros, estimada maestra, tú que eres una entidad angélica, ¿cómo un chico de dieciséis años va a saber que hay que mirar el interior de la gente?

 

Interlocutor: Es una edad difícil, ¿no?, donde estamos buscándonos, todavía no estamos muy definidos, qué nos gusta, qué queremos y es bastante común dejarse llevar por las primeras impresiones.

 

Entidad: Lo que pasa que a esa edad a uno le gusta música, le gusta divertirse, le gusta sobresalir y yo lo que menos hacía era divertirme ni sobresalir. Encima no me gustaba que me dijeran Gus. En casa "¡Ay!, Gus, otra vez otra torpeza. ¡Ay!, Gus, ¿por qué no aprendes de tus amigos? ¡Ay!, Gus", mi madre. En cambio cuando me llamaban por mi segundo nombre "¿Cómo estás, Edu? ¿Qué dices, Edu?", es como que me hacía un clic mi personalidad, y con el nombre Edu, que es mi segundo nombre...

 

Interlocutor: Te sentías más seguro.

 

Entidad: Sí. Ahora, entre nosotros lo confieso: ¿Qué tiene que ver un nombre? Que te llames Gus, que te llames Edu, que te llames Héctor, ¿por qué un nombre va a cambiar mi temperamento, mi carácter, mi timidez? A veces sufría ataques de pánico, que sentía como una sensación de muerte, pero era una cosa ficticia en mi mente.

 

Interlocutor: Bueno los nombres son simplemente nombres. Sucede que a veces un nombre, según quien te esté llamando por ese nombre nos puede acarrear un tipo de engrama. Entonces tal vez tú te sentía inseguro cuando tu madre te decía de esa forma. Y como tal vez tus amigos te llamaban con tu otro nombre, tu segundo nombre, tú te sentías seguro. Obvio que es algo psicológico.

 

Entidad: Es como que no era el Gus de los mandados "Ve a la panadería a comprar un kilo de pan. Ve a tal lado, ve a tal otro. ¡Ay! Pero qué torpeza, no te había pedido esto, ¿en qué piensas?". Aclaro que jamás me pegaron, jamás me maltrataron pero hay otro tipo de desprecios que yo desde pequeño, desde que tenía cinco, seis, siete años sentía, y a los dieciséis, que uno ya es casi un adulto, yo es como que ni hablaba en la escuela, pero no por buena conducta, por tímido.

 

Interlocutor: Comprendo.

 

Entidad: Entonces a los veinticinco de alguna manera iba superando eso. Me sentía muy bueno en informática y cuando Clayton me dijo que en los ochenta, de aquí a diez años, porque estábamos en los setenta, ya yo ya tenía veinticinco años...

-Va a haber computadoras personales en cada hogar.

-¡Perdón! ¿Qué dices?, yo no creo que hasta los años dos mil haya computadoras personales.

-No, estamos muy adelantados, he invertido mucho dinero en ello. -Y yo me sentía como incapaz.

Y obviamente se lo dije a Clayton:

-¿Seré útil?

-Toda mano de obra es útil. Lo importante es que te pongas en tu trabajo sin distraerte. No es un trabajo rígido donde tienes que estar ocho horas clavado en un asiento, no no no, puedes levantarte, tomar un café, ir al baño, pero me refiero que en el lapso que estés en el trabajo te ocupas de tu trabajo.

 

Interlocutor: ¿Y consideras que lo hacías bien?

 

Entidad: Yo consideraba que lo hacía bien. Pero me llevé una sorpresa, Clayton tenía más de una empresa de informática y un fin de semana se armó una reunión donde había como una especie de copetín. Copetín se le llama a la picada que había comida fría y comida caliente y todo tipo de bebidas. Nos juntábamos en varias mesas largas. Y se acercó una joven, de cabello moreno, muy muy bonita, y se puso a conversar conmigo.

-¿Qué actividad desarrollas, porque veo que estás en la otra fábrica?

-Sí -le dije. Me sentía como un poco acobardado. Y le digo-: Trabajo en todo lo que es proyecto informático y trabajo en distintos programas de escritura.

-¡Ah!, ¡pero buenísimo! Yo estoy en la otra parte, en un programa que es todo balances, cuentas.

-¡Ah! Podemos cambiar información -le dije. A ver, era una chica atractiva pero como estábamos hablando de trabajo yo me sentía...

 

Interlocutor: ¿Más seguro?

 

Entidad: Como pez en el agua. Me sentía más seguro, como tú dices, estimada maestra.

-Tú eres Gustavo.

-¿De dónde me conoces?

-No has cambiado.

-¡Je! Disculpa...

-¿No te acuerdas de mí? -La miré. Sentí vergüenza porque honestamente no me acordaba, no me acordaba, para nada. No me acordaba. Para nada. Me dijo-: Soy Leticia.

 

Interlocutor: ¡Vaya qué sorpresa, verdad?

 

Entidad: Leticia, Leticia... ¿Tú sabes quién era Leticia, maestra?, aquella chica que no me interesaba. Y hoy la miraba y digo "Pero por favor, es mucho más atractiva de lo que fue Débora hace nueve años atrás. No tengo la menor idea cómo será Débora hoy, pero esta chica...". ¿Y qué pasó? Pasó el efecto contrario: perdí mi seguridad, ni siquiera hablando de trabajo me sentía seguro porque ella se acordaba de mí y yo no me acordaba de ella. Y decía adentro mío "¡Por favor!, ¿esta es la chica que no me interesaba?". Pero no le quiero ni preguntar, debe tener novio o quizás ya esté casada.

Pero ella me facilitó las cosas:

-¿Y tú?, ¿y tú, Gustavo?

-¿Y yo qué?

-No sé, ¿tienes novia?

-No no, con el tema de mi trabajo estoy más, como dijo Clayton, ocupado en lo que es mi tarea, y no tengo tiempo de otra cosa.

-Sin embargo has venido aquí, al lunch.

-¡Ah, sí, sí! Porque están mis compañeros.

-¡Ah! Qué coincidencia, yo tampoco tengo novio. -En el fondo digo "¿Pero porque me lo dice?, ¿es como que, como decían los chicos en los años setenta, me está tirando honda?, ¿es como que quería de alguna manera ser algo más que amigo?

No sé cómo me atreví y le dije:

-Me gustaría salir contigo...

Y me respondió:

-Espera, espera, creo que es muy poco apresurado que me digas eso. Discúlpame, me voy a la barra a servirme algo. -Y me dejó en el asiento.

 

Entonces pensé para qué me preguntó si tenía novia, para qué me dijo que ella no tenía novio, y cuando le digo si quería salir... ¿O fui demasiado torpe de la manera que se lo dije?

 

Interlocutor: Bueno, es una de las formas que pueden reaccionar las chicas, ¿verdad? Como decimos nosotros aquí, una manera de hacerse las interesantes. Seguramente tenía interés en ti.

 

Entidad: Es que no lo entiendo, ¿por qué se iba a hacer la interesante si fue ella la que se acercó, la que la sentí interesada, la que dijo "No te acuerdas de mí"? Me sentí como descolocado.

 

Interlocutor: Quizás esa era la idea justamente, ¿no?

 

Entidad: En el resto de la noche no se acercó a mí de vuelta, estaba en la barra conversando con otros jóvenes. ¿Y qué fue lo que hice, me fui? No, no me fui. En una de las puntas estaba Jorge Clayton hablando con dos señores grandes, y claro, ¿cómo lo iba a interrumpir a Clayton, al jefe de todo? Pero en un momento dado me mira y le hago una seña apoyando un índice en la palma de la otra mano, como diciendo "Un minuto". Se excusó con los señores y se acercó a mí.

-¿Cómo estás?

-Mal. ¿Te acuerdas lo que yo te había contado con respecto a esa Elisa?

-Me acuerdo. Espero que no sientas como que te censuré.

-No no no. Mira ahí en la barra, esa delgada morena.

-Sí, es interesante.

-Bueno, esa es Elisa. ¡Leticia!

-¿Y por qué has dicho Elisa?

-Porque estoy... estoy como embotado, como nervioso. En este momento me siento mareado, con un ataque de pánico.

-Ven, ven conmigo. -Me tomó del codo y me sacó al jardín. Había como una especie de asientos de madera-. Siéntate, respira hondo.

-¡Aaah! ¡Aaah!

-¿Cómo te sientes?

-Mejor, Clayton. Mejor, pero todavía estoy como mareado. Me subió como un calor, estoy como a punto de desvanecerme.

-Quédate aquí tranquilo, quédate aquí tranquilo. Respira despacio, respira despacio y ahora respira de nuevo hondo. Y cuéntame, ¿cuál es el nombre de la chica?

-Leticia.

-Leticia. Me recuerdo que tú me habías comentado que tú la habías apartado de tu lado. ¿Y qué pasó ahora?

-Bueno, se acerco a mí. Y se acordaba de los dieciséis años y yo no me acordaba de ella.

-Ajá. ¿Qué más?

-Bueno, me preguntó si tenía novia. Le dije "No, porque por mi tema de trabajo es como que no tengo tiempo". Le inventé eso porque en realidad no es por el trabajo, nunca me atreví a nada.

-¿Y ella qué dijo?

-Que tampoco tenía novio.

-¡Ah! ¡Bueno, qué bien!

-No, Clayton, no. En ese momento no sé si fui demasiado apurado, pero le dije "¿Quieres salir conmigo?".

-Qué te contestó.

-Que me precipité, que fui demasiado precipitado. Y me pidió un momento y se fue a la barra a servirse una bebida, pero luego se quedó conversando con otros. Ahora, Clayton, ¿fui demasiado precipitado?

-Mira, cada persona, no hablo de cada chica porque también pasa con los varones, cada persona es un universo, cada persona tiene una reacción distinta. Mi intuición es que de la forma que se acercó a ti y te encaró es porque verdaderamente estaba interesada, pero tal vez hubiera querido una conversación más larga, no de repente "Yo tampoco tengo novio", "¡Ah! Bueno, en ese caso salgamos juntos". ¿Se entiende Gustavo? ¿Se te pasó el malestar?

-Sí, se me pasó.

-¿Se te pasó en serio? ¿Vamos otra vez adentro?

-No, no, me quiero quedar aquí un rato. ¿Pero sabes que estuve a punto de desmayarme por el ataque de pánico? Me subió un calor tremendo a la cara, pero un calor muy muy grande, me sentía como que me faltaba el aire, y si no hubiera estado sentado no sé si no me caía. Tú eres muy seguro, no sé si entiendes.

-Gustavo, sí te entiendo, te entiendo. Ten en cuenta que yo converso con médicos cuando vamos a inaugurar pabellones en hospitales, hablo de temas médicos... Aclaro que yo de medicina no sé nada, estudié humanismo, nada que ver con medicina, me encanta el humanismo. Pero sí, entiendo lo que te pasa, no eres el único que conozco.

¿No te molesta quedarte solo?, porque estaba conversando justamente con dos doctores...

-No, no. Está bien, ve. -Y me marché. Más al fondo había como una especie de hamaca y me quedé ahí, en el fondo en la hamaca. Clayton se fue directamente para el salón.

 

Ahora, querida maestra, ¿por qué el ataque de pánico?

 

Interlocutor: Bueno, como decía Clayton, cada persona es un universo y puedes tener distintas reacciones ante una determinada situación. Pero eso es algo que sucedió y no debería por qué repetirse.

 

Entidad: Es que no es la primera vez que me pasaba.

 

Interlocutor: Comprendo.

 

Entidad: No es la primera vez que me pasaba. Pero hay algo mejor: Al rato escucho como un crujir de hojas, porque era otoño. Miro hacia atrás: En la oscuridad contra la luz del salón veía una figura femenina. Era ella, era Leticia.

-¿Qué haces aquí?

-Adentro tenía calor.

-¿Quieres sentarte acá? -Fuimos justo al asiento donde me había sentado con Clayton.

-Te cortaste, te fuiste solo al jardín.

-Bueno, te vi conversando con esos jóvenes y no quise molestar.

-Bueno, aquí estoy. Cuéntame de ti y yo te contaré de mí. -me dijo ella. Y entonces es como que me sentí más suelto. Y nos pusimos a conversar, y estuvimos conversando hasta más de las dos de la mañana. Clayton dijo "Mañana es feriado, así que no trabaja nadie". Entonces es como que estábamos tranquilos, que podíamos conversar hasta más tarde. Y pasé una muy buena velada.

 

Interlocutor: Qué bueno. ¿Te hizo sentir más seguro luego de esa noche?

 

Entidad: Me hizo sentir más seguro, pero el dolor de cabeza no se me fue, para nada. Incluso se lo estoy transmitiendo a este receptáculo, porque el receptáculo que me alberga siente todo lo que siente el rol de Edu, o en este caso de Gustavo.

Hubo más historias con respecto a esa chica, pero en este momento no quiero incomodar más al receptáculo que me alberga, porque él absorbe todo lo que yo estoy sintiendo.

 

Interlocutor: Bueno, ha sido un gusto. Y sería muy interesante poder seguir conversando sobre estos temas, sobre los ataques de pánico y sobre estrategias sociales. O sea, estrategias para poder mejorar nuestra relación con los demás.

 

Entidad: Muchas gracias, maestra.

 

Interlocutor: Toda la luz. Hasta todo momento.