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Psicoauditación - Heriberto

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 01/09/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Heriberto

Vivió una vida en la que su padre no supo apreciar su avance, su valía y eso le causó engramas. Pero consiguió vivirla feliz. Comenta que los engramas de una vida pueden causar condicionamientos en siguientes vidas pero que al relatar las vivencias se borra la carga dolorosa de los recuerdos y solamente quedan los recuerdos como neutros.

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Entidad: No tengo dudas, ninguna duda en absoluto de que muchos de mis cuestionamientos, inquietudes son un común denominador en todas las entidades y también en su parte encarnada, no tengo dudas. Ninguna duda de que aprendemos más cuanto mayores obstáculos tenemos, como si al tener el camino llano no habría de qué preocuparse ni de qué ocuparse y nos dejaríamos deslizar en la vida como si nada fuera.

 

En una de mis vidas -en lo que se conoce como Toluca, Méjico- me llamaba Juan Pérez Roldán, de pequeño Juanito. Tuve un hermano mayor, dos años mayor, que desencarnó a los seis años de pulmonía.

Recuerdo que padre era un hombre bueno, trabajaba para el señor Caporalli, Ramiro Caporalli, que era uno de los más adinerados del poblado en aquella época y tenía por costumbre hablar en plural: "Con Caporalli tenemos una finca nueva". "Con Caporalli vamos a construir todo aquel terreno para edificarlo y luego venderlo". Era pequeño y me molestaba tanto el "Nos"...

 

Recuerdo que cumplí dieciséis años y si bien a padre lo respetaba mucho, un día le dije:

-¿Cuánto hace que trabajas para el señor Caporalli?

-Pues Juan, tú aún no habías nacido. Creo que diecisiete años.

-¿Y te ha aumentado el salario?

-Pues no, pero soy su mano derecha.

-¿Eres su capataz?

-Pues no, pero todos los recados son señal de que confía en mí. Incluso cuando tengo que ir a otro poblado a llevar documentos o dinero confía en mí.

-En ti y en los guardias armados que llevas como respaldo.

-Bueno, pero soy yo el responsable y ponte contento hijo, estamos por adquirir un nuevo terreno.

Me sentía muy molesto con la actitud de padre.

 

Dos años después, cuando tuve dieciocho, Caporalli estaba por dejar todo en manos de su hijo. Su hijo era distinto, mezquino, soberbio y le dije a padre:

-Tú eres grande, te van a despedir.

-¿Cómo despedirme? Soy parte de todo esto.

-Padre, tú no eres parte de nada. Siempre me molesto el "Nos": Estamos por hacer, construimos, pudimos. Tú eres sólo un colaborador asalariado, no eres Caporalli. Si eso todos estos años te ha mantenido vivo, alerta, bienvenido sea, pero tú, tu ilusión es una burbuja, se pincha y ¡paf!, no queda nada.

 

Estuvo días sin hablarme, no por enojado sino por pensativo. Caporalli no estaba mal de salud pero los años le pesaban. Dejó todo en manos del hijo que lo primero que hizo fue despedir a uno, dos, tres, cuatro, diez personas entre ellas mi padre. Cobró lo que hoy se conoce como indemnización. Nada. Mínimo. Y como decís vosotros hoy, se encontró de patitas en la calle. Padre no era joven pero aún tenía mucho para dar, sabía hacer de todo.

-Tienes un terreno al lado, yo sé de carpintería, tú también -le dije-. Hagamos muebles.

-Pero ¿quién los va a comprar?

-El que sea.

 

Le costó adaptarse, le costó el "Vamos a edificar esto", "Vamos a comprar aquello". Cuando él no compraba nada se identificaba tanto con su patrón que lo idolatraba, y como yo presentía su patrón nunca pensó en él. Después que el hijo lo despidió jamás lo vino a visitar, es más, en las reuniones de gente adinerada, a veces los fines de semana íbamos al teatro del pueblo y pasábamos cerca de la familia y ni nos tenían en cuenta ni nos miraban. Éramos los pobres que teníamos una pequeña carpintería con muebles para gente pobre.

 

Reconozco errores en mi comportamiento, en mi pensamiento, en mi manera de ser porque sentía como cierto rechazo por la gente de clase alta, los veía como vanidosos, como despreciables siendo que eran ellos los que despreciaban a la gente pobre. Pero era algo natural la diferente manera de ver las cosas en las distintas clases sociales, y en aquella época se notaba.

 

A los veinte y tres años ya estaba al frente de la carpintería, contratamos dos peones, dos colaboradores más, luego, a los que les enseñé el oficio.

Papá poco a poco dejó de trabajar, quedé a cargo de las cuatro personas, los dos oficiales carpinteros y los dos aprendices. Y empezamos a trabajar con un tipo de laca para darle brillo a los muebles previo impregnarlo con aceite de lino y aguarrás. Los muebles fueron adquiriendo mejor vista, el negocio prosperó. Dos años más tarde ya tenía ocho personas trabajando para mí, papá y mamá comían mucho mejor que antes. Él siempre se quedó con el sueño de que era la mano derecha de Caporalli. Me sentía frustrado porque, a ver cómo explicarlo, sentía como que él no veía mi progreso, él seguía admirando lo que nunca tuvo, lo que creyó tener, esa pompa de jabón.

Al poco tiempo falleció mamá, dos o tres familias vinieron al velorio. Nadie de aquellos que trabajaban con papá en lo de Caporalli pero no dije nada, para qué aumentarle el dolor.

 

Cuando conocí a Dolores, una joven que venía de otro poblado -su familia tenía tienda de ropa- empezamos una relación y en menos de seis meses nos casamos. Como siempre, en los pueblos murmuraban "Por algo se habrán casado tan rápido". Las malas lenguas después vieron que no. Al año y medio tuvimos nuestro primer hijo de los cuatro que finalmente criamos, todos varones.

 

Si puedo hablar qué engramas tuve en esa vida no sabría decirlo con exactitud, quizás el engrama de que padre no apreciara mi trabajo, mi crecimiento, falsamente deslumbrado por el patrón donde él trabajaba.

Cuando padre partió del plano físico sentí como que algo me faltaba pero reconozco que fui feliz con Dolores, con mis niños, que con el tiempo aprendieron a valorar el trabajo, y cuando yo hablaba de "Nos" me refería a nuestra familia, todo lo contrario a lo que había hecho padre conmigo. Por eso, de los errores ajenos también se aprende si se aprende a ver. Insisto, padre fue una persona excelente; trabajador, honesto, absolutamente honesto pero vivía en un mundo irreal y tal vez eso me marcó. A veces un engrama de que no te tengan en cuenta te puede crear en otras vidas inseguridad, dudas. Molesta ser dubitativo en tomar decisiones por esos engramas que están tan ocultos en tu propio ser y que la felicidad posterior con mi esposa y mis hijos, en esa vida de Toluca, no los pudieron borrar.

¿Si fui feliz? Absolutamente. ¿Si mi esposa me compensó con amor? Absolutamente. Pero una cosa no tiene nada que ver la otra, los condicionamientos quedan en el espíritu. ¿Que al relatar vivencias uno descarga? Totalmente también. ¿Que lo recuerdos se borran de la memoria? No, nunca. Pero sí, ya no quedan como recuerdos dolorosos sino como recuerdos neutros.

 

Esa es la búsqueda y como dice un gran Maestro, y esa también es la meta.

 

Gracias por escucharme y gracias a mi actual rol encarnado Heriberto.