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Psicoauditación - Jorge Clayton

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 24/11/2020

Sesión 28/11/2020

Sesión 29/11/2020

Sesión 02/12/2020


Sesión 24/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Rol de Jorge Clayton, Duque de Wynot

La entidad relata que en Gaela era adinerado, y que todos lo trataban así. Y buscaba que sus amistades lo quisieran por él mismo, por su persona. Pero ya lo habían comprometido para casarse.

 

Sesión en MP3 (2.078 KB)

 

 

Entidad: No se habían comunicado conmigo ni Alberto Tavares ni Nándor Ferenc.

Ese fin de semana llevé a bailar a Ana María a la Boheme, una confitería de Flores. La música moderna invadía el salón y sobre la oscuridad del mismo se destacaba el fabuloso juego de luces sobre la pista de baile. En el momento en que entramos un ritmo frenético se dejaba oír por los parlantes. El camarero nos acomodó en una doble butaca y le encargué las bebidas.

-Siempre pides whisky -le objetó ya a solas, Ana María.

-Ya es costumbre -le respondí.

-Sí, pero es una costumbre cara, pues lo haces en todos lados.

-No te preocupes -Le acaricié los cabellos-, te prometo que trataré de medirme en el futuro.

-Jorge, te soy sincera, no quiero que siempre te pongas en tantos gastos.

-No son tantos.

-¿Te parece? El otro día fuimos a cenar a uno de los restaurantes de más categoría y te gastaste casi medio sueldo. ¿Crees que no me he fijado?

-Bueno, sólo lo hice una vez, tesoro.

-Yo no quiero que me deslumbres de esa manera, pues sé que te sacrificas bastante. No soy una desconocida para ti, lo único que me interesa es estar contigo y no es necesario que me invites aquí y allá.

-Lo sé, lo sé -corté-, pero los lugares se han hecho para conocerlos.

-Yo me conformo con caminar a tu lado, me conformo con eso, Jorge. -Se interrumpió, pues el camarero trajo las bebidas.

Puse un gesto pensativo y tras dudar un segundo dije:

-Tengo que confesarte algo.

-Espera, déjame contarte lo que le pasó a Delia, una compañera de oficina.

 

Le quería contar mi verdad, quien era yo, el duque de Wynot, y que me había hecho pasar por un simple oficinista para que me acepten por mí, pero justo me cortó diciéndome lo que le había pasado a Delia.

-Cuéntame qué le pasó a Delia -exclamé.

Ella suspiró y me dijo:

-Apareció a la mañana con un rostro apesadumbradísimo No le quise hacer preguntas, pero ella me contó, su novio la había dejado la noche anterior para casarse con otra. -Hizo un mohín de disgusto.

-Continúa -pedí.

-Bueno, resulta que salía con un muchacho de posición.

-¿De posición?

-Sí, de clase alta, y éste la dejó para contraer enlace con una chica de su misma clase. ¿No te parece una acción cobarde y repugnante?

-Por supuesto -dije.

-Por eso odio a los millonarios, son todos iguales de miserables, se creen que porque una chica es pobre ya debe servirles de entretenimiento para luego huir cobardemente.

-Debe haber excepciones.

-¡Ja, ja! ¿Tú crees, Jorge? No, yo no podría confiar con un muchacho adinerado. -Traté de sonreír pero solo logré una mueca. Ella me tomó la mano y se disculpó-. Perdona, te interrumpí justo cuando ibas a confesarme algo. ¿Qué era?

-Que te quiero -exclamé-, que estoy profundamente enamorado de ti.

-Y yo de ti. -Se besaron. Lo que es besarme con esta niña, lo que es besarme. Es algo inimaginable, es algo que te da pasión por dentro. Pero por otro lado me sentía mal, ella estaba como con una especie de traumas contra la gente de dinero. No sabía qué hacer. De repente el ritmo cambió y una música lenta se escuchó en el salón.

-Vamos a bailar -pedí en un susurro.

-Sí, mi amor -me dijo Ana María. La enlacé por el talle, la acerqué contra mi pecho, ella me rodeó con los brazos el cuello. Bailábamos apretados.

Yo le hablaba al oído:

-Eres deliciosa. Pienso en cuando seas mía, en cuerpo y alma. -Sentí que la debilitaba con mis besos.

-Me trastornas -confesó Ana-, tú me restas voluntad.

-Y tú me enloqueces. -La volví a besar. La volví a besar una y otra vez.

 

Salimos de la confitería después de medianoche, paré un taxi y le indiqué la dirección de la casa de Ana María.

-Oye -dijo ella-, ¿por qué nunca me hablas de tus padres, no vives con ellos? -La pregunta me sorprendió pero me recuperé enseguida, tenía ese aplomo y controlaba todos los gestos de mi rostro.

-Pues no, actualmente no vivo con ellos, me resultaba incómodo el viaje para venir a trabajar a la capital todos los días.

-¡Ah! Viven en la provincia.

-Sí, sí, por eso yo vine a vivir aquí, me vine a capital, ¿entiendes?

-¿Vives en un hotel?

-No, alquilo un departamento. -Tarde me di cuenta de mi error.

-¿Un departamento, y puedes pagarlo tú solo?

-Es muy barato -dije-. Aparte, lo alquilo con otro muchacho, se hace más aliviado. -Vi que Ana suavizó el rostro y comentó riendo:

-Eres un cabezota, gastas en alquiler y encima me quieres llevar a comer a sitios lujosos. Yo te quiero humilde, como eres.

-¿Y qué pasaría si fuera rico? -insinué.

-No, no sueñes. Aparte, los ricos son antipáticos -Rió. Llegamos a destino, aboné el viaje, bajamos del coche y entramos al jardín.

-Te llamo a mediodía.

-No, vamos a ir a casa de una prima de papá.

-¿Es necesario que vayas? -me lamenté-.

-Quedaría mal que vayan mis padres sin mí, Jorge. Aprovecha para ir a ver a los tuyos.

-Tienes razón. -La acerqué contra mí y la besé apasionadamente. La luna iluminaba la escena con tenue resplandor. Para ellos, para todos los enamorados, no sólo para nosotros, para todos los enamorados, no existía otro momento que el besarnos abajo de la luna, ese era el amor.

 

Pero tenía tantas dudas... Tenía tantas tantas dudas... Dudas porque qué pasaría luego. Yo no lo hacía a propósito, yo, de verdad quería conocer a alguien que me quisiera por mí. Ya la había encontrado, pero con lo que me comentó de su amiga o compañera, no sé cómo iba ser.

 

Había pasado un día. Conducía mi Alfa Romeo a alta velocidad por la avenida Figueroa Alcorta, iba hacia la casa de mis padres. De repente un pensamiento se me cruzó en el cerebro: ¿Por qué no?, medité, todavía es temprano, tengo tiempo.

Bajé la velocidad del carro y enfilé rumbo al club hípico. Diez minutos más tarde frenaba ante la puerta del mismo. Entré en el bar y me pedí un whisky.

-Enseguida, señor Clayton -dijo el camarero. Encendí despreocupadamente un cigarrillo y me dispuse a esperar los acontecimientos. No debió pasar mucho tiempo, pues Pocho y Cuca entraron instantes después.

-¡Jorge! -Pocho demostraba toda la sorpresa que le causaba el inesperado encuentro con el duque de Wynot.

Cuca se acercó y me besó en la mejilla.

-¿Te habías perdido? -le reprochó.

-Así parece, preciosa. -Tomé el vaso que me trajo el camarero.

-¿Pero por qué te perdiste?

-Quise cambiar de aires, eso es todo.

-No es una explicación -dijo ella.

-¿Debo darla, ¡je, je! -Arrugué el ceño-, o no?

-Claro que no -vaciló Cuca-, sólo quise...

-Está bien -la corté haciendo un ademán. Luego me dirigí a Pocho.

-Hola, ¿alguna novedad?

-Hola, Jorge, no sabía si abrazarte o darte la mano, hace tiempo que no te veía. -Sonreí, y eso animó a Pocho a darme unas palmadas en la espalda.

-Novedades no hay -me informó-, sólo que Paula me pregunta constantemente por ti.

-Ah, ¿sí? ¿Y qué le respondes?

-La verdad, que no sé nada. Rolo es el que te vio. -Lo miré fijamente a Pocho.

-¿Me vio?

-Sí, nos dijo que ibas con una chica muy bonita.

-Puede ser, yo no lo he visto.

-Mira, ahí viene Paula.

-Hola querida -saludó Cuca.

-Será mejor que nos dejen solos -ordenó Paula fríamente. Y tomó asiento. Me tomé un sorbo de whisky mirando como ellos se iban. Luego dije:

-Por lo visto crees que todos son tus esclavos. -Aspiré el humo del cigarrillo y luego lo expulsé lentamente.

-No es eso, sólo que yo quería hablar contigo sin que nadie escuche.

-Bien, ya puedes hacerlo.

-Deseo que hablemos con calma. -El camarero se acercó y pidió un combinado-. He hablado con tus padres.

-Sigue -pedí.

-Me dijeron que estabas trabajando, ¡ja, ja!, pero no les creí.

-Pues es cierto. -Paula hizo un gesto que intentó ser dramático y sólo fue cómico.

-¿Qué clase de broma es esta? -Alzó la voz.

-Si no hablas más bajo -dije con un susurro-, te echaré inmediatamente de la mesa. -Mi tono de voz la intimidó e intentó disculparse.

-Perdona, pero resulta absurdo lo que has dicho. Aparte, me enteré que sales con una chica.

-¿Y?

-¿No te parece que ya te ha durado bastante el entretenimiento? Sé que no es de gran posición.

Terminé de tomar el whisky y exclamé:

-Escúchame, presta mucha atención a lo que te voy a decir. La chica a que te refieres vale mucho más que todos nosotros. No sé cómo te has enterado, pero no voy a permitir que interfieras en mi vida.

-Nuestros padres han convenido que nos casemos -dijo Paula-, y tengo miedo que tu última conquista te haga perder la cabeza.

-¿Cómo?

-Que estás perdiendo la cabeza.

-No sabes lo que dices. Y lo que es más, nosotros no nos casaremos.

-¡Qué dices! Es lo que te conviene a ti y lo que me conviene a mí. Juntaremos nuestras dotes y...

-No, yo estoy enamorado de ella y sólo con ella me casaré.

-Te ha atrapado con engaños -dijo Paula-, sólo quiere tu fortuna para rodearse de lujos que nunca ha tenido. Eso es.

-Primeramente -dije-, no sabe quién soy.

-Eso piensas tú, eres muy ingenuo. Y esa cualquiera te ha engatusado.

La tomé del brazo con firmeza.

-No vuelvas a decir eso. Soy un caballero, no te voy a cruzar la cara con mi mano.

-Sé que lo harías. -Paula se levantó soltándose-. Mas debo decirte que yo lucharé por mi conveniencia y no cesaré hasta verme casada contigo. -Se marchó y dejó el combinado intacto.

 

Encendí otro cigarrillo. No me sentía bien.

Lo que más tenía era carácter. Si tuviera que poner en la balanza mi fortuna y mi carácter, pesaba más mi carácter. Paula los tenía a todos en la palma de la mano, todos se intimidaban, pero más se intimidaban conmigo, principalmente Paula. De todas maneras era la única que alguna vez me levantaba la voz. La fuerza de voluntad que tenía que hacer para no abofetearla.

 

Yo puedo permitir que digan lo que sea de mí, pero no de la persona que amo, jamás de la persona que amo, la defenderé con uñas y dientes. Porque ese soy yo, Jorge Clayton, el duque de Wynot.

 


Sesión 28/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Rol de Jorge Clayton, Duque de Wynot

Conoció a un alma gemela, en cuanto a manera de ser y de pensar. Le llevaba varios años, pero para el entendimiento no existe la edad.

 

Sesión en MP3 (2.136 KB)

 

 

Entidad: Hacía rato que no me reía tanto. Cuando Hernán me presentó a su tía Amalita, ¡qué señora tan simpática, qué señora tan agradable! Una señora grande pero con esa chispa, esa rapidez, esa lucidez mental. Y lo más importante, que bromeaba y aprendía a reírse de sí misma.

 

Nos sentamos a la mesa en un café de la avenida Mayor, una de las arterias más antiguas de Ciudad del Plata, y conversamos. Hernán callado. Y con Amalita hablábamos de mil temas.

-¿Y qué pensás hacer de tu futuro?

Yo la tuteaba. Le digo:

-Mirá, mi futuro es incierto.

-¿Estoy escuchando hablar a Jorge?

-Amalita, el futuro de todos es incierto. Yo puedo tener mil proyectos, pero no dependen de uno.

-Eso ya lo sabemos, hay un montón de factores y circunstancias. Lo que no entiendo, Jorgito, es cómo te haces pasar por un tipo pobre.

-Ya le expliqué a tu sobrino, que estoy buscando a una persona que me quiera por mí mismo.

-Sos tan maduro a veces, tan maduro en tu forma de pensar, de hablar y haces una chiquilinada así... Dejáte de embromar, dejáte de embromar.

Hernán saltó y preguntó:

-¿Qué significa embromar?

Le dije yo:

-Me está queriendo decir que deje de hacer tonterías.

-¿Te das cuenta, Jorge? -dijo la señora-, todavía no sabe la jerga de Plena, todavía no sabe lo que es el lenguaje coloquial.

-Y bueno, tenéle paciencia.

-Pero de verdad, Jorge, de verdad, dejáte de embromar con esas tonterías. ¿Cómo estás con la piba?

-Yo diez puntos.

-Entonces no bromees, se te va a chivar, de verdad que se te va a chivar.

Hernán preguntó:

-¿Qué tiene que ver un chivo en todo esto?

-Lo que quiere decir tu tía es que se va a enojar mal conmigo y no va querer hablarme.

-¡Qué raro es el lenguaje coloquial!

-Tenés razón, Amalita, estuve dos veces a punto de decirle y dos veces me salió con historias de personas que fueron traicionadas por jóvenes de dinero y que las usaron y...

-¿Sabes que pasa, Jorgito?, que cuanto más tiempo pase más grave va a ser la cosa y vas a terminar perdiendo el único tesoro que encontraste en tanto tiempo. Salvo que quieras entretenerte.

-No, no, no, no, Amalita, no, no, no. De verdad, que me siento pleno con su compañía y...

-Ahora entre nosotros, batime la justa.

-¿En qué idioma están hablando?

-Lo que quiere decir que le diga las cosas como son.

-¿Pero eso es coloquial o es un idioma extraño? -La señora se reía.

-Te bato la justa, Amalita.

-Decíme, ¿pasó o no pasó?

-Amalita, eso no se pregunta.

-Entonces pasó.

-No, no pasó nada, un par de besos, no pasó nada. Y si el día de mañana pasara, yo creo que el amor y la intimidad tienen que ir de la mano. Creo que una intimidad sin amor es algo vacío, algo yermo, algo que no te deja nada luego, te sentís como que qué estoy haciendo acá. Es como el goloso que de repente se llena la panza y tuvo que ir a la casa de unos amigos viajando kilómetros y después dice: "¿Será posible?, y ahora tengo que volverme hasta casa otra vez. ¿Para qué vine?" ¡Ah!, pero bien que cuando tenía hambre fue en el coche tantos kilómetros. Y con la intimidad es lo mismo, si sólo te llama la pasión y estás entre cuatro paredes y dices... Grosero, ¿no? Y te sacas el gusto. Y después te quieres ir a mil por hora.

-¿Pero vos pensás así? -preguntó la señora.

-Sí, yo pienso así.

-¿Acaso no has tenido aventuras?

-Sí, las he tenido, no voy a ser hipócrita, y he tenido muchas. Pero aclaro algo, nunca les mentí, nunca les prometí nada, nunca les dije hagamos tal cosa y después formalizamos un compromiso. No soy ese tipo de muchacho.

-¡Ah! Pero entonces has estado con personas sin amor.

-Y bueno, sí, sí, por supuesto. Si te dijera que no sería hipócrita y mentiroso. Pero no es lo mismo. Yo pienso que si el día de mañana tuviera una intimidad con Ana María sería..., sería lo más lindo.

-Hablále entonces. Hablále en un bar, a solas. No le digas de entrada que sos de fortuna.

-¿Y cómo?

-Claro. Decile que buscabas a una persona que te quiera por ti, pero que tienes una familia acomodada y que has conocido mucha gente que te buscó por interés. Pero mirándola a los ojos. Y explícále que no todos los que tienen fortuna son iguales. Hay ricos que son unos reverendos malos tipos, por hablar bien, pero también conozco pobres que son unos desgraciados de alma. Además, el que tiene dinero puede poner una empresa y le puede dar de trabajar a cientos de trabajadores. En Plena estoy viendo que están haciendo el monumento a la pobreza, como si la pobreza fuera lo mejor, lo distinto, y los ricos fueran los tiranos. Una idea tan estúpida, tan absurdamente estúpida...

-Pienso igual, Amalita -exclamé-, pienso igual. También ayudo a otras empresas a dar empleo y de entrada veo que hay gente que no sabe hacer nada, ni siquiera escribir a máquina, y ya quieren ganar fortuna. Y al tercer día renuncian.

-¿Sabes cómo le llamo yo a esos, Jorgito?

-No, Amalita.

-Yo les llamo vagos, yo les llamo mantenidos, gente que luego quieren cobrar desempleo por esto, por aquello. Y la cosa va a ir para peor, la cosa va a ir para peor. Esta sociedad se está deteriorando.

-Vamos a decirlo más crudamente, Amalita, la sociedad se está pudriendo. -Hernán nos miraba de uno al otro, de uno al otro.

-Ustedes parecen dos almas gemelas.

Amalita lo miró al sobrino y le dijo:

-¿Te das cuenta?, decís que Jorgito es un pibe. Si tuviera un par de décadas más... Pero sabes, ¿cómo lo conquisto?

Largué una carcajada.

-Amalita, vos estás bien.

-¿Qué significa que está bien, que está sana? -preguntó Hernán.

-No, que está bien significa como que está bien puesta, como que es atractiva.

-Me tiene podrido ese idioma coloquial de ustedes -dijo Hernán. Largamos la carcajada y nos abrazamos.

-Yo me voy a ir a descansar -dijo la señora-. Pero hacéme caso, no dejes pasar el tiempo. De verdad, no dejes pasar el tiempo, no pierdas ese tesoro que encontraste.

 

-¡Aaah! -Suspiré-. Trataré de decirle lo antes posible la verdad, que no me gusta la vida ficticia. Mis propios viejos están criados de una manera tan artificial, a veces parece como que yo no fuera hijo de ellos.

-¿Sabes que pasa, Jorgito? Y esto te lo digo y ya me voy, ¿eh? Hay algo que se llama herencia. Vos podés heredar color de ojos, color de piel, pero lo que llevás adentro, bien adentro, eso que es tuyo, eso no se hereda. Y lo que vos sos, esa persona íntegra que trata de dar una mano y la da, como lo hago yo, ¿eh?, como lo he hecho en Ámber un montón de veces, quisiera que mi hija fuera como vos. Pero a veces la veo tan presumida, tan presumida. En fin, por hoy ya es bastante. -Se levantó me dio un beso en la mejilla, lo saludó a Hernán y se marchó.

 

Al rato vuelve y dice:

-A propósito, vos que tenés plata, pagás vos todo esto, ¿no?

-Amalita, me extraña, ni se pregunta. -Agarró y me dio un beso en la boca.

¡Qué... qué pasó, Amalita!

-Era para sacarme las ganas, pibe.

 

Hernán estaba con los ojos abiertos como un búho.

-¡Nunca la vi tan descarada a la tía!

-No, no, no, la estás interpretando mal, nunca me dieron un beso de cariño tan importante. Ni mi madre. Lo que a vos te pareció tan atrevido yo lo vi como algo... como un gesto cálido. No te confundas. Pensarás que tu tía es pilla, pícara, pero es un alma noble. Yo sé distinguir, vaya si se distinguir. Y eso que, como dice ella, todavía soy un pibe.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión 29/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Rol de Jorge Clayton, Duque de Wynot

Justo antes que pudiera hablar con su novia, otra pretendiente le preparó una trampa, y cayó. Uno de sus amigos le infundió ánimos y una fórmula para salir de ella.

 

Sesión en MP3 (3.557 KB)

 

 

Entidad: A veces la sociedad se confunde a las personas que cuentan cosas, como personas que traicionan fidelidades. ¿Pero por qué no pensar que pueden ser confidentes y leales a una amistad? Y eso es lo que pienso de Betty, que es una persona confidente y confiable, y que lo que cuenta lo hace porque trata de no dañarme ni que yo inconscientemente haga daño a otra persona.

 

Me contó que el señor Seter llamó a su despacho a Ana María.

-Señorita Lamas, ¿puede venir, por favor?

-Al instante, señor Seter. -Cerró el intercomunicador y dirigió al despacho de su jefe. Entró al despacho de su jefe llevando un anotador y un lápiz.

-Nada de dictados, señorita Lamas, la llamé para otra cosa. -Ana María lo miró intrigada. Augusto Seter encendió un habano y sonrió, diciendo:

-Parece que la propaganda de nuestros productos cosméticos ha dado resultado. Llamó personalmente Miss Aguirre Irazábal. ¿Y sabe qué más? Desea que le envíen una muestra a su domicilio.

-¡Oh, pero qué bien!

-¿Sabe usted dónde queda la mansión del aristocrático Irazábal?

-Sí, señor Seter.

-Perfecto, me ahorro de indicarle el lugar entonces. -Ana María lo miró con sorpresa, con enorme sorpresa.

-¿Es que debo ir yo, señor?

-Sí. Miss Aguirre Irazábal ha pedido expresamente que usted lleve la muestra de los productos cosméticos.

-No sabía que me conociera, señor.

-A mí también me ha sorprendido -comentó Augusto Seter-. ¿No habrá tratado alguna vez con la distinguida familia y en este momento no se acuerda? -inquirió.

-Le aseguro que no -respondió Ana María-, jamás me he relacionado con ellos.

-Bueno, bueno, no tiene importancia., ¿Puede ir ahora?

-Por supuesto, señor Seter.

-Espléndido. Lleve este paquete, no se deje intimidad y actúe con naturalidad. Vaya, vaya. Hasta luego señorita Lamas.

-Hasta luego señor Seter. -Ana María abandonó el suntuoso despacho.

 

Le agradezco infinitamente a Betty porque si no no me cerraba el rompecabezas de lo que pasaría después. Recuerdo que me sabe extrañada.

El día anterior me había marchado del club hípico hacia la mansión de mis padres con un terrible mal humor. Por la tarde Paula me llamó por teléfono y me suplicó que la escuchara.

-¿Qué quieres ahora? -había comentado.

-Sólo llegar a un acuerdo -dudé antes de preguntar.

-¿Qué es lo que te propones ahora?

-Nada, de verdad -dijo Paula-, he pensado mucho lo que me has dicho esta mañana en el club y debo admitir que tú tienes razón.

-¡Je, je, je! -Hice una mueca, no creía en la sinceridad de Paula-. Di de una vez lo que tengas que decir -exclamé impaciente.

-Bien te lo diré. Tú me has dicho que no te casarás conmigo y yo he creído que sería conveniente que vinieras a aclarar la situación con mis padres.

-No es necesario, mis padres irán a tu casa.

-Por favor, Jorge, ven tú y tomaremos un coctel, ¿o tienes miedo de hablar con mis padres?

-¡Ja, ja, ja! ¡Qué dices! ¿Tú me aseguras que luego de esa entrevista ya no habrá más otras?

-Por supuesto, Jorge. Te espero mañana lunes, a las once en punto. Hasta entonces. -Oí un clic, Paula había colgado el aparato. Colgué a mi vez.

 

Y pensé "Debo ir. Total, ya será la última vez y ya quedará todo aclarado".

Lo que yo no sabía lo que pasaba entre tanto. Betty estaba presente cuando Ana María tocó llamador y un mayordomo abrió la puerta.

-Soy la señorita Lamas -dijo.

-Adelante, Miss Paula la espera. -Pasó al interior de la mansión y sintió un calorcillo agradable, ya era época invernal y el frío azotaba implacable, un frío tremendo. Betty la miró y le dijo:

-Ponte cómoda. -Ana María la miró.

-¿Pero tú no sales con Nándor o algo así?

-Sí, pero no comentes eso.

-Está bien -dijo Ana María. El mayordomo dijo que aguardara y se retiró, Ana observó el elegante salón de muebles suntuosamente decorados y se sintió pequeñita. Oyó un ruido a su izquierda y se volvió, una elegante joven avanzaba hacia ella.

-¿Usted es la señorita Lamas?

-Sí.

-Yo soy Miss Paula Irazábal. Tome asiento. ¿Desea tomar algo? -ofreció.

-¡Oh! No, no se moleste.

-¿Tú no le has ofrecido nada, Betty?

-No, no, esperaba a que tú...

-¡Ah! Está bien, está bien. -Paula no insistió, estudiaba con poco disimulo a Ana María. Betty se dio cuenta de lo que pensaba Paula, se dio cuenta de que... vio que era linda de verdad, que Jorge tenía buen gusto-. La llamé a usted precisamente -comenzó a decir-, porque se han dado muy buenas referencias suyas, pienso que usted es la persona indicada para que me explique con todos los detalles la aplicación de estos nuevos cosméticos.

-Será un placer para mí.

-Espero que los nuevos productos den un buen resultado -siguió diciendo Paula-, porque tengo el cutis muy seco y mi novio me lo ha hecho notar. -Se levantó e invitó a Ana María-. Venga, pasemos a la sala de estar. Tú ven, pero quédate callada -le dijo a Betty. Caminaron hacia la sala y Paula comentó como si hablara consigo misma-: ¡Ay, qué felicidad!

-¿Qué pasó?

-Qué felicidad es pensar que dentro de un mes estaré casada -Se volvió hacia Ana exclamando con tono de confidencia-, mi novio está enamoradísimo y yo también de él, pero todavía tenemos que esperar treinta días. -Ana María observaba a la aristocrática millonaria, pensaba extrañada. Uno se da cuenta por los gestos. Betty se dio cuenta, sabía qué pensaba porqué me cuenta sus cosas si apenas me conoce.

Y agregó en voz alta.

-Le deseo que sean muy felices.

-Lo seremos, él es maravilloso, ¿no oyó hablar del duque, del duque de Wynot?

-Sí, he oído -exclamó Ana María-, pero nunca lo he visto personalmente.

-¡Ja, ja, ja, ja!, pues ahora lo conocerá, prometió venir a verme a las once. -Desenvolvió el paquete y sacó los cosméticos, luego hizo un gesto de pesadumbre-. Pero estoy preocupada, ¡aaah!, estoy preocupadísima. -El tema es que Ana María no preguntaba nada y prosiguió-. Sí estoy muy preocupada, mi novio es un muchacho que le gusta las aventuras, esas aventuras fáciles, y hace meses conoció a una joven con la cual empezó a salir. Aclaro, ¿eh?, no es nada serio, pero ya dura mucho. ¿A usted no le molestaría que su prometido saliera con otra mujer, aunque sólo lo hiciera para entretenerse? -Ana María no sabía qué contestar, se sentía incómoda ante la conversación que imponía la millonaria. Betty se dio cuenta que Ana María pensó en mí, en su novio, en ese momento deseaba estar conmigo.

-Sí, claro, me molestaría -alcanzó a decir. En ese momento se escuchó el llamador.

-Espere aquí -dijo Paula-, debe ser Jorge Clayton, mi prometido. -Fue a abrir.

 

Betty escuchó que Ana María murmuró: "Jorge Clayton. Qué casualidad, igual que mi Jorge". Su mirada se deslizó hacia la puerta, vio que la joven abría y se colgaba del cuello de un muchacho, besándolo en la boca. Pero no, no podía ser, era Jorge.

La cabeza comenzó a girarle y sintió desvanecerse, él era el duque de Wynot y se iba a casar con una chica de posición. Los ojos se le nublaron y no veía más allá de sus narices.

Pero de repente se recuperó y trató de serenarse. Se serenó como pudo, ni siquiera, ni siquiera podía llorar.

 

Todo eso me lo contó Betty. Betty parecía más sencilla, pero tenía una inteligencia superlativa, que hasta por los gestos sabía lo que la otra persona pensaba, por eso me dio tantos detalles.

 

Recuerdo que pulsé el timbre y esperé. Había llegado puntual y dejaba todo definitivamente aclarado lo antes posible, ese era mi deseo.

Paula abrió la puerta sonriendo.

-Hola, querido, llegaste a tiempo. -Se colgó de mi cuello y me besó.

Yo la separé diciendo:

-No hacía falta esa demostración de amistad.

-No te pongas así. Ven, pasa, quiero mostrarte los nuevos cosméticos que me trajo la empleada de la firma Bulfles. -Pasé al interior y me encontré frente a frente con mi novia, quedé paralizado de sorpresa.

-Ana María... -La sujeté de los brazos y ella se desprendió. Por lo que luego me contó Betty, había recuperado su aplomo.

-Le ruego me suelte usted -ordenó. No me tuteaba.

-Puedo dejar... puedo dejar... -No me salían las palabras-, déjame explicarte.

-Usted y yo no tenemos nada de qué hablar, señor duque. Buenos días. -Saludó. Y dirigiéndose a Paula-: Ya he aprendido la lección. Adiós. -Llegó a la puerta y cerró tras salir. La millonaria hervía de satisfacción.

Me volví hacia ella y exclamé:

-Así que todo esto ha sido planeado por ti. Eres una miserable.

-Luché por mi felicidad. Acéptalo así y no hagas más drama, sabías que todo iba a terminar algún día.

-Eres un bicho detestable, Paula, jamás te vuelvas a acercar a mí. -La miré a Betty-: ¿Me contarás luego lo que pasó?

-Sí, Jorge. -Me marché dando un portazo. Vi que Ana María corría. Había logrado parar un taxi y subió a él.

 

Lo demás lo presumí yo. Mo creo ser intuitivo, no creo leer la mente de las personas, pero me pongo en lugar de ella.

Me di cuenta que se sentía vacía por dentro, que el corazón le dolía de tanto desazón. Y luego Betty me hizo recordar las palabras de la joven aristocrática: "Estoy preocupada porque mi novio consiguió una nueva aventura y ya dura mucho con ella". ¡Je, je!", su Jorge estaba prometido con otra y sólo se divertía con ella.

Estoy seguro que me odió con todas sus fuerzas. Se habrá preguntado cómo podía haber sido yo tan falso, por qué la engañé así.

 

Betty fue en otro taxi, llegó al poco tiempo. Ana María llegó a su casa se bajó del coche y luego de pagarle al conductor fue directamente a su cuarto y se encerró en él tras la sorpresa de su madre.

Al rato llegó Betty.

-¿Puedo pasar a ver a Ana María?

-Algo le pasa.

Betty entró al cuarto, vio que se tiró cruzada en la cama comenzando a sollozar. Una angustia total la invadía y no había manera de desahogarse.

 

Le agradecí enormemente a Betty.

-Yo no quería que esto pasara, Betty, fue una trampa de Paula. ¿Cómo lo resuelvo, cómo hago?

 

Al día siguiente fui a trabajar, pero no podía concentrarme en ninguna tarea.

Roberto notó mi preocupación y me preguntó:

-¿Qué te sucede, tienes algún problema?

-Sí, lo tengo -respondí-, y no tiene solución.

Arrancó la hoja y me la pasó:

-La tuya está mal puesta.

Tomé la hoja que me dio Roberto y la estrujé y la arrojé al cesto. Me encontraba desolado.

Abrió la puerta de la oficina Nándor Ferenc. Me colocó una mano en el hombro.

-¿Tan gravé es?

-Te lo voy a contar: Estoy más enamorado que nunca de Ana María y creo que la perdí para siempre.

-¡Qué la perdiste para siempre! ¿Pero qué dices, pero qué ha pasado? -Roberto mismo quiso saber qué pasaba.

-Escucha una breve historia, Roberto, y por favor, créeme todo lo que diga. -Le referí todo lo acontecido, desde que dejara de ir al club hípico y tomara un empleo, hasta la escena en casa de Paula, donde ocurrió el desenlace. Roberto se enteró de todo sin poder dar crédito a lo que había oído. Cuando terminé de hablar él hizo un gesto de reprobación.

-Así que tú eres el duque de Wynot.

-Sí -contesté abatido.

-Y lo ocultaste para ser uno más entre nosotros y trabajar a la par de todos.

-Así es.

-¿Pero por qué no se lo confesaste a ella?

-Se lo iba a decir pero justo me dijo en ese instante que un muchacho adinerado había engañado a su compañera de oficina y que ella odiaba a todos los hombres de buena posición. Luego pasó lo mismo con otra compañera.

-Y tú te acobardaste -exclamó Roberto.

-Era lógico tenía, miedo de perderla. No pensé en ese momento que alguna vez se tendría que enterar. Honestamente, honestamente no lo pensé. La vida te da cada sorpresa...

Roberto dijo:

-Pero todo esto es tan repentino, no me acostumbro a verte como un duque, no eres orgulloso.

-Es que no me interesan mis títulos ni mi dinero -exclamé-, solo quiero que Ana María me crea.

-Espérala a la salida, habla con ella.

-Sí, eso haré.

 

Mi confidente, mi gran amiga, Betty, me contó después lo que pasó en el trabajo de Ana María.

-La felicito señorita Lamas. Telefoneó Miss Aguirre Irazábal diciendo que se hallaba muy conforme con sus explicaciones. -Ana María observó al señor Seter, si en verdad, en realidad sólo dijo gracias. El hombre miró su reloj y exclamó-: Bueno, ya puede retirarse, señorita, ya es la hora.

Ana se puso de pie.

-Hasta mañana, señor Seter.

-Hasta mañana. -Fue hasta el lavabo, se retocó un poco el cabello. En el espejo se reflejaba su rostro pálido, se hallaba bastante serena y no demostraba que había llorado.

Su compañera Delia le preguntó:

-¿Te sientes bien?

-¡Oh, sí, no te preocupes!

-Hasta mañana.

-Hasta mañana, Delia. -Se retocó los labios con el lápiz y luego fue hacia la salida. El ascensor la dejó en pocos segundos en planta baja y caminó maquinalmente hasta la calle. No tenía que pensar, era peor si lo hacía. El aire fresco del invierno le azotó la cara, soplaba un fuerte viento.

 

Ahí fue donde aparecí yo. Ella sintió la presión de una mano en su brazo y se sobresaltó.

-Ana María, debo hablar contigo. -Mi mirada era suplicante.

-Suéltame, nada tenemos que hablar. -Me di cuenta que estaba resentida por sentirse engañada.

-Te amo, Ana María.

-Vete con tu prometida -me apostrofó.

-No es mi prometida, jamás lo fue. Créeme que te amo.

-Y yo te desprecio. Déjame.

-De verdad te amo, no tendría por qué mentir.

-Déjame. -Se soltó y se alejó entre la gente. La miré hasta perderla de vista.

 

Cómo iba a resolver esto, cómo iba a resolver esto.

A quién no le ha pasado que a veces nada te importa, nada te interesa. Y no digo que tengas que ser puro y casto, puedes tener algún amor ocasional pero no estás engañando a nadie, la otra persona sabe que es algo ocasional. Por lo menos yo. No me hago cargo por los demás varones, jamás engañé a nadie, jamás prometí nada a nadie. Si alguna chica salía conmigo y teníamos algo, ella sabía a qué debía atenerse.

Me dolía el corazón porque está vez me sentía estafado moralmente por Paula Irazábal. Pero claro, yo me ponía en el lugar de Ana María y de repente me ve entrando a lo de Paula, que se cuelga del brazo, que me da un beso en la boca. Ella de lejos no escuchó las palabras.

Estuve dos como horas hablando con Betty, estuve hablando con Nándor, estuve hablando con Alberto Tavares, el mismo Pocho...

-Vaya, en qué lío te has metido, esto no lo resuelves.

-Eres reoptimista Pocho -le dije-, eres reoptimista. Lo que pasa es que tú le tienes miedo a Paula y piensas que todos somos iguales. No sabes el desprecio que siento por ella. -Nándor me puso la mano en el hombro.

-Eres una buena persona, pero supón que vaya Betty y hable por ti, va a pensar que está todo preparado, que hay una trampa.

-Lo sé. Tengo que ir yo, pero no sé qué decir.

Pocho me miró y me dijo:

-Te respeto, pero... Te respeto mucho, pero me atrevo a decir en este momento, ¿desde cuándo el duque de Wynot titubea? -Hice una mueca que pareció una sonrisa, pero no lo era.

-De verdad que no sé qué decir, de verdad que no sé cómo actuar, de verdad que no sé cómo... cómo lograr que me crean.

 

Nándor dijo una frase inteligente, una frase que me la había escuchado a mí el primer día que me conoció. No es una frase que haya inventado yo o por lo menos eso creo:

-El no ya lo tienes. Si vas tienes un cincuenta por ciento de no y un cincuenta por ciento de sí. Si no vas hay un ciento por ciento de no.

-¡Je, je, je! -Me reí-. Gracias por recordarme mis propias palabras, siempre digo eso, siempre digo eso.

-¿Tienes temor del rechazo?

-Por supuesto, pero también digo: Valiente no es el que no tiene temor, el que no tiene temor, el que no tiene emociones es un psicópata. Yo tengo emociones y sí, tengo temor al rechazo, pero tengo que confrontarlo. Y es lo que voy a hacer, lo voy a confrontar.

 


Sesión 02/12/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Rol de Jorge Clayton, Duque de Wynot

Estaba en mala posición. Por no aclarar la situación fue presa de engaño. Sólo le quedaba confrontar por una parte y afrontar y clarificar por otra. Pero necesitaba ayudas.

 

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Jorge Olguín: El sistema de Gaela es un sistema gemelo a Sol III, está situado al otro extremo de la Galaxia a aproximadamente cien mil años luz de distancia, pero como los sucesos ocurrieron hace cien mil años, si tuviéramos un telescopio y pudiéramos mediante una curva poder ver ese sistema actualmente, se vería cómo fue hace cien mil años, la historia transcurre en el equivalente a 1970-1972 de Sol III. Hice varias sesiones de Gaela de distintos países, en Plena sucedió algo distinto Plena sería el equivalente de lo que aquí es Argentina, pero en las últimas sesiones tanto de Jorge Clayton, o Alberto Tavares o Nándor Ferenc que coincidieron con el antes mencionado Clayton, sus thetanes de alguna manera intentaron, supuestamente, facilitarme la tarea de canalización, conceptuándome nombres similares o iguales a los que hoy tiene Buenos Aires, que en Plena se llama Ciudad del Plata.

Entiendo que los thetanes me subestimaron, primero porque Johnakan Ur-El mi thetán está en el plano 5 subnivel 9, segundo porque es jerarquía planetaria, tercero porque fue creado directamente por el Padre. Decir las cosas como son no es hablar con orgullo egoico, simplemente no ser hipócrita, no necesito un facilismo de parte de los thetanes porque pueden decirme en su concepto más atravesado que lo voy a traducir igual, obviamente no voy a traducir fórmulas que no conozco porque esto está fuera de mi alcance a nivel conceptual. Por otro lado sabemos que el médium transmite todo concepto en su lengua natal, obviamente tanto las entidades de thetanes normales como de Maestros de Luz pueden tener distinta tonalidad en su forma de hablar, pero siempre en la lengua del médium.

Aclarado el tema porque no estoy explicando trigonometría, así que creo que se entiende. Paso directamente a la sesión de Jorge Clayton en Ciudad del Plata, Gaela.

 

Recordando de que Jorge Clayton era el duque de Wynot, un título que no está reconocido en Plena pero sí oriundo de su familia que sus antecesores vinieron del viejo continente donde en determinado momento sí estaba ese título. Clayton es una persona joven que tiene millones y dona a fundaciones, hospitales, hogares y a su vez trabaja en su empresa. Insatisfecho porque muchas personas lo "querían" y se acercaban a él por su dinero, decidió fingir ser pobre y conoció a una joven de la cual se enamoró y ella le correspondió hasta que mediante una trampa que le hicieron a Jorge Clayton, la joven descubrió que él era una persona de fortuna con el agravante de que la chica tenía un concepto errado de que la gente de fortuna se aprovechaba de las chicas para "utilizarlas" y luego dejarlas de lado, lo cual no era la idea de Jorge.

 

 

Entidad: Llegué a la casa de Ana María y la señora Lamas me hizo pasar al pequeño vestíbulo.

-Y bien -dijo la señora Lamas-, ¿de qué quería hablarme, señor Clayton?

-Señora, ¿por qué esa ceremonia?

-Mi hija me contó que usted es el duque de Wynot y que la engañó a ella con falsas historias.

-Le ruego me crea, señora Lamas, yo estoy enamorado de Ana María y deseo casarme con ella.

-Entonces por qué se hizo pasar por un humilde joven, ¿eso no es engaño?

-Señora Lamas, lo hice porque estaba hastiado de mi vida de sociedad. Quise valerme por mi mismo y luego no se lo conté a su hija porque ella despreciaba a los millonarios, ¿comprende? -De verdad me encontraba desesperado pero la madre de Ana María fue implacable.

-Yo no puedo hacer nada por usted, señor Clayton, si mi hija huyó de su presencia es que tendrás sus razones.

Argumenté:

-Si me quiera me tendrá que perdonar.

-Ella sabrá -dijo la señora Lamas-. Ahora, si me perdona, debo continuar con mis quehaceres. Buenas tardes.

-Buenas tardes -contesté apesadumbrado.

 

Me enteré que llegó Betty a la casa para esperar a Ana María. Cuando ella llegó, su madre le contó la conversación que sostuvo conmigo.

-Creo que te quiere de verdad, Ana.

-Yo le odio, mamá, jamás podré perdonarle.

Betty le dijo:

-Yo creo en él, yo creo.

La mamá de Ana María apoyó a Betty.

-Seguramente tuvo sus razones para hacer lo que hizo.

-¡Oh, mamá! No te pongas de su parte.

-Yo digo lo que pienso, hija. Y lo vi con rostro abatido.

-Fíjate en mi semblante, ¿acaso yo no estoy sufriendo?

Betty se abrazó con ella y le dijo:

-No juzgues todo, no juzgues apresuradamente.

 

En casa, mi madre Raquel y mi papá Enrique me observaban preocupados.

-Debes calmarte -aconsejó mi madre-, no ganas nada con este ir y venir.

-Lo sé, pero me encuentro muy nervioso.

-De modo que Paula se ingenió para que tú te enojes con esa chica -comentó mi padre.

-No le ha servido de nada, papá, lograré convencer a Ana María y la traeré a esta casa, y ustedes la recibirán como una hija. -Me di cuenta que no se atrevieron a contradecirme.

 

De todas maneras salí furioso de la mansión y subí a mi poderoso coche poniéndolo en marcha, arranqué velozmente y me dirigí hacia donde trabajaba Ana María.

 

Estuve una semana tratando de hablarle, una semana, y ella siempre me esquivaba. Hoy iba resuelto a imponerme, no permitiría que ella se fuera.

Llegué en poco más de diez minutos y esperé. Encendí un cigarrillo para calmarme, más no lo conseguí, estaba más impaciente que antes.

Pasaron veinte minutos hasta que Ana María salió. Bajé del coche y fui a su encuentro.

-Ana, por favor, esta vez tendrás que escucharme.

-¿Y tú quién eres para que yo te escuche?

-El hombre con quien te vas a casar. La vida es concertada con la respuesta. -Aproveché y sujetándola por el brazo la conduje hasta el automóvil. Logré que se sentara, di la vuelta y entré y arranqué velozmente.

-¿Sabes? -dijo Ana María-, te odio mucho para casarme contigo, me siento muy herida al saberme engañada.

-Mi amor, tú odiabas a los millonarios. Yo entonces no podía confesarte que tenía dinero.

-Aparte estás comprometido.

-No es cierto, créeme.

-Los vi besarse.

-No, ella me besó porque sabía que tú ibas a mirar. Yo me desprendí de su abrazo. Por favor, mi amor, debes dar crédito a mis palabras, te amo y de verdad quiero casarme contigo.

-Palabras, palabras.

-Son palabras sinceras.

-Bien, si yo aceptara -dijo ella-, creerías que me caso por tu dinero.

-No, mi vida, sé que tú no eres así, sé que me quieres.

-Pero no es cierto, no te quiero. -Habíamos llegado al Rosedal, aparqué el coche a un costado de la calle.

-Tú me quieres. Dímelo: Me quieres -La besé con dulzura suavemente.

-No -dijo ella-, no te lo diré porque te odio.

-Serás la duquesa, mi duquesa.

-¡Oh, Jorge! Sufrí mucho al ver que te perdía.

-Debes perdonarme, mi amor. ¿Me sigues queriendo como antes? -Ella aflojó.

-Con toda mi alma, nunca dejé de amarte, Jorge. Deseo que me quieras mucho, así, así -confesó ella. Yo la besaba sabiamente robándole el alma en cada beso, el amor y la pasión nos unía para siempre.

 

Como corolario la vida siguió su curso. No nos casamos enseguida, estuvimos de novios cerca de un año, se conocieron ambas familias, mis padres vieron que yo era feliz y entendieron, ¡por fin!, entendieron que lo importante no es el dinero, lo importante es la felicidad. ¿Qué el dinero trae felicidad? Seguramente, pero el dinero no compra amor, el dinero compra momentos. Y a mí no me interesaban los momentos a mí me interesaba toda una vida con la persona que amaba, y ella me correspondía.

Seguí viéndome con mis amigos con Alberto, con Nándor, con Hernán, con todos. Hasta con Pocho, que le decía:

-No sean tan lisonjero, hazte valer, si alguien en el club hípico te trata mal confróntalo, ten más carácter.

 

Sentía como que era una persona distinta, ya no necesitaba fingir. Al año nos casamos, una boda sencilla. Obviamente vinieron todos los parientes de ella, los parientes míos. De todas maneras no hubo lujos, se alquiló un salón en un barrio modesto, nada de club hípico, nada de cosas delicadas.

Dejé el trabajo ese, pero ayudé mucho a hacerlo crecer, ayude mucho. Y hasta el día de hoy sigo ayudando porque al fin y al cabo de esta vida si eres bueno te llevas el buen recuerdo de los demás, aparte de eso ni un céntimo.

 

Gracias por escucharme.