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Psicoauditación - José Miguel

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 17/08/2015
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de José Miguel

Relata una vida donde huyó continuamente por ser acusado de una muerte que nada tenía que ver con él. Sus seres más queridos tampoco le creyeron y le recomendaron huir. Encontró descanso en un pueblo lejano pero, ¿hasta cuándo? Esta encarnación le proporcionó diversos engramas.

Sesión en MP3 (2.241 KB)

 

Entidad: Hay una vida anterior que me marcó mucho por la injusticia, por no tener un lugar de pertenencia.

 

Padre tenía un campo fértil, estábamos cerca de un río en un pueblito casi desconocido muy al norte de Méjico, Tajito. No era la primera vez que a padre le robaban herramientas de labranza o le desaparecían cabras. Una noche vi a Gonzalo, el de la familia Heredia, con unos amigos arreando unas vacas de otra familia vecina. A la tarde siguiente lo encaré en la calle central de Tajito y discutimos, dijo que las había comprado y que era la mejor hora de llevarlas. Le grité delante de todos que seguro las cabras de mi padre y los utensilios también se los había llevado. Me golpeó en el rostro y caí en el barro, mi pantalón lleno de fango y mi pudor a flor de piel. No quise pelear o no me atreví pero al día siguiente Gonzalo apareció muerto degollado y todo el poblado sospechó de mí.

Hasta mis amistades, hasta mi propio padre me preguntó:

-José, -Mi nombre era José Céspedes Carrillo-: ¿No habrás tenido nada que ver?

 

Lo miré a padre, con mis diecisiete años, casi dieciocho por cumplir, con una lágrima en los ojos.

-Hasta tú desconfías de mí, padre.

-Te aconsejo que tomes un buen caballo y te vayas para el sur.

-Pero no he hecho nada.

 

Madre miraba para abajo llorando. Me sentí dolorido, molesto, impotente. Esperaba una palabra de consuelo de madre, tampoco.

-Vete hijo, antes de que las autoridades vengan.

 

Me dio algo de dinero y elegí un potro, zaino, de lo más común para pasar inadvertido y marché para el sur. Llegué por la noche a Caborca, otro pueblito. Me quedé a la noche en una posada, comí un guisado y en el primer piso había habitaciones. Pagué y a la mañana siguiente marché más al sur. Anduve tres días a paso no muy rápido para no llamar la atención hasta que llegué a un poblado bastante más grande, se llamaba Hermosillo. Nunca había visto tantas casas juntas.

 

Trabajé en una herrería varios meses hasta que un oficial de justicia pegó carteles buscando a un hombre entre dieciocho y veinte años que había matado a otro joven en Tajito. Yo hacía tiempo que estaba en Hermosillo pero no me trataba con nadie, algunos me miraban y bajaban la vista, empecé a pensar, a pensar. A la mañana siguiente renuncié al trabajo diciendo que tenía a un familiar enfermo en el norte y marché para el norte, un par de kilómetros más adelante tomé un recodo del camino y fui para el sur, al suroeste y luego rumbo sur hasta llegar a otro pequeño pueblito llamado Empalme pero tampoco me quedé ahí, no quise quedarme ahí. Pasé por otro pueblito llamado Huatabampo, un pueblo tranquilo. Justo faltaba en la taberna un lavacopas, me quedé un tiempo ahí, le dije que era huérfano, que habían asaltado a mis padres. Me preguntaron de dónde venía, le dije:

-De Cuauhtémoc en Chihuahua.

 

Me quedé bastante bastante tiempo, bastante bastante tiempo. Me sentía impotente, cogí muchos engramas de desamparo, de desánimo, de no entender la injusticia de la gente pero como dice un gran Maestro de Luz, "No te lastiman quienes no conoces, tienen más poder para lastimarte tus seres queridos". Y padre y madre dudaron, por no decir directamente que no me creyeron. ¿Por qué tenía que huir de algo que no había hecho? ¿Por qué tenía que escapar?

 

Con el tiempo llegué, yendo hacia el sur. Me sentía herido en mi alma, muy herido en mi alma andando por los pueblitos a la orilla del golfo de California pero era algo que mi espíritu no lo podía entender. Aparte me sentía como perseguido en otro aspecto, en el aspecto moral. Cada mirada extraña, cada mirada sospechosa yo me imaginaba como que era alguien que me había reconocido. Un señor mayor sí, seguro que lo vi en Tajito. Una señora con su hijo, tal vez pasó por Tajito y me reconoció.

 

Dejé Huatabampo. Pasé por tantos lugares: el Salado, el Espinal, los Altares y pensé "Me voy un poco para el este". Semanas después me encontraba en la ciudad de Durango. Me sorprendió lo grande que era para la época, más grande que Hermosillo todavía, y me quedé trabajando ahí en una casa de ramos generales. El señor se llamaba igual que yo, la gente lo apreciaba mucho. Don José. Gordo, barrigón pero muy generoso con el sueldo. Viudo, un sobrino que se había ido al norte, a lo que se conoce hoy como Ciudad Juárez. Y me quedé ahí, en Durango trabajando en el almacén de ramos generales con don José. Tenía una habitación arriba, me dejaba dormir ahí.

-Gracias -le decía yo-, porque me ahorro de alquilar un lugar.

-No te estoy haciendo un favor, soy egoísta, de alguna manera es como que me haces compañía.

 

A la luz de tres velas por la noche cenábamos unos tacos y conversábamos de mil cosas, yo sosteniendo la historia que venía del norte, que era huérfano. Me molestaba mentir, me molestaba inventar una personalidad que no tenía. Me dijo una cosa que era cierta pero pensando en la historia que yo le había contado.

-Eres una víctima de la circunstancias, tus padres murieron, tú estás solo.

 

Era una víctima de las circunstancias. Me imagino que Durango no sería la última parada, espero no me buscasen ahí, estaba bastante lejos de Tajito, bastante, bastante lejos. Si pudiera armar una vida ahí sería maravilloso pero yo no podía saber mi destino, qué me esperaba. Sí, había cogido un engrama de no encontrar un lugar de pertenencia y tal vez vivir ahí a lo de don José es como que hubiera encontrado un lugar pero esa punzada, ese dolor en el pecho de haber perdido a mis padres en vida... A veces es como que les tenía odio, rencor por haberme prejuzgado. Me hubiera gustado que me preguntasen: -¿Lo has hecho? -No. -Toma el potro y vete, que vienen las autoridades.

 

Si lo veo de una forma imparcial, mi padre me dijo que huyera para que las autoridades no me atrapasen porque si nadie me creía, las autoridades menos. Y me hubiera esperado la pena de muerte por algo que no hice.

¿Curiosidad de saber quién había sido? No, no tiene sentido. Los enemigos se ganan fácilmente, los amigos se pierden fácilmente. Todavía no había cumplido diecinueve años y ya había tenido una atroz experiencia.

 

Hasta la próxima. Y gracias por escucharme.