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Psicoauditación - Liliana

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 11/05/2019 Ran II, Oriana

Sesión del 18/09/2022 Aldebarán IV, Domitila

Sesión del 19/09/2022 Aldebarán IV, Domitila

 


Sesión 11/05/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Liliana

La entidad relata una vida en Ran II. Por alguna fuerza desconocida pasó a otro mundo que también era Ran II, pero era distinto. Encontró dobles de familiares, dobles de conocidos que tampoco la reconocían. No sabía dónde estaba ni de dónde era.

Sesión en MP3 (3.287 KB)

 

 

Entidad: Años y años que dura la batalla. Siempre se suma gente a la resistencia, pero son más los que mueren.

 

Teníamos un mundo próspero, avanzado, con una medicina tan espectacular, una informática tan avanzada, con una comunicación inimaginable. Pero el mismo ser humano, ese ser humano con apetitos de poder creyendo que va a vivir miles de años... ¡Poder! ¡Poder! ¡Poder! ¿Para qué?

Me duelen permanentemente las esquirlas, tengo tres esquirlas de tres explosiones distintas en las piernas, en el cuerpo y me molestan, me molestan para vivir. ¡Je, je, je! Los dolores más grandes son las pérdidas; perdí mi esposo, perdí mi hijo.

Me escapé y me sentí culpable, cobarde, pero después razoné: ya estaban muertos. ¿Qué ganaba con enfrentarme a los soldados, a sus tanques?, ¿morir yo también? Entonces ¿para qué vivir, para vengarme? Tonterías.

Cada vez somos menos. Es la verdad. Hay que reconocerlo. Ya prácticamente no hay resistencia que se oponga a esta tiranía tan grande.

 

Recuerdo cuando empezó la batalla. Había países que se oponían, por momentos estuvieron a punto de vencer.

Yo era una niña en aquel entonces, prácticamente me crié en un mundo en guerra. Nos habíamos trasladado al campo para estar tranquilos, conocí a mi esposo, al poco tiempo tuve al niño.

Pero la guerra se extendió más allá de las ciudades, decomisaban todo. Dijimos que éramos leales, pero a mi esposo lo vieron con gente ya reconocida de la resistencia: quemaron nuestra propiedad, nuestras fotos, nuestros recuerdos. Me fui con lo justo.

Andando de aquí para allá y en los viejos subterráneos, que ya no funcionan, nos escondemos unos cuantos, allí no bajan los soldados opresores, está lleno de ratas, de inmundicia, para qué van a bajar.

¿Si tuve temor de que me mataran? No, no tengo apego, no. No tengo apego, no, no, no. Siento ira porque es injusto. Supongamos que acaban con toda la resistencia, ¿qué queda?, un mundo destruido, las ciudades bombardeadas, un régimen totalitario... ¿pero para mandar a quién?, ¿a quién? si ya no hay pueblo.

 

He visto conocidos pisar minas y explotar en el aire. ¿Si lloraba? No, no me quedan lágrimas. Mi cabello parece paja, mi ropa sucia, pero está bien, así no llamo la atención. Mi cara tiznada toda de hollín, parezco mucho más grande de lo que soy. Todas las noches me acuerdo de mi esposo y de mi hijo.

Pero de lo que más tengo miedo es de esas luces en el cielo, que es como si fuera una aurora boreal, hay como una especie de magnetismo raro.

La vez pasada, una de las cuevas del subte, abandonada por supuesto, se escuchaba como un chirrido, como si fuera una interferencia de una radio, pero era electroestática, y a lo lejos había una luz; todos corrieron para el otro lado, mujeres y niños, aquellos que comían las sobras de la comida porque no teníamos ni para comer, competíamos con las ratas por la comida. Y cuando fui para el lado de la luz se desvaneció, pero siempre por ese lado del túnel hay como electroestática y no se puede pasar porque hubo como un derrumbe.

 

Recuerdo que esa noche me estaba por ir ya para el otro lado porque esa electroestática me erizaba los cabellos del brazo, y apareció la luz, se veía como... no era como un círculo, como un portal. Había algunos conmigo que se fueron corriendo de pánico.

¿Qué tengo que perder, la vida? Yo creo que tenemos un alma que nos guía y que tuvimos varias vidas.

Entonces fui para esa luz. Me gritaba "Oriana, Oriana, no vayas". ¿Por qué no voy a ir?, ¿por qué? Y fui. Y fui.

Sentía como una electricidad en mis manos, pero avancé. Sentí como un tremendo vértigo, todo me daba vueltas, caí como desvanecida. Después abrí los ojos. ¿Qué es esto? Parece un parque. ¿Dónde están los tanques?

Estaba nublado. ¿Cómo el cielo estrellado? Olor a perfume, a plantas. No hay ruido de aviones. ¿Qué pasó?

Me desmayé y me llevaron. Pero esto no es un campo de concentración.

 

Ya estaba casi amaneciendo y venía un señor muy bien vestido. Tenía un aparato en la mano.

-¡Señor! -Me mira.

-¿Qué te ha pasado?

-¡La guerra, me ha pasado!

-¿Qué guerra? ¿De dónde vienes?

-¿Cómo de dónde vengo?, no hay un lugar que no se conozca la guerra.

-Insisto, ¿qué guerra? -El hombre me miró y yo me acerqué a él.

-¡Elmo! -El hombre se asombró:

-¿Cómo sabe mi nombre?

-¡Cómo te escapaste!

-¿Escaparme de dónde? -dijo el hombre.

-Pensé que estabas muerto, te habían atrapado en un campo de concentración. Eres mi vecino. Soy Oriana. -El hombre retrocedió.

-No, no, no, tú estás muerta.

-No, no, me dieron por muerta, no estoy muerta. Mi esposo mi hijo están muertos.

-Tu esposo y tu hijo están bien. Tú te enfermaste, tenías una enfermedad terminal, no hubo nada que hacer. Acércate a la luz. -Ya estaba amaneciendo, pero todavía estaban los faroles encendidos-. ¿Qué te pasó?, estás toda tiznada de oscuro. -Había una pequeña fuente que salía agua, me enjuagué la cara.

-Soy yo.

-No, estás muerta.

-No estoy muerta. ¡Pero cómo dices...! ¡Estás bien vestido! ¡Te has pasado con los traidores, te has pasado a ellos! ¡Eres un soplón, nos has vendido a todos! ¡No tengo ningún arma conmigo si no acababa contigo!

-¿Qué arma?, ¿de qué hablas? No hay guerra.

-¿Dónde estamos?

-Dónde vamos a estar, en Ciudad Central.

-Pero fuera del parque está lleno de edificios, Ciudad Central fue bombardeada. Me estoy volviendo loca. Me dieron una droga, me hacen ver cosas, ¿no?

-No, Oriana. Algo está pasando contigo, de verdad que creía que estabas muerta.

-Nunca estuve enferma, lo que tengo son esquirlas en las piernas.

-¿Te llevo al sanatorio central?

-Fue bombardeado.

-Tienes un problema, mujer, queda a pocas calles de aquí.

 

Qué tenía que perder. Lo acompañé. Apenas los médicos me vieron me acostaron en una camilla, me pusieron unos cinturones de seguridad -"Esto es una trampa, me atan"-, y me durmieron. Me durmieron, me dieron una inyección y me durmieron. Cuando abrí los ojos estaba en una habitación inmaculada, pintada de un color verde claro, el techo blanco. Un holovisor.

En ese momento entró Elmo.

-¿Qué me han hecho?

-Te han operado.

-¿Operado?

-Te han sacado las esquirlas, te han cerrado las heridas con el microláser.

-No siento ningún dolor.

-Te han reparado tejidos, parte del hueso de la rodilla izquierda. Te han puesto algo sintético. Mañana ya vas a poder estar de pie.

-Tengo puesto un suero, este suero me hace imaginar cosas.

-No mujer. Han investigado tus huellas dactilares, eres Oriana. Pero no puede ser, Oriana está muerta. Ya avisaron a tu esposo y a tu hijo.

-¡No juegues conmigo!, ¡no juegues conmigo! Los mataron los soldados... ¡No juegues conmigo!

-No sé, mujer, de qué soldados hablas.

-¿Esto es Cuidad Central? ¿Estamos en Ran II?

-Sí, dónde vamos a estar. Pero ¿cómo apareciste en ese parque?

-Estábamos escondidos en un viejo túnel que antes había sido un subterráneo y de repente había una electroestática, que ya hace mucho tiempo que en el cielo se veía como auroras boreales, y atravesé como una especie de luz. ¿Estoy en otro mundo? ¿No hay guerra?

-No, mujer, no hay guerra, no hay nada. Hace muchos muchos años atrás hubo una amenaza, pero no, no hay guerra. -Se abrió la puerta de la habitación.

-¡Mamá! -Mi esposo y mi hijo. Mi hijo se acercó a abrazarme, mi esposo no. Me miraba de lejos, me miraba con una cara de sorpresa o miedo o rechazo.

-¿Quién eres?

-Oriana.

-Mi mujer murió. -Elmo habló con él, le dijo:

-Las huellas dicen que es ella. Pero contó una cosa extraña, que atravesó una luz, que estaba en un mundo en guerra. -Mi hijo me miró, secándose las lágrimas.

-Entonces tú eres mi mamá, pero no eres mi mamá. -Me encogí de hombros.

-Mi mundo estaba en guerra, aparentemente ahora estoy en otro mundo. No entiendo, no me cabe en la cabeza, no entiendo. O sea, que aquí en este mundo yo estoy muerta y vosotros en mi mundo estáis muertos. -El que supuestamente era el doble de mi esposo estaba muy reacio.

-Esto lo tengo que asimilar. -Mi hijo se acercó a él y le dijo:

-Que venga a casa con nosotros.

-No, no la conocemos.

-¡Pero es igual a mamá, es mamá!

-No, tiene otra vivencia, otras cosas. Viene de algún lado que ya nos van a explicar, las autoridades nos lo van a explicar. -Me sentía dolida, me sentía como molesta por el rechazo del que era el doble de mi esposo. Al fin y al cabo yo era una víctima.

 

Me trajeron un espejo y me miré: Impecable. Me habían higienizado, me habían bañado. Me olía las manos, tenía las manos con un olor a jabón perfumado. Ya no me dolían las piernas, ya no me dolía el cuerpo. Pero tenía mucho para asimilar. ¿Si sentía alegría? No era mi hijo, no era mi esposo, pero eran ellos. El que supuestamente era el doble de mi hijo me aceptaba, mi esposo es como que... En el fondo tenía razón, yo no conocía la vida de ellos, no se habían criado en ninguna guerra, no sabían lo que era. Y en realidad no me conocían a mí, su Oriana estaba muerta por una enfermedad terminal.

 

Este Elmo era un hombre de bien, el otro quizá murió en un campo de concentración.

Se me había ido el dolor de las piernas y del costado, pero tenía otro dolor más intenso, el dolor de no tener un lugar de pertenencia, el dolor de no saber... el dolor de no saber qué hacer.

 

Gracias por ahora por escucharme.

 

 


Sesión 18/09/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Liliana

La entidad relata una vida en Umbro. Estaba preocupada por la salud de su hijo, que veía y había tomado un miedo a los dracons que lo afectaba seriamente a todas horas. Estaba en peligro porque su hijo no razonaba y podía ser atacada.

Sesión en MP3 (2.954 KB)

 

Entidad: No tienen idea, no tienen idea lo que es mi vida, de verdad que no tienen idea.

 

-¡Mamá, mamá! -Me di vuelta. Lo miré a Ezequiel. Ya tenía dieciocho años.

-Fíjate mamá, fíjate en los rincones, seguro que está escondido ahí.

-No hay nadie, Ezequiel, no hay nadie.

 

Le di unas hierbas que me había dado ese generoso, pero tan, tan hermoso hombre, este enano que tenía mil cosas sanadoras, y Ezequiel se durmió.

Luego vi a este joven tan agradable, Bastián.

-¿Qué pasó ahora, Domitila? -Lo miré.

-Tú eres nuevo aquí, tú no has pasado por la guerra esa.

-¿Cuál?, sé que mi padre ha hecho muchas guerras.

-No, no, la que pasó hace tres años, la batalla con Andahazi.

-Pero, pero Domi, tu hijo tenía quince años.

-¿Te puedo contar?

-Por supuesto que sí.

-¿No te hago perder tiempo?

-No, nunca me haces perder tiempo, Domitila.

-¿Te cuento entonces?

-Claro.

-Yo estaba casada con el jefe de tropa, con Lubero, fue uno de los más entusiastas en la batalla contra Andahazi, que había arrasado tantos reinos. Y se llevó a mi hijo. Recuerdo la discusión que tuve en ese momento:

            -Lubero, no puedes hacer eso.

            -Cállate, mujer. Ezequiel ya tiene quince años, es momento que se haga hombre. Ya que practica tanto con sus compañeros con espada, que venga. Al fin y al cabo es el hijo del jefe de tropa.

            -Pero Lubero es un niño.

            -¡Qué niño! Niño es a los cinco años, no a los quince.

 

Hablé con Mario, jefe de tropa, y se encogían de hombros. Quise pedir audiencia con el rey, pero ¿cómo llegar al que ahora es tu padre? Y no, se lo llevó.

-¿Y qué pasó? -Lo miré a Bastián.

-La guerra fue muy cruenta, hubo muertos por todos lados. Pero eso no es lo que lo asusta, trajeron para vencer a las tropas de ese tal Andahazi unas bestias llamadas dracons, que echan vapor ardiente.

-Pero querida Domitila, no atacaban a vuestras filas, combatían al enemigo.

-Díselo a Ezequiel, cuando los vio por primera vez se encogió como en posición fetal: "Son feroces, me van a quemar, lanzan fuego".

-Domitila, es como una respiración que tienen adentro y es una manera de expulsar el aire ardiente, pero no echan fuego, eso es un mito.

-Pero Ezequiel se lo cree. Y es como que en su mente cuando terminó la batalla, es como que algo se quebró dentro de su mente.

-Pero vosotros tenéis mentos. O sea, Émeris, Ezeven, la madre Ervina y el maestro Fondalar, ¿no han tratado de sacar esos recuerdos?

-Sí, principalmente el maestro Fondalar. Pero es como que a veces hay una tormenta muy fuerte y hay truenos y relámpagos, y se esconde debajo de la cama:

            -Pero Ezequiel, son truenos.

            -No, madre, son los dracons, tienen hambre, me quieren quemar. Mira esos brillos...

            -Eso son relámpagos.

-¿Y eso?

-Son rayos.

            -No, son los dracons.

-¿Y siempre así durante todo este tiempo?

-Siempre así, querido Bastián, siempre así.

-¿Y qué pasó con tu esposo, el jefe de tropa, Lubero?

-Murió en batalla.

-¿Lo extrañas?

-No, no, no, para nada. ¿Te piensas, Bastián, que si él hubiera vivido se hubiera ocupado de Ezequiel? Hubiera dicho que era un cobarde, que huyó de la batalla. Y honestamente no huyó, intentó pelear con su cuerpecito de quince años. Tuvo dos heridas de espada y una de flecha. Por supuesto lo curaron, le salvaron la vida, pero la visión de los dracons es lo que más le partió la mente en dos. Te digo que no puedo más. Yo estoy en la feria feudal, él se queda en la casa y a veces hace un día de sol espléndido y escucho los gritos. Tengo que dejar el puesto, voy hasta casa corriendo, y no hay manera.

-Mira, Domitila, yo sé que eres una buena madre, ¿pero en aquella época, cuando fue lo de la batalla y tu hijo aún era chico, no hubo manera de que el rey te concediera audiencia? ¿Tú ya trabajabas en la feria feudal?

-No, me ocupaba de la casa. Lubero ganaba bien, bastantes metales.

-Pero como, ¿al quedar viuda el rey no te consiguió una pensión?

-Sí, sí, por supuesto. Pero el día de mañana, cuando yo no esté, todos esos metales los estoy juntando para él.

-Mi querida Domitila, por lo que me cuentas, Ezequiel no los va a saber usar. ¿Aprendió a leer y a escribir?

-No, tampoco sabe hacer cuentas. Padre estaba orgulloso de que él de chico practicara con espada, por eso lo llevó a la batalla, decía que se iba a hacer hombre y que las cuentas no servían para nada. Y no se conquistaban ciudades ni aldeas aprendiendo a leer.

-Qué mal. Lo lamento Domitila. Mira, aquí tenemos dos posibilidades.

-Dime, Bastián -Le imploré.

-Yo tengo un don, pequeño comparado con los de los mentos, pero armonizo a las personas. ¿Me permites, voy contigo, vamos a la casa y lo vemos a Ezequiel?

-No quiero incomodarte, eres el príncipe.

-Domitila, no soy nada, soy un simple ser humano. Los títulos no es nada, son títulos nada más, no te alargan la vida ni te protegen de enfermedades. Vamos.

 

Entramos a la habitación y estaba toda a oscuras. Abrí las persianas y se asomó de debajo de la cama Ezequiel.

-¿Quién es el señor?

-Soy yo, Ezequiel -dijo Bastián-, el príncipe.

-No, tú no eres el príncipe, eres un impostor. El príncipe se llama Gualterio.

-Sí, Ezequiel, yo soy el hermano mayor de Gualterio. Lo que pasa que no estaba aquí, vine hace poco. ¿Quieres conversar?

-¿Sobre qué?

-Sobre eso que te asusta.

-¿No los habrás traído contigo, no?

-No, el único animal que tengo es un hoyuman y es manso. Ven, siéntate aquí, frente a mí. -Yo los miraba a los dos. Ezequiel temeroso se sentó en un banco frente a Bastián. El príncipe dijo-: Tómame las manos.

-¿Para qué?

-Te voy a transmitir tranquilidad.

-Estoy tranquilo.

-Tu madre, Domitila, dice que tienes miedo.

-¿Y tú no?

-No. No hay que tener miedo, estamos en un castillo fortaleza, no viene nadie.

-Tú estarás en la fortaleza, yo habito en una casa simple, en la feria feudal.

-Es una casa de piedra, no es de madera, es una casa fuerte. Tómame las manos. -Mi hijo lo tomó y le apretó las manos.

Bastián habló:

-Cálmate. ¿Ahora te sientes mejor?  Dime cómo te sientes, Ezequiel.

-Me siento mejor, pero tengo miedo. Yo sé que los dracons me odian.

-No, no, Ezequiel. Son animales, como un hoyuman, como un puersario, como un coreón.

-No, no...

-Se dejan montar incluso.

-Sí, pero al que le cogen odio lo queman.

-¿Y a ti por qué te odiarían?, eres un buen joven y estás bien, con armonía.

-Sí, estoy con armonía, me siento mejor.

-Recuéstate. -Bastián lo ayudó y mi hijo se recostó en el camastro y se durmió.

 

Salimos de la habitación, fuimos a la feria feudal.

Y Bastián me dijo:

-Yo entiendo que con la pensión que te ha dado el rey te alcanza y sobra para vivir. Yo creo que trabajas para distraerte.

-¿Y está mal? -le pregunté.

-No, no Domitila, ¿cómo va a estar mal?

 

Y en este momento escuchamos de vuelta un grito, Bastián y yo subimos corriendo hacia la casa. Otra vez Ezequiel debajo la cama.

Bastián me tomó del brazo y salimos de la casa:

-No puedo hacer nada. Mira que a muchísima gente le he transmitido armonía, pero es como tú dices, su mente está rota. Si me comentas que ni siquiera pudo el maestro Fondalar, yo creo que...

-Dime -pedí.

-Creo que hablaré con mi padre, habría que tenerlo en una torre.

Me enojé:

-¿Y tú eres bueno?

-No entiendo, Domitila.

-¿Tú eres el príncipe bueno del que tanto hablan? Lo quieres encerrar en una torre.

-No, Domitila, no se trata de encerrarlo, se trata de resguardarte. ¿Qué es esa marca en la cara?, ¿qué esa marca en el brazo? -Me puse a llorar.

-La vez pasada le agarró un ataque, un brote de nervios y me rasguñó la cara y me apretó el brazo y me empujó contra el piso, y me salió sangre de la cabeza. Tuvieron que atenderme en la enfermería del patio de armas.

-¿Entiendes ahora, Domitila? -dijo Bastián-. Es por tu seguridad, un día estás durmiendo y piensa que eres un dracon y te clava un cuchillo o un puñal. ¿Tienes espadas?

-Sí, por supuesto.

-Peor todavía. Y aunque no tuvieras armas ya es fuerte, te puede ahorcar con sus manos porque imagina que eres un dracon. En la torre tendrá su dormitorio, tendrá su tina de agua tibia, se dispondrá de un soldado que vaya cambiando cada tanto tiempo para que lo cuide y que incluso lo acompañe mientras come.

-¿Y no me extrañará?

-Yo creo que con el problema que tiene, lo que menos, y disculpa que te lo diga, lo que menos le interesa es lo que te pasa a ti. Su mente está perdida.

-Yo sí lo extrañaré.

-Pero Domi, me hablas y lo puedes visitar todos los días.

-¿Y no será peor? ¿Y si me ve no querrá venir conmigo?

-Domitila, si quiere venir contigo le dirás una mentira piadosa, que ahora es un soldado y que allí lo protegen de los dracons. -Agaché la cabeza sollozando, me sentía una basura, estaba abandonando a mi hijo.

-Bastián, estoy abandonando a mi hijo.

-No, no estás abandonando a nadie, te digo que lo puedes ver a diario. Va a estar cuidado y vas a estar cuidada tú. Y si el día de mañana tú no estás, el rey, o yo si soy su sucesor, nos ocuparemos de Ezequiel. Pero quizá el día de mañana vuelva Ligor y pueda traer un pequeño dracon para que Ezequiel lo vea y se dé cuenta de que no son un peligro estos animales.

-No sé, hoy estoy perdida. ¿Pero cuándo podemos hacer eso, lo de la torre?

-Hoy mismo. Hablaré con mi padre y...

-¿Habrá que llevarlo por la fuerza?

-No, le diremos que estará con sus compañeros, los otros soldados. E irá tranquilo a la torre.

 

Agaché la cabeza sollozando, porque lo que me estaba proponiendo Bastián era un paliativo, no una cura.

 

 


Sesión 19/09/2022
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Liliana

No podía olvidar que su hijo tenía problemas y por esta causa se estaba descuidando de sí misma. Su amigo, el príncipe, le recomendaba dejar de evadirse, salir de la rutina. Vivir.

Sesión en MP3 (2.250 KB)

 

Entidad: Me preguntaba a mí misma si me sentía satisfecha. No sé qué responder.

A ver. Me preguntaba a mi misma si me encontraba bien. No, no.

¿Satisfecha? No sabía. ¿Y bien? Estaba convencida de que no. ¡Cómo!

 

-Bastián... Estoy acostumbrada a decirte Bastián...

-Domitilia, ¿y cómo me vas a decir?

-Pero aquí en la feria todo el mundo te dice príncipe.

-Tenemos otro trato.

-¿Puedo preguntar?

-Puedes preguntar.

-Recién estaba pensando si me sentía satisfecha y no sabía qué responder. Y después me preguntaba si me sentía bien, y sabía que no. ¿Por qué satisfecha puede ser sí, puede ser no, y por qué bien directamente no?

-Apreciada, Domitila, porque tu mente está puesta en tu hijo.

-Pero no es para menos, no es para menos. Ponte en mi lugar.

-No, Domitila.

-¿No? ¿No te puedes poner en mi lugar?

-No, Domitila, no puedo ponerme en tu lugar. Porque conozco muchísima gente que dice: "Entiendo tu dolor, entiendo tu pesar". Esa gente busca quedar bien.

-O sea que... ¿O sea, que esa gente es hipócrita?

-No. Es gente buena, no es hipócrita, pero no entienden, no saben que nadie se puede poner en lugar del otro. Domitila, puedo entenderte, sé que soy un ser empático y sé que con mis manos transmito energía, pero no existe el don de ponerse en lugar del otro. Ni siquiera el maestro Fondalar. Puedo entenderte, puedo palpar, olfatear, sentir tu sufrimiento por fuera, pero de verdad no lo siento. ¿Qué me angustio por verte así? Quizá. ¡Ay, vida! Quizá sea tan empático, Domitila, que tengo tanto dolor como el que tienes tú, pero yo no soy hipócrita, mi dolor no es por tu hijo, mi dolor es por lo que te pasa a ti.

-O sea, ¿que mi hijo no te interesa?

-No no no no. Domitila, hemos hablado varias veces, sabes que yo me hago cargo de las cosas, sabes las cosas que yo consigo, sabes que puedes hablar con el rey sin audiencia... ¿Pero con quién estoy hablando?, contigo. Entonces mi dolor es por ti, lo cual no significa que no sienta pesar por tu hijo. Pero yo estoy tratando contigo y me preocupo por ti. Y sé lo qué haces, sé que estás todo el tiempo trabajando, haciendo cosas en la feria feudal. Es más, otros ganan muchos metales vendiendo frutos, vendiendo canastos. Tú vendías frutos y de un día para el otro dijiste: "No no no no, me voy a dedicar a hacer collarcitos, adornos". Y vendes. Pero Domitila, no ganas ni la décima parte de lo que gana la señora que está al lado tuyo que vende frutos y trabajas el doble, porque coges hilo de plantas, armas los collarcitos, tienes un pequeñito cincel, un pequeñito martillo y con pedazos de cascos armas hasta rostros pequeñísimos como amuletos. Aunque tú sabes que los amuletos no protegen pero la gente los usa como... como si creyera o quizá crea. Pero volvamos a ti.

-Bastián, ¿por qué dices que lo hago, entonces?

-Porque con el trabajo no piensas, con el trabajo es como que buscas evadirte. Y no lo precisas ese trabajo. Sin embargo a la mañana miro por el ventanal del primer piso, y tengo un catalejo...

-¿Un qué?

-Es una especie de tubo que tiene un vidrio que aumentan, y yo de cien líneas puedo verte como si estuviera, ahora aquí, al lado tuyo.

-¿Me espías?

-¡No, je, je! No, no preciso espiarte, quiero hablar contigo y vengo.

-Muy pocas veces he ido al castillo.

-¿Quieres venir a tomar el té?, eres bienvenida. Salvo que yo en ese momento esté ocupado. Pero aparte, vienes, vienes a diario.

-No, no es que sea tímida, es que tengo respeto por la vestidura. A ti, Bastián, te conozco, pero yo lo veo al rey y es como que, ¡es el rey!, está como distante.

-Domitila, es tu impresión. El rey es afable, el rey es una persona que perdió un hijo.

-¡Bastián, te ha ganado a ti!

-Domitila, ponte en lugar del rey. ¿Cuánto hace que me conoce, cuánto hace que sabe que soy su hijo? Con mi hermano, mi hermano de padre, ha estado toda su vida, toda la vida de Gualterio, y si bien a todos los hijos se los quiere por igual, una temporada atrás ni sabía de mi existencia. Entonces, el conocerme, el saber qué clase de persona soy, quién fue mi madre, su gran amor... Aunque ahora tiene un amor maravilloso, la reina Marya. Pero no compensa esa pérdida. Entonces a veces yo mismo lo veo cabizbajo mirando al horizonte, distante. A veces vengo le hablo durante un tiempo, y se da vuelta y me dice, "Bastián, ¿me estabas hablando?". O sea, me oía pero no me escuchaba.

-Pero tú tienes ese don de la armonía.

-No, no es tan así. Nadie puede revertir todo definitivamente. Las cosas, las emociones, las pérdidas son como un río, les pones un dique, los desvías. Quizá pase un invierno, dos, pero el río vuelve a su cauce madre. Yo sería el dique de contención de la tristeza, pero... y no siempre el tiempo sana, no siempre.

-Me pongo mal, Bastián, me pongo muy mal. Ezequiel, Ezequiel es como si fuera mi vida.

-Es tu vida, pero cometes un gran error si no te ocupas de ti.

-¿Y qué piensas que hago, qué piensas que hago, Bastián? Tú me ves con ese aparato, eso que llamas catalejo desde la ventana y ves que está amaneciendo y ves que ya estoy con la artesanía trabajando.

-Eso es un escape, eso no es ocuparse de ti.

-¿Tienes una fórmula?

-No, no la tengo.

-¡Ah! Entonces, ¿a qué le llamas ocuparse de una, a que no demos importancia a más nada?

-No, no. Hay mucha gente así, y no me gusta la gente así.

-Entonces explícamelo, porque no entiendo.

-Tu presencia. Arréglate. Cámbiate tu peinado, vive. Puedes ir al palacio fortaleza, conversa con Ervina, con Émeris.

-¡Pero no, no!

-¿Por qué no, por los títulos?, ¿porque son parte mentas? Si las has visto, son amorosas. Ocúpate de ti, disfruta. Coge un hoyuman, sal a trotar.

-¿Te parece que tengo ganas de ir a trotar?

-¡Ah, Domi! Te acompaño yo, te acompaña Ervina, te acompaña Émeris. Estás con el martillito, con el cincel haciendo eso, te dan una moneda de cobre. Yo no digo que pierdas el tiempo, pero no te estás ocupando de ti, lo más grave que te estás olvidando de tu persona. No digo que te dejes estar, el hecho de vayas a la feria y hagas una artesanía aunque no te deje metales..., pero no es ocuparse de ti eso. Piénsalo. No va a ser de un día para el otro, pero piénsalo.