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Psicoauditación - María G.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 04/08/2016 Ámbar, Ariana

Sesión del 13/10/2016 Términus, Sotela

Sesión del 12/06/2018 Aldebaran iV, Melisa

Sesión del 30/08/2018 Aldebaran iV, Melisa

Sesión del 10/09/2020 Aldebaran iV, Melisa

Sesión del 23/09/2020 Aldebaran iV, Melisa

Sesión del 02/11/2020 Aldebaran iV, Melisa

Sesión del 03/11/2020 Aldebaran iV, Melisa

 


Sesión 04/08/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

La entidad recuerda una vida en Ámbar en un tiempo en el que las libertades de su país, democrático, fueron suprimidas por los gobernantes. Se sentía observada y perseguida por el entorno y su gente cercana. Estaba perdiendo su familia.

Sesión en MP3 (3.309 KB)

 

Entidad: Como thetán me siento oprimido por distintas situaciones que he pasado en vidas repetitivas, una y otra vez.

 

Obviamente que cada vida es distinta porque cada región en la que encarno es distinta, cada mundo es distinto, cada época es distinta, cada costumbre es distinta. Pero de la misma manera que en una vida el sistema te oprime, te oprime en el sentido de que quieres realizarte y el sistema no te lo permite.

Por otro lado los engramas implantados más los roles del ego hacen que te cierres en ti misma, como que busques excusas, como que tu atención la pongas en otras cosas, pero por dentro esa angustia, una vitalidad equivocadamente dirigida y cuando llega el momento de obtener algún rédito te echas atrás. Obviamente que inconscientemente, como que el ego buscara excusas y deslindara responsabilidades, porque como dicen aquellos grandes Maestros de Luz: "El ego es infantil, el ego busca excusas, el ego jamás se va a responsabilizar. Siempre la responsabilidad es de los demás.

 

Había encarnado en un mundo muy similar a Sol III, en una región bastante parecida a la que hoy es el país del norte del continente Americano. Había problemas similares a la época actual en Sol III: corrupción, políticas oscuras, pueblos disconformes, gobernantes corruptos, pero había quizás un avance tecnológico, médico, humano, quizás un poco más perceptible que lo que es la vida de hoy en Sol III.

 

Mi nombre era Ariana Valena, doctora especialista en cuerpo humano, en todo el sistema hormonal. Había estudiado microbiología.

Era feliz con mi esposo. Torenz era una persona dedicada, astrofísico.

Se nos había cumplido el sueño, teníamos una casa propia en las afueras de la gran ciudad. Nuestra hija Narda, de seis años, sabía ya leer y escribir perfectamente, buena compañera en la escuela, buena hija, obediente. Pero no es que cuestionara nuestras órdenes, por supuesto no lo hacía, pero sí preguntaba: ¿Por qué esto, por qué lo otro? Y eso no es algo negativo, preguntar es querer saber. Jamás era impertinente, no no no; bien ubicada por su corta edad de seis años.

 

Vivíamos una democracia plena. El sistema era desigual, había bastantes pobres, bastantes carencias. Tanto yo como mi esposo ganábamos bien, yo como doctora, él como astrofísico.

Pero algo pasó, los soldados invadieron las calles, empezaron a formar cercos en las ciudades, quedaron todas las ciudades aisladas unas de las otras. Los cercos en menos de un mes se habían hecho murallas. Dejo en claro que nuestro mundo giraba alrededor de una estrella amarilla y rotaba sobre sí mismo de una manera similar a Sol III, por lo cual los días y los años eran similares a este mundo donde hoy estoy encarnada como María.

Pero como Ariana no tenía explicación del por qué los soldados habían declarado un toque de queda, lo que sería un estado de sitio. La democracia, las libertades individuales quedaban marginadas en un corral gigantesco que era nuestra ciudad. Habían designado alcaldes, habían designado representantes de la ley.

 

Si bien yo era respetada y había conservado mi puesto como especialista en el cuerpo humano el trato ya no era el mismo, no nos pagaban, nos daban una especie de cheque de crédito para poder adquirir la mercadería necesaria, no más.

Teníamos modernos ordenadores, modernos televisores pero la red de ordenadores se había interrumpido, sólo podíamos utilizar nuestras computadoras para hacer escritos, gráficos, diagramas, pero no lo que se llama en vuestra jerga, navegar por la red. Lo mismo con la televisión, solamente transmitían películas y lo que vosotros llamáis series antiguas. Se habían prohibido los noticieros, cada tanto había una cadena local donde el alcalde daba un pequeño discurso.

 

Tenía algunos amigos entre las autoridades a los que les preguntaba:

-¿Cayó el gobierno? ¿Qué sucedió, qué pasó con las otras ciudades?

-No podemos decir nada. No podemos decir nada. -Era una respuesta como grabada en piloto automático.

 

Lo más grave es que Torenz había estado en un centro espacial llevando unos proyectos. Cuando vinieron los soldados, que levantaron el cerco y que al mes levantaron una enorme muralla para que nadie pudiera salir ni entrar, Torenz había quedado afuera.

 

Me llegué a comunicar con el alcalde, el señor Peters. Le dije:

-Mi esposo quedó fuera de la barrera, lamentablemente él quedó aislado en el centro espacial. Tampoco funcionan los teléfonos, los móviles... ¿Cómo me comunico con él?

-Veré que puedo averiguar.

 

Y así pasó el tiempo. Narda cumplió ocho años, habían pasado dos desde la gran barrera. No sabíamos qué sucedía en otras regiones, en otros poblados, en otros países. Nada. Era una gran incógnita.

Podíamos andar libremente por la ciudad, era una ciudad pequeña, nada que ver con la gran urbe. En esa ciudad pequeña había montado mi pequeño consultorio donde atendía a gente. Todos trabajábamos con cheques, cheques de crédito que servían para comprar lo necesario como dije antes.

 

Después de dos años aún no me había adaptado, no sé si mi esposo estaba vivo o muerto, me costaba establecer un diálogo con otras personas.

 

Vosotros que siempre habláis en Sol III de teorías conspirativas, aquí ya no era una teoría, aquí ya era una realidad, había una conspiración y yo no sabía quién era amigo, quién era enemigo. Lo más grave fue cuando se formó un núcleo de resistencia en un barrio, luego otro, y a diferencia de lo que es un país democrático a los grupos de resistencia que hacían mítines o pequeñas manifestaciones los soldados les disparaba a matar.

 

No mandé más a Narda a la escuela por mi manera de ser. Mi trabajo era bien considerada por las autoridades, me permitieron contratar a una maestra que venía tres veces por semana, una maestra muy simpática, muy dada.

Pero algo dentro mío, como una intuición, me decía que no era una mujer confiable, era joven, no tenía pareja y era una admiradora número uno de las actuales autoridades. Mi hija tenía un programa de estudios pero a veces cuando llegaba a casa, con mi fino oído, escuchaba que la profesora le daba lecciones ajenas a lo que era el programa de estudios; hablaba del bien común, de que nuestro destino había cambiado, de que la niña era el futuro. Yo me hacía la tonta, trataba de no interrumpir.

 

Cuando la profesora se iba le preguntaba a Narda de qué hablaban, pero Narda estaba como distante conmigo, guardaba silencio. Yo era inteligente y astuta, si presionaba demasiado a la niña no tenía seguridad de que al día siguiente le contara a la profesora "Madre estuvo indagando cosas". O sea, me sentía oprimida, que no podía hablar con mi propia hija. Y obviamente no podía despedir sin un motivo real a la profesora.

Una vez más intenté:

-Narda, cuéntame, cuéntame, por favor, ¿Qué te dijo Risa? -La profesora se llamaba Risa. Como el reírse, Risa.

-Nada, madre, hablábamos de cosas de estudio, el programa cambió.

¡Ah, cambió! ¡Qué bueno, debe ser para mejor! ¿Y de qué trata ahora?

-Es un programa para niños. Es como que tú, madre, te tienes que ocupar de tus pacientes. No era una respuesta de una niña de ocho años, era una respuesta programada, como que se la habían inculcado. Entonces es como que me sentía mal conmigo misma por no saber qué pasaba afuera.

 

Y eso me causaba lo que vosotros llamáis engramas, engramas de inseguridad, engramas de ignorancia, engramas de impotencia. Sentía cierto rencor, pero no dirigido hacia nadie, quizá dirigido a todos. Sentía angustia porque mi propia hija esquivaba la conversación, y cuando venía Risa la cara de Narda cambiaba, gesto alegre. ¿Mi ego hacía que sintiera celos? Quizás. Y eso me encerraba más en mí misma. Desconfiaba de Risa, del alcalde Peters, del jefe de seguridad, de todos.

 

Varias amigas con las cuales me llevaba más que bien, pero adelante de ellas era astuta, nunca me quejaba de la situación porque no sabía a quién servían, ellas me decían:

-Quizá Torenz está muerto. Varias de nosotras hablamos con el alcalde Peters y nadie entra ni sale.

Allí sí ganó mi impulso, le dije:

-Eso no es cierto, veo fuerzas de seguridad que entran y salen, entran y salen con carros blindados.

-Sí, para llevar y traer novedades o alcanzar víveres a la población, para surtir los grandes almacenes, pero ningún civil puede salir. Yo perdí mi esposo también durante la gran barrera y hace dos meses que estoy en pareja.

-¡Pero no sabes si tu esposo está vivo o no! -argumenté.

-Aunque así fuera tengo que rehacer mi vida. Y tú, Ariana, tendrías que hacer lo mismo.

 

No. No no no no no, pensé. Me costaba establecer una relación con amistades nuevas, imaginaos establecer una relación afectiva. Primero y principal que no sabía -en el caso de que conociera un hombre-, su ideología: Si era un rebelde, cosa negativa porque me comprometería a mí y a Narda. Si era aliado de las fuerzas de ocupación -¿por qué de qué otra manera las podría llamar?-, tampoco me gustaba.

No me sentía libre. Sentía como que el sistema me oprimía enormemente y eso me causaba angustia. Como dije antes impotencia, inseguridades.

 

Pero lo más grave lo más profundo, incertidumbre. Y la incertidumbre me hacía más daño que la angustia y que la impotencia de no saber, porque la incertidumbre no se trataba de no saber algo, no se trataba de eso, se trataba de no saber todo, ignoraba todo.

 

Con Risa, la maestra, mostraba un buen gesto.

-Intento venir los cinco días hábiles de la semana.

Le dije:

-No, no, está bien, con tres días es suficiente. -Evité que viniera todos los días.

 

Los días que Risa no estaba, Narda se encerraba en su habitación y leía, a veces es como que hasta que me escondía sus libros. Cuando se higienizaba buscaba en su dormitorio y había libros que hacían propaganda a la ocupación.

Narda estaba cambiando, era más incondicional con Risa que conmigo.

 

Y yo me sentía sola, sin pareja, con amigas con las que podía conversar, pero no podía entregarme. Quizá me desconectaba de todo profundizando en mi trabajo que se dividía en dos: Investigación y atención a mis pacientes. Algunos se quejaban de la situación pero yo dudaba si se quejaban verdaderamente o trataban de sonsacarme para ver qué partido tomaba yo.

Entonces cortaba el tema:

-No, no, habladme directamente de vuestras dolencias. No me interesa la parte política, yo me debo a mi trabajo.

 

Porque en mi mente, calenturienta o no, no sabía si había pacientes que eran espías, entonces trataba de quedar bien al punto tal de que el alcalde Peters me invitó a su enorme y nueva mansión, a una velada de gala. Lamentablemente dejé a Narda con Risa, que ya no hacía de maestra sino de cuidadora de la niña.

 

Y fui. Confraternicé, conocí varones interesantes. Pero sutilmente me negaba a avanzar a una relación afectiva. Tenía desconfianza, la incertidumbre me daba desconfianza.

 

Y cada día tenía un engrama nuevo y otro que me condicionaba más y más y más. Y me ahogaba y me hundía. Porque lo que quiere todo ser encarnado en cualquier vida, en cualquier región, en cualquier mundo, en cualquier época es saber lo que pasa. Cuando no sabes lo que pasa pierdes lo más sagrado: La libertad.

Y hay muchas maneras de no ser libre: Cuando el sistema no te lo permite. Cuando te cuesta creer en ti misma, porque a veces no sabes si tus fuerzas te abandonarán. Cuando no estableces una relación. Cuando te sientes sola.

Hay muchas maneras de no ser libre, y eso te agobia mucho.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 13/10/2016
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

En un mundo al límite del Universo penetraban entidades del Caos a alimentarse de la energía de los seres de la Creación. La entidad y el mejor psicoanalista del planeta relatan cómo ocurría y lo que percibía la gente.

Sesión en MP3 (2.623 KB)

 

Entidad: En distintas vidas estuve lidiando con algo que tenía en mi interior, supongo que en mi mente, algo que se dividía en infinidad de fracciones las cuales manejaban y manejan aún hoy mi vida como si yo fuera un títere de esas fracciones, hoy las llamáis roles de ego.

 

Recuerdo una vida como Sotela, era maestra. La civilización de nuestro mundo era similar a nuestro actual siglo XXI de Sol III. Teníamos dos satélites, ya los habíamos conquistado de la misma manera que pasada la mitad de nuestro siglo XX conquistamos nuestra luna, si se le puede llamar de esa manera. A diferencia de Sol III, en nuestro mundo -al que desde la más remota antigüedad se lo había llamado Términus, un nombre muy similar a vuestro latín-, desde la antigüedad no existía lo que vosotros llamáis religión, pero había un miedo, un miedo en lo que hoy llamáis inconsciente. Hubo mucha gente que desde la antigüedad tenía ataques de locura, sentía voces dentro de su cabeza, o estaban solos en una habitación y tenían visiones sobre seres que ya habían muerto.

Nosotros creemos, en Términus, que existe el espíritu. Es más, uno de los mayores analistas humanos, lo que hoy en vuestro mundo se llamaría psicoanalista, quizás el más grande analista humano de Términus, Máximo, explicaba que existía un mundo espiritual con distintas categorías de seres conceptuales y quizá los seres más densos eran los que se dejaban visualizar ante nuestros ojos en formas horribles, horripilantes.

 

Recuerdo que yo había perdido a una hermana en un accidente de carro en una autovía hace años atrás, era la única familia que me quedaba, Mariela, la extrañaba muchísimo. Un fin de semana estaba cansada, tenía los ojos pesados, ya se habían marchado los alumnos y me iba para casa, vivía en las afueras de la ciudad. A mis treinta y seis años, a diferencia de muchos, rara vez había sentido voces y jamás había visto nada fuera de lo normal. Cuando llego a casa encuentro la luz encendida y sentada en una de las sillas estaba sentada Mariela, delgada, con el rostro chupado.

-¿Por qué me has dejado ir, Sotela? -Me quise acercar para abrazarla y me dijo-: ¡No!, no me toques, me has dejado ir.

-Pero Mariela, tú estás muerta.

-¿Cómo sabes? ¿Me has ido a ver? ¿Has visto mi cadáver?

-Me aconsejaron que no, me dijeron que no porque estabas muy lastimada, me iba a hacer mal, sabes que yo soy muy vulnerable a las emociones. Fíjate que en el colegio a veces los adolescentes me hacen llorar, soy muy vulnerable.

Pero Mariela, dura: -Y si no me has visto, ¿cómo sabes que era yo?

-Porque era tu carro, tu número de chapa, el camión había perdido los frenos y te embistió. Tu carro cayó de la autovía, quedó destruido, tuvieron que cortar las chapas y sacaron tu cuerpo en partes.

-Pero tienes dudas. Y así me quieres, así me extrañas. -Caí de rodillas.

-¿Pero dónde has estado todo este tiempo?

-¿Ahora te preocupas?, ¿ahora? Mira mi cara.

Miré sus ojos. Sus pupilas, dilatadas, empezaron a caer gotas de sangre por sus ojos y por su nariz. Mi mente se nubló y caí desmayada.

 

No sé cuánto tiempo estuve sin sentido. Me desperté en la oscuridad, recordé el episodio y me sobresalté, corrí y presioné el botón, la luz inundó el lugar, la silla estaba acomodada, no había rastro de Mariela. ¿Eran roles de ego esas entidades espirituales que hablaba el analista humano Máximo? No era sencillo contactarse con Máximo pero tenía un amigo, Irdino, que a su vez conocía a Justo, uno de los mejores informáticos de Términus, cuatro años menor que Máximo, Justo era su hermano menor. Por medio de Irdino, el fin de semana me comuniqué con Justo quien a su vez me contactó con Máximo.

 

Máximo era bastante alto, más de un metro ochenta, cabello oscuro, tez morena, ojos oscuros. Le conté el episodio y le expliqué. Su teoría es que hay seres espirituales negativos.

Máximo me dijo:

-Por favor, Sotela, toma asiento.

Se sentó enfrente mío y mirándome fijo me dijo:

-Creo que en este caso es algo más grave.

-Por favor, Máximo, no me asuste.

-Mi intención no es asustar, mi intención es divulgar lo que está pasando. ¿Te gusta de noche ver las estrellas? -Asentí con la cabeza-. ¿Sabes que cada una es un Sol -Asentí nuevamente-, y que tienen sistemas planetarios? ¿Pero qué ves? ¿Qué ves?

-Veo miles y miles de estrellas -respondí.

-Muy bien. ¿Qué ves cuando miras a tu derecha?

-Nada, oscuridad.

-¿Y cuando miras a tu izquierda?

-Miles, quizá millones de estrellas.

-¿Sabes que esas estrellas conforman una Galaxia? -Asentí-. ¿Sabes por qué los antiguos, a este mundo le pusieron Términus? -Me encogí de hombros mostrando ignorancia-. Entiendo que le pusieron así porque es un planeta terminal.

-¿En qué sentido? -inquirí.

-En que estamos en el borde de la Galaxia, en el borde de lo que es la Creación.

-¿Y qué hay más allá?

-Absolutamente nada, el vacío más puro y absoluto, pero moran entidades.

-¡Ahora entiendo! Yo soy maestra pero me especializo en historia. Desde siempre la humanidad ha tenido miedo a los etéreos, como se llamaba a esos seres invisibles que se metían en nuestra cabeza, en nuestros sentidos.

-Bueno, esos etéreos existen más allá de la Galaxia.

-Quiero preguntar algo.

-Adelante, Sotela.

-Si el Universo está compuesto por millones de galaxias, ¿por qué hacia nuestra derecha no se ven más galaxias?

Máximo hizo una pausa y dijo:

-Porque este mundo, como otros tantos del borde, no está solamente en el borde de la galaxia sino en el borde del Universo.

 

Sentí como náuseas en el estómago, como cuando tú estás en un lugar muy alto y miras hacia abajo y sientes como un vértigo y te tienen que sostener. Por suerte estaba sentada.

 

Máximo intuyó mi pensamiento y se adelantó a mi pregunta.

-Tú pensarás: ¿Si los etéreos moran en esa oscuridad absoluta por qué los sentimos en Términus? Porque se alimentan de nuestros miedos, de nuestros temores, de lo que tú llamas esas partículas que te manejan y te manipulan.

 

La respuesta de Máximo no me dejó tranquila, quedamos en que nos veríamos de nuevo. Antes de irme conversé con su hermano menor, con Justo, era de rostro más delgado, a pesar de ser menor tenía algunas canas, los ojos eran un poco más claros y luego hablé con Irdino. Irdino era más joven, más relleno de cuerpo, intranquilo, siempre su mente ocupada con las cuentas pero tanto Irdino como Justo sabían la hipótesis de Máximo, que los etéreos que durante miles de años han atormentado a esta humanidad en Términus moraban allí, en esa oscuridad más allá del Universo. O sea, que no sólo teníamos que lidiar con esas partículas, a las que hoy llamáis roles del ego, sino que encima esos mismos roles que fomentaban nuestros temores eran un festín para esos etéreos. Pero antes de irme, Máximo dijo: -Podemos impedir que nos atormenten.

 

Y me quedé con esa... me quedé con esa esperanza. Me quedo con esa esperanza de que esas partículas llamadas roles se integren y dejemos de ser vulnerables para que nada suprafísico nos atormente.

 

 

Nota: Los seres llamados etéreos en aquel lugar son los aquí llamados primordiales. Aunque están referenciados en Grupo Elron desde 1999. Hasta la Sesión con el Maestro Morgan-El y con Johnakan Ur-El no se empezaron a estudiar convenientemente.

 

 


Sesión 12/06/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

En Umbro era niña y sus padres eran déspotas, pero si por sus padres era físicamente flagelada, por su hermana era psicológicamente lastimada. Por su carácter se acostumbraba a ello.

Sesión en MP3 (3.020 KB)

 

Entidad: Los engramas son implantes causados por diversas emociones que a su vez son frutos del ego, emociones provocadas por malas elecciones, por situaciones incómodas, por situaciones muy difíciles, por vivencias extremas aunque generalmente los engramas son provocados por terceras personas que nos pueden llevar a un abismo de sensaciones. Hay una vivencia que voy a tratar de relatar de una manera objetiva para evitar emociones perniciosas y a su vez evitar dañar al receptáculo puesto que siente lo mismo que siente el rol al relatar, al sentir, al vivenciar distintas situaciones.

 

Mi nombre era Melisa, decían que tenía poco carácter. Yo creo que mi problema era más de timidez, creo que mi problema era de baja estima. Y había una razón; vivíamos en la zona desierta, una zona donde había varias poblaciones pero pocos viajeros se animaban a atravesar el desierto, aparte no sabían montar los drómedans.

Tenía una hermana dos de vuestros años más grande que yo, Randora. Nuestros padres, ¡mmm!, cómo lo podría decir, trabajan con el comercio de pieles de animales y si bien la región donde vivíamos era salvaje no justificaba el trato que nos daban. Me corrijo, el mal trato que nos daban. Cualquier error, el poner una taza de bebida espumante fuera de lugar, el no llenar bien un plato de guisado, para padre ya era un indicador de recibir una bofetada. Pero como decís vosotros en Sol III, el ser humano es un animal de costumbre y al igual que vuestras ovejas, porque no voy a endulzar el relato, al igual que vuestras ovejas nos acostumbrábamos, por lo menos yo. Randora era más rebelde. Como vuestro refrán de un gran maestro que dice que la oveja se acostumbra, el lobo se adapta. Por lo tanto la oveja se somete, el lobo no.

 

Obviamente éramos niñas, no nos quedaba otra que someternos a la crueldad de padre y a la tolerancia de madre para con padre. Padre nos daba una bofetada y madre miraba para otro lado. ¿Lo justificaba? Quizás. ¿Entre ellos se llevaban bien? Quizá. No discutían. No discutían porque madre asentía en todo, padre era el que llevaba la voz cantante. ¿Si hacíamos trabajos arduos? Sí, por supuesto. Caminábamos doscientas líneas hasta el pozo más cercano para acarrear agua. Caminábamos tres mil líneas, había ¡oh, milagro!, un pequeño bosque y traíamos leña. No teníamos callos en las manos, directamente, a veces teníamos la manos sangrantes del trabajo pesado que hacíamos. ¿Quejarnos? No, jamás. ¿Que tuve engramas? ¡Buf! ¿Qué puedo decir? Obvio que el mal trato te produce engramas.

Pero voy más allá. Necesitaba amor, comprensión, entendimiento, cómplices, pero cómplices en el buen sentido porque para vosotros cómplice es una mala palabra, es alguien que se asocia con otro para cometer un delito. No, no, hablo de el compinche, el cómplice para poder dialogar, para poder contar lo que uno siente aunque sea sufrimiento. "¡Bueno pero tenés a vuestra hermana Randora!". Imposible. Randora era cerrada, hosca, hablaba con monosílabos, como si... Me voy a corregir después de la frase esta, hablaba con monosílabos como si el castigo no le afectara. Y ahora me corrijo: Sí, el castigo le afectaba y se cerraba más, como una de vuestras ostras. Entonces, era imposible entender lo que pensaba. ¿Si su cara reflejaba odio? No, era neutra. ¿Reflejaba sufrimiento? No, tampoco. Yo, al contrario, era un libro abierto, se me notaba desganada, sufrida, dolorida, molesta, y eso me perjudicaba porque era blanco de las bofetadas de padre.

 

Hubo algo que colmó la nada paciencia de padre. Llevé una mulena para cargar más leña. Pisó mal, no me preguntéis por qué, se mancó la pata delantera. Padre me hizo sacar toda la ropa de abrigo, porque era invierno, y en medio del patio me dio veinte latigazos. ¡Las marcas, la sangre que me corría por la espalda!

¡Sorpresa! Por primera vez madre dice:

-Déjala, hay que curar a esa niña.

 

Y sí, me acostó en mi catre boca abajo y me tiró un puñado de sal gruesa en las heridas. Honestamente, no llegué a desmayarme del dolor, fue una de las pocas veces que madre me atendió. Me limpió las heridas con agua tibia y de una caña sacó granos dulces, muy similar a vuestro azúcar, que es coagulante, y me la puso en las heridas, en las distintas rajaduras de la espalda.

No me podía poner ropa, se me pegaba a la espalda, estaba aterida de frío pero prefería soportar el ardor de la manta en la espalda que el frío tremendo que hacía en mi habitación. ¿Si Randora se compadeció de mí? No, lo único que me dijo:

-Tienes que aprender a no ser tan torpe.

 

¡Jo!, vaya palabra de aliento, vaya palabra de aliento de mi hermana. No es consuelo. Y no me prejuzguéis, no me prejuzguéis. A la semana siguiente cometió un error Randora y le dieron latigazos, padre era especialista en esto, no tantos como a mí, cinco o seis latigazos nada más. ¿Si Randora se quejó? No, en absoluto. ¿Lloró? Menos. ¿Le tiró padre sal gruesa en la herida? Sí, era perverso. ¿Se quejó Randora? Para nada. Es más, no permitió que madre la lavara con agua tibia y le pusiera esa especie de azúcar coagulante. Lo único que dijo:

-Esto va a cicatrizar tarde o temprano.

Admiraba de alguna manera el coraje que tenía Randora. ¿O era rencor, odio, ira, ira silenciosa disfrazada de coraje? No sé, no sabría decir.

 

Cuando cumplí catorce de vuestros años, dieciséis años Randora, nos mandaron por única vez hasta un poblado cercano a buscar elementos en grandes almacenes. Tardamos casi medio día en volver y nos encontramos con la sorpresa de hallar tendidos el cadáver de nuestros padres. Me abracé al cadáver de mamá, lloré, lloré, lloré, lloré, lloré, mis ojos eran como un grifo que perdía, de tantas lágrimas que corrían por mi mejilla.

Levanté la vista y miré a Randora: Un rostro pétreo, ni una sola lágrima. -Hay que ir hasta el poblado, hay autoridades que se ocuparan de esto e investigarán quien ha asesinado a nuestros padres. Y que investiguen qué falta en la casa, porque algo deben haber robado, si no no se explica la causa de la muerte de ellos si no es por un robo.

 

Vinieron las autoridades, un hombre grande y otro más joven, que eran la ley del poblado y varias personas más. Curiosos, más que otra cosa.

Una mujer dijo:

-Son niñas, no pueden estar solas.

Pero Randora tenía respuesta para todo.

-En el poblado tenemos un tío y un primo, vamos a vivir con ellos.

 

Ellos, que eran mayores -el tío viudo tenía cerca de cuarenta y cuatro de vuestros años y el primo veinte y dos de vuestros años-, fueron los que heredaron la propiedad de nuestros padres. Nosotras, el hecho de ser menores, nada. De todas maneras más de una vez vi las alforjas de Randora y me sorprendió ver un montón de metales plateados y dorados. Nunca me atreví a preguntarle de dónde los sacó. Yo sabía que padre y madre tenían muchísimos ahorros desde antes de que nosotras naciéramos y pensé que los asesinos se habían llevado todos los metales. Me sorprendió ver que Randora tenía metales guardados, quizá cuando padre estaba trabajando ella hurtaba de a poquito algún que otro metal para que padre no se dé cuenta, lo cual me parecía raro porque padre todas las noches contaba los metales como esas personas mayores que cuentan metal por metal, metal por metal para... para nada, porque piensan que quizá con la mirada ese metal se va a duplicar. Ignorancia, ¿no?

 

Tío era una persona bonachón, nada que ver con nuestro padre, su hermano. Supongo que él sabría de los malos tratos que teníamos pero no dijo nada.

En el poblado era comerciante. No nos hacía trabajar, comíamos abundante comida. El que era un poco cerrado era nuestro primo, más misterioso, por así llamarlo. A veces salía a pasear por el poblado con Randora y hablaban entre ellos. A mí nunca me llevaban, como si fueran cómplices de algo pero no como dije al comienzo, en este caso cómplices para hacer daño, pero nunca observé nada extraño.

El ser humano es una persona tan rara, tan rara, porque me costaba acostumbrarme a vivir en el poblado donde había gente a cada rato. Nosotros estábamos a tres mil, cuatro mil líneas del poblado y no me terminaba de acostumbrar. La cama era mucho más calentita que el catre que teníamos en casa de nuestros padres, las ventanas tapiadas, no entraba frío. Tendría que decir "¡Oh!, pero esto es el paraíso comparado con el infierno donde vivíamos antes". Pero tenía como una especie de melancolía. ¡Pero qué era tonta yo!, ¿extrañaba el frío, el mal trato, los latigazos?

 

A veces no entiendo al ser humano porque no me entiendo a mí misma, no termino de entenderme. Me dan algo mejor, puedo salir adelante y extraño ese pasado obtuso, negativo, un pasado terrible. Es para darse la cabeza contra la pared. Es como que nos negamos a veces a aprender, nos negamos a veces a subir ese escalón que nos va a mostrar la luz con más claridad.

Pero hablo por mí, no hablo por Randora, su rostro no dejaba ver si estaba mejor, si estaba peor, si estaba igual; a ella le daba lo mismo, su rostro era igual.

 

Pero una tarde en uno de los armarios de nuestro primo vi una especie de metal plateado con una raya como que ya lo habían fabricado un poco defectuoso y mi corazón empezó a palpitar más fuerte y más fuerte y más fuerte y me agitaba y me costaba respirar porque ese metal era como una especie de amuleto que tenía papá. ¿Por qué lo tenía nuestro primo?

No, no me quedé callada, tampoco lo confronté. Se lo conté a Randora y Randora me gritó:

-¿Te piensas que es el único metal con fallas? ¡Por qué no aprendes a mirar!, tejes tantas historias en tu mente... ¿Quieres volverte loca con tus historias raras? ¿Qué piensas, qué el primo es uno de los asesinos? -negué con la cabeza-. ¡Habla!

-No, no, simplemente me sorprendió.

-Bueno, cállate entonces. Cállate, Melisa, y deja de pensar tonterías -Bajé la cabeza-, y ayuda al tío a servir la comida.

 

Randora no iba a poner un plato ni que se cayera de rodillas, es como que yo era la esclava de la casa ahora, un trabajo que antes tenía el primo. Aunque ¿trabajo?, eran dos hombres, ahora éramos cuatro.

Randora le dijo al tío:

-Para que no te ocasionemos gastos voy a trabajar contigo en los almacenes. -El tío aceptó.

-¿Voy yo? -le dije, también.

-No -dijo Randora-, tú te quedas acá, limpias la casa. Cada uno tiene que servir en lo que sabe y tú sirves para eso y yo para atender a la gente.

 

Me sentí como dejada de lado, me sentí como lastimada por mi propia hermana. ¿Si el desdén de mi hermana hacia mí me provocaba tanto dolor como los latigazos de padre de tiempo atrás? Otro tipo de dolor, otro tipo de cicatrices. Las otras quizá con el tiempo se curaban, éstas... ¡Ja, ja, ja! Estas eran más difícil.

 

Voy a tomar un poco de aire y dejar descansar a este receptáculo que me alberga, no quiero provocarle más dolor de pecho del que le estoy provocando.

 

Gracias por escuchar.

 

 

 


Sesión 30/08/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

Quedó con su hermana cuando mataron a su familia pero no se entendía con ella y marchó para cambiar de entorno. Encontró gente que le dijo quién era su hermana.

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Entidad: Es cierto que a veces pecamos de ingenuas o quizá no, quizá confiamos en la gente de nuestro entorno porque son quienes conocemos. Ahora, ¿qué es más cercano que una hermana? Tenía catorce años cuando asesinaron a nuestros padres para robarles. Crecimos huérfanas.

Mi hermana me dice:

-Melisa ¿por qué lloras?

-Hemos sido maltratadas...

-Y lloras. ¿Lloras de verdad o eres hipócrita? -Mis lágrimas impedían ver bien el rostro de Randora.

-¡Cómo voy a ser hipócrita! -Sentía como que algo me desgarraba dentro mío del dolor.

 

Fuimos a vivir con el tío y un primo. No es que sea cien por ciento intuitiva, era una joven que creía en la gente, pero además creía en quienes tienes cerca porque normalmente son los que te aman, los que tú amas. Y me entero de que un jinete, un desconocido, mató a nuestro primo porque estaba a punto de ultrajar a mi hermana. ¡El primo! No es que lo conocía tanto pero me parecía un ser tan tierno, en el sentido de que no te negaba nada, y estando juntos nunca vi que le faltara al respeto. Me sentía tan confundida... Y Randora llorando y llorando. ¡Ay! El tío, pobre, no sabía si consumirse de dolor o consolar a Randora.

 

Pero después fui creciendo y no terminada de entender el comportamiento de Randora, tan frío, tan calculador, ¡era mi hermana! Y como decís vosotros, fui atando cabos, no me cerraba, esto es, no terminaba de encajar el rompecabezas con el asesinato de nuestros padres, cómo que había algo malévolo planificado, no me terminaba de cerrar lo del primo.

 

Randora trabajó con el tío y yo me quedé en casa haciendo las cosas del hogar: limpieza, preparar la comida. A ver, a mí siempre me gustó la gente directa pero Randora no es que era directa, era hiriente: "A ver, Melisa, ya que no sirves para otra cosa, por lo menos cocina, limpia. Espero que por lo menos eso lo sepas hacer".

Y después murió el tío, no sé si fue por algo que comió. Nunca me quedó en claro eso. Randora quedó al cargo de todo por ser dos años mayor que yo y fue cuando empezó a tratarme no digo mal porque ya me trataba mal. Y mientras Randora estaba con el tío en el trabajo, yo a veces colaboraba en algunos vecinos en mis ratos libres y me daban unos metales.

Y junté bastantes metales. Sí, sí. Y honestamente, quería irme, quería irme del poblado, había perdido a mis padres, al tío, al primo. Y mi hermana, ¡je, je, je!, sólo era de nombre, honestamente sólo era de nombre. No. No podía decir, no podía decir que nos llevábamos bien, directamente me daba cuenta que yo era una molestia para ella. Y de repente es como que la luz me vino a mi mente: Mis padres eran una molestia para ella, mi primo era una molestia para ella, mi tío era una molestia para ella. ¿Cómo terminaron? Entonces cogí los metales, los guardé en una alforja y en el momento de más trabajo de mi hermana ensillé un hoyuman, monté el equino. En una segunda alforja llevé ropa de repuesto y los metales entre mis ropas y me marché. No voy a relatar ahora lo que llegó a continuación, que fue muy muy tremendo.

 

Fui de poblado en poblado, trabajé en distintas posadas, tuve la suerte de que he tenido patrones que me respetaron. Era buena mesera, me daban propinas y trataba de ahorrar lo más que podía. Y mientras iba creciendo escuchaba rumores sobre mi hermana, que verdaderamente era muy dañina, tremendamente dañina. Y mi rompecabezas se terminó de armar porque fui averiguando, porque fui investigando, porque fui atando cabos, y me di cuenta que de alguna manera, porque sin pruebas todo son hipótesis, pero ella había sido responsable de todas las muertes. ¿Por qué? No hay una explicación del por qué. Hay gente que da la vida por un ser amado y hay gente que le quita la vida a un ser amado. ¿Que por dentro somos iguales? No, ni por fuera ni por dentro somos iguales. ¿Pero cómo, aquel que está más allá de las estrellas no nos hace iguales a todos? Evidentemente no; hay gente que vive para ayudar, hay gente que vive para dañar.

 

En lugar de ir al norte donde decían que allá estaba el futuro, que había en la zona ecuatorial lugares para trabajar donde pagaban más metales, fui al sur, y había un poblado de mujeres que trabajaban la tierra pero a su vez eran guerreras. Me aceptaron. Les pregunté si eran las famosas amazonas de las que todo el mundo hablaba.

-No. Existen esas amazonas -me dijo una de ellas-, están muchísimo más al sur, más de cien amaneceres de viaje, pero no les tenemos nada que envidiar. A diferencia de ellas nosotras tratamos con todos pero sabemos defendernos. Además, no tenemos nada contra los varones, nos juntamos con ellos, pero nuestra comunidad es exclusivamente de mujeres.

 

Y aprendí dos cosas: aprendí el uso de la espada y lo más importante, aprendí a respetarme.

Ya tenía dieciocho de vuestros años, habían pasado dos desde que me marché y cuatro desde que había quedado huérfana de padres y me quedé cuatro años con esta comunidad. Cuando me fui hacia el norte ya no era Melisa, la soñadora, era Melisa, la que se respetaba a sí misma, la que se hacía valer, la que había aprendido a decir 'No' cuando era no, la que había aprendido a poner un 'Alto' cuando debía hacerlo. Así que a mis veinte y dos años me fui para el norte. Le dije a la comunidad de mujeres:

-Han hecho muchísimo por mí, no las olvidaré.

Me respondieron:

-Eres hermosa por fuera y por dentro, tampoco te olvidaremos. Al contrario, esperamos volverte a ver. -Asentí con la cabeza y me marché.

 

Había aprendido a labrar la tierra, había aprendido muchísimas cosas, pero como dije antes, lo más importante, además del arte de la esgrima era respetarme a mí misma. Y pasaron años y años y años, que como dije antes no voy a relatarlos, no ahora.

Hasta que en un camino me encontré con una mujer hermosa que perseguía en su equino a una niña, hasta que la alcanzó y tomó las riendas de su hoyuman. No vi peligro para la niña, al contrario, daba la impresión que el caballo de la niña estaba debocado y la joven la frenaba.

Me presenté.

Me dijo:

-Me llamo Marya.

-¿Quién es la joven? -inquirí.

-Se llama Ciruela, tiene visiones.

La niña habló:

-No, no son visiones, puedo ver, puedo ver lo que va a pasar. Y si toco a una persona, más.

Pregunté:

-¿Eso es un don?

La joven habló:

-Tiene dones muy peligrosos, tiene poderes.

En ese momento la niña acercó su equino al mío y me tomó de la mano, sentí como una especie de cosquilleo en mi mano.

Me miró.

-Lamento lo que te ha pasado.

-¿Qué?

-Lamento lo que te ha pasado -repitió la niña.

-¿Qué me ha pasado?

-Has perdido a tus padres, los han matado. A tu primo lo han matado, a tu tío lo han matado.

-No, al tío... parece que murió de un problema estomacal, no sé.

-No, lo han matado. Y tienes una hermana.

-Sí, así es, tengo una hermana -asentí. La niña rompió en llanto-. ¿Qué pasa?

-No puedo ver su figura, veo como algo negro, como algo oscuro. Ella es oscura...

Le pregunté:

-¿A qué te refieres con oscura? No es de la comunidad de los oscuros que están al norte cerca del mar.

-No, no, no -dijo la niña llorando-, oscuro es su interior, ella es la muerte, es la maldad pura.

La joven bella la reprendió: -Ciruela, no le digas así.

-¿Es cierto que tienes una hermana?

-Así es -asentí-, pero la niña no se equivoca. Es cierto que es perversa pero hace muchísimo, muchísimo tiempo que no la veo y me enteré de tantas cosas en distintos pueblos... Mi hermana se llama Randora y me enteré que ha cometido tropelías en distintos poblados, vengo siguiendo sus pasos.

La joven me miró y me dijo:

-Y si la encuentras, ¿qué piensas hacer?

-No sé, honestamente no sé.

La niña me miró y exclamó:

-¡Quieres matarla! Quieres acabar con el mal, pero tienes un corazón dulce, tierno, no puedes hacerlo porque al fin y al cabo es tu hermana. Hay una lucha interna en ti, sabes que es el mal pero no la puedes matar. -La niña me sorprendía, con sólo tocarme sabía todo eso.

De repente como que puso los ojos en blanco y se puso a gritar:

-¡Van a perder la batalla, van a perder! Tengo que ir, déjame ir, Marya.

Le pregunté a la joven:

-¿De dónde eres, Marya?

-Soy la prometida del rey Anán, estamos esperando porque unos soldados fueron a buscar al príncipe, al príncipe Gualterio.

-¿El rey Anán?, es conocido. ¿De qué batalla está hablando la niña?

-Hay un señor llamado Andahazi que se considera el amo de toda Villarreal y quiere apoderarse de toda la región. Tiene más de veinte reinos que lo apoyan y pocos reinos que intentan frenar su expansión. Ven con nosotras a nuestro castillo, está lloviendo fuerte y está frío.

-Está bien, no me vendrá mal un poco de comida caliente.

La joven Marya le dijo a la niña Ciruela:

-Volvamos, está lloviendo fuerte, te va a hacer mal.

-No, no.

-Te llevaré obligada. -Tomó las riendas del equino de la joven y ese momento, ¿qué hizo la niña¿: levantó la mano, el caballo de Marya se encabritó y la tiró al suelo. La niña aprovechó ese momento para partir al galope. Desmonté rápidamente para socorrer a la joven Marya, afortunadamente no se había golpeado mucho.

-¿Estás bien? -asintió que sí.

-¿Me habías dicho que te llamas Melisa?

-Así es.

-Ven conmigo entonces, vayamos al castillo.

-¿Y qué pasa con la niña? -pregunté.

-Es imposible obligarla, tiene poderes, poderes tan grandes que puede hasta que una persona se incinere por dentro y se prenda fuego. Y esto de hoy es nuevo, no sabía que tenía ese don de poder no solo percibir lo que va a pasar al otro lado si no también al tocar a alguien saber lo que le pasó en su vida.

-Está bien, ¿pero a dónde irá la niña? -La joven Marya se encogió de hombros, pero no porque no le importara sino porque estaba impotente, no podía hacer nada por la niña.

Dijo:

-Supongo que irá al frente de batalla.

-¡Pero deliraba!

-No sé si era un delirio o una percepción, pero decía que los buenos estaban perdiendo la batalla.

-¿Los buenos? -pregunté.

-Claro. Soldados de mi prometido, ardenios, oscuros, bárbaros que apoyan al guerrero Aranet combatían contra ese tirano y según esta niña estaban perdiendo.

 

En ese momento no me preocupaba tanto por la batalla sino por lo qué pasaría con la niña, una tremenda tormenta con rayos, una fuerte lluvia, un clima muy, muy frío y la niña supuestamente desprotegida. Marchamos al trote largo hacia el castillo del rey Anán, el prometido de la joven que iba a mi lado.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 10/09/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

En un pueblo donde los hombres habían ido a una batalla encontró un abusador de niñas que aprovechaba la circunstancia. Decidió que merecía un escarmiento, no retirarlo. No estaba en ella hacerlo. Después siguió su camino en busca, ahora, de ella misma.

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Entidad: Seguíamos cabalgando con la dama Marya. Nos abrieron los portones del castillo y vimos la inmensidad del patio. Llegué al salón central, era todo tan suntuoso...

 

Lejos de allí se estaba desarrollando una batalla entre los supuestamente buenos y los supuestamente malos. Me preocupaba la joven Ciruela, que se había marchado en medio de la lluvia al lugar de batalla.

Me prepararon una comida caliente, comí con mucho apetito, bebí un zumo de frutas.

Y luego apareció el rey. Estaba desanimado, comentaba con su prometida que él tenía que haber estado en el frente de batalla y que había ingerido algo que lo había afectado mucho mentalmente, todavía seguía algo desorientado.

 

Me dieron un aposento, me recosté en una cama mullida después de tanto tiempo y dormí tanto que cuando me desperté era el amanecer siguiente.

Una de las empleadas de la cocina me despertó y me dijo:

-Señorita Melisa, tiene el desayuno abajo.

 

Le agradecí. Me mostró que había una especie de fuentón grande con agua tibia donde podía higienizarme. Me trajeron una muda de ropa. Cerró la puerta para no incomodarme y pude higienizarme tranquila. Luego bajé a desayunar.

Pero mi mente estaba pensando en mi hermana, en todo el mal que hizo Randora.

Hablé con el rey Anán y su prometida Marya, y les dije:

-Gracias. Gracias por la comida, gracias por permitirme dormir en una cama mullida, pero debo partir.

Marya me dijo:

-¿Irás en busca de tu hermana?

-La región es tan amplia, tan grande que en realidad no la estoy buscando a mi hermana para vengarme por todo el mal que hizo, en realidad trato de encontrarme a mí misma. No sé si se entiende.

-Se entiende -dijo la dama Marya-, se entiende perfectamente. Es más, creo que es el más difícil de los trabajos, el encontrarte a ti misma.

 

Marya me agradaba, pero ahora me sorprendió gratamente de que no era solamente la prometida del rey, era una joven muy inteligente, porque no todos entienden el trabajo interno que uno tiene que hacer, es el trabajo más difícil, de verdad.

Me prepararon un equino. Me dijeron:

-Este es un buen hoyuman, fuerte, no te va a dejar en el camino. -Llenaron de provisiones dos alforjas-. ¿Tienes metales?

-Apenas -le dije-. Voy trabajando. -La dama Marya me dio metales.

Le digo:

-No, por favor, no.

-El favor me lo haces a mí si lo aceptas, seguramente tu recorrido va a ser largo.

La miré y le dije:

-Creo que mi recorrido va a llevar toda mi vida.

Marya me miró y me dijo:

-Y más también.

Ahí me desconcerté. Le dije:

-¿Cómo "Y más también"? ¿Qué hay más allá?

Me dijo:

-Eso lo sabe aquel que está más allá de las estrellas.

-Es cierto. -Me abracé con ella y le hice una reverencia al rey Anán.

Y me dijo:

-No, no, no por favor. -Se acercó y me abrazó-. Aquel que está más allá de las estrellas te protegerá, Melisa. -Me acompañaron durante un trecho largo unos soldados y luego se despidieron de mí. Y me fui alejando de nuevo para el norte.

 

Llegué a un poblado distinto, un poblado extraño. La gente estaba como desconfiada, pero vieron que era una mujer y se quedaron tranquilos. Dejé mi equino en la caballeriza, le di un par de metales cobreados al encargado, que lo cepille y lo alimente. Obviamente los metales los tenía conmigo, en las alforjas había un poco de ropa y algunas provisiones.

Se lo hice notar al encargado de la caballeriza:

-Dejo las alforjas, porque no hay dinero allí.

-Aunque lo hubiera, aquí nadie le roba a nadie. -Lo saludé y me marché a la posada. Me pedí una bebida caliente con una hogaza de pan.

Le pregunté al posadero:

-Me estuve fijando que la gente está con miedo, ¿qué sucede?

-En la zona hay bandoleros que lo que hacen es saquear lo poco que tenemos. Somos trabajadores, herreros, carpinteros, tenemos un almacén pero lo han robado varias veces, por suerte no mataron al hombre, que encima es viudo sin hijos. -Miré la aldea, era bastante pobre, había muchos ancianos pero pocos hombres.

Le digo:

-¿Y los hombres jóvenes?, veo niños.

-Los hombres jóvenes se han marchado a una batalla.

Fruncí el ceño y le dije:

-¿Una batalla donde hay un tirano llamado Andahazi? -El hombre se sorprendió y me miró:

-¿Qué sabes de ello?

-Me han comentado en otras regiones sobre la batalla, es un tirano que se quiere apoderar de distintos reinados para imperar en ellos. ¿Y las mujeres de esos hombres?

-Aquí, haciendo trabajos caseros.

-Con todo respeto -le dije al posadero-, pero no me parece correcto ir a una batalla...

-Es que aquí no somos cobardes.

-No lo digo por eso señor, pero dejan a las mujeres solas, después vienen otros que saquean las aldeas, violan a las mujeres, se llevan a las niñas y a los niños como esclavos. Aunque triunfen en esa batalla, cuando vuelvan, ¿qué van a encontrar? Nada, casas quemadas, cadáveres.

-Usted es muy pesimista, señorita.

-No, soy realista, no soy pesimista, todo tiene que ser  con equilibrio. Si yo tengo una hogaza de pan y pasa una persona desesperada y le doy la hogaza de pan, me quedo yo sin comer.

-¿Entonces es mezquina, no se la da?

-No, déjeme terminar. Parto el pan en dos, le doy la mitad a la otra persona y yo me quedo con la otra mitad, y comemos los dos. Comemos menos pero comemos los dos. Y al igual que con la hogaza de pan se hace también con la acción de los seres humanos. Está bien que hubieran ido hombres a unirse a lo que se llama la resistencia contra el tirano Andahazi, pero otros se tendrían que haber quedado resguardando esta aldea. Por eso vi tantas caras de miedo, porque cuando me vieron a lo lejos no sabían si era un guerrero o era una mujer. Se tranquilizaron al ver que era una mujer.

El posadero me dijo:

-¿Y usted no tiene miedo?

-El que no tiene miedo es inconsciente. El miedo no es malo, el miedo te pone alerta. De todas maneras, bastante tiempo atrás un grupo de mujeres me enseñó a usar la espada, y la uso muy bien.

-Eso es bueno.

 

En ese momento se escuchó un griterío. Había dos jóvenes adolescentes, mujeres, apenas ya pasaron la edad de niñas, estaban crecidas y había un hombre grande que las manoseaba. Un anciano se acercó y el hombre de una bofetada lo tiró en el barro. Me acerqué, el posadero salió de su negocio, me tomó del codo y me dijo:

-No te metas.

Me solté y le dije:

-No se meta usted.

Me acerqué al hombre y le dije:

-Son niñas, qué pretende.

Me miró de arriba abajo y me dijo:

-No me juzgues, no pienso ultrajarlas, solamente las manoseo para divertirme.

-¿Y eso te parece correcto?

-No me importa lo que parezca. ¿Quién me va a decir algo, quién va a meterse conmigo, el posadero?, ¿el almacenero?, ¿el encargado de la cuadra donde están los hoyumans?

-Ya que eres tan hombre -le dije-, ¿por qué no fuiste a la batalla?

-¿A qué, a que me maten?

-O sea, que eres valiente con dos niñas, pero evidentemente eres un cobarde. -El hombre sacó su espada.

-El hecho de que seas mujer no impide que te corte el cuello.

-Si saco mi espada -le dije-, va a ser para matarte, yo no saco la espada sólo para mostrarla. -El hombre lanzó una risotada.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ah! En segundos acabo contigo. -Me encogí de hombros y saqué mi espada.

-No quiero pelear, sólo que dejes a estas niñas tranquilas.

-Sacaste tu espada, lo tomo como un desafío.

 

Se acercó a mí y lanzó un golpe con su espada, la cual desvié fácilmente y lo corté en un costado. Se puso furioso. Y eso es lo peor en un combate. Arremetió con todo, lo corté en un muslo. Arremetió de vuelta, lo corté en un brazo y en el otro muslo. Cayó de rodillas. Mujeres, ancianos, ancianas, niños, todos se asomaron en sus casas mirando la escena.

Le puse la espada en la garganta.

-Espero que esto te sirva de lección. -El hombre temblaba. Le hice un pequeño tajo, manó sangre incluso del cuello-. Ve a que alguien te cure. -Tenía heridas en los dos muslos, en el brazo, en el hombro, en el cuello-. No tengo porqué matarte, sólo que no te abuses de las niñas. El abuso no es solamente ultrajar, manosear también es abuso.

 

Volví a la posada a terminar mi comida y mi zumo. El hombre no quiso cobrarme. El encargado de la cuadra me dio una porción de alimento para guardar en las alforjas. Vi su mirada de agradecimiento, se ve que el hombre era el matón del lugar y nadie se metía con él.

-¿Cuánto más te debo por el cepillado y el alimento de mi hoyuman?

-Nada -me dijo el encargado de la caballeriza. -Monté mi hoyuman y me marché.

 

Las niñas se acercaron a mí y me dijeron:

-Gracias. ¿Cómo te llamas?

-Melisa -les dije.

-Gracias, Melisa, gracias por encargarte del abusón. Tendrías que haberlo matado.

-No, no, no. ¿Por qué voy a quitar una vida? Si no aprende la lección con esto alguien se encargará, pero no seré yo.

 

Y me marché, tratando de encontrarme a mí misma. ¿Qué buscaba? Buscaba hacer servicio. Cómo, en un mundo tan hostil...

 

Como thetán recuerdo la frase de un gran Maestro que dijo: "No puedes tender una mano a nadie si no te pones de pie tú primero".

Y eso es cierto. El pensar primero en una, en estar bien espiritualmente, te sirve para que luego puedas contagiar a otros de esa Luz espiritual. Pero cuando vienes de una historia tan oscura, de una hermana que ha acabado con tu propia familia, no para obtener nada sino porque su espíritu es torcido, ¿cómo logras corregir todos esos engramas? Porque los engramas van de vida en vida, y si bien uno hace catarsis relatando, todavía queda mucho, es como un pequeño mar que va desagotando por un embudo, no se va a vaciar de golpe. Ese dolor que llevas adentro de tanto tiempo, la memoria está intacta, los hechos que han pasado nunca se van a olvidar, pero sí pueden transformarse en recuerdos neutros, la gente que te traicionó, aquellos que se han burlado.

Tú misma que a veces te sientes como que te falta algo, mas los roles del ego tan cambiantes que hay días que te hacen sentir como la mejor y hay día en los que sientes que no posees nada.

 

Pero ese gran Maestro dijo, a mí como thetán: "Primero se tiene que poseer uno a sí mismo". ¿Y qué significa eso? Ser dueño de uno mismo y no que el ego nos maneje y no que los engramas nos condicionen, porque eso no nos permite crecer y no nos permite ser. Pero para ser, primero tenemos que hacer. Podemos mentalizar a aquel que está más allá de las estrellas que nos dé prosperidad, pero seguramente esa esencia divina nos va a responder: "Está bien, te di una mente, te di dos piernas, te di dos manos y la inteligencia para que actúes en consecuencia. Tú eres tu propia herramienta, eres el barro pero también eres el alfarero".

Es muy difícil de entender ser el escultor y a su vez la escultura, ¿pero cómo hacemos para desbastarnos a nosotros mismos y sacar nuestras propias impurezas?, ¿quién nos enseña? Esta es una tarea pendiente.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 23/09/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

Y encontró un poblado donde pudo establecerse de maestra, necesitaba olvidar la búsqueda de su hermana. Y había un herrero que estaba por ella. También.

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Entidad: Habían pasado varios meses y si bien no volví al castillo del rey Anán, en las distintas aldeas, en los pequeños poblados se corrían los rumores de que habían derrocado al tirano Andahazi. Mi sorpresa fue mayor cuando comentaban que una tal Randora había acompañado al tirano y ambos habían logrado huir, y luego encontraron el cadáver de Andahazi. Pero de mi hermana Randora no se supo nada.

Pero trataba de analizarme a mí misma, hablaba conmigo como si fuera otra yo.

Y me decía:

-Melisa, ¿cuál es tu meta?

-Servir, ayudar.

-Pero para eso debes primero encontrarte a ti misma, bucear en tu interior, cuáles son tus anhelos; porque vas por el mundo de poblado en poblado, conoces gente... ¡Perfecto! Pero ¿eso es todo? Todavía te sientes mortificada por enterarte de que tu propia hermana fue responsable de la muerte del resto de tu familia. ¿Qué buscas, venganza? Ahora que has aprendido el arte de la espada y la tuvieras enfrente, ¿qué harías, la matarías?

-No, no, sería ponerme a su nivel.

-¿Y si no tuvieras otra oportunidad?

-No.

-¿Y si te atacara? -Mis propios roles del ego estaban cuestionándome, confundiéndome. Trataba de, ¡Aaah!, respirar hondo, sentarme de espaldas a un árbol y mirar el horizonte y dejar la mente en blanco, que esas voces se acallen. Voces mentales obviamente, estaba perfectamente lúcida.

 

Y llegué a un poblado bastante bastante grande. Había herrería, almacén de ramos generales, dos posadas, dos lugares donde despachaban comida. La gente bastante tranquila.

Dejé mi equino en la caballeriza y pregunté qué trabajo podía haber para una joven. El de la cuadra era un hombre humilde, el que cuidaba los equinos. Y me dijo:

-Mire, señorita, disculpe la indiscreción, ¿usted sabe leer y escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir?

-Sí, tuve la suerte de aprender aun siendo mujer. Es más, conozco bastante de geografía de la región.

-Perfecto.

-Explíquese, por favor, señor.

-Están buscando una maestra para los niños y pagan bastante. -Me dirigí a un señor obeso que decían que era el intendente, se llamaba Insua.

-Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo tenemos una ascendencia en este lugar, de vaya a saber cuánto tiempo, por eso el poblado se llama Insua.

-Bien, a veces es bueno tener raíces sólidas en un lugar, ¿no?

-Así es -me dijo el hombre, orgulloso. Pero no era pedante, ¿eh?, era sencillo, atento.

Le comenté que yo podía ser maestra. -Puedo empezar mañana.

-Puede empezar hoy mismo, a la tarde si quiere, hay muchísimos niños.

 

Cuando me dijo muchísimos yo pensaba quince, veinte; ¡eran como cincuenta niños de distintas edades! La mayoría ni sabía siquiera leer ni escribir, menos hacer cuentas. Tenía que empezar de cero, con toda mi paciencia. Y lo hice, con amor, con cariño.

 

Y por primera vez después de tanto tiempo me sentí útil, porque tenía engramas. Cuando vivía con mi hermana me decía: "Inútil, no sabes hace nada, sólo sirves para pasar el trapo en la casa". Tenía esas palabras en mi mente y...

Y a veces suele pasar que te implantan un engrama, que te implantan una idea de que tú no sirves, y aunque luego triunfes en esto, en aquello, en lo otro es como que siempre te va a picar como una daga en el estómago esa primera impresión. ¡Vaya cómo cuesta bajar esa baja estima! Bajarla para pisarla, bajarla para destruirla, bajarla para que lo que levante sea la buena estima, la alta estima. Pero entonces yo me sentía con baja estima, sentía que no había logrado cosas. Bueno, era el momento de cambiar, entonces.

 

Tenía cincuenta niños a mi cargo y ¡vaya si tenía que trabajar!, porque no era un turno de tarde, era de mañana y tarde, o sea, que me tenía que levantar, desayunar, parábamos un tiempo holgado para poder comer, descansar un poco y luego seguir hasta casi terminando el atardecer. Obviamente, no es que me pagaban doble turno, estamos hablando de Umbro, una tierra medieval.

Pero tampoco me pagaban mal y me gustaba lo que hacía. Tardaba más tiempo en hacer que los niños se sienten, que no discutan, que no se peleen entre ellos. ¡Je!, eran un poco salvajes pero jamás les gritaría, jamás. Trataba de tener paciencia, hablar en voz baja.

Los cinco primeros días no hubo caso, apenas logré que estuvieran, que estuvieran en el curso. Era un salón bastante grande con bancos largos y mesas largas. Había traído resmas de papel de ramos generales, que obviamente las había donado el intendente. Las corté con una tijera, le di a varios niños y las rompían, tiraban papelitos en el aire. ¡Ah! Fue una tarea complicadísima. Pero tenía dos días de descanso, y verdaderamente había que descansar, los niños te volvían loca.

 

Mi espada precisaba filo. El joven de la cuadra donde había dejado mi equino me dice:

-En la punta del pueblo está Baltasar, el herrero, le puede afilar su espada. Y si precisa algo más, cambiar las herraduras del hoyuman...

-No, no, la espada.

-Qué raro, una maestra con espada.

-Obviamente que no la llevo a la escuela, pero cuando viajo por los caminos, sí.

-¿Y la sabe usar?

-Sí, señor, y bastante bien.

 

Llegué a la punta de poblado y vi a un joven moreno, alto, muy atractivo. Me sonrió, unos dientes blancos, sus ojos oscuros, una mirada recia pero atenta.

Me presenté:

-Me llamo Melisa, soy la maestra.

Me dijo:

-Mi nombre es Baltasar. -Me estrechó la mano firme. No fuerte, firme.

Le dije que quería afilar un poco mi espada: -¿Cuánto me cobraría?

-No, nada, señorita, Melisa. Por eso no...

 

Y conversamos. Y a veces a la salida de la escuela iba a visitarlo para conversar, tenía una conversación agradable, era muy atento.

 

Estuvimos treinta días así hasta que una tarde me invitó a cenar a la posada principal. Esa noche me tomó de la mano y me dijo:

-Qué hermosa que eres, pero no sé nada de ti.

Le dije:

-No hay mucho que saber. Tengo una hermana que prefiero no encontrarla, y no tengo más familia. Sí tengo amigos en otros poblados pero están lejos, así que en este momento estoy con los niños, que he logrado de alguna manera que tengan conducta, y ya están aprendiendo a escribir.

Nos hablamos de tú. Me dijo:

-Te felicito. Hace rato que precisaba una buena maestra para los niños, porque la anterior lamentablemente era mayor y falleció.

-Cuéntame de ti -le pedí. Se encogió de hombros.

-Aquí me ves, trabajando. Me encanta lo que hago, en el pueblo me quieren...

-¿Tienes familia?

-Sí, mis padres. Por eso me ausento dos o tres días cada siete, a verlos, al otro poblado.

-¿Y por qué no los traes aquí?

-No, ellos están acostumbrados a su granja, es un lugar tranquilo, no van a ir maleantes a asaltarlos, tampoco son ricos. Pero los extraño y me ausento un par de días del poblado para verlos. Honestamente, los amo mucho, y ellos a mí.

-Bueno, veo que eres un buen hijo.

-Aspiro a ser algo más. -Y me miró a los ojos-. Aspiro el día de mañana ser una buena pareja de alguien. -Y me volvió a tomar de la mano.

Esa noche nos besamos y luego me acompañó hasta mi posada. Me dio otro beso y se marchó cortésmente. Y así varios días.

En la herrería, detrás tenía una habitación, y una noche me invitó él a cenar en su casa y me quedé hasta el día siguiente.

 

Mi vida cambió. Había conocido a un hombre íntegro, amable, directo, cariñoso. Me besaba con mucho cuidado y mucha dulzura, porque otras mujeres me comentaban que tenían maridos que eran brutos, bestias. No, Baltasar estaba en todos los detalles, potenciando las caricias por sobre todo, y me sentía embelesada, verdaderamente. Me sentía vacía cuando partía por dos o tres días a ver a sus padres.

 

Recuerdo que una tarde estaba tan sola que me senté cerca de un aljibe. ¡Ah! Se acercó un anciano, Matías, que ya lo había visto varias veces, un hombre de una edad indefinida pero muy mayor, que me dijo:

-Con todo respeto, señorita Melisa, veo que...

-Sí, Matías, por favor, dígame.

-Bueno, veo que está con el joven Baltasar.

-¡Ah! Sí, no lo voy a negar, es una persona tan amable, tan cariñosa, y veo que en el poblado todos lo quieren. -Me miró con una sonrisa. Pero sus ojos no sonreían, su boca sonreía, no sé si se entiende, sus ojos estaban como tristes.

-Yo conocí al padre del intendente Insua, al abuelo del intendente Insua. Conozco a todos en este poblado.

-Sí, continúe. Lo escucho.

-Nunca supe que el herrero tuviera padres. Tengo entendido que cuando vino aquí la primera vez era huérfano, a sus padres los habían matado y no en un poblado cercano, en otra región bastante lejana.

-Pero Matías, él va a ver a los padres, que tienen una granja. -El anciano se encogió de hombros.

-Es lo que yo le puedo decir, es lo que yo sé, sé que es huérfano. Y dígame, señorita, ¿adónde es el poblado donde viven los padres?

-El poblado Arragán, es a menos de medio día yendo con mi hoyuman. -Me miró, se encogió de hombros y me dijo:

-Permiso, me retiro a casa. Pero me dejó una duda, con una espina clavada en el corazón.

 

Fui a la caballeriza y le pedí mi hoyuman.

-Me voy al poblado Arragán. -Y me marché.

 

El poblado Arragán era más chico que el poblado Insua pero tenía varias calles, y en una de ella le veo a Baltasar jugando con dos niños -montada yo en mi hoyuman a cien líneas de distancia por supuesto no me vio-, y veo que de la casa sale una mujer, habla con los niños, se cuelga del cuello de Baltasar y lo besa.

Mi primer impulso fue retroceder con mi equino y marcharme para Insua, pero no, avancé al paso con mi equino.

La mujer y Baltasar, los dos a la vez, me miraron. Baltasar palideció, la mujer no se dio cuenta de la palidez de Baltasar.

Pasé al paso con mi hoyuman, los miré e incliné la cabeza como saludándolos respetuosamente. Y seguí.

Dejé mi hoyuman en la caballeriza y fui a una posada. Me pedí una bebida, un zumo de frutas y una hogaza de pan con un poco de carne, y comí.

Al rato entró Baltasar. Lo miré.

-¿Qué pasó con tus padres? -le dije.

-Déjame que te explique...

-Tienes mujer y dos hijos.

-Déjame que te explique...

-Entonces es verdad lo que me dijeron en el pueblo Insua, que eres huérfano, que no tienes padres. ¿Qué le dices a tu mujer?

-Le digo que como acá ya hay un herrero grande no puedo competir con él, porque es muy bueno, me voy a trabajar al otro poblado.

-¡Qué bien, qué bien! Y la engañas a tu mujer.

-No, no era mi intención.

-¿No era tu intención? La has engañado a ella y me has engañado a mí. A mí me duele pero al fin y al cabo no eres nada mío, pero aquella es tu mujer y tienes dos hijos, debería hacer justicia. -Me miró, como recriminándome.

-¿Y qué, vas a destruir un matrimonio por venganza?

-¡Je, je! -Sonreí-. Qué básico que eres. Es una pena, porque de verdad eres una persona tierna, atenta, pero hay algo que tienes en tu naturaleza, eres una persona que traiciona. Y como dije antes, yo no soy nadie para ti, me duele por tu mujer y por tus hijos. Y no, no tengas miedo, no voy a decirle nada, pero olvídate de mí. Ahora, eso sí, en el poblado Insua sí lo voy a comentar a todos, que ellos después hagan lo que sea necesario.

-Es una venganza. El intendente Insua me va a echar.

-¿Por qué te va a echar?, eres un buen herrero, ahí no tienes competencia como aquí, simplemente es para que sepan quién eres. Que eres esa persona amable, pero también eres una persona que da una estocada por la espalda.

-Permíteme que te pague esto.

-No, no, no quiero nada tuyo. -Dejé un par de metales cobreados y me marché-. Y no me sigas en la calle, a ver si tu mujer te ve.

-Ahora eres irónica.

-¡Ja, ja! ¿Me dices irónica? ¡Ah! De verdad que eres un caradura.

-Otra mujer me hubiera abofeteado.

-¿Abofetearte? No, soy práctica. Me has tratado bien, no tengo quejas. Al fin y al cabo te disfruté.

-Ahora hablas con sarcasmo -dijo Baltasar.

-Sí, hablo con sarcasmo. No me debes nada, no te debo nada, pero sé cómo eres. Una persona que traiciona una vez traiciona dos, traiciona más. -Cogí mi hoyuman y me marché para el poblado Insua.

 

Y cumplí con lo que dije, lo divulgue en todos lados. Y no, el intendente no lo echó, pero el poblado ya lo miraba de otra manera.

 

Una vez que salí de la escuela se me acercó el viejo Matías, y me dijo:

-Por un lado me alegra de que hayas aclarado las cosas, Melisa. Por otro lado me da pena por ti.

-No, no, señor Matías, tenga pena por él. Yo no traicioné a nadie, tenga pena por él.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 02/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

Se quedó en el pueblo como maestra de niños, pero se encontró con quién había matado a sus padres. Hubo enfrentamiento con espada y un puñal por detrás. Finalmente pudo contarlo.

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Entidad: Lo he dicho una y mil veces: El mayor trabajo era encontrarme a mí misma, mi opción de vida. Decir mi misión suena muy remanido. Interpreto que todos tenemos determinada misión, ¿pero qué es una misión?, ¿una cruzada?, ¿convertirme en una heroína? No: El poder brindar de mi interior a otro interior.

Pero claro, conociendo a la gente, a veces los desengaños te lastiman, te hieren, como me pasó con el joven Baltasar, que resultó que vivía en otra aldea, que tenía mujer e hijos.

 

En el poblado Insúa me ofrecieron ser maestra de niños, estaba tan dolía que me ausenté por un tiempo y en otro poblado me ofrecieron exactamente lo mismo, pero me quedé poco tiempo y volví al poblado Insúa.

El viejo Matías me dice:

-Es una alegría verte de nuevo aquí, Melisa, espero te quedes definitivamente.

Lo miré y le dije:

-Definitivamente es mucho tiempo, voy a ir viviendo el día a día, descubriendo nuevas cosas. Los niños me dan alegría pero... pero también quiero conocer el amor de distintas maneras.

-Lo entiendo -dijo el anciano-. Con mi edad, con mi experiencia te podría comentar, Melisa, que hay distintos tipos de amores: el amor de pareja, el amor de hijos, el amor de amigos que ya no están pero sí los tienes guardados en tu corazón... Y otro tipo de amor, el más delicado, el amor de la persona que con el tiempo se va trasmutando y llega un momento en que la miras y te preguntas a ti misma, Melisa, ¿quién ese esa persona, quién es? Porque cambió o porque tú cambiaste o porque los dos cambiaron de distinta manera. Y eso duele, duele tanto como si el amigo se fuera, como si la pareja se fuera de este mundo. Pero lo peor es que sigue estando y no la reconoces y te preguntas, ¿pero siempre fue así y yo estaba ciega y no la veía?

 

Lo miraba al anciano, como si estuviera leyendo mi mente.

Y me acordaba de Randora. Aunque en realidad no, porque Randora siempre fue autoritaria, despreciativa, falsa. Y lo comprobé, después hablando con gente, que llegó a liarse con las peores personas, mintiendo, matando gente inocente, engañando, haciendo el rol de víctima.

 

Y seguí enseñando con ganas a los niños, con un trabajo que en realidad me gustaba. Y a veces piensas que tú impones tu libre albedrío, tu libertad trazando... trazando los pasos de tu vida, ¿no?, cuando es el destino -¿o cómo llamarlo si no?-, el que te marca los pasos, porque hay muchos poblados como el poblado Insúa, un poblado pequeño que no sobresale de otros.

 

Y cuando termino de almorzar, en la calle me topo con Randora que salía de los grandes almacenes. Me miró y no me reconoció.

Le dije a Randora:

-Sé todo el mal que has hecho.

-¡Ah, ja, ja! Mira quien está aquí, mi hermanita Melisa. Siempre has sido una molestia. -Sacó una espada-. Y creo que voy a acabar con esa molestia.

Saqué mi espada y le dije:

-¿Sabes qué pasa?, en este tiempo he aprendido muchísimo el manejo de esto. -Y le mostré mi espada.

 

Inmediatamente me atacó. Me defendí y contraataqué. Estuvimos varios minutos combatiendo. La gente estaba como impresionada, no por el combate en sí sino porque veían a la maestra peleando con una desconocida toda vestida con ropa de cuero, y esa desconocida, esa hermana mía, Randora, estaba desconcertada porque veía mi destreza. Y la estaba venciendo cuando de repente siento un tremendo dolor en el costado izquierdo de mi espalda.

-Lo que tú no sabías, querida hermanita Melisa, que tengo una cómplice. -Esa cómplice me había clavado un puñal en la espalda, cerca de la cadera, y caí de rodillas-. Y bueno, ahora te mataré y nos alejaremos, un problema menos. -En ese momento se escucha el trote de un caballo y... un hombre, no, lo miro, la piel muy blanca, orejas puntiagudas, era un elfo, pero de piel blanca, totalmente blanca. Saca su espada, Randora quiere atacarlo, con un movimiento veloz la desarma.

-Es hora que os vayáis. -Y la mira a la cómplice-, o acabaréis muertas. -Randora coge su espada, le hace una seña a su cómplice y se van corriendo para la caballeriza a coger sus hoyumans, y salen galopando a toda prisa.

 

Me levanta, apenas puedo caminar.

-Con tu permiso -me dice el elfo-.- Mi nombre es Fayden. -Y me levanta en sus brazos-. ¿Hay algún médico aquí que la atienda? Aparentemente su herida es superficial, que no ha tocado ningún órgano, pero...

Se acerca un hombre obeso.

-Aquí, aquí tengo mi pequeño consultorio. Pero entra ella sola, aquí no recibimos elfos.

Con un dolor tremendo le digo al doctor:

-Si Fayden no puede entrar, que fue quien me salvó la vida, prefiero que no me atienda.

El hombre titubeó y dijo:

-Entrad, vamos. -Fayden me acostó en una camilla. El médico me sacó la ropa, la parte de... que me cubría la espada-. Es una herida poco profunda, por suerte. Y como dijo este elfo, no te ha tocado ningún órgano. -Me puso alcohol, me dio a beber unas hierbas calmantes y con un hilo de una liana sanadora me cosió la herida. Luego me vendó primero la parte de la herida, luego me puso una venda cubriéndome toda la cintura-. Olvídate de andar en hoyuman por algunos días y olvídate de hacer ejercicio o fuerza si tienes que cargar paquetes...

-No voy a faltar a la escuela.

-Está bien. Te sentarás en tu escritorio, pero no harás otra cosa. Miré por la ventana lo que pasó. ¿Quién eran esas mujeres?

-Unas malvivientes.

-Me pareció como que las conocías.

-No, no -negué-, eran unas malvivientes, me confundieron con alguien y querían sacarme metales. Si no fuera por Fayden, este elfo blanco, me hubieran matado. -Lo miré y le dije-: Te debo la vida.

-Es un favor que te he hecho, como lo haría con cualquier persona.

Le pregunté al doctor:

-¿Cuántos metales te debo?

-No, no, no, no, nada. Uno de mis hijos se instruye contigo. No, nada.

-Iremos a la posada a comer.

-No sé si recibirán al elfo.

-¿Desde cuando el poblado Insúa dice quién puede ir a un lado y quién no? He visto muchos humanos, como estas dos mujeres delincuentes asesinas, y mira este elfo al que todos critican que me ha salvado la vida. -El médico se encogió de hombros.

-Yo lo dejé entrar...

-Sí, porque yo te he dicho que si no, no me atendías.

 

Nos marchamos a la posada caminando despacio.

-Yo he comido, tomaré un té de hierbas.

-Yo voy a comer -dijo el elfo-. Estuve andando toda la mañana, no conocía este poblado. -El posadero me miró, lo miró al elfo. Bajó la mirada y dijo:

-Aquí al fondo tenéis una mesa. -Pero no se opuso a que el elfo entrara, era alto, corpulento, vestía con un cuero claro. Pero la piel era muy blanca, parecida a la raza de los blancos, pero en elfo.

 

Me contó su historia. Me dijo:

-Mira, Melisa, no... no tengo un lugar de pertenencia. Mi padre era uno de los blancos, ya está muerto. Mi madre era una elfa que se enamoró de él. A ambos los desterraron del poblado elfo porque sólo quieren elfos puros. Así que no te sorprendas de los humanos, de que segreguen a otras etnias. En el poblado elfo pasa lo mismo; decían que yo era un engendro, un monstruo, que no fui creado por aquel que está más allá de las estrellas, que quién sabe qué demonio me engendró y qué hechizo hizo el hombre de la etnia blanca para enamorar a mi madre elfa. Pero durante los años que vivieron se amaban y lo demostraban, y me criaron por amor, por amor a... al mundo, por amor al ser humano, por amor al elfo, por amor a todas las razas. Y me inculcaron eso, que ame sin mirar a quien, que ayude sin mirar a quien. Pero murieron ambos siendo muy joven, prácticamente me crié solo, apartado de los humanos, apartado de los elfos. E hice lo que hicieron muchos, quizás a ti no te guste.

-¿Has estafado gente?

-No, no, pero por instinto siempre fui muy bueno con la espada. ¿Y entonces qué hice?: participé de distintos torneos, esos torneos blandos que son a primera herida. Y tenía amigos que apostaban a favor mío y me daban un porcentaje de las ganancias, sabían que no iba a perder. Hasta el momento participé en más de cincuenta torneos ganándolos todos.

-O sea -le dije-, te has hecho fama.

-No, me conocen como el elfo blanco. Mi nombre, Fayden, prácticamente nadie lo sabe. -Lo miré mientras comía, devoraba prácticamente la comida.

-¿Cuánto hace que no comes?

-Un amanecer y medio.

-Pero si has ganado torneos tienes muchísimos metales.

-He ayudado a mucha gente.

-¡Vaya! Prácticas la filantropía.

-Es una de las cosas que hago. Veo un desvalido, lo ayudo. Veo un necesitado, lo ayudo. Dentro de mis posibilidades. Nunca utilicé mi arma para matar a nadie. He participado de torneos y he ayudado a gente como te he ayudado a ti, pero no me aprovecho de mi habilidad con la espada para matar, y el dinero que he ganado en los torneos me ha servido para ayudar a mucha gente. Por supuesto que tengo dinero, no es que no he comido antes por falta de ello, simplemente he andado por los caminos y no en todos los poblados me reciben bien, algunos porque les parece raro y hasta tienen miedo de ver un elfo blanco, nunca habían visto un elfo blanco. Y segundo porque le tienen miedo a los desconocidos, porque quizá hay bandas que asolan aldeas y primero mandan a alguien a mirar cómo es la aldea para ver si es fácil saquearla. Y claro, soy un desconocido, es lógico que desconfíen.

Lo miré y le dije:

-Para mí eres una buena persona, me gustaría que te radicaras y te quedaras por un tiempo aquí. No tengo con quien conversar, no tengo de verdad con quien conversar, salvo... salvo un anciano, no conozco otra persona, un anciano llamado Matías. Después no hay nadie con quien pueda conversar de verdad. Los padres de los chicos a los que enseño me tratan con respeto pero tienen su familia. Casi no tengo amigas...

-Fayden, el elfo blanco, me dijo:

-Con todo respeto, Melisa, pero sabes que en los pueblos murmuran, si te ves asiduamente conmigo van a decir "La maestrita está saliendo con el elfo blanco". -Me encogí de hombros.

-Yo no dependo de la aprobación de los demás -le respondí-, que piensen lo que quieran. Y si les molesta tengo por lo menos dos poblados más que me han ofrecido el cargo de maestra de niños. -El elfo se encogió de hombros.

-Si a ti no te molesta para mí será un placer ser tu amigo, no tengo nada que esconder.

 

Le conté lo que me pasó con el joven Baltasar, que comentaba que se iba a otra aldea a ver a sus padres. Hasta que me enteré que era huérfano, entonces averigüé, averigüé, averigüé y descubrí que tenía mujer y dos hijos. No me gusta la mentira. -El elfo blanco sonrió.

-Yo ando de un lado para el otro, nunca tuve la posibilidad de tener mujer e hijos. Es más, ¿con quién tendría pareja, con una elfo?, a los elfos blancos los miran como engendros. ¿Con una mujer humana?, tendría que ser alguien de mente muy abierta. No. Me adapté a ser solitario, pero eso no me impide seguir participando de torneos y ayudando a la gente que lo necesita. -Seguimos conversando toda la tarde.

 

El médico me dijo que me convendría que por lo menos, por dos o tres días no vaya a la escuela, los padres de los niños se enteraron de mi herida y lo entendieron.

No montaba en hoyuman pero podía caminar un poco y en las orillas del poblado me sentaba en un tronco, Fayden al lado mío, y conversábamos de mil temas. Me sentía gratamente acompañada.

Y después me puse triste.

-¿Qué te sucede?

-Esa mujer de la que me has salvado y su cómplice que me atacó de atrás, la primera era una hermana que mató a toda mi familia. ¿Has conocido la batalla contra Andahazi?

-Sí -dijo Fayden.

-Bueno, mi hermana era la cómplice, esta joven que la acompañaba no la conozco. Pero quizá sea una mácula para mí, una mancha el tener una hermana asesina.

-No -dijo el elfo blanco-, tú eres responsable de tus propios actos, no eres responsable de los actos de los demás, salvo que tú los induzcas, salvo que tú empujes a la persona a cometer actos hostiles, de lo contrario no debes avergonzarte. Ten en cuenta que los amigos se eligen y la familia la tienes para bien o para mal.

Sonreí y le dije:

-Eres una persona sabia.

-No, sólo tengo experiencia de vida.

 

Y seguimos conversando plácidamente. Gracias por escucharme.

 

 


Sesión 03/11/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de María G.

Se sentía mejor, congeniaba con él al punto de sentirse bien, de olvidar que su hermana iba a matarla. Practicaban con espada, era lo mejor que había visto. Y hubo un torneo en el pueblo, un torneo distinto, pero salió. De todas maneras sigue pensando que hay gente buena.

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Entidad: Antes de preguntarme qué quiero de mi vida, qué busco de mi vida, qué anhelo hacer de mi vida debo preguntarme a mí misma qué espero de mí, qué espero de mi persona, qué espero de mi ser: ¿fuerzas?, ¿voluntad?, ¿confianza?, ¿anhelos?... Porque aprendí una cosa en todo este tiempo, ¡je, vaya, que no fue un tiempo corto!, que si no hay anhelos, por más voluntad que tengas, ¿hacia dónde apuntas?, ¿hacia dónde caminas?, ¿qué camino recorres?

 

Pero estaba satisfecha, habían pasado sesenta días desde el episodio de la pelea con mi hermana. Y gracias a Fayden, el elfo blanco que intervino salvándome la vida.

Y cuando no estaba con los niños, enseñando, lo veía practicar y fortalecíamos la amistad conversando y conversando. No... no iba más allá de una amistad, eso lo dejo en claro, pero le tenía un tremendo afecto.

Y hasta había cambiado mi carácter. Nunca tuve un carácter amargo, sí quizá sumiso por la infancia que tuve con mi hermana Randora. Ahora me sentía más alegre, más dada y hasta bromeaba con Fayden.

-Veo que practicas bastante con la espada, alguna tarde practicaré contigo.

Y el elfo blanco me dijo:

-¿Y por qué no ahora?

 

Y empecé a practicar con él. Era alto -me llevaba una cabeza-, fuerte, muy musculoso, y podía dar idea de que eso lo ralentizaba. No, era rapidísimo, unos reflejos impresionantes. Me daba cuenta de que por más que me esforzara era imposible darle el más mínimo golpe con la espada en su cuerpo: atajaba todo y se frenaba, y yo me daba cuenta de que él podía golpearme de plano con su espada las veces que quisiera, por eso se frenaba. Y yo no era mala con la espada, pero de ser buena a ser excelente había un trecho más grande que el océano.

-Con razón has ganado tantos metales en los combates a primera sangre en los torneos. -Y me reía con él.

 

Y es como que dejé de buscar, esos deseos de desquitarme de mi hermana... Basta, basta.

Era una temporada que había poca carne en el poblado Insúa y nadie se animaba a cazar a los puersarios. Esos enormes cerdos con cuernos no se acercaban a menos de cien líneas, y si les lanzaban flechas o les tiraban con lanzas, tenían una piel tan gruesa que apenas podían lastimarlos, y más de uno había muerto por esos enormes cuernos que tenían los puersarios. ¿Y qué hizo Fayden? Con su enorme cuchillo dentado de un lado, los montaba de atrás y los clavaba en el corazón, una rapidez tremenda. Yo lo miraba de lejos y digo "En cualquier momento se tropieza y el puersario le desgarra las entrañas". Pero no; llegaba a traer al poblado Insúa uno o dos puersarios diarios y la gente le compensaba con metales. Pero él decía "Denme lo justo, denme lo justo", y le alcanzaba para comer. El mismo posadero le permitió estar en una habitación siendo que al comienzo estaba tan arisco porque era un elfo blanco y no sabía si era un humano o un demonio.

 

Y una tarde vimos un carromato acercarse con un hombre de bigotes largos, un hombre obeso repartiendo papeles y gritando a alta voz:

-¡En pocos días haremos un torneo de espada a primera sangre, ya repartí papeles en otros poblados cercanos!

La gente curiosa. Muchos preguntaban:

-¿Y qué ganaremos?

-El que triunfe, el sesenta por ciento de la recaudación. El segundo, el treinta por ciento, y el diez restante para mí, un servidor. -Me parecía justo.

Le dije a Fayden:

-Mira, tienes un torneo en las puertas de tu casa. -Fayden se encogió de hombros.

-No, no, hace días que no practico cazando los puersarios para que la gente pueda comer, porque hay poco ganado y las crías todavía tienen que alimentarse y crecer. -Pero muchos muchos se anotaron en ese torneo.

 

Pero llegó Sanchín -Cuando llegó Sanchín muchos desistieron de participar-, un hombre moreno de un metro noventa de los vuestros, llevaba un palo cilíndrico de una línea y medio de alto. Sí, se ve que muchos lo conocían. Meterse con Sanchín era perder la cabeza.

Pero al amanecer siguiente se anotó Urgo, un trol de dos líneas de alto que pesaba casi dos veces lo de un hombre común. Enorme, gigantesco. Lo miré a Fayden y le dije:

-¿Lo conoces a este?

-Escuché hablar de él. Es raro. Es un carnicero.

-¿En qué sentido?

-No en el sentido de que carnea reses, un carnicero con los seres humanos. Cualquier disputa que tenga busca la excusa para matar. No me lo imagino en un torneo a primera sangre. Qué raro.

Insistí:

-¿Piensas anotarte?

-No -dijo Fayden.

-¿Por qué, porque esta Sanchín o porque está Urgo, el trol? -Me miró sonriendo. Otro se hubiera molestado o se hubiera ofendido dominado por su ego, el elfo blanco no me prestó atención dijo simplemente:

-No me interesa. -Pero insistí punzante, punzante.

-¿Pero qué pasa que de repente no te interesa?

-Quizá porque no tenía con quien conversar y ahora te he conocido a ti, Melisa. Eres una muy buena amiga.

 

El torneo duraría varios días y en el poblado se dio vacaciones a los niños, así que yo estaba libre de trabajar en estos días.

Había torneos de más de doscientas personas, aquí solamente se anotaron sesenta y cuatro, se ve que les impresionaba esos dos gladiadores, Sanchín, un humano de casi dos líneas y Urgo, el trol gigantesco.

Hasta que llegó el día de los primeros combates. Los primeros combates se hicieron a la mañana, dieciséis contra dieciséis, y a la tarde, dieciséis contra dieciséis. O sea que el primer día compitieron todos los participantes, los sesenta y cuatro, y quedaron treinta y dos. Al día siguiente compitieron ya directamente dieciséis contra dieciséis sin descanso.

En el tercer día ya quedaban dieciséis y se fueron sorteando. Finalmente quedaron ocho, ocho enormes gladiadores. Generalmente tenían heridas pequeñas pero a veces se extralimitaban y algunos tenían heridas más graves. El médico tenía que trabajar permanentemente, obvio que cobraba sus buenos metales.

Cuando quedaron cuatro, los cuatro mejores, Sanchín, con una tremenda velocidad marcó enseguida en el estómago a su rival llegando a la final. Y del otro lado, Urgo, el trol, al que todos los contendientes le tenían miedo, le tocó un hombre de piel negra, musculoso, fuerte, pero es como que evitaba acercarse. Finalmente con un movimiento del Urgo casi le corta el brazo, el moreno manaba sangre enormemente. El médico le salvó la vida, el brazo y la vida, porque le había tocado una enorme arteria.

Y el último día los dos mejores: Sanchín y Urgo. Era a primera sangre. Sanchín esquivaba ágilmente los embates de Urgo sin miedo, quizás era el único de los contrincantes que no le tenía temor a la bestia. Y Urgo daba un mandoble tras otro con su espada. Y en ese momento Sanchín, ágilmente lo hace sangrar en el hombro izquierdo, levanta los brazos, triunfal, ganando el torneo, pero el Urgo presa de furia le hunde la espada en el pecho matándolo. La gente murmuraba.

 

-Quiero mi dinero. No hay segundo, así que yo me llevo el noventa por ciento.

 

Estaban todos pálidos. Sanchín yacía sin vida y era él el que realmente había ganado porque el combate era a primera sangre.

El hombre obeso, de bigotes, le dijo:

-Estás descalificado, el torneo queda desierto. Y yo soy honesto, me llevaré mi diez por ciento y el resto se lo devolveré a todos aquellos que han puesto el dinero.

Urgo lo tomó del cuello y le dijo:

-Solamente apretando con mi mano te puedo arrancar la cabeza. Quiero mi dinero.

Una voz detrás de él dijo:

-Te conozco, no has actuado legalmente. Sanchín te había vencido, era a primera sangre. Pero yo sabía que eras un carnicero. -El monstruo se dio vuelta, enfrente tenía a Fayden, el elfo blanco.

-¿Quién eres?

-Mi nombre es Fayden.

-¡Ah, Fayden, el ganador de todos los torneos de la región! ¿Qué pasó, no te has inscrito porque estaba yo? Aquí me tienes. A ver, ven.

-Has cometido un asesinato y lo pagarás.

-¿Alguien del pueblo va a apresarme, alguien va a querer ser suicida? Porque el que quiera apresarme, mataré a él, a su mujer y a sus hijos.

-Lamento decepcionarte, yo no tengo mujer y no tengo hijos y no te voy a apresar, te voy a quitar la vida porque eres un asesino.

-¿Has matado a alguien?

-No, Urgo, tú serás el primero, no te puedo dejar ir porque seguirás matando gente.

 

El Urgo se mostró en todo su poderío levantando su espada. Fayden sacó la suya. El Urgo, con una fuerza tremenda lanzó un mandoble a la cabeza de Fayden, que lo paró con su espada, y me sorprendió porque la paró sin esfuerzo. El Urgo se sorprendió. Un movimiento de Fayden, el elfo blanco, le cortó parte del pecho. Otro movimiento, le cortó parte del estómago. Un tercer movimiento, el muslo. Un cuarto movimiento el brazo donde tenía la espada. El quinto movimiento le atravesó el corazón a Urgo, el gigantesco trol.

 

Me quedé sorprendida, me quedé totalmente sorprendida. Fayden era muy superior al pobre Sanchín asesinado por Urgo, y sin ninguna duda mucho mejor que cualquier trol.

 

Miró a la gente y les dijo:

-Aquellos que habéis apostado, este buen hombre les devolverá el dinero y se llevará su diez por ciento, como corresponde.

El hombre se afiló los bigotes y le dijo a Fayden:

-Te daré una parte.

-No, no, no. A lo sumo colabora con el enterrador para que entierre a Sanchín.

-¿Y a Urgo?

-No, que lo carguen en una carretilla y lo lleven al bosque, que se lo coman las alimañas, no merece ser enterrado.

 

Fue un día muy triste. Sanchín era un excelente espadachín y había ganado el torneo y luego fue asesinado. Pero estuve convencida de que ni siquiera a primera sangre hubiera podido vencer a Fayden, el elfo blanco, la persona más completa que vi en mi vida con la espada.

 

¡Qué es la vida! ¿Esto es la vida, miserias, dolor, muerte? No, la vida también es esperanza. ¿El acto de Fayden? Sí, mató a alguien, pero ¿podemos decirle asesino a Fayden, justiciero, o lo que hizo fue extirpar un tumor para que el poblado Insúa se sane? ¿Porqué quién lo hubiera detenido al trol si no?

 

Fue un día triste, pero tengo que quedarme con la esperanza de que hay mucha gente humana: elfa, hombres alados, los mismos trol. Entre todos y entre todas las etnias tiene que haber también gente buena que tienda la mano, que ayude, que pueda sonreír, que pueda entender lo que es la vida.

Y como dije al comienzo, para entender la vida tiene que la persona entenderse primero, qué quiere, qué anhela. Porque si no hay anhelo, la voluntad sola no sirve. Como dije al comienzo.

 

Gracias por escucharme.