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Psicoauditación - Miguel B.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión del 29/03/2021


Sesión 29/03/2021
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Miguel B.

Su vida en pareja no era nada activa y se distraía con filmaciones explícitas, le ayudaban no a olvidar el tema pero sí a soportar la situación. Pero ese problema y otros le hacían llevar una vida que aunque la soportaba no le gustaba en realidad. Le recomendaron visitar a un conocido genetista, también analista espiritual. Fue, esperaba soluciones rápidas.

 

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Entidad: Tengo muchas dudas porque trato de hilvanar mis pensamientos y muchas veces buscamos excusas con respecto a nuestras actitudes: Los roles del ego nos manejan la vida, los engramas nos condicionan... ¿Y qué sucede si no fuera así?, ¿qué sucede si directamente son gustos personales? Hay gente que le gusta comer un buen manjar y no lo hace por estar condicionada, hay gente que le gusta ser apasionada y no lo hace por roles de ego, es por su carácter, por su manera de ser, por su formación.

Pero claro, el problema es cuando esas actitudes pueden perjudicarte la salud o bien pueden quitarte tiempo para hacer otras cosas más productivas, amén de que pueden perjudicar incluso tu vida personal, tu vida afectiva.

 

Tuve una situación similar a la actual, en Ran II. Vivía en Ciudad Central, una de las más importantes del planeta. Mi nombre era Luís Alberto Tesouro, inmobiliario, muy bueno con venta de propiedades, ganaba bastantes créditos, vivía bien.

Estaba casado con una mujer a la que amaba, y amo, ¿no?, en esa vida, Elba Cañizares. Ella no dependía económicamente de mí pues tenía muy buen trabajo como abogada, incluso tenía su propio bufet. Nos llevábamos muy bien.

Pero yo encendía el holovisor y a veces dejaba a mi ayudante como encargado en la inmobiliaria y me quedaba mirando en el holovisor erotismo crudo. Erotismo crudo es un erotismo donde se veía la intimidad de forma explícita, muy explícita.

 

Mi esposa era una persona que me amaba, que podíamos tener intimidad, pero era como muy apagada en ese sentido, digamos como que participaba muy poco y nada en la relación, era pasiva. Voy a explicarme mejor; muchas mujeres ocupan un lugar pasivo -no todas, a veces hay hombres que ocupan un lugar pasivo y la mujer es la activa-, pero aquí cuando hablo de pasiva me refiero a laxa como que no estuviera presente en la relación. Entonces mi escape, mi vía de escape era el erotismo en el holovisor. ¿Si se ponía celosa? No, porque entendía que era gente a la cual yo no conocía. Es más, las situaciones que veía en ese erotismo crudo, eran situaciones impensadas para mi persona, quizá por el estado físico, ¡je!, ficticio tal vez, de esas filmaciones, pero de todas maneras me conquistaban, y a veces mi mente se ponía en lugar del, llamémosle, protagonista.

Pero claro, ¿cómo podía imitar yo esas performance si mi estado físico no me lo permitía?, el hecho de que mi pareja en una intimidad estuviera laxa, demasiado pasiva me hacía sentir como que yo era el único apasionado. Pero claro a veces me veía en lugar del protagonista del holovisor, del holovideo y pensaba "¿Y si estuviera con una de esas mujeres, cómo podría yo satisfacerlas?".

 

Y ahí estaba mi complejo, con complejo de baja estima. Y qué paradoja, qué paradoja... qué paradoja tonta, ¿no?, porque al fin y al cabo era un entretenimiento, es como si de repente mirara una holopelícula de aventuras donde el héroe se descuelga de un vehículo volador y cae a tierra bien, sin haberse lastimado. Pero yo sé que es una fantasía y por más que yo me pongo del lugar del protagonista sé que eso no lo voy a hacer porque no tengo estado físico, porque creo que incluso una persona atleta tampoco lo podría hacer, son trucos de filmación.

Pero el erotismo crudo no era un truco de filmación, eran personas reales filmadas sin cortes, sin trucos, y aparte eran tremendamente duraderos en sus relaciones llamémosles eróticas, lo cual no entraba en mi manera de protagonizar una intimidad, no era precoz pero tampoco era un campeón como esa gente de los holovideos. Además, mi estado físico no me lo permitía, pastel que veía o algo dulce que veía lo comía, pero como si el mañana no existiera, un pastel para cuatro personas y no teniendo nadie que me controlara... y me lo comía, me lo comía.

 

A veces me sentía como preocupado por mi pareja porque no me decía "¡Mira, Luís Alberto, cuídate, eres joven! Ella tenía mejor estado físico que yo y sin embargo quizá por un tema genético era más bien, lo digo de una manera diplomática, era desapasionada, era desinteresada. Pero me decía "Te amo, me interesas, quiero cuidarte", pero no era una persona que disfrutara la pasión que yo sí sentía. Entonces es como que nuestra intimidad era un trámite y mi escape era ver los holovideos.

 

Pero no me sentía bien y me daba como cierto pudor hablarlo con mis conocidos. A veces íbamos a tomar algo con otros compañeros inmobiliarios.

-¿Sabes, Tesouro, que vendí una propiedad enorme?, ¡los créditos que he ganado de comisión!

-¡Qué maravilla! Bueno, yo ayer arreglé con una firma importante y aparentemente voy a poner créditos y vamos a hacer un gran consorcio para edificar en un lugar que había casonas viejas.

-¡Pero qué bueno, Tesouro!

-Y me van a entrar unos cuantos créditos en mi cuenta.

 

O sea, hablábamos de trabajo. Cuando tocábamos temas personales uno de ellos me decía:

-¡Ah! Con mi esposa, con mi esposa Maura tenemos una relación diez puntos. Entiendo que tú, Tesouro, también, ¿no?

-Sí, pero por supuesto, esto ni se habla, mi esposa Elba es bonita.

 

Pero no tocaba más el tema, ellos no sabían de mis, ¿puedo decirle vicios?, para mí no eran vicios, para mí eran gustos. Lo erótico no era algo que me afectaba, quizás el comerme un pastel que me tendría que durar tres días y me lo comía en medio día, y eso sí me podía afectar en sobrepeso y en distintas enfermedades, por lo dulce que consumía. Y a veces sentía que mi erotismo no era tanto como debería ser en una persona competitiva, si se entiende la expresión.

 

Una vez fui a una tienda de un señor que conocí en un museo donde había cuadros sobre edificios, sobre construcciones antiguas, cuadros pintados quizás hacía un siglo. Y nos pusimos a conversar con el hombre, un hombre bastante bastante grande, viudo, hijos casados, tenía nietos, pero prácticamente estaba aislado de la familia.

Y un día lo fui a ver a su tienda, tienda extraña con productos antiguos, muy antiguos, vendía incluso viejos televisores.

Le digo:

-¿Pero quién le va a comprar eso ahora?, hay holovisores con holovideos, hay holoordenadores.

-Hay coleccionistas que compran de todo. Incluso, mira, tengo una radio.

-¡Radio, son aparatos de antes de que yo naciera! -le comentaba.

-¿Quiere tomar un licor?

-Sí.

-Entiendo que pasas por algo y que tú no te animas a decirlo.

Lo miré al hombre, se llamaba Elías. Le digo:

-Mire Elías -le conté mi caso. Le digo-: Me gusta ver el erotismo crudo pero me quita tiempo, más ahora que pactamos con una firma muy importante para edificar en un lugar que estaba prácticamente abandonado y la municipalidad nos otorgó el permiso, entonces invierto parte de mis créditos porque sé que voy a ganar el quinientos por ciento de lo invertido. Y ese hobby, vicio o como yo le quiera llamar me está quitando mucho tiempo, amén de que soy esclavo de... de... veo algún pastel y ya soy preso de la gula.

El viejo Elías me dijo:

-Mira, Luís, yo no puedo solucionarte el tema pero te puedo recomendar a un analista espiritual.

-¡Je, je, je! Perdón, ¿qué tiene que ver un analista espiritual en todo esto?

-Es un afamado genetista, llamado Raúl Iruti. -Me puse pálido.

-¡Pero a Raúl Iruti lo conoce todo el mundo! Es uno de los mejores genetistas de Ran II! ¿Qué tiene que ver con lo de analista espiritual?

-Prácticamente está retirado de la genética y atiende gente con problemas ya sea de pareja, de trabajo, problemas existenciales.

-Pero, Elías, discúlpeme, pero yo no tengo problemas.

-Pero Luís, me estás diciendo de que ese hobby tuyo te quita tiempo, te estás quejando diciendo de que eres esclavo de gula cuando ves algo dulce, ¿y me dices que no tienes problemas? ¿Cómo sabes que tu esposa no está desapasionada justamente porque sabe que no puede competir contra las mujeres de los holovideos?

-No no no no no, no, porque ella ya era desapasionada de antes de que yo viera eso.

-¿Y tú sabes incentivarla?

-Yo sé cómo incentivar una mujer, lo que pasa que me canso. Si cada vez que tengo que tener una intimidad tengo que incentivar, digamos como que estoy más tiempo incentivando que en el acto en sí, y honestamente, y honestamente eso me molesta. A veces es como que tengo ganas y se me van las ganas al saber que tengo que incentivar incentivar incentivar. Basta, basta. Al final en vez de placer es un trabajo, o yo lo tomo como un trabajo. Entonces me quedo tranquilo tomando una copa en mi sillón, enciendo el holovisor pongo el holovideo y ya está.

-¿Y te desquitas con eso?

-La paso bien.

-¿Te sientes bien?

-Elías, Elías, usted me pone incómodo. ¿Tiene la dirección de ese Iruti? Lo voy a ir a ver. -Me pasó una tarjeta.

-Llámalo, dile que hablaste con Elías Burgués, el de la tienda.

 

Y entonces fui, fui a ver a Raúl Iruti. Busqué en los cajones, miré, miré a ver si tenía que llevar algo. Sí, hurgando en los cajones.

No sé qué hacer pero bueno, voy a ir, voy a ir, voy a ir.

 

Al día siguiente pasé por la inmobiliaria y dije:

-Tengo que ver a una persona para un negocio. -Y me fui a ver a Raúl Iruti.

 

La tos me vuelve loco, la tos me pone mal. Me pasa siempre el tema de la tos cuando me atoro comiendo porque me atraganto, es cómo que como con unas ganar, con un deseo, y a veces es como que hay ciertas miguitas que me entran por la parte respiratoria y empiezo a toser.

 

Toco el pulsador y me abre una persona bastante mayor de lo que yo pensaba pero carismático.

Le conté mi caso y me dijo:

-Mira, Luís Alberto, nadie nos puede obligar a hacer lo que no queremos, a hacer lo que nos pone incómodo.

-Pero profesor Iruti, a mí no me pone incómodo ver el erotismo crudo, me apasiona, me pongo... A ver...

-Dilo, dilo sin tapujos.

-Bueno, me excita, me excita más que trabajar para encender el fuego de mi mujer, es como que cuando estuviera en la intimidad con mi pareja estuviera haciendo un trabajo, porque estoy más tiempo tratando de incentivarla que la relación en sí. Yo no soy precoz pero si fuera por mí, en una determinada postura que me gusta, y seguramente en un instante puedo culminar la relación, pero con ella es como que tengo que trabajar y trabajar y trabajar para incentivar incentivar y mientras incentivo, honestamente, mi... mi parte genital está laxa, dormida, y quizás a veces la enciendo un poco pero soy yo el que está apagado. Me apago de... de tanto trabajar incentivando. Dígame algo, deme una devolución.

-Mira, primero tienes bastantes temas con ego.

-¿Qué tiene que ver el ego con todo esto? El ego no me condiciona para ver el erotismo, lo hago porque me gusta.

-Pero me has dicho que te hace perder tiempo en tu trabajo, entonces es como que estás esclavizado.

-No... No pierdo dinero porque no estoy yo solo en la inmobiliaria, mis ayudantes, mis empleados. Está bien. El otro día perdí un contrato porque me llamaron de una firma grande y querían hablar conmigo y yo en casa desconecté el holomóvil y no pudieron llamarme, porque cuando estoy mirando los holovideos no quiero que nadie me moleste.

-¿Y tu esposa?

-Mi esposa viene, me trae un café o un licor, me lo deja y se va en silencio.

-¿Y no está celosa?

-Por lo menos yo no lo noto. Aparte, una vez lo hablamos y me dijo: "Yo no puedo estar celosa de alguien que no conoces".

-Quizá no, o quizá no te lo dice para no incomodarte. Pero tú estás viendo escenas íntimas con personas desconocidas con performance que tú no harías.

-¿Cómo sabe?

-Porque veo tú estado físico. Sé que no lo harías.

-¿Y entonces qué puedo hacer?

-No te digo que dejes todo de golpe, hay gente que tiene dependencias y existen los que se llaman periodos de carencia que no pueden dejar determinada droga.

-¿Existen todavía venta de drogas en Ciudad Central?

-Te puedo asegurar que sí, Luís Alberto, existen -me dijo el profesor Iruti-. Y se pueden tratar, pero el periodo de abstinencia es tremendo.

-¡Je, je! Claro. Pero profesor, el erotismo no es un droga.

-No, pero también te va a provocar periodos de abstinencia.

-No, para nada, si tengo mi esposa.

-Tu esposa no es objeto donde cuando tú quieres tener una relación la puedes tener, es algo que se pacta de a dos.

-No no no no no no, es mi esposa y podemos tener relación cuando queremos.

-No, Luís Alberto, no es así. Aunque sea tu esposa no es así. Todo se pacta entre los dos. Hay momentos y momentos. Hay momentos en que ella no está bien y hay momentos en que tú quizá no estás bien y ella quiera.

-No no no no, ella no quiere nunca. Y eso, la verdad que me quita ganas de todo, por eso los holovideos. Entonces, ¿cuál es su fórmula mágica?

El profesor me miró y me dijo:

-Luís Alberto, mi fórmula mágica es que no tengo fórmulas mágicas, es tomar el control de tu vida, que pongas tu voluntad por delante. Lo mismo que me has comentado de los pasteles, basta de gula, haz ejercicio, corre.

-¿Correr? Yo corro de una calle a la otra y ya estoy agitado.

-Entonces camina.

-¿Pero ahí no estoy perdiendo tiempo que me pase una tarde caminando para estar en estado físico? Y tampoco voy a estar en la inmobiliaria.

-Camina los fines de semana. O camina entre semana cuando sales de tu inmobiliaria. ¿A cuántas cuadras está la inmobiliaria de tu casa?

-Y... tengo que coger un bus. Veinte veinticinco calles.

-No digo que las camines todos los días, pero por lo menos tres veces por semana, ¿por qué no las caminas?

-¡Je, je, je! Profesor, porque voy a llegar con más apetito y me voy a comer el pastel de golpe.

-Llega y tómate un vaso grande de agua y aguántate hasta la cena. Y come algo frugal.

-O sea, que para usted, profesor, la idea es matarme de hambre, y la idea es que no vea videos. Y como con mi esposa tengo que tengo que consultar cuando puedo tener relaciones, me tengo que autosatisfacer.

-¿Por qué te atajas, por qué lo ves todo tan mal?, nadie te está prohibiendo nada. Vienes a mi consulta, te digo mi parecer. No dejes todo de golpe, de repente, pero no estés tan esclavo de la pantalla del holovisor. Ocúpate más del trabajo, has perdido una firma por no estar o por tener apagado el holomóvil, los empleados pueden ayudarte pero no te reemplazan, y con tu pareja no se trata de tener solamente intimidad. ¿Le preguntas de su trabajo?

-¿Acaso ella me pregunta del mío? -Me atajé.

-¿Por qué te ofuscas?, te estoy preguntando, nada más.

-Discúlpeme profesor. No, no le pregunto.

-Bueno, una pareja no es solamente sexo. Conversen, pregúntale cómo se siente en su trabajo, pregúntale como se siente con su vida cotidiana, pregúntale de corazón qué puedes hacer para que esté mejor y no esté tan apagada. ¿Cómo sabes que no es un tema de salud?

-Sí, alguna vez me comentó que fue a ver a la ginecóloga y le dijo que algún problema tenía.

-¿Algún problema? ¿Y has hablado más del tema?

-No no no, es como que se queda callada y no me cuenta.

-¿Has insistido?

-No, no quiero presionarla.

-Pero sí la presionas para tener intimidad.

-No, no tanto. Ya he dicho que no me gusta trabajar incentivando.

-Tienes mucha tarea por delante, Luís Alberto, mucha tarea por delante.

-Me ha dado una devolución, hemos hablado demasiado por ser la primera consulta.

-Si deseas te doy turno para la próxima semana. -Me encogí de hombros.

-¿Me servirá? Porque me voy vacío.

-¿Qué pasa con esa tos, Luís Alberto?

-Primero pensé que era por atorarme con los pasteles, pero tengo tos muy seguido.

-¿Te has hecho ver de la parte pulmonar?

-Hace rato que no voy al médico.

-Te lo recomendaría. Yo mismo soy genetista, puedo hacerte análisis.

-No, no mezclemos las cosas. Yo he venido a usted por... ¡Bah! Llamémosle por mi problema, si voy a ver a un médico voy a ver a otro médico para no mezclar.

-Como quieras. -Me pasó la consulta y le giré digitalmente por mi holomóvil. Nos dimos la mano y me fui.

 

No es que me haya ido vacío de la consulta pero quizá yo esperaba una solución mágica. Y se lo dije, porque no me callo nada, y tres veces me repitió el afamado Raúl Iruti: "Mi tarea no consiste en soluciones mágicas, consiste en que la gente tome consciencia de sus falencias". Y eso me ofuscaba porque yo no consideraba que lo mío fueran falencias.

¿Entonces por qué me sentía tan descontento de mi vida, por qué me sentía tan mal con mi vida? Tenía éxito en mi empresa y mi esposa tenía éxito en su bufet de abogado, nos amábamos y sin embargo es como que me faltaba algo, es que no me sentía pleno, no me sentía completo. ¡Dios!

No, no había salido convencido, no sé si haría otra consulta con el profesor Iruti. Pero él me dijo: "No hay soluciones mágicas, es un tratamiento a largo plazo". Y qué, ¿tendría que ir a cien consultas?

 

Recuerdo que al día siguiente fui a la tienda de Elías Burgués y es como que un poco me quejé.

-Yo espera más como soluciones ¡ya!

El viejo Elías me miró y me dijo:

-Luís Alberto, ¿has visto que en los cuentos hay una varita mágica?

-¿Qué tiene que ver?

-Bueno, en la vida real no existe esa varita mágica, todo es un proceso en el cual tú tienes que participar.

-¡Qué fácil lo hace hablando, qué difícil es llevarlo a cabo!

-Y bueno, hoy has dado un primer paso, has ido a ver a Iruti. Ahora depende de ti atreverte a dar un segundo paso y verlo de nuevo.

 

Le di un abrazo y me marché de la tienda para casa pensando en Elba, pensando que es verdad que estamos teniendo poca comunicación, yo no le pregunto de su trabajo, ella no me pregunta del mío. Rutina, monotonía. Yo tampoco quiero eso.

Sí, lo iría a ver de nuevo, iría a ver de nuevo al profesor Iruti.

 

Gracias por escucharme.