Índice

Psicoauditación - Brian London - Ra-El-Dan

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Volver a Sesiones Raeldan

 

Sesión 02/09/2019


Sesión 02/09/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Raeldan y Wilder-El

Dos entidades se encuentran en el espacio y en el tiempo. Dos artistas de fama: Doris Dance, Brian London. En pleno apogeo congenian y planean un futuro juntos.

Sesión en MP3 (3.256 KB)

Sesión relacionada

 

Jorge Olguín: Voy a intentar canalizar, simultáneamente, a Raeldan y Wilder-El. Que Eón me ayude.

 

Raeldan: Como se equivoca la gente, ¡ja, ja, ja!

Nací en el mejor país del viejo continente. Mis padres, aristocráticos con títulos, jamás jamás los escuché tener una conversación en armonía. No es que discutieran todo el tiempo, Madre hablaba en voz alta dentro de su fina aristocracia y padre se iba con los amigos a montar a caballo en los parques, en los bosques, con su andar ridículo de mirar a todos por encima del hombro.

 

¿Si yo me crié aristocrático? No. Me juntaba con el hijo del encargado, jugábamos con las hondas a lanzar piedras, a voltear botellas para darles en los postes.

El único acierto de mi madre, quizá, fue hacerme estudiar guitarra. Obviamente lo clásico, algo que a mí me gustaba nada, pero era un buen comienzo.

Tenía un profesor absolutamente pedante y quizás algo... ¿cómo diríamos?, algo mariposón, murmuraba que yo era un crío malcriado.

¿Qué yo me callaba la boca?: Jamás. Le decía:

-Te pagan para que me enseñes no para que murmures. -Y alguna vez se me escapó y le dije-: Eres un mariposón. -No se ofendió.

Me dijo:

-Con gusto.

 

Para mí era natural todo; era natural la aristocracia, era natural también jugar en el barro con el hijo del encargado... Y sí había algo que tenía... ¿cómo puedo decir?... espíritu, era la guitarra. El mariposón no podía decir nada porque tocaba con una clase impresionante.

Y a los diez años padre y madre se separaron. Padre me venía a buscar todos los fines de semana y yo me quedaba el resto de la semana con madre. Pero madre no tenía tanta cuerda sobre mí, no es que no me ajustara la soga, yo directamente agarraba una tijera mental y la cortaba y me iba con otros jóvenes del barrio.

Al comienzo no me aceptaban.

-¡Ja, ja, mira quien viene!, el aristocrático Brian London. ¡Ay, Brian London!, ¿qué haces por aquí? -El primer golpe que le di en la nariz le salió abundante sangre, nadie más se burló de mí. Me aceptaron.

 

Varios de ellos tocaban la guitarra también, nos juntábamos en un galpón y aprendí a tocar la música más... más de hoy.

Nací en el 46 y ya en el 57, con once años... no punteaba, ¿eh?, o sea, jugaba con las cuerdas con todos mis dedos.

      (El canalizador tararea en el audio).

Me decían:

-¡Qué es eso! Eso es de la época de tus padres, es de antes de los años cuarenta.

-A ver qué te parece esto:

      (El canalizador tararea en el audio).

Me aplaudieron a rabiar.

 

Y pasó el tiempo, pasó bastante bastante el tiempo. En 1963, a mis diecisiete integro una banda: "Sismo". ¡Ahhh! Primero nos probaron en la radio, nos invitaron en un programa de televisión, la rompimos, la rompimos, una maravilla. El cantante Edward, una voz impecable. Pero, porque siempre hay un pero: se drogaba.

Nunca entré en eso porque de alguna manera cuidaba mi físico. ¿Si tomaba alguna bebida alcohólica? Sí, pero me medía, es como que me respetaba a mí mismo.

La banda trajo cosas a favor, teníamos muchas fans. El segundo guitarrista se enredó con una chica menor.

Le digo:

-No quiero saber nada de esas cosas. Hazlo en privado, a nuestro carromato no traigas a nadie o directamente me abro.

 

Me hicieron caso. Yo no quería saber nada ni con alcohol ni con drogas ni con jóvenes menores, digamos como que me respetaba. Que era inimputable porque tenía diecisiete años, pero ya la tenía clara, ya la tenía bastante clara.

A mis diecinueve ya tenía muchas fans y me enredé con algunas jóvenes pero sin prometerles nada, cuidándome de que fueran mayores.

¿Si fui mujeriego? A qué le llaman mujeriego, ¿al qué va de mujer en mujer? Entonces no, no era mujeriego. Simplemente, ¿cómo explicarlo?, vivía mi vida, vivía mi vida.

Pocos meses después en un recital, Edward apenas se podía tener de pié. Hice un solo de guitarra que cautivó al público, disimulé la falencia del cantante.

Pero tiempo después me hice solista. Sismo habrá durado unos meses más sin mí, nunca más se supo del grupo.

¿Que fui ingrato? ¿Que dejé -valga la paradoja, ¿no?-, en banda a la banda? Sí, pero tenía que pensar en mí porque el segundo guitarrista otra vez se enredaba con menores, el cantante se drogaba... No, no quería problemas, yo vivía mi vida abiertamente.

 

¿Qué pasó con padre? Padre se volvió alcohólico. Tenía mucho dinero, pero estaba pésimo de salud. Madre se enredó con una persona que le sacó plata. Una vez la fui a ver y estaba destruida, discutiendo con el amante de turno al que saqué a puntapiés, pero mal mal, a puntapiés.

Me dijo:

-Te voy a denunciar.

-Hazlo -le digo-. Tengo contactos con las autoridades -le dije-, y aparte le diré que golpeaste a madre.

-Pero no la golpeé.

-Perfecto. Ya le estoy sacando una foto en el estado que está y me van a creer a mí. -El hombre no vino más.

Pero madre, tan masoquista, me reprochó:

-Echas a mis novios, no sirves para nada.

 

Nada me ataba. ¡Je! Año 66, ya era grande, había cumplido veinte, hacía mi vida. Me pude comprar un apartamento en el centro, vivía mi vida.

Tenía un mánager. Le digo:

-Lo único que tienes que hacer es buscarme la mejor manera de ganar dinero, hacérmelo fácil, no meterte en mi vida personal, y sí hacerme observaciones si ves algo que puedes mejorar. Observaciones, no críticas.

Y viví mi vida.

 

Y después conocí a Doris. Doris era del nuevo continente de Burgues, Nueva Bahía, una chica bastante bastante interesante y muy muy buena cantante. No era de estas niñas malcriadas que se hacían las exquisitas, esas niñas que histeriqueaban antes de darte un beso no, no, no, era abierta, no liberal como yo, en el sentido de que todo me iba bien. A ver, cuando digo todo me iba bien, todo dentro de mi personalidad. Cuando digo todo no es todo, ¡attenti!, como se dice en el país vecino.

Y salimos un par de veces. ¿Intimamos? Sí, intimamos, intimamos.

Era enigmática, era rara, rara en el sentido de que me descolocaba. Estábamos juntos y era un volcán, me besaba, me... ¿cómo lo digo?, ¿me transportaba o me trastornaba?, las dos cosas. Y luego se ponía sus prendas nuevamente y se transformaba en un témpano.

-Bueno, me voy.

-¿A dónde, Doris?

-Mañana parto para mi país, ya nos veremos en otra oportunidad.

-¿Y así... quedamos?

-Lo expliqué bien... -me dijo Doris.

-Sí, te vas y ya veremos.

-Obviamente podemos hablarnos por teléfono.

-Sí, no hay ningún problema. -Y se marchó.

 

Sacó su primer disco, y la verdad, vendió muchísimo hasta que llegó 1972. En el 72 la llamaron para protagonizar una película, había vendido más de un millón de placas, ¡por favor!

 

Preguntaréis: ¿Y a mí cómo me iba? ¡Ja, ja, ja! Yo era Brian London, era el guitarrista número uno del mundo, ¡por favor! Hacían fila para escucharme, el rating en la TV era impresionante, a veces publicaban carteles "El romance de Brian y Doris"... Pero no, porque luego nos distanciábamos meses y meses y meses y nada, las revistas esas de chismes quedaban mal paradas.

Tal vez me atraía porque era desconcertante esta chica, me atraía justamente su... su manera: no se puede ser apasionada en la intimidad y después "Bueno, ya nos veremos".

"¿Pero qué te pasa, quién te crees que eres?, no lo decía en voz alta, lo decía en mí pensamiento, a mí, a Brian. Las chicas hacían fila, yo elegía un día una otro día otra, pero era honesto, nunca prometía nada y jamás pagaba por ese amor barato, jamás, jamás, jamás. Y más de una vez me quisieron convidar con substancias, jamás. No lo hice de chico, lo iba a hacer ahora.

Sólo veintiséis años y para mí era una vida. Había conocido tantas cosas, amores..., en este caso no comprados, sino amores baratos, amigos obsecuentes, pero me sentía como... como que me faltaba algo.

 

No tuve una figura paterna que me marcara los pasos, en quien yo pudiera imitar. Un noble que de grande se hizo alcohólico, una madre aristocrática que se volvió histérica, insoportable. Ninguno de los dos jamás me vino a ver a mi apartamento del centro. ¿Será por qué no les di la dirección? ¡Je! No, la dirección la tenía todo el mundo, lo que pasa que yo pagaba a Seguridad muy buenos billetes, solamente podía entrar el primer ministro. ¡Ja, ja, ja!

 

 

Wilder-El: Hay hombres que se piensan que son el centro del mundo.

Yo me consideraba muy buena cantante, sino la mejor. Y recuerdo cuando lo conocí a Brian, la verdad que me gustaba pero yo no buscaba compromisos, no quería que el amor interrumpiera mi trabajo, quería triunfar, quería salir adelante, quería mejorar en todo.

Mi mánager, Oswal, me decía:

-¿Qué más quieres, qué más quieres? Este año has vendido un millón doscientos mil discos. ¿Qué buscas?

-Busco más. Ahora espero hacer esta película con Rock Rokson, quiero ser una estrella, y Brian es como que me distrae.

 

Y era cierto, estaba con él y me entregaba por completo, pero después es como que ponía una coraza, ponía una coraza porque no quería que el amor interfiriera pero a su vez me sentía como desamparada en los afectos.

Recién en 1974 lo fui a ver y por primera vez me sinceré.

Estábamos juntos en la intimidad y me dijo:

-Bueno, supongo que ahora te vestirás y serás otra vez esa desconocida fría.

Le puse mi dedo índice en los labios, en señal de silencio, y le dije:

-No, mi verdadero ser es ser apasionada contigo, tú me movilizas. Pero mi temor es que tú triunfas por tu lado y yo triunfo por el mío.
Pueden pasar dos cosas si salimos. Una: que hagamos una competencia a ver quién es el mejor. Dos: que descuidemos nuestras carreras.

Pero Brian, cuatro años mayor que yo pero con mucha experiencia de la vida me dijo:

-¿Por qué competir? Tú no eres guitarrista, yo no soy cantante. Vendes discos, estás en televisión al igual que yo, has hecho una película formidable, has recaudado millones... No tenemos por qué competir y no tenemos por qué atarnos. El verdadero amor no ata, el verdadero amor levanta a los dos, fortalece a los dos, no solamente nuestros vínculos sino la creatividad. En este último mes he compuesto dos temas.

Lo miré sorprendida y le dije:

-Yo también. Si te animas a acompañarme los canto. -Brian me acompañó. No estaba acostumbrado a acompañar en temas lentos pero sentí que vibrábamos en la misma sintonía.

      (El canalizador tararea en el audio).

Y empezamos a salir, y esta vez no esporádicamente. Y sí, fuimos tapas de todas las revistas. Seguimos con nuestras carreras, no competimos.

 

En un momento dado Brian me dice:

-En algún momento tendremos hijos. -Me encogí de hombros.

Y le dije:

-Mira, hay muchísimas cantantes que han tenido hijos y han seguido con su carrera. -Me miró.

-Tienes toda la razón. -Formalizamos. Y ese verano nos casamos.

 

¿Que quedaron engramas? A veces hay engramas menores y a veces hay solamente recuerdos. Brian mismo me reconoció que tuvo una vida muy fea, con padres separados que no le brindaban amor... Ahora teníamos amor a raudales entre nosotros, y eso vale más que el millón doscientas mil placas vendidas, porque no tiene precio.

 

Hasta todo momento: Wilder-El.