Sesión   del 24/05/2022 
      Sesión del 21/06/2022 
 
  Sesión 24/05/2022 
        Médium: Jorge Raúl    Olguín 
      Entidad que se    presentó a dialogar: Entidad que fue Rosemarie 
La entidad recuerda una  vida en Gaela, en la que por una sobreprotección por parte de su madre no  desarrolló la autoestima. Y esto, de adolescente, le causaba dificultad para  relacionarse con los demás. 
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Entidad: Mi nombre  era Rosemarie, igual que en la vida actual. 
Mi mundo se llamaba  Albor. Un mundo que en el pasado, siglo atrás, era un mundo de felicidad, de  abundancia, donde todos eran felices. 
  
Pero qué sucedía,  eran tan felices que se volvieron ineficientes. Había abundancia de comida,  prosperidad, nadie peleaba, nadie discutía. ¿Para qué si todos tenían de todo? 
¿Pero hasta qué  punto ello no los hacía egoístas? Pero para ser egoísta tienes que tener una  causa y allí no la había, era una eterna abundancia. ¿Por qué habría de surgir  el egoísmo? 
  
Pero el egoísmo  tiene muchas facetas, como algunos cristales, y estar en un lugar de confort y  no preocuparse por nada fomentaba un tipo de egoísmo desconocido, la  indiferencia por ejemplo. El disfrutar hasta el máximo delirio hace que cada  persona sólo piense en sí misma. 
  
Y con los siglos,  ese mundo tan fantástico de la eterna abundancia, donde todos tenían de todo  cayó en decadencia. ¿Por qué? Porque un mundo tiene sus límites, y si los seres  que allí lo habitan no producen porque sólo se dedican a vivir, a estar en una  eterna placidez llega un momento, y esto no se da de un día para el otro sino a  través de los siglos, en que comienza la escasez. 
  
Y el mundo se  dividió porque muchos se dieron cuenta a tiempo. Al comienzo empezaron a  acaparar para decir "Cuidado, que a mí no me falte nada", y otros  siguieron disfrutando y gastando. 
Primero se fueron  dividiendo en facciones, luego dividieron el mundo en dos: La parte norte era  la parte rica, egoísta, indiferente. Pero producía, ya no acaparaba porque no  había que acaparar, pero producía. Y el hemisferio sur, ese hemisferio tan  sumido en un confort artificial se dio cuenta tarde de que ya no era el mundo  de un milenio atrás o dos milenios atrás, Albor ya no era el paraíso, Albor ya  no era el mejor planeta de la galaxia. Entonces mucha gente del sur quiso  emigrar al norte. 
  
¿Pero qué hizo el  norte?: -¿Vienen a producir o vienen a comer lo que nosotros producimos? 
Entonces levantaron  murallas. Y por primera vez en la historia de Albor se formaron milicias  armadas para proteger su hemisferio, y en un siglo, un siglo, crearon armamento  como nunca habían creado en milenios. Porque los del norte tenían elementos,  herramientas, posibilidades diez veces más que los habitantes del sur, que si  no podían pasar al norte por tierra pasaban por mar en pequeñas barcazas, que  eran hundidas por submarinos que tenía el norte. 
  
¿Qué hizo el sur? Odió,  envidió. Dijeron que el norte estaba formado por una tiranía. 
  
El norte se  defendió, diciendo: 
-No es así, ustedes  se dedicaron a disfrutar. Nosotros nos dimos cuenta a tiempo de que ya no era  la panacea, ya no había la abundancia de siglos atrás. Primero acaparamos,  luego nos dimos cuenta que ya ni siquiera había qué acaparar porque lo que se  acapara se gasta. Y nos dedicamos a producir. Primero a sobrevivir y luego  pudimos vivir bien. Vosotros en el sur eráis un coro de quejas pero no levantabais  un dedo para producir. "Nos lo merecemos", decíais. 
  
Y el sur se hundió  en una extrema pobreza. Y la resistencia del sur en lugar de pensar sabiamente  y decir "Labremos la tierra. Hagamos", se dedicaron a hacer una guerra  inútil, imposible de ganar. Y se perdieron muchas vidas. Del sur, obviamente,  nunca del norte. 
  
Y allí fue donde  nací yo. Mis padres eran personas con un elevadísimo ego, rencor, envidia,  diciendo que los seres del norte no eran humanos, que eran terroríficos,  malvados, crueles, excesivamente indiferentes para con nosotros, los pobres. 
Y así crecí,  odiando, porque es lo que me enseñaron. Me enseñaron a vivir en rol de víctima,  en rol de inquisidor, en ser una eterna sufriente. 
Tenía amigas,  competíamos a ver quien se quejaba de lo inhumano que era el norte. 
  
Pero un día, un día,  siendo adolescente, les dije a mis padres: 
-Tenemos inmensos  bosques, tenemos inmensos campos, ¿no sería oportuno explotarlos, en el buen  sentido, aprovechar esos bosques, sembrar esos campos?, porque no están yermos. 
-Estás enferma,  Rosemarie. Mira, mira como viven en el norte con sus riquezas, con sus lujos,  ¿y nosotros nos vamos a arruinar las manos sembrando? Estás enferma  mentalmente. 
-Pero padre -me  oponía-, sé poco de historia porque ni siquiera hay libros aquí en el sur, pero  entiendo que en el norte para tener esa prosperidad primero tuvieron que  embarrarse las manos para cultivar la tierra. -Mi padre me pegó una bofetada. 
-¡Eres una blasfema!,  ¿cómo dices esas cosas? El norte nunca ha movido un dedo. El norte es rico y  siempre fue rico, y nos ha tratado de miserables levantando esas vallas  altísimas. Ellos tienen aparatos que vuelan por el aire, tienen aparatos que  van bajo el mar. Nosotros no tenemos nada. -Mi mejilla me ardía del dolor de la  bofetada. 
  
Tenía muchas cosas  en que pensar. Pero sí entendía que el sur de Albor era inoperante, porque  elegía ser inoperante. 
Lo conversaba con  mis amigas adolescentes, con mis jóvenes amigas y me decían: 
-Pero tu  pensamiento es de una traidora. ¿Acaso no tienes rencor con el norte? ¿Acaso no  tienes odio por el norte? Ellos fueron los que nos han hundido en la pobreza. Ellos  se creen superiores y no permiten que nosotros nos mezclemos, por eso  levantaron esas murallas enormes. Nos merecemos tener tanto como ellos. 
-¿Cómo -les  pregunté a mis amigas-, si no hacemos nada por nosotras? ¡Nada! 
-¿Sabes lo que pasa  contigo, Rosemarie? -me decían mis amigas-, en lugar de tener rencor, rabia,  ira, montar en cólera, eres una pobre joven depresiva, quejosa que no sirves  para nada. 
  
Y me alejé de mis  amigas porque para mí, para mi forma de pensar, las indiferentes, las inútiles  no eran las personas del norte, éramos nosotras, las personas del sur. 
  
Y más de una vez  les dije: 
-Tened memoria,  tened memoria. Este era un mundo donde la misma abundancia creó una eterna  indiferencia. Ellos, los que vosotros llamáis inhumanos, despertaron a tiempo. 
Me respondían: 
-No podemos hablar  contigo, tu mente está alterada. 
  
Y eso me hundía más  en la depresión porque no tenía con quien hablar. 
Padre me abofeteaba. 
Madre me consolaba  diciendo "Pobre Rosemarie, no sabe lo que dice". 
Mis amigas me  despreciaban. 
  
Alguien tenía que dar el  primer paso para que esto cambie. ¿Pero cómo? ¿Cómo lo iba a hacer, cómo? ¡Decidme  cómo, ahora!, porque yo sola no puedo, no puedo. 
  
  
   
 
Sesión 21/06/2022 
      Médium: Jorge Raúl    Olguín 
      Entidad que se    presentó a dialogar: Entidad que fue Rosemarie 
Estaba sola en su mundo.  Su mundo era un lugar donde nadie trabajaba sino que todos vegetaban, a  diferencia del norte del planeta, que previó que los recursos se terminaban y  empezaron a espabilarse. El sur todavía miraba mal a quien trabajaba, sembraba.  Su familia y su entorno la habían excluido. 
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Entidad: ¿Qué es un  mundo? Un conjunto de seres vivientes donde supuestamente domina la raza más  inteligente. Eso es lo que siempre nos han enseñado. 
  
Antes de que yo  naciera, Albor V era un mundo de esplendor, un mundo donde sobraba todo,  alimento, plenitud, felicidad. Pero, entre nosotros, ¿eso no significa acaso  estar en una permanente zona de confort? ¿Y qué sucede cuando ocurre eso?, que  el ser humano pierde el incentivo, la emoción. No la emoción egoica, esa  emoción que te mueve la adrenalina y entonces es como que te dejas estar. Traducido  significa: no te interesa nada más que disfrutar el momento. 
Pero muchos nos  preguntamos, ¿Y qué más hay además de estirar el brazo y coger un plátano,  pelarlo y comerlo?, ¿qué más hay aparte de disfrutar el aroma del césped y de  estar en una reposera tendida con el cuerpo laxo sin hacer nada? 
Diréis "Vaya,  eso es el paraíso". 
  
¿Estáis seguros de  que eso es el paraíso? Porque si tu consumes, y si bien era un mundo muy  grande, si tu consumes y no produces, es cierto que la naturaleza tiene la  maravilla de que sin sembrar hay esporas o semillas que las lleva el viento y  sin ayuda del ser humano crecen nuevas plantas. Pero si ese ser humano se  multiplica y come y gasta y no hace nada por su medio ambiente, ese medio  ambiente, esa naturaleza el ser humano la está depredando, consciente o  inconscientemente. 
Y eso fue lo que  pasó hace milenios atrás cuando Albor V vivía en la abundancia. 
Y esa indiferencia  de mis congéneres del pasado nos sumió en la pobreza. 
  
Mis conocidos me  decían: 
-Pero, Rosemarie,  te preocupas por nada, tenemos suficiente para cien vidas. 
-No -respondía yo-,  no es así. Vosotros no os dais cuenta de que este mundo se está acabando, por  eso admiro a la gente del hemisferio norte que despertó a tiempo. 
-¿Qué significa  despertar? 
-¿Cómo qué significa?  -repregunté-. Abrir los ojos. 
-¿Qué dices,  Rosemarie? Nosotros también tenemos los ojos abiertos. 
-No, no, no tenéis  abiertos los ojos del entendimiento. 
-Rosemarie, ¿por  qué hablas en difícil? 
-Yo no hablo en  difícil, vosotros sois básicos. 
-Nos estás  ofendiendo. 
-No, una verdad no  ofende, a lo sumo se ofende vuestro ego. Y por culpa, por culpa de gente como  vosotros, nosotros, los que hemos despertado nos damos cuenta de la miseria que  nos han dejado nuestros ancestros, por eso admiro a la gente del norte que  produce y produce. 
  
La gente de mi  entorno me miraba con rencor y me decía: 
-Rosemarie, si  tanto admiras al norte, ¿por qué no te vas para allí? 
-¡Ja, ja, ja! No me  voy porque han levantado murallas, unas vallas tan altas... Es más, si tu  quieres pasar han puesto una policía de seguridad y disparan a quien quiere  pasar al norte. 
-¿Acaso ellos viven  en la abundancia, Rosemarie? 
-No, la abundancia  se terminó en el planeta, pero ellos no pasan hambre, han creado medicamentos  para las enfermedades... Aquí en el sur nos hemos descuidado tanto que hay  mucha gente que muere de distintas pestes y no saben por qué. Y es más, no  saben que mediante microbios en el aire pueden contagiar a otros. 
-¿Pero qué dices,  un estornudo te va a contagiar? 
-Sí. 
-Yo pienso que  tú... Yo pienso que tú eres una persona que tiene problemas en tu mente y te  inventas todas esas cosas. Te pedimos un favor, Rosemarie, no te acerques más a  nosotras. 
-Con gusto. -Y me  alejé. 
  
Ahora bien, por  decir la verdad, por sentirme amargada del camino que había tomado este mundo y  porque la gente no conocía la palabra trabajar, me había ganado infinidad de  enemigas, ya no eran directamente amistades que se habían alejado, directamente  no querían saber nada de mi persona, ni siquiera gente de mi familia. Me  acusaban "Por culpa tuya, Rosemarie, a nosotras nos apartan, y tuvimos que  decir que no te tratábamos más. Haznos el favor, Rosemarie, vete a vivir sola,  nosotros todavía tenemos para comer, nuestros jardines abundantes de frutos. 
Les respondí  preguntando: 
-¿Por cuánto  tiempo? 
  
¿Y entonces qué  hice?, primero me dediqué a sembrar. Nadie tenía dinero para comprarme los  frutos que había cosechado solamente para comer yo, pero como en el sur no  existía el dinero había canje y algunos entraron en razón y muchos empezaron a  aprender carpintería, otros albañilería. 
Yo me dedicaba a  estudiar al ser humano y sabía que había plantas que podían de alguna manera  evitar ciertas infecciones y incluso hasta contagios. 
Un carpintero que  tenía buena mano para construir casas, a cambio de que yo le diera diariamente  frutos él construyó un lugar para mí, me costó un año de darle frutos. El señor  se llamaba Ismael. Y pude tener mi casa separada de todos. Ismael me trataba,  pero mucho no le gustaba mi forma de pensar, él seguía pensando que todavía el  sur tenía abundancia. 
-¿Y si es así,  Ismael, por qué me has construido una casa a cambio de que te diera frutos? 
-Porque me cansa  labrar la tierra. 
-¡Ajá! ¿Y no te  cansa hacer carpintería? 
-No, porque eso me  gusta. -De alguna manera su respuesta me cayó bien porque a uno puede gustarle  una cosa y a otro puede gustarle otra. Pero Ismael no se acostaba en una  reposera y gozaba de un lugar de confort, se movía, trabajaba. Y eso era lo  importante. 
  
Y también había  albañiles y luego se hicieron otras ramas, ramas como por ejemplo oficios  diversos. Pero estábamos lejísimos de los adelantos del norte, el norte tenía  barcos, tenía submarinos, nosotros apenas teníamos botes y algunas pequeñas  lanchas. Despertamos tarde. Es más, muchos todavía no querían despertar,  sumidos, hundidos en su tremenda inconsciencia. 
  
Como mi casa tenía  tres habitaciones, la parte de la sala la utilicé para atender gente que de  repente se había cortado una pierna pisando algo filoso o había cogido alguna  infección, y a los que podía los curaba, los atendía. 
Y empecé a preparar  pequeños jarabes para la tos, para la parte pulmonar, atendiendo gente. Obviamente  estaba lejísimo de lo que yo sabía que era el norte, que incluso tenían  médicos, en el sur esa palabra no existía. Si yo viviera en el norte ni  siquiera serviría para ayudante, pero en el sur tenía que sacrificarme. 
  
Como dije antes,  como no existía el dinero se trabajaba con trueque, ¿pero qué me podían dar?  Hice una quinta muy muy grande y tenía todo tipo de frutos. ¿Qué ganaba por  ayudar? Simplemente por tener el día ocupado. Hasta que varias jóvenes que  aprendieron a fabricar ropa, en los días crudos de invierno me traían abrigos a  cambio de mi ayuda para persona con problemas de infecciones, de contagios. Yo  misma tenía que tomar algunos jarabes o algún jugo de plantas para evitar  contagios y más de una vez caí en cama reposando más de siete días con altísima  fiebre. Hasta que descubrí una planta especial que uno podía tomar y era  desinflamante y evitaba también el dolor de cabeza. Lo que yo no sabía en ese  momento, puesto que no conocía de medicina, es que esa misma planta también  evitaba que nuestras arterias provocaran enormes coágulos de sangre que podían  matarte, ya sea por tu cerebro o por tu corazón. 
  
Pero me sentía muy  sola, muy amargada y empecé a hacer algo que no tendría que haber hecho, empecé  a quejarme de las circunstancias. 
Y luego pensaba,  "¿Por qué quejarme si yo estoy haciendo mi parte?". 
Pero me cogía la  ira, me cogía el enojo de saber que los demás, casi todos, no hacían su parte,  y de esa manera era imposible que el día de mañana, obviamente yo no lo vería,  el sur pudiera estar al nivel del norte porque la gente seguía dormida. Y una  cosa que desprecio es la gente dormida, la gente que no cuida de sí misma, la  gente que no se interesa de nada, que viven como si fueran aparatos mecánicos  que andan solos sin pensar, automáticamente. Y los observaba y los miraba y  veía gente que andaba sin rumbo, faltaba nada más que se chocaran unos con  otros, como esos muñecos para niños que andan con una cuerda. Y me caían las  lágrimas de la impotencia de ver mi mundo tan descuidado. 
  
Por lo menos tenía  a Ismael con quien hablar, un hombre de mi edad, viudo. Pero por lo menos  trabajaba. Y en el sur trabajar era un privilegio, un enorme privilegio. 
  
Gracias por escucharme.
  
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