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Psicoauditación - Sebastián H.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

 

Sesión 18/05/2017

Sesión 12/06/2017

Sesión 15/06/2017

Sesión 15/02/2018

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Sesión 05/02/2020

Sesión 08/03/2020

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Sesión del 18/05/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Era el hijo del rey. La entidad, en el rol de Gualterio, relata cómo era su vida de joven en palacio, la relación con sus padres, la corte y con un gigante al que admiraba, un amigo de padre. Con él podía hablar libremente.

Sesión en MP3 (5.493 KB)

 

Jorge Olguín: Comenzamos. Vamos a hacer una grabación al thetán de Sebastián para que relate situaciones de vidas anteriores que puedan condicionarle en la vida actual teniendo en cuenta de que los condicionamientos generalmente son inconscientes, en un 90% son inconscientes -la mayoría de lo que vamos percibiendo es un 90 y un 10- los condicionamientos, cómo encarna una entidad espiritual. 10% es lo que nos anima, 90% en el plano que corresponde -un témpano asoma sobre la superficie del agua un 10%, el 90% está debajo de la superficie-. Y ese 90% inconsciente es el que de alguna manera modela nuestra manera de ser. ¿Esto qué significa, qué estamos presos a ese condicionamiento? No, no, no; porque dos de las razones más fuertes por lo que podemos estar condicionados es por engramas de esta vida o engramas de vidas pasadas, y los roles de ego, que como digo siempre buscan tomar el timón de nuestra vida y conducirla.

El tema de los roles del ego es difícil porque no sólo son muchos sino que se camuflan, sino que los mismos roles van mutando. Sí, hay un común denominador que muchas veces el mismo rol lo disimula, el ego es infantil, el ego se encapricha, el ego se ofende.

El ego no es analítico. De repente una pareja tiene un perro, el hombre está trabajando todo el día, la mujer trabaja menos horas, llega a la casa hace las tareas, lo mima al perro, le da de comer. Pero todas las fiestas -mueve la cola-, cuando llega el esposo.

La mujer se molesta:

-¡Ah! Claro, yo le doy de comer, yo lo mimo y le hace fiestas a él.

-¿Te estás ofendiendo con el perro?

Si el ego tiene el poder para que te ofendas por un comportamiento casi irracional de un animal, el ego te pone a la altura. Es como cuando un niño de cuatro años te saca la lengua. ¿Cómo podemos incomodarnos? Si nos incomodamos es como que tenemos la edad mental de cuatro años.

Bueno, todos esos condicionamientos se erradican con dos técnicas: Psicoauditación, que repasa vivencias de vidas pasadas y Psicointegración, que busca de alguna manera profundizar cómo son los roles del ego para encontrar el medio de integrarlos.

Ahora ya me pongo a trabajar con la primera de las técnicas con Sebastián.

 

 

Entidad: Cómo te modifican las cosas, cómo las situaciones te disfrazan la realidad. Te la disfrazan como si esa realidad fuera verdadera de la misma manera que en un teatro te ponen cortinas o te ponen fondos con paisajes entonces tú te imaginas que los actores están en tal paisaje.

 

Me crié en un palacio, mi padre Anán era príncipe. En la aldea le habían puesto de nombre Gualterio antes de que supiera su verdadero origen, y de alguna manera para no perder ese nombre me llamó a mí Gualterio. Muchos me dicen Gualterio hijo o pequeño Gualterio, pero soy el único Gualterio, padre es Anán.

Cuando murieron los abuelos mis padres fueron reyes, papá rey, mamá la reina. Pasé a ser el príncipe Gualterio.

¿Si tuve una infancia feliz? No.

¿Cómo no? Criado entre mármoles, te bañas a diario en una tina con agua caliente perfumada, tienes lo qué quieres.

El ser humano tiene un poder tremendo de adaptación. Eso no es malo, eso te permite subsistir, sobrevivir. Lo malo es cuando la adaptación se transforma en costumbre: No te adaptas, te acostumbras.

El acostumbrarte no deja de ser un sometimiento. ¿A qué? ¿A quién? A la rutina. Un campesino viene a palacio a traer sus fardos, aunque nunca entra a palacio, queda en la feria feudal. Pero si entrara diría "¡Qué maravilla, de noche está todo iluminado con velas! Pero no es para mí, yo estoy acostumbrado a estar en una pequeña cabaña con techo de paja que seguramente cuando llueve me mojo más adentro que afuera, y tengo mi retrete, lo que llamáis baño, a treinta líneas de distancia, y si llueve fuerte me mojo si tengo que ir al retrete". ¿Se adaptó o se acostumbró ese campesino?

 

Yo viví siempre en escaleras de mármol, en cortinas rojas, cortinas doradas. Adentro de palacio comíamos con cubiertos, ni siquiera los soldados comían con cubierto, la guardia no comía con cubierto, algunas pequeñas presas de ave las comíamos con la mano, teníamos pequeños paños para limpiarnos la grasa de las manos. Pero no fui feliz.

 

Era chico todavía y falleció mi hermanita. Papá y mamá no hablan nunca de eso, papá es como que no lo menciona, mamá tampoco pero... Pero cambió, le quedó como una tristeza por dentro, la ausencia de la niña, su hija. Y me sentí molesto, noté que mamá se distanciaba de papá. Él no fue el causante, fue una altísima fiebre, un problema pulmonar, empezaba a escupir sangre, en menos de siete amaneceres murió. Pero papá no trajo la peste, al contrario, adentro del palacio no había una mota de polvo. Aquel que está más allá de las estrellas decidió que no tenía que estar más con nosotros y mamá no lo aceptó.

Me sentí mal, me sentí mal porque casi no hablaba mamá conmigo, papá sí, mamá no.

 

Desde pequeño, desde mis ocho de vuestros años de Sol III, me iba con los soldados, me respetaban por ser el príncipe pero no me tenían en cuenta. Albano me dio una pequeña espada de madera para que practique con otros jóvenes y a veces caía lastimado. El jefe de la guardia tomaba de la oreja al otro joven.

-Va a ser castigado.

-No, no, no, en la práctica somos iguales, no hay príncipe, no hay plebeyo. Yo quise practicar, me ganaron. No hay castigo. Quien lo castigue, yo me encargaré de que mi padre lo castigue.

 

Y así fue hasta mis diez años, a mis doce años de Sol III y a mis catorce. Hasta que empecé a practicar con espadas de verdad, obviamente espadas pequeñas.

Para mis catorce era bastante alto, medía casi un metro setenta, y tenía bastante buen físico porque hacía mucha gimnasia. Ya no practicaba más con jóvenes, practicaba con Albano, el asistente. Yo sé que se medía y trataba de no lastimarme, tenían terror de causarme la más pequeña herida en el brazo, en la cara, donde fuera. Terror porque no conocían bien a padre, es decir, no lo conocían en la faceta de papá conocían la faceta de monarca.

Pero yo le decía a padre todo lo que hacía. Él, lo único que me decía:

-Tú sabes, Gualterio. Después no vengas con llantos.

-¿Llantos, padre, llantos? Yo no lloré como madre cuando murió mi hermanita.

-No quiero hablar del tema.

-Yo tampoco -padre-, quiero hablar del tema, pero yo no lloré, y a mí me apartaron tanto como a ti. Madre prácticamente no me presta atención, le quiero contar algo y me dice "Es cosa de hombres, háblalo con tu padre, está todo el día con la tropa". Es como que directa o indirectamente me echara, no me habla.

 

¿Si me molesta? No sé como describirlo, no sé cómo explicarlo. A ver, me causó un dolor tremendo la muerte de mi hermanita, el alejamiento de mamá me causó sorpresa, rencor, ira que me cuesta mucho todavía hoy controlar, entonces es como que canalizo en las prácticas esa ira y es por lo que me señala Albano que pierdo, porque no tengo la mente fría, porque si peleo con ira no presto atención, no miro, no estoy alerta, soy torpe en los movimientos.

Y en el último año cambié. Ya voy de catorce para quince y cambié, porque las prácticas las hago temprano, tomo un vaso de jugo de frutas, no como nada, estoy practicando. Después sí, desayuno, leo un poco un libro de la historia de la región y después el almuerzo.

 

Viví de lejos las batallas que hubo. Hay un amigo de padre, Aranet, me cae bien digamos, no sé cómo catalogarlo porque de entrada lo miras y te da la sensación de un guerrero torpe, bruto, pero lo escuchas a hablar y es bastante ilustrado, centrado y tú observas un gesto de él y él ya te está mirando, o sea, que lo miras y te mira, no puede disimular. De repente está ocupado comiendo, entonces te pones a un costado y lo miras, miras sus gestos, sus ademanes, y él masticando te mira, y yo digo "¿Pero cómo sabe que lo estoy mirando si estoy a un costado y un poco atrás?", como si tuviera ojos en la nuca. Pero los jóvenes -no por ser príncipe, porque con Aranet no hay príncipe, Aranet no le da importancia a eso-, me contaron que se revolcaba con un guilmo a luchar en el piso del palacio.

Un día me llevó a comer con la tropa y me dijo:

-Gualterio, no habrás traído cubiertos.

-No, ¿por qué?, ¿ellos tienen?

-No, no tienen. Ven conmigo -Me tomó del brazo y prácticamente me sacudió-. Ven. -Me sentó sobre un tronco de madera.

-¡Pero esto es duro!

-¿Esto es duro? Sal, déjame sentarme ahí. Ponte al lado.

-Ahora sí -dije-. Al lado había una roca encima con puntas-. No, está bien, me quedo donde estaba.

-Te quedas ahí.

-Pero soy el príncipe.

-Te quedas ahí. O si no, te vas a comer con tu padre.

 

Tenía como un don de mando. Y después lo vi comer el guiso, hundía las manos en el tazón y comía a lo bestia, se manchaba toda la ropa. De repente se da vuelta y me dice:

-¿Qué esperas?

-¡Me voy a ensuciarme las manos!

-¿No quieres ensuciarte las manos? Haz esto -tomó el tazón-, come así, pero es un guiso no es una sopa. ¡Hala, vamos!

-¡Quema!

-Obvio que quema. ¿Quieres comida fría? Ve a buscar un jarro de agua y ponle agua.

 

Intratable. Intratable pero me caía bien, no podía enojarme, no podía enojarme con Aranet, era un gigante con el que no te podías enojar. Y aprendí a comer a lo bestia, me ensucié todo. Entonces me sentí importante.

-Bueno, ahora me voy a tomar un poco de esa bebida espumante.

-¿Qué vas a hacer?

-Soy el príncipe, voy a tomar de esa bebida espumante.

-¿Me alcanzas, Albano, agua para el niño, acá?

-No soy niño.

-Alcánzame agua. Toma el agua, eres joven todavía para la bebida espumante.

-Yo tomo lo que quiero, el único que me manda es mi padre. -Cogió la jarra de agua y me la tiró por la cabeza-. ¿Qué haces? ¿Qué haces? -Me paré.

Me tomó del hombro y me sentó a la fuerza.

-¿No quieres tomar nada?, no tomes. No molestes, déjame comer a mí tranquilo. ¿Terminaste?, vete. ¿Quieres quedarte?, quédate con la boca cerrada. ¿Tienes sed?, agua, bebida espumante todavía no.

 

Ahí no me acostumbré, ahí me adapté, porque siempre que venía Aranet lo primero que hacía era ir a buscarlo para ir a comer con la tropa, y la tropa se acostumbró a verme como a uno más, pero no es que por eso no me respetaran, yo seguía siendo el príncipe, el único que... No es que me faltaran al respeto, el que me trataba como un crío era Aranet, Albano no, Albano hasta se inclinaba, no, no, no.

Recuerdo la primera noche que llegué con toda la ropa manchada con guiso, con fideos colgando y me vio mamá.

-¿Dónde has estado? ¿Te vio padre?

-Estuve comiendo con la tropa, con Aranet.

-¿A qué hueles? ¿No te habrán llevado con alguna mujerzuela?

-Estuve comiendo.

-Déjame sentir el aliento.

-Tomé agua, Aranet no me deja beber alcohol.

 

No sé cómo explicarlo, me molestaba más el acoso de mamá, la reina, que de Aranet, el salvaje, el guerrero. Pero padre le dio un título, se vistió con otras ropas, hasta tenía una capa roja Aranet. Y comía en palacio "Esto no me lo pierdo, esto no me lo pierdo".

Frustración. Lo veía comer con los cubiertos como si fuera un señorito refinado de algún palacio del sur y lo admiré cómo se adapta tan rápido si con los otros es una bestia comiendo. Y paraba la oreja, lo escuchaba conversar con mi padre, con Albano de tácticas de batalla, del clima, de los lugares que ha conocido, de las posadas que ha conocido. Había temas que trataba de no tocar por mi corta edad pero me imagino que serían aventuras con mujeres.

 

En los últimos amaneceres a papá lo veía triste. Yo era su hijo, me consideraba inteligente y bastante maduro para mi edad, pero padre no podía volcar en mí lo que le pasaba porque él era mi padre. Sí al revés, yo podía contarle los pequeños problemas que podía tener pero él no, ni siquiera a Albano. Con el único que podría abrirse era con Aranet, con nadie más.

Pero lo veía, yo era buen observador, estaba distanciado de madre. Me corrijo, madre estaba distanciada de él. A veces los escuchaba discutir:

-No me necesitas.

-Si quieres venir, ven, vamos a la alcoba -le decía madre.

-No, no. ¿Qué? ¿Porque soy rey y te lo ordeno? No, no me sirve. Sé que no estás con nadie.

-¿Qué, me has hecho vigilar? -decía madre.

-No hace falta, si no sales sé que no estás con nadie. Directamente como que ya no te motivo más.

 

Con mi corta experiencia yo entendía lo que quería decir porque yo veía algunas jóvenes doncellas que me atraían muchísimo, pero me daba como cierto pudor hablar con padre de ese tema. Una vez lo hablé con Aranet pero no adelante de la tropa porque no me gustaba que se burlaran, eso me hubiera puesto pero mal, mal, no soporto las burlas. Con Aranet es distinto porque Aranet, sus burlas son de afecto no de desprecio, capaz que no me sé explicar; Aranet puede reírse de mí en mí propia cara con afecto, la tropa no, la tropa puede burlarse, sentir desprecio por el principito. Y le dije a Aranet que había dos jóvenes que me interesaban, tenían catorce de vuestros años terrestres.

Aranet me dijo:

-Son muy niñas.

-¡Son casi de mi edad!

-Pero son muy niñas, todavía no están maduras.

-No son una fruta.

-Gualterio, no están preparadas todavía para lo que tú piensas. ¿Te interesa estar con una mujer?

-No, dije que me gustaban esas dos.

-Gualterio...

-Qué, Aranet.

-Si te interesa tengo quien pueda darte caricias.

-¿Pero tú piensas que yo voy a ir con esas del poblado, llenas de barro, de tierra?

-No hablo de eso, aquí en palacio. Hay una cocinera...

-¿La cocinera Uave? ¡Es grande!

-No es grande.

Para mí era grande, tenía veinte y dos de los años terrestres, pero no estaba mal, pero me daba como cierto pudor todavía.

-Por qué, ¿acaso ella se fijó en mí?

-La mayoría de las cocineras se fijan en ti.

-A mí me pareció que se fijaban en ti.

-En mí se fijan porque soy muy grande, pero en ti se fijan porque les atraes -Me puse colorado.

-Cambiemos de tema.

 

Y pasaban los días y a papá lo veía cada vez más solitario. Hasta que un día me asomo, salgo de la biblioteca y me quedo a un costado y veo que habla con una joven, una joven muy bonita, muy, muy bonita, eclipsaba a cualquiera de las cocineras. Creo que era una doncella que había estado con los Belicós, cuando fue la batalla, sí. Y veo que la joven le acaricia la cara a padre, veo que le toma la cara y le da un beso.

Retrocedí, me senté en una butaca de la biblioteca. Pasaban mil cosas por mi cabeza, papá la traicionaba a mamá, mamá estaba ausente. Al día siguiente lo hablé con Albano.

-Ven.

-Mi príncipe, ¿qué sucede?

-Hay una doncella que habla seguido con el rey.

-¡Ah! Sí, es una buena joven, muy servicial.

-¿Es doncella de madre?

-No, no, no, madre no la quiere, tu madre no la quiere.

-Pero supongamos que padre quisiera tener algo con esa doncella.

-Es el rey, mi príncipe, él puede hacer lo que quiere, en otros palacios hay reyes que tienen hasta cuatro o cinco esposas.

-¡Cómo! ¿Y la reina lo permite?

-No sólo la reina lo permite, tiene hijos con la mayoría de ellas, la mayoría de los reyes.

-O sea, tienen hermanastros.

-Sí, tienen hermanos de parte de padre y hermanastros de parte de madre, sí.

-Pero es inusual.

-Es usual, mi príncipe. Tu padre es distinto porque justamente viene de una tierra de humildad y esto lo vio como un regalo. Él no se crió como tú, mi príncipe, se crió en una aldea donde no tenía para comer. Me lo contó. Y esa misma humildad le sirve para tratar de reinar con prudencia haciendo lo mejor que puede.

-Pero no siempre fue así, papá pasó por crisis, se había hasta olvidado de usar la espada.

-Todos, mi príncipe, pasamos por crisis.

-Todos no, Aranet no.

-Mi príncipe, a Aranet dos veces lo dimos por muerto, realmente por muerto. ¿Quién cae de un barranco y vive? ¿A quién lo atraviesan con flechas y espadas, queda muerto en el camino y vive? No es así.

-Está bien, pero no cambió, no bajó su autoestima, se recuperó y fue el de siempre.

-Mi príncipe, no todos somos iguales. Pero al fin y al cabo, ¿qué quieres saber?

-¿Qué va a pasar con mamá si papá esposa a esa doncella?

-No va a pasar nada, no la va a ponerla en una mazmorra.

-No, pero supongamos que madre no tolera.

-No sabría decirte, mi príncipe, pero quizá la manda a la fortaleza Belicós y la tenga protegida allí.

-O sea, que la alejaría de mí.

-Mi príncipe, con todo respeto y no te enojes conmigo, pero más de una vez te he escuchado quejarte en soledad que tu madre no te prestaba atención, así que ahora no entiendo tu postura.

-Tienes razón, Albano, es que yo mismo no sé lo que quiero. En realidad quiero que el rey sea feliz y si ésta joven lo hace feliz yo voy a estar feliz. Me dolerá que madre esté sola pero tengo suficiente edad para saber que fue ella la que lo descuidó, la que no lo atendió desde que perdimos a mi hermanita.

Está bien, puedes retirarte a hacer tus cosas.

 

Y me quedé solo a punto de cumplir quince de los años de Sol III. Ya midiendo un metro setenta y dos todavía no era tan pesado, pesaba sesenta y ocho kilos. Entiendo que uno es como son sus padres, nunca voy a tener la altura de Aranet ni el cuerpo de Aranet, porque verdaderamente lo admiraba, era como la figura ideal y ahora usaba la espada con más facilidad.

¿Qué pasé por problemas? Sí. ¿Qué una vez el miedo me paralizó? Sí, me atacaron, y yo normalmente en las prácticas soy tan ducho, sentí que apenas podía mover la espada y un tal Donk me salvó la vida.

Y le pedí permiso a padre, le pedí permiso a padre para ir a visitar a Donk. Me dijo:

-No puedes ir solo, no queda cerca. Irás con una pequeña guardia que te escolte.

Acepté. Pero me encontré con un Donk quebrado, un Donk con problemas, con una pareja que le ponía peros a todo lo que él hacía. Y yo digo "¡Será posible, mamá no es la única!". Quería practicar con él el arte de la espada pero me tuve que volver a palacio porque Donk estaba quebrado, no estaba en condiciones, ya habría otra oportunidad.

Pero al día siguiente volvió Aranet. Padre me ordenó -me ordenó-, que me quede en el palacio. Se iba con Aranet hasta lo de los Belicós, aparentemente unos bárbaros del norte habían tomado la fortaleza.

-¿Por qué vas tú, padre?

-Porque quiero despejar mi mente.

-¿Y si mueres?

Se dio vuelta mi padre, el rey Anán. Me miró y me dijo:

-No voy a morir, volveré para ti.

Aranet retrocedió con su hoyuman, me miró y me dijo:

-Estando conmigo quédate tranquilo. Cuida a tu madre. Volveremos pronto.

 

Y vi como se marchaban. Le pedí a aquel que está más allá de las estrellas que no haya ninguna batalla.

Y finalmente no la hubo. Padre regresó, me explicó lo que pasó, que estaba el lugar desierto y Aranet había vuelto a su fortificación en la isla de Baglis.

Y hay muchas más historias que me marcaron, pero esa, esa es otra vivencia.

 

Gracias por escucharme.

 

 


Sesión del 12/06/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

No somos distintos, todos pasamos por lo mismo. Entonces, hablar con otro ayuda a ambos. El consejero y el hijo del rey dialogaron acerca de sus vidas.

Sesión en MP3 (2.066 KB)

 

Entidad: Todos me decían Gualterio hijo. En realidad, el verdadero nombre de mi padre es Anán, el rey, pero como desde pequeño al desconocer su origen lo llamaban Gualterio, así le quedó para sus amigos. El mismo Aranet, que es el que mayor confianza le tiene, lo llama por ambos nombres.

 

No me encontraba bien. Estaba en la biblioteca, no era una biblioteca importante como la de los grandes palacios, pero el tener más de cuarenta libros de geografía, de conductas de las distintas tribus me ayudaba a comprender un poco más las distintas regiones de Umbro.

 

Y así me encontró Albano, pensando. Me preguntó:

-Te veo con la cara compungida, Gualterio.

 

En realidad, Albano me tenía bastante confianza. La mayoría me decía príncipe o su alteza, pero Albano, el hecho de ser consejero de padre, y aparte de conocerme de pequeño, le daba la confianza de llamarme por el nombre a secas.

Le comenté que tenía que haber salido a cazar con Aranet, que cada tantos amaneceres me llevaba incluso para practicar montando y disparando flechas, cruzando espadas arriba de un hoyuman, aprendiendo a -tomado de las riendas-, bajar del hoyuman correr y volver otra vez a grupas, montado. Pero hoy no tenía deseos, quería encerrarme no sé si dentro de la biblioteca o dentro de mí mismo.

Le comenté a Albano. Le digo:

-Mira, mis padres ya están separados.

-Lo sabía -me contestó-. No es fácil perder una criatura.

Me sentí molesto y le dije:

-Albano, no es así, creo que madre no sabe lo que quiere, creo que no está bien de la cabeza y padre está encandilado con una doncella llamada Marya.

-También lo sabía. ¿Y qué opinas, Gualterio?

-Padre puede hacer lo que quiere, es el rey.

-Yo te pregunto qué opinas, ¿te parece bien?

-Madre no le da importancia. Creo que mi situación es catastrófica.

Albano se sonrió y me dijo:

-Te puedo contar mi historia...

-La conozco.

-No, no, no la conoces. No has conocido a mi madre.

-¿Cómo no?

-No, no, no la has conocido. Mi madre trabajaba en la feria, fuera de palacio. A la que conoces es a mi tía materna, que está en la cocina del palacio. Mi verdadero padre murió durante una batalla, yo me crié con mis tíos, los cuales me consideran como a un hijo. Siempre los rechacé.

-¿Por qué?, te han criado como un hijo...

Albano continuó.

-A ver, los rechazaba por vergüenza porque quería ser soldado y no que me vean como un aprendiz de cocinero. De toda manera casi nunca estaba en la cocina, me iba a los cuarteles, me crié prácticamente en los cuarteles aunque periódicamente venía a dormir en los aposentos de la gran cocina.

-¿Y no te sentías solo? -le pregunté.

-No, tenía un gran amigo, Historio, su padre era un gran soldado. Recuerdo que en los amaneceres me invitaba a practicar con él el arte de la espada al punto tal que siendo adolescente me consideraba bastante hábil.

-A ver si entiendo, ¿tú has negado que los que estaban en la cocina eran tus tíos?

-No, no he negado nada, al contrario, siempre digo que son mis padres porque en realidad me quieren, pero mi historia es esa. Mi madre estaba en la parte feudal, murió joven. El hecho de que me criara mi tía me consoló, de alguna manera, pero a veces me abrazaba y me decía "Qué feliz sería que me digas mamá". Pero era absurdo.

Le comenté:

-Pero yo te he visto con el jefe de la guarnición, Durban.

-Sí, tú eras muy, muy pequeño. Durban había conversado con el padre de Historio, me mandaron a llamar, mis tíos -que prácticamente eran mis padres- se alarmaron pensando que yo había hecho algo, ¡je, je, je!, "¡Qué castigo le van a dar ahora a Albano!". Pero no, en realidad el jefe me preguntó si quería formar parte de la tropa, obviamente que le dije que sí.

-Entiendo lo que quieres decir Albano, has tenido una infancia dura, has perdido a tus padres, te has criado con tus tíos... Pero bueno, de alguna manera te dieron amor.

-Fue mucho más duro. Hubo una batalla, nuestro jefe Durban murió, quedamos a cargo de Oksaka.

-¿Y padre?

-Tu padre Anán...

-¿Qué pasó con padre?

-Estaba pasando por un montón de problemas y se marchó de palacio. Nos sentíamos abandonados.

-¿Y Aranet?

-No se encontraba tampoco, se había marchado, y esperábamos prácticamente caer porque el asedio era muy fuerte.

-¿Te has sentido raro pasando de la cocina al fuerte?

-No, mis tíos estaban orgullosos. Yo pensando que la horda que se acercaba acabaría con todos nosotros. Hubo un primer combate, vi morir a mi amigo, a su padre, a decenas y decenas de compañeros. A mí mismo me han herido en una pierna.

-Pero el palacio resistió.

-Resistió, Gualterio, porque ese gigante Aranet había armado una tremendas defensas. Pero me molestaba la incertidumbre, el no saber cuándo volverían a atacar.

-¿Y qué pasó?

-Esperábamos un batallón de soldados que nos ataquen cuando vimos a lo lejos una horda de salvajes. Me imaginaba ancianos exterminados, mujeres ultrajadas, pero un vigía me dice "¡Mira Albano!". Detrás de los salvajes había soldados, y adelante -lo cuento como lo pensé en ese momento-, veo un felino gigante con cuernos y lo montaba Aranet. Oksaka abrió la compuerta y entraron todos, la horda de salvajes nos protegía de cualquier acecho, de cualquier asedio y obedecían a Aranet, quien había quedado a cargo de todo, de la guarnición, del ejército, del palacio, de todo.

-¿Y todo eso sin que estuviera mi padre? -pregunté.

-Absolutamente. Aranet distribuyó metales cobreados entre los feriantes, los ayudantes de palacio, los salvajes, los soldados. Pero Aranet no quedó conforme con eso, salió con una guarnición buscando a tu padre.

-¿Y lo trajeron?

-No, volvieron sin nada. Recién en la tercera excursión volvimos con ustedes, tu padre se adaptó finalmente a las costumbres. En ese momento tuve el honor de que me presentaran a ese gigante...

-¿Por qué te ríes? -le pregunté.

-Porque la primera vez le dije señor y me dijo "¿Ves esta espada?, te cortaré el cuello en dos si no me dices por mi nombre". Era humilde, era muy humilde. Y una vez, en una de las excursiones, un traidor le disparó una flecha y le dio en la espalda a Aranet, que junto con su felino cayeron al precipicio. Maté al traidor pero le tenía que decir a tu padre que Aranet había muerto. Tu padre los echó a todos del salón, solamente quedaron tu madre y yo, y es la primera vez que lo vi llorar a tu padre, de impotencia, por haber perdido casi un hermano. Ahí fue cuando me pidió que fuera su consejero, que deje la guarnición. Y tuve el honor de cambiar espadas con tu padre.

-Cómo, cambiar espadas.

-Practicar, combatir. Tu padre es muy bueno con la espada.

-Pues lo disimula muy bien.

-Es muy bueno, en serio, lo que pasa que ha tenido momentos de crisis y espero que ahora lo de tu madre no sea otro momento donde se caiga.

-Explícame caerse.

-Claro, que se deprima, que de nuevo pierda confianza. Discúlpame Gualterio, pero ojalá se arregle con esta joven Marya, que por lo menos le dé un consuelo. Discúlpame si te ofendo. -Fruncí el ceño pero con una sonrisa.

-Yo también quiero lo mismo, y si madre se opone que la mande a la fortaleza Belicós.

-Y entonces, ¿por qué cuando llegué a la biblioteca estabas compungido? -me preguntó Albano.

-Honestamente no lo sé, esta conversación contigo me ha hecho bien, prácticamente has hablado tú, pero me doy cuenta de que no soy el único que tiene problemas, tú has pasado por un montón de cosas mientras yo era un niño, casi un bebé. Hagamos una cosa, vamos al patio de armas.

-¿Para qué? -preguntó Albano.

-Tú eres bueno, tú eres mejor que Oksaka. Quiero practicar contigo.

-Tú has practicado conmigo cuando eras más joven y te molestaba que te venciera.

-Pero ahora es distinto, hace más de cien amaneceres que practico con Aranet, y mi talla, fíjate mi talla, soy alto como tú.

-Está bien, pero no te pienses que porque eres mi príncipe te perdonaré.

-Ve adelante, yo te sigo.

 

Me froté las manos, tanteé el mango de mi espada y marché tras Albano al patio de armas.

 

 


Sesión del 15/06/2017
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Aunque joven, era tiempo de aprendizaje en armas. Relata que mientras en prácticas atacaron el reino vecino muriendo todos. A su edad experimentó preocupación por su futuro.

Sesión en MP3 (4.021 KB)

 

Jorge Olguín: Primero voy a hacer un breve prólogo sobre los engramas y los roles del ego.

 

El engrama es un condicionamiento que puede durar distintas vidas porque no sólo afecta al rol que está encarnado sino también a su thetán, o 90% no encarnado. Cuando la persona desencarna ese engrama queda afectando al thetán en forma sutil o en forma grave de acuerdo a las circunstancias, la situación, el momento. Y cuando ese espíritu vuelva a encarnar, el 10% nuevo, ese rol nuevo, obviamente no tiene memoria reencarnativa pero puede tener temores, puede tener obstáculos creados por sí mismo debido a sus engramas. Agravados, porque en el caso de que tuviera culpas de otras vidas, que el 10% encarnado no se acuerda pero sí se acuerda su 90% no encarnado.

El engrama es automático, esto significa que el engrama no va a absorber culpas, va a condicionar, pero el rol del ego sí, se nutre del campo emocional, es el campo emocional al punto tal de que el núcleo del ego está en la amígdala cerebral, que es el hipocampo.

Ahora, imaginemos un rol del ego adherido al engrama, ¡qué fuerte que lo hace! Y a veces las circunstancias de las distintas vidas no necesariamente son extremadamente graves para que la persona arrastre vida tras, vida, tras vida, tras vida determinado engrama, a veces lo marcó y era una situación que no tenía tanta gravedad, los roles del ego la hicieron grave, la potenciaron.

Justamente, Psicoauditación, al repasar las distintas vidas hace que a través mío, como médium, el 90% no encarnado haga catarsis. Automáticamente, el 10% consultante, consciente o inconscientemente siente como un alivio porque ya es un engrama que se sacó de encima. Obviamente, los roles del ego tienen que ser tratados con Psicointegración, la otra técnica. Que de alguna manera es similar a Gestalt, es similar a psicología transpersonal pero más profunda porque directamente va sobre los roles del ego.

 

Ahora vamos a hacer una sesión con Sebastián para que relate lo que lo pueda estar haciendo, simbólica o virtualmente, cargar peso sobre los hombros.

 

 

Entidad: Me encuentro aquí con vosotros. En realidad estoy exultante, estoy contento, satisfecho. Me encuentro en un momento que estoy prácticamente en el equivalente a diecisiete años de Sol III, aquí en Umbro. ¿Y cuál era mi motivo de estar exultante? Que el amanecer anterior había cruzado espadas con Albano y lo había, lo había vencido. ¡No lo podía creer! Albano había vencido nada menos que a Oksaka, que era prácticamente uno de los mejores soldados de mi padre, el rey Anán.

Y como muchos amaneceres, me encontré con Aranet.

-¡Vaya!, que has venido con muchos guerreros -le dije. En realidad eran salvajes, pero a mi padre lo han ayudado una y cien veces.

-Porque ésta vez no vamos a ir de cacería, vamos a seguir practicando. Vas a galopar en tu hoyuman, vas a practicar con el hoyuman a todo galope, lanzar una flecha con tu arco y darle a un árbol a todo galope, porque es muy fácil de tierra apuntar, y así y todo muchos no le dan al blanco. Luego lanzarás una lanza tipo jabalina a todo galope, luego cruzaremos espadas montando en hoyuman. -Yo me frotaba las manos, quería demostrarle.

-Te cuento, Aranet, que ayer vencí a Albano.

-¡Qué bien! ¡Qué maravilla!

-¿Te estás burlando de mí? -le pregunté.

-No, te digo de verdad. ¡Qué maravilla!

-Te estás burlando de mí.

-Te cuento Gualterio -me dijo Aranet-, vosotros sois automatizados.

-No entiendo.

-Tenéis los mismos movimientos, la misma postura. Yo te miro de lejos y ya sé qué movimiento vas a hacer con tu brazo, con la espada.

-¡Sin embargo le gané!

-Están automatizados, hacen siempre lo mismo. Es fácil vencerlos. ¿Has probado con mis guerreros?

-Sí, pero hacen trampa, de repente te tiran tierra a los ojos o se acercan, te toman de la mano y te golpean el estómago.

-Bueno, no son automatizados.

-¡Pero es trampa! No es un combate lícito.

-A ver, Gualterio. Imaginemos que estamos en una batalla -has tenido la suerte que no has participado de ninguna-, y de repente tú estás peleando mano a mano con el mejor de ellos y lo estás venciendo, y viene uno de atrás y te clava un puñal y tú vas a decir "¡Ah! Me hizo trampa" mientras estás muriendo en tierra. En ninguna batalla se pelea de forma lícita, se hacen trampas, no siempre gana el mejor, no siempre gana el más fuerte, no siempre gana el más hábil, gana el más astuto, gana el que está mejor preparado en el terreno, ni siquiera gana el que tiene mayor cantidad de gente. La táctica -dijo Aranet-, está acá -y se tocó la frente-, la estrategia también está acá -y volvió a tocarse la frente.

-¿Y el corazón? -le pregunté-, ¿y la causa?

-¿Qué causa?, ¿qué corazón? En una batalla se pelea para ganar. Si hay una causa noble, perfecto, y si no, también. Esta gente que me sigue, que es tan leal conmigo, antes de que yo los conociera saqueaban aldeas, ¿te los imaginas siendo leales? ¿Va un emisario una noche antes: "Prepárense, que mañana a la mañana los atacamos"?

-Te estás burlando de mí.

-No me estoy burlando. Eres un crío todavía, tienes mucho que aprender. Está bien, has vencido a Albano, quizá mañana te derrote él.

-¿Y cómo a ti no te derrotan?

-No me ha tocado, no me crucé con quien me derrote todavía. Y si no me vence un rival me vencerá el tiempo; estaré más lento, estaré más flojo, no prestaré tanta atención y cualquier tonto quizá me clave una espada. No somos eternos, no aquí. Podemos ser eternos allí, con aquel que está más allá de las estrellas -Señaló hacia el cielo.

-Albano me contó cómo te conoció cuando venías con esta gente montado a un felino con cuernos, se impresionó. Se impresionó porque no había visto nunca a un hombre montado a un felino.

-Es cuestión de acostumbrarse.

-Hace rato que no me llevas a la isla.

-¿Quieres ver al guilmo? Está enorme.

-¿Con quién se quedó tu segundo?

-Se quedó en la isla con varios guerreros, por las dudas, como protección.

-¡Ah! Cuidando a... cuidando a tu mujer, Mina Valey.

-Ella se sabe cuidar sola, pero obviamente es importante dejarla con protección.

-¿Y para cuándo un vástago?

Aranet lanzó una risotada y dijo:

-Para cuando aquel que está más allá de las estrellas lo disponga. No lo sé, no lo sé.

 

Estuvimos practicando desde el amanecer hasta casi mediodía, veinte veces lancé flechas a todo galope. Una, una flecha se incrustó en un árbol, las otras cayeron a tierra.

-¿Qué me falta? Apunto bien...

-Apuntas en movimiento, más el viento, aparte el arco está acompañando el movimiento de tu montura. Entonces tienes que evaluar eso también.

-¿Cómo lo evalúo?

-No te puedo explicar, tampoco tienes que hacer cuentas. Mentalmente -y otra vez se tocó la frente- apunta. El arco, la flecha son extensión de tu mano. Tira la punta suavemente, estiras, y cuando tú ves, porque lo sientes, que va a dar en el blanco sueltas, y la flecha da en el blanco. ¿Me has visto a mí?

-Sí, has disparado como veinte veces.

-¿Cuantas di en el blanco?

-Todas, porque eres bueno.

-Porque practico -me corrigió.

-Está bien, pero a su vez eres bueno. Eres bueno con la espada, eres bueno con el arco, ¿en qué no eres bueno?... Eres bueno en lucha...

-Practico. ¿Tú piensas que al amanecer, cuando estoy en la isla Baglis, hago que todos practiquen y yo me quedo tomando una bebida espumante? Para nada, practico a la par de ellos. Y si veo alguno que está flojo a ese lo castigo.

-¿Qué le haces?

-Lo pongo a practicar conmigo. Nadie quiere practicar conmigo, ni siquiera mi segundo. No les doy respiro. Nunca les doy respiro.

Pensé:

-¿Y no te das siquiera respiro a ti mismo?

-¿En qué sentido?

-Pienso que en la vida hay más cosas, a mí me gustaría conocer lugares. Mi padre ha conocido lugares, yo me crié en palacio. Me llamas un niño, he visto salvajes que son apenas un poco mayor que yo y son hombres.

-Han tenido otra crianza.

-A eso me refiero, a eso me refiero.

-¿Quieres ser un salvaje?

-No, Aranet, no quiero ser un salvaje, quiero ser ducho, quiero ser experto.

-¿Piensas ir a alguna batalla?

-No se trata de ir a una batalla, por mí.

-Es por tu orgullo, porque quieres demostrar que puedes, que sabes. ¿Y lo próximo que vas a hacer?

-Lo próximo que voy a hacer, ¿qué?

-Vas a querer desafiar a tu padre. Pero tu padre ya está grande.

-Te estás burlando de mí. Mi padre es mucho mejor que Albano.

-Pero tú eres más ágil.

-Te estás burlando de mí, te estás burlando de mí. -Pero me puse a pensar.

-Mañana a la mañana lo voy a desafiar a Anán. Sí. -Lo miro a Aranet y se reía a boca cerrada, no disimulaba, me molestaba horrores que se burlara de mí.

 

Nos sentamos en un tronco, algunos en el piso. Teníamos carne asada, fría, dura, pero sabrosa.

-¿Hay bebida espumante?

-¿Bebida espumante? A cien líneas tienes un arroyo, carga la cantimplora. No hay bebida espumante ni cuando se caza, ni cuando se practica, ni cuando se va a combate.

-Yo he escuchado historias de guerreros que a la noche se empachan de bebida espumante para el día siguiente.

-¡Je!, te han contado estupideces. Imagínate cien guerreros que estuvieron toda la noche tomando, al día siguiente no se pueden ni mover, los barren al primer ataque. No te confundas leyenda con realidad. El guerrero no bebe, el guerrero está alerta permanentemente, el guerrero combate. La bebida espumante te quita lucidez. Y en lo posible tampoco estar con una mujer antes del combate porque te quita piernas.

-¿Cómo, Aranet?, eso no lo entendí.

-Tú nunca has estado con una mujer.

-Bueno hay una... hay una cocinera que tengo posibilidades.

-Entonces no te puedo explicar.

-No, no, no, explícame Aranet.

-Claro. Imagínate a tu edad lo joven que eres, supón con la ayudante de cocina yaciendo con ella toda la noche, ¿tú te crees que al día siguiente vas a venir a cabalgar en hoyuman? Apenas vas a poder levantar el brazo para lanzar una flecha.

-No es para tanto... Pero espera, espera, espera, hubo amaneceres que cabalgábamos un día, otro día, otro día, otro día y tú estabas siempre diez puntos. Entonces tú... ¿tú no intimas con Mina?

-Es distinto, crío.

-No me digas crío.

-Es distinto.

-O sea, tú no te cansas, tú puedes. ¿Qué eres?

-Tal vez me cuido, tal vez cuando voy de práctica...

-No, no me mientas, porque dices que no sales de caza, cuando no vas cabalgar fuera de la isla dentro del fuerte de Baglis todos los días haces orden cerrado, combates... Entonces, ¿cómo?, ¿cómo tú puedes?, ¿cómo a ti no te quita piernas estar con... con Mina?

-¿Te da vergüenza habar del tema?

-No, no es que me dé vergüenza, pero tengo respeto por hablar del tema, no me imagino a ti y a Mina juntos...

-Tampoco te imaginas, a lo mejor, a tu padre, el rey Anán, con tu madre.

-No, por supuesto que no.

-Bueno, imagínatelos, porque por eso tú estás en el mundo.

-Bueno, de todas maneras ya no están más juntos. Se pusieron de acuerdo y ella se va a ir a vivir a la fortaleza Belicós y padre va a estar con Marya, seguramente.

-Una linda doncella.

-Sí, ya lo dijiste la vez pasada. Y te burlabas de mí porque yo pensaba, era más chico, pensaba que el hecho de que digas linda a otra estabas engañando a Mina. No sabes enseñarme bien, me enseñas riéndote o burlándote.

-¿Has terminado de comer?

-Sí, pero estoy con el estómago lleno.

-Has comido todo.

-¿Tú no?

-No, guardo el resto en la alforja.

-¡Pero tenía hambre!

-Está bien y ahora tienes que montar.

-¡Voy a vomitar!

-Imagínate en batalla.

-Otra vez con la batalla. O sea, que tampoco hay que comer. No hay que beber bebida espumante, no hay que comer, no hay que hacer nada.

-Come lo necesario, toma lo necesario. ¿Tienes que hacer tus necesidades?, ve atrás de un árbol, haz tus necesidades. Luego pon tu mente en el combate porque un segundo de distracción es la vida o la muerte.

 

¡Je! Tuvo piedad de mí, Aranet, me dejó descansar bastante tiempo más. Ellos practicaban con la espada en tierra, yo sentado. Me paré(levanté), me dolían las piernas. Aranet me miró.

-¿Y ahora qué?

-Me duelen las piernas.

-¿Sabes de qué?

-No.

-¿Qué haces cuando montas?

-Cojo las riendas con una mano o con las dos manos.

-¿Qué haces cuando disparas con el arco y la flecha montado a todo galope?

-Tengo las manos ocupadas.

-¿Cómo te sujetas?

-Apretando el vientre con mis piernas.

-Bueno, imagínate desde el amanecer hasta casi el mediodía montando, sujetándote únicamente con las piernas, el esfuerzo que haces.

-¡Por eso me duelen! ¿A ti también te duelen?

-No.

-¿Ves?, eres distinto.

-No, Gualterio, no soy distinto, lo hago permanentemente. Lo haces unos cuantos días y ya no te duele más.

-¡Ah!, bueno.

-Y te sentías exultante porque lo habías vencido a Albano. ¿Sabes lo que te falta todavía?

-Por eso mi padre me deja, para que aprenda a ser buen guerrero.

-Lo importante es que seas buena persona, porque te espera la corona el día de mañana.

-Van a faltar miles y miles de días para eso.

-Eso no lo sabes, el día de mañana viene una batalla y pasas a ser rey.

-Por favor, no digas eso.

-Uno tiene que estar preparado para todo. Para la vida, para la muerte.

-Y lo dices tú, lo dices tú que has renacido dos veces. Albano me contó -mi padre me contó también-, Albano me contó cuando te caíste al desfiladero. Padre me contó cuando te dieron por muerto en el camino, en la batalla de los Belicós. Ahora que nadie nos escucha, ¿es cierto lo de esas hierbas que te pones en una herida y te sana o si estás herido por dentro bebes una infusión caliente y te sana? O eso también es una leyenda.

-No -Aranet se puso serio-, eso es real. Pero jamás mencionaré el lugar porque la gente no entendería, saquearía todo pensando que tiene la panacea universal y no es así.

 

Seguimos practicando toda la tarde. Honestamente no daba más, me dolían los muslos, me dolían los antebrazos, los brazos, el hombro, el estómago, tosía y me dolía el estómago.

-No quiero ir a palacio, me quedaré contigo un par de amaneceres en la isla, en la fortaleza.

-Está bien.

 

Fuimos al paso, estaban todos cansados. Olía como humo pero no fui el único. Aranet apresuró el paso, llevó su montura a galope, todos atrás al galope. Espoleé mi hoyuman y también fui al galope. Llegamos a la orilla de la gigantesca laguna y había un emisario. Miramos todos para el lado de la isla, había humo, fuego.

Me acerqué, me puse al lado de Aranet. El emisario dice:

-Aranet, nos han atacado, vinieron cinco veces cien guerreros del norte, cinco veces cien.

-¿Cómo cruzaron?

-No sé cómo cruzaron, pero arrasaron con todo.

 

Galopamos al otro costado de la isla. Había varias barcazas, cruzamos. Llegamos a la fortaleza, había infinidad de guerreros muertos. Muy herido en el piso estaba el segundo de Aranet.

-¿Qué pasó?

-Los guerreros del norte, con Snowza, arrasaron con todo.

-¿Dónde está Mina? -señaló hacía arriba y cayó desvanecido. Aranet corrió, yo atrás de él. Mina, con un charco de sangre, exánime. El rostro de Aranet de piedra. Habló con dos de los salvajes.

-Lleven al muchacho a palacio.

-¡Pero Aranet! -Me ignoró.

-Llévenlo a palacio y cuenten al rey lo que pasó. Si al muchacho le pasa algo ustedes responden con su vida. Llévenlo al palacio.

 

Me quedé mirando petrificado, me impresionaba el rostro de piedra de Aranet, Mina exánime en un charco de sangre. Snowza y los bárbaros del norte habían atacado cuando estábamos en la campiña practicando. Llegamos casi al anochecer, era prácticamente pasada medianoche cuando llegamos al palacio. Padre estaba despierto.

-¿Qué pasó?

-¿Te acuerdas, padre, los bárbaros del norte que habían estado en la fortaleza Belicós y se fueron?

-¿Qué pasó?

-Cuando estábamos en la campiña practicando con arco y flechas improvisaron unos botes y llegaron a la isla, el que vigilaba dijo que eran cinco veces cien.

-O sea, quinientos salvajes del norte.

-Sí -le dije.

-¿Y qué pasó?

-Han matado a casi todos los que quedaban. Y no sé si Mina estaba muerta.

-¡Mina Valey! ¿Y Aranet, cómo estaba?

-No quería hablar, les dijo a ellos dos que me traigan.

 

Nos preparó un plato caliente, el propio Anán sacó gente de la cocina. Y él mismo y a los dos salvajes que me trajeron también, comimos todos en la cocina.

-Mañana, no ahora -Apareció Albano. Le dijo a Albano-, ve hasta los cuarteles, despierta a los soldados, diles que mañana al amanecer partimos para la isla Baglis.

-Así se hará, mi rey -Albano se fue.

-¿Puedo ir con vosotros?

-No, te quedas acá. Madre todavía no se fue para la fortaleza Belicós, te quedarás con una guardia y cuidarás de madre.

-¿Qué pasará contigo? ¿Qué van a hacer?

-Seguramente iremos al norte, esta vez no creo que Aranet la perdone a Snowza.

-Pero todo esto pasó porque Aranet me entrenó a mí.

-No digas tonterías, hijo -me corrigió mi padre-, siempre vino a tierra firme a practicar, el que hayas estado tú es una excusa.

-No, si no me hubiera enseñado no hubiera dejado solo... Me siento en parte responsable de todo esto. Quiero ir con ustedes. Vencí a Albano, ¿por qué no puedo ir con ustedes?

-Te quedarás acá.

 

Era mi rey y era mi padre, le tenía que hacer caso. Él partiría a la mañana con un grueso de la tropa a la isla Baglis a apoyar a Aranet y a vengar la posible muerte de Mina. Aranet nunca tuvo suerte en las relaciones afectivas. Snowza no sabía lo que era amar. Mina... la salvó de un casamiento que en realidad luego iba a ser una muerte porque ella iba a matar a su cónyuge y la hubieran matado a ella y a sus padres, sin embargo ella después no quiso saber nada con él hasta que finalmente lo fue a buscar. ¿Y para qué lo fue a buscar?, para morir a manos de la otra. Le habían matado un guilmo, también un felino, había perdido amigos y ahora también su pareja y en ese momento mentalizaba a aquel que está más allá de las estrellas y preguntaba "¿De qué le sirve ser el mejor si corre la suerte del peor?". A mi padre, ¿de qué le sirve ser bondadoso, ser bueno con la servidumbre si mi propia madre lo desprecia y no quiere estar con él? ¿A mí me pasará lo mismo cuando crezca? Honestamente hoy, hoy, no quiero saberlo.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión del 15/02/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

El príncipe crecía práctico en armas pero su juventud y falta de experiencia no le permitían reflexionar acerca de los riesgos de un posible enfrentamiento. Su padre, el rey, le dio una lección delante de la tropa.

Sesión en MP3 (2.512 KB)

 

Entidad: Recuerdo que llegó Aranet, yo estaba entusiasmado. Me sentía como incómodo por la confianza entre padre y la joven Marya, pero evidentemente había madurado porque de la misma manera que padre prácticamente la obligó a que le dijera Anán a secas, le dije a Marya que me llame directamente Gualterio sin ninguna pompa, sin ninguna ceremonia. Me sentí incómodo cuando me abrazó, una confianza que me gustó, pero fue tan de improviso... Y me dio un beso en la mejilla y me di vuelta y al primero que miré fue a Aranet que me miraba con una ceja levantada y con una mueca, una mueca que me molestaba porque veía que era una mueca de burla.

 

Nos sentamos a la mesa mi padre, Aranet, Marya y yo. Mi padre preguntó:

-¿Cómo hacemos?

Aranet dijo:

-Es muy sencillo, llevas veinte de tus hombres pero no como escolta, simplemente que un rey no puede ir solo. Te vistes bien con ropa buena pero no incómoda, que puedas montar.

Mi padre dijo:

-La voy a llevar a Marya. -Lo miré a padre y lo miré a Aranet.

Aranet respondió:

-Lo que tú digas. -Pero padre no sentía seguro.

-No la quiero dejar acá. ¿Pero está bien llevarla? -Aranet se encogió de hombros.

-Seguramente alguna gente de los alrededores también llevará a su esposa o a alguna hermana o lo que sea.

-Bien -dijo mi padre-, entonces le daré órdenes a Albano, ya tienen una lista de quien quiero que me acompañe. Albano se quedará, primero pensaba llevarlo pero se quedará. -Levanté la mano.

Padre me dijo: -¿Qué?

-Yo iré con vosotros.

-Te quedas aquí practicando con Albano.

-No soy un niño, no quiero quedarme aquí. ¿Acaso no llevas a Marya, cuál es el problema de que vaya yo?

-Dije que te quedas aquí.

Intercedió Aranet:

-Déjalo que venga.

-¿Te parece? -dijo mi padre. Aranet se encogió de hombros.

-Déjalo que venga.

-Está bien -dijo mi padre. -Me asombraba la facilidad que tenía Aranet de convencer a padre.

 

Y no, esa noche casi no dormí, escuchaba la conversación. Marya sí se fue a recostar y me quedé. Extrañamente ninguno de los dos tomó bebida espumante, tomaron un zumo de frutas. Yo tomé con ellos.

Aranet me miró y me dijo:

-¿Tienes ropa, Gualterio?

-Tengo unas botas hermosas.

-Son muy buenas para montar, pero ¿qué tal caminas con ellas?

-Me incomodan un poco, pero las otras están gastadas.

Aranet me dijo:

-Pásales aceite de cocina y pásales un paño para sacarles brillo, pero no vayas con las nuevas, van a ser varios amaneceres, no vas a poder caminar después.

 

Era el mejor consejo que me podía haber dado. Yo preocupado en tantas cosas y el calzado era lo más importante. Padre también se llevó unas botas viejas. Calzado también usado pero en buen estado para la futura reina Marya.

Padre le preguntó a Aranet:

-Ese Andahazi, ¿qué puede querer?

-Me imagino qué puede querer -respondió Aranet-, tengo entendido que hubo dos reinos que económicamente no estaban bien y se pusieron bajo su protección y Andahazi prácticamente es como que se hizo cargo de los reinos. Los reyes conservaron el título pero la tropa era toda de Andahazi. Y no están mal, tengo entendido.

Mi padre preguntó:

-¿Y entonces?

Aranet dijo:

-Entonces me imagino que lo que quiere es llevar más reinos a su cargo.

Padre dijo:

-Pero hay una diferencia, yo económicamente estoy bien, el patio feudal está rebosante de mercadería, incluso hay campesinos cercanos que vienen a hacer canje en nuestro patio feudal. ¿Qué sucede, Aranet, si hace esa propuesta y a mí como a otros reyes no nos interesa quedar bajo su protectorado? Aparte, no estamos tan cerca.

Aranet se encogió de hombros otra vez y dijo:

-Sé que tiene seis mil hombres más dos mil de cada reino, tiene diez mil hombres. Estoy convencido de que algunos reyes pactarán por conveniencia económica y sumará más hombres y eso va a hacer que le sea más fácil dominar a los que no quieran estar bajo su protección. Pero no nos anticipemos -continuó Aranet-, esperemos, seguramente va a haber una fiesta, va a haber una buena comida. Prohíbele a tus hombres que beban bebida espumante, agua o jugo de frutas, no porque estén preparados para algo porque veinte hombres los barren enseguida, pero siempre es bueno tener veinte pares de ojos alerta. Nosotros también comeremos lo necesario, no hasta llenarnos, porque te va a dar sopor si comes mucho y bebes mucho.

-¿Y de qué tienes miedo -dijo padre-, que nos envenenen? ¿No sería raro?

-No sería raro. Dejadme probar a mí la comida primero, yo tengo paladar hasta con las hierbas con las que se sazona la comida para saber si son venenosas o si hay hongos venenosos.

 

Dejé que hablaran. Me fui a mi habitación, preparé mis dos alforjas, dos cantimploras, ropa para cambiarme, medias gruesas largas para que las botas aún siendo viejas no me lastimen. Y mi espada, principalmente mi espada.

 

El problema vino a la mañana cuando ya estábamos a punto de irnos.

-Tu padre quiere hablarte -dijo Aranet. Fuimos al salón principal.

-Voy a llevar a Albano y tú te quedarás acá.

-¿Por qué me estás castigando?

-¡Castigarte! -dijo padre-, no te estoy castigando, no te estoy castigando para nada.

-Ya no soy un chico. ¿O tienes envidia porque sabes que te puedo vencer con la espada? -La cara de padre, cara como de estupor. Lo miré a Aranet, Aranet sonreía.

Pensé que padre no le iba a dar importancia al tema y me dijo:

-Hagamos una cosa, espadeemos. Si me ganas viajas, si te gano te quedas. Vamos al patio interno, que no nos vea nadie. -Me crucé de brazos.

-¿Por qué al patio interno, padre, por qué no al patio de armas?, ¿tienes vergüenza que vean como te derroto? -Aranet sonreía con los ojos, no con la boca, con los ojos.

Padre dijo:

-Está bien, vamos al patio de armas. -Me empujó y pasó primero.

-Parece que lo hice enojar -le dije a Aranet.

Aranet me palmeó la cabeza y me dijo:

-Eres muy presumido, no te va a ir bien siendo tan presumido.

-Presumido pero -toqué la espada-, pero muy bueno. A Albano lo vencí.

 

Los soldados hicieron una fila a los costados, el rey iba a espadear con el príncipe.

-Padre, esto no es un ensayo, si puedo lastimarte, te lastimo. -Padre no me respondió.

-¿Qué esperas? -me dijo.

-Espero que arremetas, no quiero caer en la trampa. -Padre se acercó, tanteó mi espada, intercambiamos varios golpes.

Le digo:

-Le rayo el estómago. -Pero no lo encontré, había un hueco, padre se había echado para atrás. Cuando me quiero dar cuenta siento un escozor tremendo en el muslo derecho, padre me había tocado con su espada y manaba sangre.

-Te he ganado, en una batalla te mataba. Pero fíjate que es una herida superficial, sangra porque es un lugar donde sangra mucho, pero es superficial.

 

Marya estaba asustada: -Hay que darle unos puntos.

-No, mujer -dijo Aranet-, simplemente ponle una venda. ¿Tenéis alcohol?

-No. -Tomó una botella de licor y me la volcó. ¡Uf!, me ardía horrores. Y estaba mortificado porque encima estaba vendado y ya no podía ir.

Pero padre, sonriendo me dijo:

-¿Te atreves a montar así?

-Sí, por supuesto.

-Bien, vamos entonces.

-¡Pero me has ganado!

-¿Sabes por qué te he ganado?

-No.

-Dile, Aranet, porque le he ganado. -Aranet me tocó la cabeza de vuelta como si fuera un chiquillo.

-Te ha ganado por presumido, por petulante, por creído, porque te creías más de lo que eres; porque tienes muchos más reflejos pero tú misma petulancia te ha hecho creer que tu padre era más lento, y mira lo que has logrado.

-¿Y entonces por qué me permite ir?

-Era simplemente darte una lección. ¿Vienes o no?

-Sí, sí, claro que voy.

-No lloriquees por el camino si te duele el muslo.

-No voy a lloriquear. No me trates acaso como un niño, no soy un niño, y no soy petulante.

-Eres petulante. -Aranet tenía esa cosa que me sacaba de quicio, pero por otro lado lo admiraba. No entiendo cómo lo pudieron haber vencido.

 

Preparamos los hoyumans. Los soldados me miraban con respeto a pesar de haber perdido porque vieron que era bastante diestro y había aprendido la lección, a no confiarme. Ya vería la próxima.

 

Es todo por ahora. Gracias.

 

 

 


Sesión del 02/08/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Parecía que su padre, el rey, estaba indispuesto, lo encontraba raro, tenía como alucinaciones. Iba a ir a la anciana, a por unas hierbas.

Sesión en MP3 (1.769 KB)

 

Entidad: Estoy aquí con vosotros relatando las vivencias del rol de Gualterio. El hecho de que yo, como thetán, esté enterado de todo no impide que cuando mi rol relate en primera persona lo relate de la forma en que él lo vivió. Esta pequeña explicación no tiene sentido hasta que el rol relate.

 

-Marya, voy a ver a padre.

-Te digo que está muy intolerante.

-Lo sé, pero quiero verlo. -Entré directamente a la habitación.

-¿Qué haces aquí?

-Padre, vine a ver cómo estás. ¿Qué sucede que me miras así?

-Tú te has juntado con otra persona.

-Padre, no entiendo.

-Los vi, los vi en el patio de armas que estaban hablando y él te pasaba metales.

-Padre, aquí no hay una ventana para el patio de armas. ¿Metales para qué?

-Para traicionarme, para quedarse con mi reino.

-Padre, es una pesadilla lo que has tenido, soy tu hijo, ¿por qué habría de traicionarte?

-¿Cómo?

-Soy Gualterio, ¿por qué me miras así?

-¡Dónde está mi hijo!

-Padre, soy Gualterio. -Cogió un pequeño objeto que tenía al costado de la cama y me lo lanzó.

-¡Vete de aquí! ¿Dónde está mi hijo?

-¡Uf! -Bajé las escaleras-. Marya, ¿qué ha comido en estos días?

-Lo de siempre.

-Es como que estuviera envenenado o le hubieran dado alguna hierba que le está afectando la cabeza, no me reconoce. ¿Quién más comió la comida de él?

-Nadie más, pero he probado con una cuchara y tiene buen gusto.

-¿Y no te afectó, Marya?

-Mira, estoy bien.

-¿Y a ti cómo te trata?

-Me reconoce, pero me dice cosas... como que no lo quiero, como que lo traiciono, como que soy peor que...

-¿Peor que?

-Peor que tu madre.

-¡Uf! Estoy convencido que le han dado algo. ¿Pero quién?, ¿quién? ¿Hay algún cocinero o cocinera nueva?

-Sí, Romualda.

-Vamos a la cocina, acompáñame. Señálame quien es Romualda. -Me la señaló Marya, una señora de mediana edad, de rostro agradable, bastante obesa. Me saludó con una señal de cortesía, inclinándose.

-Mi príncipe, ¿qué hace aquí?

-¿Tú eres Romualda?

-Sí, alteza.

-¿Tú preparas la comida para mi padre?

-Sí, alteza.

-¿De dónde vienes?

-Me recomendó don Gero, el cocinero que se retiró ya por su edad, me conoce desde pequeña. Incluso a veces como su madre tiene una sola cocinera, a veces voy a su palacio a atenderla a ella también, Aparte yo misma, con permiso, pero yo también me sirvo un plato de la comida, espero no me castiguen por eso.

-No, no. O sea, tú comes de la comida del rey.

-Soy la única, pero si el jefe de la cocina se entera me castiga o me echa.

-Nadie te va a echar, nadie.

-¿Está malo el rey?

-Está teniendo fiebre y está teniendo problemas, pensaba como que era algo que le pusieron en la comida.

-Yo recojo algunas plantas, pero si preparo una sopa o un guisado yo también como. O sea, no, no, no alteza, no hay nada que le pueda afectar a su majestad.

-¿Mi madre cómo está?

-Está bien alteza, a ella también le preparo algunas cosas.

-Bien. Está bien, sigue haciendo tu tarea. Marya me voy a marchar.

-¿A dónde irás?

-Eeeh... A mí me salvó la vida Ezeven, pero la anciana Areca tiene hierbas que sanan. Voy a ir a verla y le voy a contar el caso.

-Pero Gualterio, tengo entendido de que tú has estado parte del viaje inconsciente.

-Sí, pero más o menos sé el camino, salvo que alcance al pequeño ejército que comanda Ligor.

-¡Pero señor!

-No me digas señor, ¡je, je! Está bien que vas a ser mi segunda madre, pero dime Gualterio.

-Bueno, Gualterio, recuerda que se fue con los dragons, con Ezeven.

-Tienes razón, estoy confundido. A Aranet entonces, él se fue hacia el este, pasaban el bosque y marchaban hacia el norte. Voy a hablar con la guardia, que me preparen el mejor hoyuman.

-Yo iré contigo.

-Ciruela, tendrías que estar en reposo.

-Tú también, se había parado tu corazón.

-Pero ahora estoy bien, en cambio tú tenías heridas. Aparte, para qué quieres venir.

-Porque, porque sigo viendo cosas y donde tú vas tal vez me den hierbas para que me olvide de las cosas que veo.

-Ciruela, las hierbas no son para eso, lo tuyo es un don, tienes el don del fuego también. Quédate.

-Deseo ir.

-¡Uf! Está bien, que prepare dos hoyumans. Espérame aquí. -Fui a la guardia y me ensillaron dos de los mejores hoyumans-. ¿Estás segura que quieres venir conmigo? Vamos a ir a todo galope.

-Estoy segura.

-Lo tuyo no tiene lógica, no tiene sentido, yo voy por otro tema, lo tuyo no se va a resolver viniendo conmigo.

-Es que quiero contarle a Aranet las visiones que tengo.

-Vamos entonces, vamos. -En ese momento iniciamos el viaje-. ¡Espera! -Bajé de mi hoyuman, fui a la cocina, había una vianda, la envolví y la puse en mi alforja-. ¿Quieres algo de comer?

-No, tengo ganas de vomitar.

-Más a mi favor, no vengas conmigo.

-Voy a ir igual.

-¡Ah! Tengo que lidiar con padre con el problema que tiene a nivel mental y lidiar contigo, Ciruela.

-¿No me quieres?

-¡Cómo no te voy a querer! Eres una niña muy especial pero... Bueno, no tiene sentido, ahora le quiero contar a Aranet. Primero vemos si lo alcanzamos.

 

Y montamos, y nos alejamos de palacio. Y lo que vino fue... lo que vino fue muy fuerte.

 

Gracias por escucharme ahora.

 

 


Sesión del 02/08/2018
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Viajó, encontró unos amigos pero su camino era otro. Empezó a notar que no se sentía bien, que no sabía a donde iba, pero lo aceptaba. Y siguió camino.

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Entidad: Honestamente, pensaba que no los encontraría. Galopamos y galopamos, tuve que parar dos veces por Ciruela. Finalmente los alcanzamos, pero Aranet no reaccionó de la manera que yo espera, me dijo que nada lo iba a sacar de su plan, además estaba molesto porque no sabía nada de Ligor ni de Ezeven. Sí escuchó con atención a Ciruela. Aparte fue ratificado porque había dos hombres que habían estado en dos de los castillos y habían relatado exactamente eso, que en los patios feudales se pasaba hambre, que la mayoría de los reinos que estaban supeditados bajo las órdenes de Andahazi pagaban bastantes metales para ser protegidos. Obviamente Aranet tenía razón, ese hombre estaba mal, pero de su alma.

 

Le dije que iba a seguir viaje y Ciruela se volvería para el castillo de padre. Me dijo que descansara, que me convenía cambiar de montura. Había carne seca para comer, pero había traído una vianda de la cocina y la comí, unas verduras con un gusto picante, raro. Sentí como una especie de malestar en el estómago pero se me pasó. luego tuve un pequeño mareo pero se me pasó, no lo comenté. Y después seguí viaje. Estaba más cómodo viajando solo, porque Ciruela se había vuelto para el castillo. Por momentos en el viaje me preguntaba a dónde tenía que ir, a qué vine acá. Claro, padre; padre tiene problemas y... y iba a lo de la anciana Areca, ¿pero cuál era el camino?, me había agarrado como un fuerte mareo otra vez, más fuerte esta vez. Dejé el caballo atado y me recosté contra un árbol. Abrí los ojos pero no reconocía el lugar. Me miré las ropas, unas ropas viejas, yo venía viajando de... ¿de dónde?, ¿a dónde iba? Miré mis manos, portaba una espada, la espada era de metal bien pulida, una espada que parecía de noble, espero que no la haya robado. ¡Ah! Qué hermoso paisaje, seguro que me gusta recorrer lugares.

 

Monté de vuelta, me sentía mejor. Ya casi anocheciendo había un señor mayor, un anciano.

-Hola señor, si me da hospedaje tengo una moneda plateada.

-¡Eres tú!

-¿Me conoce, señor?

-¿Qué haces con una moneda plateada? -Tenía más pero para mí era un extraño.

-¿Me conoce, señor? -repetí.

-¡Cuánto hace que no te veía, tú eres Josué!

-Josué. ¿Así que soy Josué?

-¿No te acuerdas?

-No, me debo haber caído de... me debo haber caído del hoyuman porque me desperté y estaba recostado en un árbol, capaz que me golpeé en una roca pero no, no siento dolor en la cabeza. ¿Me llamo Josué?

-Eras más chico la última vez que te vi.

-Más chico, ¿cómo?

-Bastante más chico, tus padres habían muerto y tú te alejaste para el norte y dijiste "Volveré cuando sea más grande". Eran vecinos míos tus padres.

-¡Ajá! No me acuerdo de haber ido al norte. ¿Me deja alojarme por esta noche? Le doy...

-No, no, puedes quedarte. Estoy calentando guisado, tengo un catre ahí... Pero no, no, no tienes que pagarme nada.

 

El hombre era bueno, me contaba cosas de cuando yo era más pequeño, que yo hacía travesuras, que mis padres me retaban y que una vez me había caído de un árbol y me había rasgado todo el cuello y que me quedaba la marca. Yo no me acuerdo de tener ninguna marca en el cuello y se lo dije:

-Señor, no tengo marca.

-Sí, pero ha pasado tanto tiempo, eras pequeño.

-¿Y qué me gustaba hacer?

-Recorrer lugares, y eras muy bueno jugando con los niños con las espadas de madera.

-Bueno, ahora tengo una de verdad. -La saqué hice una pirueta-. Vaya, que la uso bien, es parte de mi mano. -Y la enfundé.

 

Le agradecí. Antes que se despida de mí entré y sobre la mesa le dejé una moneda plateada. Y seguí viaje.

El guisado era bueno pero sentía como un ardor en el estómago, capaz que alguna vianda que había comido antes, pero no me acuerdo, no me acuerdo. El hombre me dijo que yo había ido al norte, por lo tanto venía del norte, así que ahora me iba a ir hacia el sur. Me despedí del hombre y seguí viaje.

Y llegué a un poblado, un poblado muy lindo, me quedé un par de amaneceres y seguí yendo para el sur. En el sur me alojé en una hostería grande, grande de verdad, tenía como veinte habitaciones. Tenía bastantes monedas, espero que no las haya robado, no, no me siento que yo fuera ladrón, pero mi memoria está borrada desde que me desperté en aquel árbol. Pero bueno, acepto las cosas como son.

El segundo amanecer, cuando bajé a desayunar me pedí una bebida espumante y me pedí pan con unos cereales, y dos hombres corpulentos se pusieron a discutir por tonterías, no les prestaba atención pero uno le empujó al otro y volcó mi mesa, se me cayó la bebida y el pan con los cereales, yo ya los había pagado. Les dije a los hombres:

-Tienen que discutir en la calle. Pagué cuatro metales cobreados, así que me los dan ahora. -Los dos grandotes que se habían peleado ahora se pusieron en contra mía.

-¿Y quién eres tú, mocito, para darnos órdenes?

-No soy nadie, simplemente que me deben cuatro metales cobreados. -Se rieron.

 

Ambos tenían jarros metálicos llenos, tomé uno con cada mano y se los lancé al rostro a los dos, inmediatamente me fui a la calle. Cuando salieron tenía mi espada en la mano.

-A ver qué podéis hacer. Todavía estáis a tiempo de darme los cuatro metales cobreados.

-¿Y lo que has volcado en nuestro rostro?

-No es mi problema. -Se abalanzaron contra mí pero eran tan torpes, tan torpes que a uno le desgarré el muslo, apenas podía caminar, al otro le clavé la espada en el hombro, los dos cayeron gritando de dolor-. Quiero los metales. -Uno de ellos sacó de su bolso y me tiró un metal plateado-. No esperes vuelto, esto es por el esfuerzo. -Y lo guardé. El posadero no me cobró nada, me sirvió otra bebida y otro pan con cereales, no me quiso cobrar. Me miró con respeto, se ve que vio lo que pareció ser un combate, pero en realidad fue nada más que un poco de ejercicio. No sabía que era tan bueno con la espada, de verdad que no sabía que era tan bueno con la espada.

 

Esa tarde me marché. No sabía cuál era mi historia, no sabía nada, pero estuve viviendo unos días espectaculares. ¡Ah! ¡Qué hermoso! Aparte, la época era una época no calurosa pero de muy buen tiempo, solamente un día de lluvia.

Y llegué a otro poblado. Tenía más confianza en mí, sabía que me llamaba Josué y que me gustaba recorrer lugares, no me gustaba preguntar y no me gustaba responder cuando me preguntaban. Algunos me decían:

-¿De dónde vienes?

-Del norte, no tengo padres. -A otros les decía sí, tengo un padre que es labrador.

No me gustaba dar explicaciones, entonces inventaba historias ficticias.

Hasta que la vi a ella. Nunca había visto una joven tan hermosa, su cabello era rubio como el trigo, hermosa de verdad, hermosa de verdad, nunca había visto a alguien tan tan tan hermoso. y me iba a quedar en ese poblado solo por el hecho de conocerla. Pero ahora quedo sumido en mis pensamientos.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 10/01/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Quería encontrarla de nuevo y preparaba el viaje. Mientras tanto su padre, el rey, iba de nuevo a tener descendencia y quería que estuviera de vuelta para la boda. Pero no ocurriría...

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Entidad: Ayudaba con los preparativos pero sentía como cierta soledad, una soledad que me incomodaba, una soledad que me carcomía por dentro. ¿Cómo explicarlo? Yo había perdido la memoria, la había recuperado pero a su vez me acordaba de todo lo que había vivido en ese poquito tiempo. Y una joven tan hermosa había entrado en mi vida, una joven que se había criado trabajando de herrera, pero tan presta, tan inteligente en sus repuestas. Mi idea era ir a buscarla, a decirle quien era yo, no me gustaría que se entere por terceros y piense como que intenté engañarla.

 

Seguía obedeciendo las órdenes de padre pero él estaba en otra cosa, y además veía que yo era casi un adulto y podía tomar mis propias decisiones. Fui a la cámara, a la cámara real, y le dije:

-Padre voy a llevar a un pequeño grupo de soldados y voy a buscar esta joven, Samanta.

-¿De qué forma la quieres?

-Padre, hago silencio porque quiero ver de qué manera te respondo. ¿De qué manera la quieres?, me dices. Aclaro que no la quiero para divertirme. Si me preguntas si la amo como tú amas a Marya... No, no la conozco tanto pero a veces estaba en mi alcoba leyendo algunos libros y me sentía pleno de la misma manera cuando iba de excursión con Aranet, me sentía pleno. ¿Cómo explicarte? Hoy me siento vacío, no te lo tomes a mal, te amo y Marya es mi familia, la quiero mucho y la respeto mucho pero es vuestra vida. ¿Si tu preocupación es cuánto tardaré?: cuatro amaneceres, dos de ida y dos de vuelta, conozco el camino, tengo mi memoria intacta, estoy lúcido. Con seis soldados es suficiente.

-No, Gualterio, llevarás diez.

-Está bien, ordenaré que preparen provisiones. No llevaremos mulenas; provisiones en alforjas, cantimploras con agua, las mulenas retrasaría el viaje. Cuatro amaneceres no te entorpecería en nada. ¿Qué dices?

-Está bien. Acuérdate que en diez amaneceres es la boda.

-¡Uf! ¡Ja, ja, ja! Mi padre casado.

-No entiendo tu risa.

-Claro, es como que empiezas de nuevo.

-¿Qué es ese gesto, Gualterio?

-Padre...

-¿Por qué me señalas con el dedo?

-¡Ajá!

-Gualterio, ¿qué te sucede?

-¿Es posible que vaya a tener un hermano?

-¡Gualterio!

-¡Padre!, ¿es posible? ¡Ja, ja! No respondes. ¡Ay, padre, padre! Voy al patio de armas a que... ¡Ay, padre, padre!

-¿Está mal?

-No, me pone contento, me pone contento. Y te lo mereces.

-Cómo has crecido hijo, ¡Ah! Tengo ojos, pero aparte yo creo que en espada... no sé, tendríamos que intercambiar espadas de vuelta pero en intuición te gano lejos, en intuición te gano.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ay, padre, padre! Iré al patio de armas.

 

Encargamos todo. Marya se acercó hasta la puerta.

-Iré con vosotros hasta el portón grande, y deseo que la encuentres.

-Gracias, Marya, gracias. -En ese momento se escuchó galopes de hoyumans, un tremendo griterío. Habíamos salido fuera del castillo: una lluvia de flechas, tres de los soldados cayeron. Con los gritos, de las murallas se asomaron como cincuenta soldados de mi padre y mataron a todos los que venían, eran más de veinte. ¿Quién los mandó? ¿Quién los puede haber mandado, Marya? ¡Marya! La levanté, tenía una flecha en el costado. ¡Padre! Herida, le toqué la garganta y no le sentía los latidos y estaba embarazada. ¡Padre, nos han atacado y Marya... ¿Padre? ¿Padre?

 


Sesión del 26/03/2019
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Iba de viaje en busca de un recuerdo. No se encontraba nada bien. Estaba en el suelo sin fuerzas, no podía levantarse. Pensó que le podían matar.

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Entidad: Preparé dos alforjas, mi espada y me fui al amanecer, prácticamente a escondidas porque padre no hubiera permitido que me vaya sin escolta, pero por alguna razón quise ir solo sin dar explicaciones, solamente esperando acordarme del aquel camino para llegar a aquel poblado donde conocí a esa joven con la que luego he soñado cien noches.

 

En el camino una fuerte lluvia me hizo guarecer en un pequeño bosque. No impidió que me mojara, llevaba víveres pero no ropa de recambio, me secaría al amanecer. Por la noche es como que levanté un poco de fiebre, me dolían mis pulmones, tosía, por momentos estaba como arrepentido y molesto de haber ido solo, hasta pensé en volver al castillo. Me toqué la frente y sentía la frente caliente, la ropa mojada en mi cuerpo, tiritaba, la verdad que tiritaba. Comí un poco de carne seca con pan, bebía agua acompañada con un poco de licor, pero el calor que me daba era un calor artificioso, no eran calorías verdaderas.

Amaneció con sol, un sol que quemaba, la ropa se me secó pero me sentía débil, no me sentía en condiciones para seguir viaje, si hubiera habido algún maleante o algo, apenas tenía fuerzas para combatir.

Y me sentía molesto, como con ira. ¿Por qué me pasa esto?, le preguntaba a aquel que está más allá de las estrellas. Todavía tenía el recuerdo de la vez que intenté ir y la que fuera mi madre mandó unos esbirros a atacarnos.

 

Espoleé mi cabalgadura y seguí. Tengo que reponerme, me forcé a comer y comí, sentía retortijones en el estómago. Me amarré del hoyuman y empecé a vomitar, estaba tan flojo que me caí del equino, caí a tierra. Todo me daba vueltas, me sentía como mareado, el estado febril y forzar a comer me hizo mucho peor. Me dolía la parte hepática muchísimo, me daba vueltas la cabeza, los oídos me zumbaban.

Tocaba en el piso la tierra y vi unas botas. Estaba indefenso, podían matarme perfectamente. Traté de... traté de erguirme y me tendieron una mano.

-¡Tú! -Unos ojos bellos me miraban- ¿Qué haces aquí Samanta?

-¿Qué haces tú aquí? Y con esa ropa, una ropa de noble.

-Iba a tu poblado a buscarte. ¿Tú qué haces?

-Salí a pasear.

-Pero estás a más de un amanecer de tu poblado, ¿o no?

-Quería pensar.

-¿Pensar? Está bien. No, no, no soy yo quien para preguntarte.

-Lo eres, porque pensaba en ti. Lo último que supe que te vinieron a buscar. ¿Eres un fugitivo y te has escapado de nuevo?

-No, no soy un fugitivo, no soy un fugitivo. -Sentí que me caía y me senté contra un árbol.

-Toma esto.

-¿Qué es?

-Un líquido de color verde.

-No, no, no.

-Tómalo, te hará bien.

-¿Para qué es?

-Preguntas como los niños. -Lo tomé.

-¡Amarguísimo!

-Tómalo.

-¡Uf! -Cogí el vaso y lo tomé todo. Sentí como una sensación en el esófago-. Esto me va a dar más ganas de vomitar.

-No, todo lo contrario, te va a parar el vómito y la fiebre, es una planta que preparaba mi familia.

-Voy a tratar de levantarme.

-No, no -dijo la joven-, quédate, no es que haga efecto enseguida. -Se sentó al lado mío-. Me debes una explicación.

-A eso iba. Pero anoche me enojaba contra aquel que está más allá de las estrellas porque iba a buscarte y me empapé, me mojé y me cogió catarro, tos. Estaba aterido, temblaba. Estuve a punto de volverme al castillo.

-¿Cómo al castillo? ¡Estuviste prisionero en el castillo! ¿En qué castillo?

-¿Me permites que te relate? -Ella asintió-. Primero te agradezco que me escuches, porque no soy un conocedor de mujeres, pero lo sé por otros, por guerreros amigos de mi padre, los comportamientos; acusan sin saber.

-No midas a todas con la misma perspectiva -me dijo la joven-, yo no soy así, escucho.

-Soy noble.

-¡No!

-Mira mis ropas, soy noble. Por una situación que más adelante te contaré -espero contarte-, espero que haya un más adelante para nosotros...

-Continúa.

-Ingerí unos hongos que me hicieron perder la memoria. No soy la persona que era cuando nos conocimos.

-O sea, me has engañado.

-No, te he dicho que perdí la memoria. No tengo esa identidad pero sí soy esa persona, la persona que comenzó a sentir algo por ti, la persona que le gusta lo que haces, alguien que se asombró de ver a una mujer que trabaje en herrería. Y había perdido la memoria, nunca quise engañarte ni mentirte ni jugar sucio. Los que me encontraron y me llevaron son las tropas de mi padre.

-¿Por qué no me lo aclaraste en ese momento? -preguntó la joven.

-Porque en ese momento no lo sabía. Mi padre también bebió o comió lo mismo que me hizo mal a mí, le afectó de otra manera alucinando, desvariando, a mí me hizo perder la memoria.

-¿Y quién es tu padre?

-El dueño del castillo, el rey Anán. -Samanta se me quedó mirando.

-¿Tú eres un príncipe?

-Sí.

-Pues no lo pareces.

-¡Je! Pero lo soy.

-He soñado con un príncipe toda mi vida, pero sabía que era una fábula, era un sueño que nunca se iba a hacer realidad.

-Si me permites -exclamé-, si me permites se puede hacer realidad.

-No, no, no.

-¿No te intereso, no te atraigo ni un poco?

-No pasa por ahí, tú tienes que contraer enlace con una noble.

-¿Quién lo dice? ¿quién lo dice? Mi padre puede darme órdenes en algunas cosas, pero mi vida es mi vida. Soñé cien noches contigo y no estoy mintiendo. Y es cierto, ayer estaba molesto con aquel que está más allá de las estrellas. Es la segunda vez que intento buscarte, ya te contaré lo que pasó en la primera, hubo muertes, pero no es oportuno contarte ahora. Y en la segunda casi me vuelvo; si en lugar de ser tú hubiera sido un asaltante me hubiera matado o hubiera robado mis alforjas y mis metales. Entonces hoy, hoy estoy agradecido a aquel que está más allá de las estrellas porque puedo pasar mil veces por aquí para ir a tu región y tú puedes irte a pensar a mil lugares, y en un camino ignoto te has ido a cruzar conmigo y me has encontrado yaciendo tirado, descompuesto y me has dado un líquido que me hace sentir mejor. ¿Y cómo es que lo llevabas contigo? -Ella se encogió de hombros.

-Siempre llevo conmigo de todo, hasta vendas, aguja con hilo para coser heridas.

-¡Vaya, vaya! Y veo que llevas una espada.

-Sí, para defenderme de los asaltantes del camino. Y la empleo muy bien.

-Nos conocemos por segunda vez. -Le tendí la mano-. Mi nombre es Gualterio. ¿No me das la mano? -Me tendió la mano firme pero suave, suave pero firme-. Sigo siendo aquel en mi forma de ser, de pensar, soy auténtico. Ven, te presentaré a mi padre.

-No, tengo que volver, acuérdate que tengo familia.

-Déjame ir contigo y luego volvemos. -Me miró a los ojos y me tomó de la cara con sus manos. Le mantuve la vista-. ¿Qué?

-No me gusta que me usen.

-¿Pero por qué dices eso?

-Sé de nobles que han jugado con aldeanas.

-Tú no eres una aldeana, tú eres una muy buena herrera. Y si fueras una aldeana, ¿qué? ¿Tú piensas que uno es más importante porque tiene títulos?, los títulos no son nada, son nombres, el ropaje se compra. No me interesa engañarte ni mentirte, no te voy a pedir nada que tú no quieras hacer. Pero sí te voy a pedir el acompañarte, si tú no quieres no insistiré. -Preparó su hoyuman, se dio vuelta y me miró.

-¿Es cierto que has soñado cien noches conmigo?

-No tengo la cuenta, digo cien noches como pueden ser más.

-Entonces acompáñame. -La tomé del rostro y acerqué mi boca a la suya y puso su mano sobre mi boca.

-No, sigamos conversando. No conozco a Gualterio, quiero conocer a Gualterio.

-Está bien. Como te dije antes, no te forzaré a hacer nada que tú no quieras, no te pediré que hagas nada que tú no quieras. -Ella mitad sonriendo mitad seria me dijo:

-¿Entonces harás todo lo que yo diga?

-No -negué-, no, no; tengo carácter; ni siquiera mi padre que es rey me puede dominar, nadie me va a dominar. ¿Aceptas eso?

-¿Aceptas que a mí tampoco nadie me va a dominar?

-Sí -le dije-, acepto que las cosas se acuerdan entre dos.

 

Monté a mi hoyuman, lo espoleé y la acompañé a su región.

 

Gracias por escucharme.

 


Sesión del 05/02/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Aquel que está más allá de las estrellas medió para que pudiera conocerse un secreto guardado durante mucho tiempo, que produjo cambios en las vivencias de muchas personas, que cambió sus vidas. El secreto de la princesa Samia.

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Entidad: No suelo tener presentimientos. Me sentía pleno porque las conversaciones que tuve con la que era mi novia me dejaban con una armonía tan grande tan grande... Y aparte, el hecho de que la pareja de papá haya tenido una criatura, verlo a él después de todo lo que pasó, tan bien, tan alegre...

 

Me incomodaba que Donk haya salido y algo me decía que no todo estaba bien. No tenía que dar explicaciones y tampoco quería que nadie me acompañe, ni Albano, ni nadie.

Me fui para la cuadra y cogí un equino y me alejé. Los soldados me abrieron la puerta, pasé por la feria, me abrieron la puerta principal y salí, y me dirigí para el norte.

En las alforjas llevaba comida, llevaba bebida. Después de medio día de viaje es como que me arrepentí. Digo "Qué estoy haciendo, yo no tengo ningún don, no soy mento, no soy nada, soy simplemente un príncipe, es un título, y para mí un título es algo que no es tangible". Pero no... No, no entendía nada de el por qué tuve ese impulso, encima ya anochecía.

Quizá me sentía mal porque mi novia no quería que saliera.

-Afuera hay peligros.

-Ya sé defenderme. -Cada día practicaba más con la espada y me consideraba bueno.

 

Até mi hoyuman a un árbol y me quedé dormitando hasta casi al amanecer.

Me despertaron como unos gritos, como que hubiera una batalla. Obviamente no quería intervenir. Me quedé entre los arbustos y al final había un sistema rocoso, un sistema rocoso que estaba bastante más alto que el camino y era una batalla bastante bastante sangrienta; más o menos unos cien soldados contra unos sesenta, setenta hombres del norte, pero no tan bien pertrechados, y los terminaron matando a todos. Y los hombres, los soldados se marcharon. No quise que me vieran, no por nada porque yo estaba bien vestido, no tenía aspecto de bárbaro, pero no sabía quién eran esos soldados.

 

Dejé pasar un tiempo. Monté a mi equino y me fui acercando al campo de batalla. Un olor... era algo hediondo, lo que veía era algo que... quizá no estaba preparado. No era un niño, era más que un adolescente, era un adulto, pero esto era..., cuerpos mutilados, algunos con parte de sus órganos desparramados por el barro. No podía entender la bestialidad del ser humano.

En ese momento escuché ruidos detrás mío y me molestó, porque siempre trataba de estar atento, y cuando me di vuelta, por un camino lateral vi dos figuras conocidas: Ligor, Donk, y había tres críos. Me reconocieron de inmediato, me abracé con ellos, saludé a los chicos.

Donk me dijo:

-¿Cuánto hace que estabas aquí?

-Bastante, alcancé a ver el final de la batalla.

-Qué bueno que no has intervenido.

-¿Intervenido? No, eso sería suicida. ¿Vosotros?

-Vimos la batalla desde lo alto. ¿Tú dónde estabas? -Me di vuelta y señalé unas rocas.

-Te podían haber visto -dijo Ligor.

-Sí, pero estaba bien escondido. De todos modos no me iban a confundir con un bárbaro, mis ropas son de noble. ¿Y vosotros estabais más altos que yo?

-Sí, en aquella loma. Tampoco intervenimos.

Donk me miraba.

-Tienes el rostro pálido.

-Qué te parece, una visión horrorosa; cadáveres, sangre..., los soldados aparte de espadas tenían también lanzas, veo cadáveres con lanzas que los atravesaban enterradas en la tierra, y también había cadáveres de soldados pero menos. Una de las figuras se movía.

-¡Mirad! -Se acercó Ligor-. Quedaos ahí. -Se acercó al que estaba herido-. Has tenido suerte -le dijo-. ¿Qué pasó?

-Nos atacaron, y yo sé por qué.

-Seguramente porque habrás asolado alguna aldea cercana al castillo de esta gente.

-Te equivocas, Ligor.

-¿Lo conoces? -pregunté yo.

-Sí, es Borius.

-¿Borius?, ¿el que asola aldeas? -pregunté.

-No, no es así -dijo Borius.

Habló Donk:

-Déjame ver las heridas, traigo en la mochila aguja por si hubiera que coser algo. -Tenía heridas en el estómago y en el hombro pero no eran graves.

Ligor le dijo:

-O has tenido suerte o aquel que está más allá de las estrellas tiene otro destino para ti.

-¿Y cuál sería? -preguntó Borius.

-Ya lo sabes, que sea yo quien termine con tu vida.

-Te he ayudado en Villarreal.

-Sí, para tu beneficio. Pero está bien, ahora no somos enemigos. Ocúpate, Donk, de él.

 

Donk le cosió las heridas, había perdido bastante sangre. Sueltos en el campo de batalla había cuatro, cinco hoyumans. Armamos una especie de camilla y lo acostamos y lo atamos con unas lianas.

Donk me dijo:

-Esto es la vida real.

-Ya lo sé, no me tienes que decir, ya lo sé. ¡Ahhh! No es la vida que me gusta, me da como escalofríos y no está fresco. Me duele el estómago y me duele la cabeza de ver estas escenas. -En ese momento Ligor se puso pálido.

-Veo un estandarte, este estandarte lo conozco. -Era el estandarte de uno de los soldados que estaba muerto.

Me acerco mientras Donk estaba con Borius y le digo:

-¿De dónde lo conoces?

-Hace mucho tiempo atrás, que era la mitad de joven que ahora, me nombraron caballero, es un recuerdo que ahora me causa dolor.

-Cuéntalo -le pedí.

-Eres un niño, no me vas a entender.

-No soy un niño, ya no soy un niño. Cuéntame.

Ligor me miró y me dijo:

-Es como que la vida fuera un círculo, vuelves al punto de partida.

-No, ahora no te entiendo, explícate mejor.

-Este hombre que está curando Donk raptó a la princesa que luego fue reina donde mi exesposa Núria servía, y ahora seguramente el hijo de la reina Samia, que ahora es rey, mandó a los soldados a acabar con Borius, que habrá hecho alguna fechoría por la zona, y los mató a todos y justo quedó vivo él. ¿Y tú qué haces por acá?

-No sé, tenía una intuición, algo me dijo que... que tenía que salir y me encontré con vosotros. ¿Qué, tengo dones?

-No, quizá has sido guiado por aquel que está más allá de las estrellas.

-¡Ah! ¿Pero entonces hubo como un contacto?

-Tampoco delires.

-¿Venís para el castillo?

-Sí.

-¿Y los críos?

-Se quedarán en el castillo. Todos han sido víctimas de abusos.

-¡Pobres! ¿Pero están bien ahora?

-Están bien. -Dimos la vuelta y fuimos para el castillo.

 

Llegamos al castillo, nos abrieron las puertas. Vi que lo saludaban a Ligor como si nunca se hubiera ido, hasta la propia Núria lo saludó atentamente. Se sorprendieron de que estuviera junto con Donk siendo que parecían enemigos irreconciliables. Ligor me contó por el camino el encuentro con Donk y que le dio un tremendo puñetazo y lo sentó en la tierra, pero más les sorprendió a todos ver a Borius.

 

Y la que se puso mal fue Núria cuando se enteró de que el rey, el hijo de quien había sido su princesa había atacado a los bárbaros del norte.

-¿Qué habéis hecho? -le dijo a Borius, que estaba tomando un caldo caliente.

-Señora, hablo únicamente si me creéis. Algunos se molestarán conmigo, pensarán que lo que digo no es cierto, que estoy difamando. Pero es muy fácil, vayan en representación de vuestro rey a ver al hijo de quien era la reina y preguntad por qué nos atacaron.

Núria tenía la voz cantante y dijo:

-¿Por qué?

-No me vais a creer.

En ese momento mi padre le dijo:

-Como rey te ordeno que hables.

-Lo haré majestad. Ligor, por favor, necesito que me creas, guardé el secreto mucho tiempo.

-Habla.

Borius levantó la vista y lo vio a Fondalar.

-Tú también estabas.

Fondalar dijo:

-Sí, me recuerdo, no hizo falta que corriera sangre, con mi poder mental hice dormir a tu gente.

-¿Y sabes lo qué has hecho? -dijo Borius-, has desarmado una trama. -Todos lo miraron, yo también. Yo conocía poco del tema pero Núria, Ligor, seguramente Aranet, mi padre quizá no tanto, pero Fondalar sí, se acordaban de esa historia. Borius siguió contando-. La princesa Samia se sentía desprotegida y había debatido varias veces con Núria, ella está aquí presente, puede desmentirme. Núria no quería quedarse, todavía no había hecho una promesa. ¿Es cierto o no?

-Es cierto -dijo Núria- ¿Pero tú cómo sabes?

-Porque me lo contó la propia Samia.

-¿Qué te contó?

-Que querías dejarla, que querías vivir tu vida. Y ella sabía que tú tenías los mismos poderes que Ligor, que podías lanzar descargas y la podías proteger, porque se sentía vulnerable, no confiaba ni siquiera en su tropa, en sus soldados. Y entonces mandó a un emisario de su confianza al norte y se contactó conmigo. Yo ya había logrado ser el jefe de la tribu y me encontré con la princesa en secreto. Me dio unos metales dorados y me dijo que finja un secuestro.

-¡No!

-Sí, señora Núria, sí. ¿Por qué habría de mentir?

Núria dijo:

-Porque una muerta no puede defenderse.

-Entonces, por favor, averigüen con el rey, con el hijo de Samia, por qué acabaron con todos nosotros y por qué querían matarme a mí, pensaban que ya no guardaría el secreto. O se enteró de que los había ayudado en Villareal y que ahora estaba del lado de ustedes.

Se acercó Fondalar, lo tomó de las mejillas a Borius.

-Mírame. -Borius lo miró-. Cuéntame. -Borius quedó con una especie de trance y le dijo a Fondalar:

-La princesa Samia me dio metales dorados para que la secuestre, de esa manera iba a demostrar que no estaba bien protegida.

-Pero la rescatamos -dijo Fondalar-, te vencimos.

-Sí -asintió Borius-, pero la reina aprovechó que en ese momento era princesa en sembrar el temor en la señora Núria para que no se vaya y que haga la promesa de quedarse con ella hasta su muerte.

Fondalar soltó el rostro de Borius y dijo:

-No está mintiendo, está diciendo la verdad.

Núria se puso a llorar.

-Me quería, me amaba, era su doncella. Estuve tantos años..., estuve tantos años y fue todo una mentira. -Ligor se acercó y la abrazó, ella se abrazó a él.

Luego ella se separó y le dijo:

-Esto no cambia nada entre nosotros, ¿pero te das cuenta que cada vez es peor la cosa?, viví tantos años deseando ser libre y podía haber sido libre -Y lo miró con odio a Borius-, y tú te has dejado comprar.

-Señora -dijo Borius-, no me mire así a mí, yo me crié en un ambiente brutal, tu princesa no. Si buscas un culpable no lo busques en mí, yo hice un trabajo como podía haber hecho cualquier otro.

Núria asintió con la cabeza.

-Si me disculpan me marcharé a mi habitación -dijo Núria-. Cuiden a este hombre. Lo odié tanto tiempo, ¡lo odié tanto tiempo!... Y fue una argucia, un engaño de Samia para retenerme, como si mis manos con descargas pudieran hacer más que cien soldados. ¡Qué incoherente! Pero no, pero no. Ligor, no importa que ya no estemos juntos, pero esto merece una explicación: Si el hijo o la hija de Samia fueron a por Borius es que ellos estaban enterados de esta trampa y me lo ocultaron, y lo querían matar para que nunca se sepa el secreto. Y aquel que está más allá de las estrellas permitió que Borius viviera, y justo en el camino se encuentra con Gualterio, con Donk y con Ligor.

 

Yo estaba callado. Yo miraba la escena, a uno y a otro, y cada vez veía que el ser humano es más retorcido; la buena, la pura Samia resultó ser una víbora y Borius era Borius, él era como era. Así que es cierto, si había que buscar un culpable era Samia, pero ya estaba muerta, y ahora había que pedirle explicaciones al hijo de Samia, el rey, donde Ligor había sido nombrado caballero.

Por primera vez intercedió Aranet y dijo:

-Lo tenemos que postergar eso, tenemos un asunto más grave, en cualquier momento vuelven a atacar Zizer y Randora.

 

Y sentí de vuelta un escalofrío. Me había quedado una cicatriz por dentro, mejor dicho, una herida por dentro que no cicatrizaba al ver esos cadáveres, esas lanzas, hoyumans muertos, brutos, soldados, vísceras por todos lados.

Me tomó del brazo Émeris y me dijo:

-Te prepararé un brebaje.

-¡No quiero un calmante!

-No es calmante, es para el estómago. -Y me fui con Émeris.

 

Y luego descansaría, porque mañana sería otro día.

 


Sesión del 08/03/2020
Médium: Jorge Raúl Olguín
Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Sebastián H.

Salía de palacio pero se encontró con unos viajeros que venían, después de acabar con Zizer. No conocía a uno y le sorprendió saber quien era.

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Entidad: Me sentía intranquilo y a su vez molesto, tendría que haber ido con los demás. No tenía porque quedarme aquí porque mi padre tuviese miedo de que me pasara algo, con ese criterio siempre quedaría resguardado de todo riesgo. Y no es así, nunca me templaría del todo de esas manera. No se trata de tenerme entre algodones.

Le dije a mi novia:

-Me voy a marchar. -Sabía que era obstinado y no hizo ningún esfuerzo por convencerme-. Tú te quedarás en una de las torres, por cualquier riesgo que hubiera. -Asintió con la cabeza, nos dimos un largo beso. Y fui hasta la cuadra, cogí un hoyuman y me marché.

 

En lugar de tomar para el norte salí por la puerta sur, hice un largo giro hacia el este y enfilé para el norte por un camino que desconocía. Ya prácticamente había atardecido cuando ¡oh, causalidad! me encuentro con la dama Mina y la joven Burden, pero un hombre las acompañaba. Me reconocieron.

La dama Mina sonrió. Me presentó al hombre:

-Se llama Jordi, nos salvó la vida. -Desmontamos. Me abracé con la dama, me abracé con la joven y estreché el fuerte brazo de Jordi.

-Agradecido, de verdad, agradecido. Contadme qué pasó.

Mina dijo:

-Nos topamos con Zizer. -Empalidecí-. Estaba solo, estaba tratando de cambiar el vendaje de sus heridas, no había más nadie. No sabemos porque se apartó del resto, no sabemos tampoco nada de Randora.

-¿Pero era Zizer?, ¿cómo lo vencieron? -Lo miré al hombre-. ¿Cómo les has salvado la vida?

-Lo vencí a Zizer.

-¿Cómo?

-Mentalmente.

-¡A Zizer! -No entendía nada.

Mina me dijo:

-Jordi es un poderoso mento.

-No sabía de ti.

El hombre me dijo:

-Quizás eras muy pequeño cuando empecé a andar de un lado para el otro. -Las mujeres tenían hambre y había un poco de comida en las alforjas. Y yo, aparte, había traído frutas frescas y dos cantimploras llenas. Nos sentamos a comer y  tomar algo. Y Jordi contó-: Mi vida no ha sido fácil.

-¿Pero has usado siempre tus poderes?

-No, no, no; no sabía siquiera que tenía dones.

-Pero entiendo que los mentos, de pequeños, ya desarrollan sus dones.

-¡Je, je! En realidad me crié con turanios.

-¡Pero cómo!

-Es sencillo, desconocía mi origen. Mis padres no eran mis padres. Cuando cumplí ocho años estaba mal del estómago y una mujer que trabajaba con plantas me dio un líquido, y me dijo que yo no era turanio, que mis padres no eran mis padres. No sé por qué me lo dijo. El padre que yo conocía se llamaba Ordón y mi madre Sena, me habían criado con un tremendo amor. Pero tenía que saber la verdad. Padre me dijo la verdad, que no era turanio. Pero que no importaba, para ellos era su hijo. Pero bueno, uno quería saber la verdad. La verdad es que me dijo que ellos tenían temor de un poblado de mentos que estaba cerca, había llegado un rumor de que eran una raza que se apoderaba de la mente de los demás, esos rumores absurdos que se esparcen más rápido que las verdades. Y los atacamos de sorpresa. Ellos podían con todo un ejército, pero fue tal la sorpresa que acabamos con casi todos. Y así fue como te encontramos a ti, dijo mi padre, mi padre adoptivo. Yo era un bebé.

Lo miré a Jordi y le digo:

-O sea, tú eres de raza mento, los turanios atacaron a los vuestros, te llevaron de bebé y te criaron como si fueras un turanio.

-Correcto.

-Y tú creciste sin saber que eras mento.

-Es más; a los doce años sabía que era mento, pero es como que no podía usar mis dones, no, no, no me salía, y pensé que no había heredado.

Le dije:

-Entonces es como que estabas reprimido inconscientemente. -Jordi se encogió de hombros.

-Sí, pero aprendí a espadear. Era el mejor, pero a su vez era muy presumido y muy creído de mí mismo. También impaciente, me molestaba todo, me incomodaba que no me dieran la razón en algo.

-¡Je, je! -Sonreí-, me haces acordar a cómo soy yo ahora. A veces es cierto que soy caprichoso, a veces es cierto que desafío a mi padre.

-¿Quién es tu padre?

-El rey Anán.

-¡El rey Anán!

-Yo soy el príncipe Gualterio.

-¡Vaya! Entiendo que el rey tiene muchos amigos.

-Sí, bastantes. El guerrero Aranet, el esposo de esta dama, el guerrero Ligor... -Jordi me miró.

-Lo conocí hace mucho tiempo atrás, mucho tiempo atrás. Yo tendría tu edad, o quizás un poco menos. ¡Cómo pasa el tiempo!

-También Fondalar, que para mí es el mento más poderoso -agregué. Me miró y sonrió.

-¿Por qué sonríes?

-El pueblo turanio -contó Jordi-, de la misma manera que atacó a los mentos fue atacado por los orientales, los mataron a casi todos los de mi pueblo y a mí me llevaron. Mis padres adoptivos murieron. Yo era demasiado rebelde, en ese momento odiaba a los orientales.

-Te habrán maltratado -exclamé.

-No, no me castigaban, no de esa manera; si no obedecía pasaba de largo la comida, no me daban la ración. Y tuve aprender por la fuerza a respetar sus leyes o morir de inanición.

-¿Y todavía no sabías que podías usar tus dones?

-No, para nada, para nada. De todas maneras me sirvió; aprendí a usar el arte de su espada, que era muy superior en la forma de combate que la de los turanios. Desarrollé enormemente mis habilidades, movimientos, de todo. Pasó el tiempo y ni siquiera el mejor de los orientales me podía ganar con la espada. Y tenía una puntería tremenda con arco y flechas. De alguna manera es como que me di cuenta que tenía un don, por mi velocidad mental.

-Explícate -pedí.

-Claro, yo sabía un segundo antes el movimiento que iba a hacer mi contrincante y le paraba los golpes. Ahí fui entendiendo que había un don, pero todavía no sabía cómo usarlo. No, no sabía cómo usarlo.

-¿Y te has quedado con los orientales?

-No, una horda del norte invadió la aldea oriental.

-Pero es como una especie de castigo de aquel que está más allá de las estrellas -comenté-. Tú eras mento, los asaltaron los turanios, te has criado con los turanios, los asaltaron los orientales, finalmente una horda del norte asaltó a los orientales.

-Pero en este caso -me dijo Jordi-, pudimos contener a la horda del norte, pero quedaron muchos cadáveres en el camino. Como salvé al jefe oriental me regaló su sable y su mejor hoyuman, y me marché.

-Es una historia interesante, la verdad es que es una historia más que interesante, has pasado por mucho.

-Pero falta lo principal -me dijo Jordi-. Me encuentro con un hombre, un hombre grande pero de rostro noble...

-¿Y qué sucedió?

-Ese hombre se presentó como Fondalar.

-¡Vaya! Entonces de joven conocías a Fondalar.

-Le dije que era un mento, le dije que había escuchado que había estado con Ligor. Y me contó una historia, Fondalar, que quizá no la conozcáis vosotros.

-Cuéntala, porque es interesante.

-¿Fondalar tiene pareja?

-Sí, una que es mitad menta, mitad norna, pero tiene un poder tremendo. Se llama Émeris.

-Me alegro por él.

-De joven, Fondalar tenía una pareja llamada Jana. Se amaban, se respetaban. Y contó que vinieron unos guerreros turanios; en ese momento un proyectil le dio al costado de la cabeza y lo dejó sin sentido. Cuando se despertó, lo primero que vio fue a su amada Jana muerta, y se percató que el bebé de ellos no estaba. -Empalidecí.

-Turanios atacaron la aldea de Fondalar, lo dejaron sin sentido, no tuvo tiempo de usar sus poderes porque cayó desmayado.

-Claro.

-Y entonces...

-No lo digas, ese bebé eras tú.

-Correcto.

-¡O sea, que eres hijo de Fondalar!

-Sí. -Hablamos mucho. En ese momento para mí era un extraño, ¡je, je, je!, no sabía si abrazarlo, si tratarlo de tú, preguntarle cosas. Hablamos, hablamos mucho. Le conté todo lo que viví. Sentía como cierto rencor porque no me había buscado, pero el problema era yo, muy precipitado, sacaba conclusiones equivocadas,  él no sabía si estaba vivo o si estaba muerto.

-¿Y cómo es que no te has quedado con él?

-¡Je! No era como tú, Gualterio, era... no digo aventurero, ¡más loco!, inestable emocionalmente por todo lo que había vivido. No puedo decir que viví con mentos porque era bebé, no tengo memoria, pero supe que los turanios no eran mi verdadero hogar, mis padres no eran mis verdaderos padres. Sentí como un shock dentro mío, en mi pecho, en mi mente. Luego con los orientales, donde de alguna manera es como que me aprendí a templar, o eso creía yo. Porque después, el tiempo que estuve con Fondalar, quien fuera mi padre, nos juntamos con Ligor y otras personas y yo todavía era un imberbe precipitado, un tonto.

-¿En qué sentido?

-En que no hacía caso de nada. Orgulloso pero mal, orgulloso desde el ego. Prácticamente es como que si yo me encontrara con ese adolescente era para darle un par de azotes.

-¡Je, je, je! -Me reí, me reí-. Y después has dejado a Fondalar.

-Dejé a Fondalar. Recorrí distintas aldeas, fui para el norte, atravesé el desierto, atravesé las montañas, llegué casi a un mar que no conocéis, un mar que está del lado oeste de este largo continente, conocí a otras razas. Y vi que estaban asolando una aldea y me puse muy muy mal. Enfilé mi hoyuman y traté de frenarlos; dejé fuera de combate a tres o cuatro pero tampoco era invencible, uno me golpeó con un costado de su espada en la sien y caí. En ese momento sentí como una vibración en mi mente y deseé que el hoyuman de ese guerrero se desbocara. Automáticamente el equino relinchó, se paró en dos patas y tiró al hombre al piso. Pero no me paralicé, para nada; en décimas de segundo mentalicé de que todos sientan terror, y automáticamente pusieron gestos espantosos de pánico y huyeron despavoridos. Y salvé a la aldea. Fue la primera vez que usé mis dones de mento que yo pensé que no tenia, que yo pensé que no había heredado. Fondalar, mi padre, nunca supo que desarrollé mi don.

-¡Y vaya si te ha valido!, has vencido a Zizer. Zizer era uno de los mentos más poderosos.

-¿Vais para el castillo?

-Sí.

-Volveré con vosotros.

Mina me preguntó:

-¿Para dónde ibas?

-Quería buscar a tu esposo y a los demás, formar parte de la emboscada. Pero ya está casi anocheciendo, volveré con vosotros. Mañana será otro día.