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A sentir se aprende de chico

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

 

De Jorge Olguín

 

El doctor Elías dice que hoy resulta una verdad incuestionable que las características emocionales de un adulto dependen en gran medida de lo que le haya sucedido en sus primeros años de vida. Y es cierto, así lo confirman gran cantidad de investigaciones en áreas como la psicología evolutiva, la observación psicoanalítica de bebés, e incluso las neurociencias.

Los seres humanos nacen con una predisposición genética, pero esta es modificada por las experiencias de vida. Fíjense que ya durante el embarazo se inicia el aprendizaje. Los bebés no sólo reconocen determinadas voces como la de los padres sino que después de nacer muestran una clara preferencia por la música que percibieron mientras estaban en el útero.

A pesar de que el recién nacido regula espontáneamente su respiración, sus latidos cardiacos o su temperatura, está indefenso frente a sus emociones. Necesita de su madre o de quien lo cuide, no sólo para que lo calmen sino también para que comprendan lo que siente. Eso le permitirá en el futuro aprender a reconocer sus propios sentimientos y necesidades. Esa particular indefensión original lo obliga para sobrevivir a estar en contacto con otro adulto desde el comienzo mismo de su vida. Ese adulto que necesariamente forma parte de una comunidad va a acercar al bebe elementos propios de esa cultura de modo tal que lo hereditario se interrelaciona desde el primer momento con lo cultural. Esta interacción se convertirá en un elemento decisivo para la personalidad futura del niño.

A partir de la infancia intentará conjugar los conflictos que se le plantean entre sus deseos personales y los valores sociales aceptables.

Un bebé necesita experimentar algo pocas veces para inaugurar un registro mental y cerebral que volverá a emerger en el futuro ante circunstancias similares. El decodificador va tomando esas huellas de experiencia. Así se van formando en el decodificador esquemas y modelos operativos que se construyen en parte por la experiencia real y en gran medida por la interpretación que de ellos se haga. Los padres tienen su propio estilo emocional. Algunos por ejemplo censuran la tristeza pero permiten el enojo; otros valoran el esfuerzo pero no la queja... más adelante estos registros del niño servirán de base para su relación emocional con el mundo.

La mente humana puede generar métodos drásticos para evitar las emociones conflictivas. Por ejemplo no poder reconocer ante sí o ante terceros que se está triste, celoso o enojado... Esta represión y negación a veces está fomentada también por la cultura que con frecuencia por ejemplo valora una masculinidad poco sensible, idealizando al individuo duro que se mantiene alejado de sus emociones. En cuántas sociedades hemos visto eso, ¿no? El cuerpo sin embargo registra inexorablemente lo que se intenta evitar sentir aumentando su ritmo cardiaco, incrementando los niveles de adrenalina y de presión arterial, etc., por lo cual las emociones terminan resonando finalmente en distintos órganos. Ni hablar de nuestro campo áurico que se reduce notoriamente.

Diversas investigaciones subrayan la importancia de regular de manera adecuada la propia vida emocional, cuyo origen se encuentra en la temprana infancia, se consolida en la niñez y luego se cristaliza en la adultez de manera automática e inconsciente. Quienes tuvieron un aprendizaje emocional inadecuado deben saber que pueden modificarlo a través de psicointegración, que es un valioso recurso que les permitirá entender sus pautas de funcionamiento y reemplazarlas por otras pautas nuevas y mucho más saludables.

Hasta todo momento. Les habló Jorge Olguín.