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Psicoauditación - Víctor T.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

Sesión 26/06/2018 Aldebarán IV, Vito

Sesión 07/09/2018 Aldebarán IV, Vito

Sesión 05/12/2018 Aldebarán IV, Vito

Sesión 24/05/2019 Aldebarán IV, Vito

Sesión 18/07/2019 Aerandor, Marcus

Sesión 21/10/2019 Aerandor, Marcus

Sesión 31/12/2019 Aerandor, Robert

Sesión 07/02/2020 Aerandor, Robert

Sesión 03/06/2020 Aerandor, Robert

Sesión 06/08/2020 Aerandor, Robert

Sesión 14/08/2020 Aerandor, Robert

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Sesión del 26/06/2018

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

La entidad relata una anécdota en Umbro donde encontrándose en muy bajo tono, con una conversación con un viajero salió reconfortado en su interior, con su autoestima incrementada. En Sol III habría sido una Psicoaintegración.

Sesión en MP3 (3.556 KB)

 

Entidad: Me encontraba con la mirada perdida. Iba atravesando el campo esquivando los matorrales, esquivando las plantas con esas espinas puntiagudas que te hieren tanto como la vida misma. No soy pesimista pero a veces la vida te da bofetadas, ¡ah!, de un lado y del otro y otra vez y otra vez.

 

No podría decir que estaba huyendo, simplemente me estaba alejando de un lugar que fue muy hostil para mi persona. Sabía que no me perseguían porque para ellos yo era insignificante, ni siquiera tenía hoyuman, iba a pie. Por suerte tenía unas botas que no estaban tan gastadas pero de todas maneras los pies me dolían muchísimo, estaba extenuado. Había cargado mi cantimplora en un arroyo que había atravesado hace mil líneas atrás, pero estaba desfallecido de hambre. Escuché un hoyuman al paso, no iba a esconderme, si fuera un soldado o un guerrero, bueno ya estaba entregado. Y lo vi de lejos, un jinete. Obviamente me vio. Se acercó a mí y desmontó.

-¿Cómo estás?

Me encogí de hombros: -Cansado, hambriento.

-Mira, hay un par de troncos, sentémonos. Y tengo unas viandas, un poco de carne, un poco de pan y alguna bebida fuerte para que te entones un poco.

-Le agradezco. -Me senté y acepté su comida, que devoré. En un momento paré de masticar.

Y le dije: -Discúlpeme, parezco un maleducado, pero verdaderamente estaba desfalleciente de hambre.

-Come tranquilo.

Mientras comía lo observaba al hombre, de mediana edad, barba, mirada inteligente, pero tenía un rostro noble, no tenía esa mirada intimidante como los soldados de donde yo estaba. Estaba en silencio, me dejaba comer tranquilo y no me preguntaba nada.

Terminé de comer y le dije:

-Ahora sí le acepto un poco de esa bebida fuerte. -Tomé un sorbo y sentí como que mi interior quemaba.

-Un poco, nada más -me dijo-. Ya está.

Lo volví a mirar.

-¿No me pregunta nada? -El hombre se encogió de hombros y me respondió:

-¿Tú quieres contarme?

-No le quiero hacer perder tiempo.

-Para nada, no me haces perder tiempo. ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Vito, trabajaba en la feria feudal de la fortaleza Villarreal. Mis padres tuvieron una buena vida, trabajaban en la cocina y bueno, fallecieron. Yo no aprendí el arte de cocinar, trabajaba en la feria feudal llevando verduras, cereales, hortalizas, me pagaban apenas unos metales cobreados. -El hombre asentía pero no preguntaba. Seguí hablando-. Tenía un compañero, Darco, que era el dueño de un puesto, pienso que me apreciaba pero muchas veces sentía como me menospreciaba; a veces se me caía algún fardo que cargaba al hombro y me decía "¿Porqué siempre eres tan inútil?". Yo no me consideraba inútil yo veía que él no se esforzaba, solamente vendía. Tuvo la suerte de tener metales y conseguir un puesto. Pero no me gustaba que me maltrataran, pero era lo único que tenía, el único que me daba lugar.

El hombre preguntó:

-Entonces, Vito, tu compañero...

-Darco, se llamaba.

-¿Tu compañero Darco era en realidad tu compañero o tu patrón?

-Había sido mi compañero, nos criamos prácticamente juntos. Los padres de él siempre tuvieron un puesto, los míos estaban en la cocina de la fortaleza. Él tuvo más suerte. ¿Por qué me mira así?

-A veces no es cuestión de suerte -explicó el hombre-, a veces es cuestión de esfuerzo. Pero hablo en general, no lo digo por ti pues no te conozco.

-Le sigo contando -exclamé-. No me sentía cómodo, parecía una mulena de carga y estaba cansado del maltrato de quien había sido mi compañero, pero eso no fue lo que causó mi alejamiento sino la posibilidad de una guerra en gran escala; la fortaleza de Villarreal estaba dirigida por un hombre con muchas ansias de poder, Andahazi, y cobraba protección a otros reinos para defenderlos de posibles ataques de hordas del norte y los anexaba bajo su ala, bajo su mando, y tengo entendido que ya tenía como veinte reinos bajo su protección y si bien cada reino obedecía a su monarca, en realidad toda la tropa de soldados de todos los reinos estaban bajo el mando real de Andahazi, el señor de Villarreal.

-¡Ajá! Continúa.

-Bueno. Tres, cuatros o cinco reinos no se unieron y tengo entendido que hay otras fuerzas que se unieron para combatir a este hombre que tenía hambre de expansión, apetito de poder.

-Entiendo lo que quieres decir.

-¿De verdad lo entiende?

-Sí, Vito, lo entiendo. Son gente que piensa que van a vivir eternamente y buscan expandirse, formar imperios y quizás al día siguiente ya están enterrados. De verdad que es irónico. Pero sigue, sigue comentándome.

-Bueno, obviamente detesto la violencia pero no soy cobarde, no soy cobarde para nada, simplemente que no me gusta la violencia, me gusta la armonía. Y en la feria feudal empezaron a faltar víveres porque se alimentaba más a la tropa. Venía gente de los reinos, para mí sometidos, reinos sometidos que decían que en su feria feudal les pasaba lo mismo, que incluso los soldados golpeaban o sometían a latigazos a quienes se quejaban de hambre. Entonces lo que hice fue escaparme. Cada diez amaneceres una carreta con granos iba a las aldeas vecinas, aldeas también sometidas por el señor de Villarreal, y en una de las horas de descanso me escondí bajo unas bolsas en una carreta de granos y no me descubrieron. Cuando estábamos a muchas líneas de distancia de la fortaleza salté de la carreta con una alforja donde llevaba apenas nada y una cantimplora. Y me siento insignificante.

-¿Por qué? -me preguntó el hombre.

-Porque no tengo nada, porque no tengo familia y el que era mi compañero en realidad ahora se había puesto en el rol de patrón y me menospreciaba. Estoy solo.

-¿Y piensas que por estar solo eres insignificante?

- Y sí.

-¿A mí cómo me ves?

-No sé, parece un señor importante.

-¿Me ves ropas finas? ¿Me ves prendas delicadas?

-No, lo veo con un ropaje de cuero común.

-¿Y entonces por qué piensas que soy importante?

-Bueno, tiene un hoyuman.

-¡Pero cualquiera tiene un hoyuman! A ver, ¿por qué más piensas que soy importante?

-Por su apostura, por su mirada.

-La apostura, la mirada es algo externo. A ver, Vito, ¿por qué más piensas que puedo ser importante?

-Por su seguridad, por su manera de hablar, de mostrarse.

-Bueno, eso es algo interno, eso es algo que se trabaja.

-¿Y cómo puedo trabajarlo si es como que soy como introvertido, como tímido?

-Insisto, Vito, eso se trabaja. ¿Por qué piensas que tú no eres importante? ¿Por qué piensas que no puedes ser importante como yo? ¡Si es que yo fuera importante!

-¿Acaso no lo es? -le pregunté-, ¿usted no se considera importante?

-Sí, pero no lo digo por vanidad, lo digo por convencimiento.

-Está bien -admití-. ¿Cómo puedo yo sentirme importante si no tengo nada?

Me respondió el hombre:

-¿Acaso piensas que las posesiones son las que te hacen importante? ¿Piensas que un rey no muere al igual que un labrador?

-Sí, eso ya me lo han dicho varias veces, pero en el mientras tanto, mientras un rey come un manjar y se baña en una tina de agua tibia perfumada, nosotros nos tenemos que bañar en el arroyo, y si es invierno estamos desahuciados o nos congelamos en el agua del arroyo. No es lo mismo.

-¿Entonces piensas que la importancia te la da la pulcritud, también?

-Bueno, el estar aseado te hace sentir mejor, ¿no?

-Sí, pero eso no es todo. Primero: ¿hay otro como tú?

-¿En qué sentido? -pregunté.

-¡Claro! ¿Conoces a alguien como tú?

-No.

-Ahí tienes, eres único.

-¡Ah! Pero eso es una respuesta con trampa, todos son únicos, pero hay gente más valiosa que otra.

-Volvemos al comienzo. ¿Por qué piensas que no eres valioso, porque no sabes cocinar? Seguramente yo tampoco se cocinar. ¿Sabes montar a hoyuman?

-Sí.

-Bien, bueno, ya sabes hacer algo. ¿Sabes sembrar, sabes cosechar?

-¡Ah, bueno! Eso sí, por supuesto.

-Bien, ya sabes hacer algo más. ¿Sabes distinguir algunas plantas de las otras?

-Sí, también; sé las plantas que hacen bien al estómago, despejan la parte respiratoria para que en invierno puedas respirar bien, sé cómo hacer zumo de plantas para enfermedades de la piel, plantas curativas para cuando tienes heridas.

-¿Ves?, ¿ves? -me dijo el hombre-, ¿te das cuenta que sabes hacer algo y muy bien? Tranquilamente en un poblado podrías abrirte un pequeño negocio de plantas. ¿Has tenido alguna pareja? -Me encogí de hombros.

-Nadie se ha fijado en mí porque, como dije antes, no les intereso a las jóvenes.

-¿Y porque no piensas que todo pasa por ti?

-No, no, no lo interpreto, señor.

-Claro. ¿Cómo te sientes respecto a ti mismo?

-Bueno... Como que nadie me presta importancia.

-¿No será que tú no te prestas importancia y eso lo transmites a los demás sin darte cuenta? ¿No será que no te sientes seguro?

-Y seguramente que es eso.

-Me entero de que sabes hacer un montón de cosas con las plantes, sabes cual es cada cual, sabes cual es una planta que te puede mejorar el estómago, los pulmones, la piel.

-También conozco plantas que paran los vómitos o la diarrea, pero con eso no voy a conquistar una joven.

-No, pero forma parte de tu persona. Cada uno es importante en algo. Hay gente que es importante combatiendo con espada.

-Yo apenas la sé manejar.

-¿Y piensas que aquel que es campeón de espada puede obtener las mejores jóvenes?

-Y sí, es como que las jóvenes admiran al paladín.

-Bueno, yo he conocido jóvenes que han salido con un paladín y a los veinte días se han desencantado porque era una persona ordinaria, torpe, maltratadora. ¿Tú eres maltratador?

-¡Pero no, señor, por supuesto que no!

-Bueno. ¿Te das cuenta de las virtudes que tienes? ¿Te sientes noble?

-No, cómo voy a ser noble, no tengo ningún título.

-No, no hablo de títulos; la nobleza interna. ¿Eres leal?

-Sí, por supuesto, jamás traicionaría a nadie.

-Bueno, eres noble. Eso es una virtud que quieren las jóvenes. ¿Eres leal?

-Sí.

-¿Eres fiel?

-Por supuesto.

-¿Eres confiable?

-¡Pero totalmente!

-Eso vale mucho más que ser campeón de espada. ¡Y sabes trabajar con plantas! ¿Eres joven?

-Sí -admití.

-¿Tienes algún problema físico?

-No, quizá estoy un poco delgado porque no estoy bien alimentado.

-Eso se corrige.

-¿Y cómo hago para sentirme mejor?, porque usted, señor, me habla... ¿pero de qué depende?

-De tu aceptación, depende. De que tú sepas que eres importante.

-Pero usted lo dice para hacerme sentir bien.

-No, no. Primero porque no acostumbro a mentir, segundo porque no tengo porque hacerte sentir bien ni yo quedar bien contigo. Digo lo que es. Eres importante, eres útil en muchas cosas y lamentablemente te has topado con gente que te marcó lo que no sabías hacer, por ejemplo cocinar. Y en realidad tampoco es cierto; sabes cocinar.

-No, no sé cocinar, nunca estuve en una cocina.

-¿A no? ¿Sabes servir agua?

-Sí.

-¿Sabes preparar zumos de plantas?

-Sí.

-¿Sabes cocinar plantas para poder hacer un plato apetitoso?

-Sí, le puedo poner determinados hongos, trabajar cocinando cereales, hortalizas, algunas raíces que son deliciosas.

-Mírame -lo miré, al hombre-, sabes cocinar. No cocinarás como cocinarían tus padres pero sabes cocinar. E incluso comida más sana que la que cocina el común denominador. ¿Te das cuenta que puedes hacer muchas cosas? Puedes sembrar, puedes cosechar, puedes cocinar... ¿Sabes leer y escribir?

-Sí, de pequeño aprendí.

-No te menosprecies a ti mismo, eres una persona importante, Vito.

-¿Quién es usted que sabe tanto?

-No, no sé nada, aprendo cada día. Dejaré que sigas tu camino ¿No te molesta si te doy algo, un obsequio?

-¿Para qué?

-¿Tiene que haber un para qué, tiene que haber un por qué? ¿Nunca te ha pasado en tu vida que a veces quieres obsequiar algo a alguien por... porque te sale de tu interior?

-Sí, me ha pasado.

-Bueno.

El hombre me lanzó una pequeña bolsita que la tomé con la mano, la abrí, había metales cobreados y plateados.

¿Y esto?

-Es un obsequio de mi parte. No pares en el próximo poblado, sigue un poco más, sigue un poco más para el oeste y tranquilamente podrás asentarte en cualquier lugar y podrás tener tu propio negocio.

-¿Qué gana usted con esto?

-¿Por qué tendría que ganar algo? Si gano algo es mi satisfacción de serte útil.

-Insisto, ¿qué gana con serme útil?

-¡Lo dije! La satisfacción de poder ser útil con alguien.

-¡Es que no me conoce!

-Con lo poco que hemos hablado te conozco. Eres honesto, fiel, leal, honrado, noble, noble internamente, trabajador y amante de la paz. ¡Vaya que eres importante!

-Me hace sentir bien señor.

-Mi hoyuman no te lo puedo dar, pero tienes un pueblo cercano donde puedes comprar uno. Pero no te estaciones en ese pueblo, sigue más para el oeste.

 

Le tendí la mano, me la apretó de manera firme.

-¿Cuál es su nombre, señor?

-Fondalar.

-Gracias, Fondalar, me siento mucho mejor. -El hombre marchó en la dirección opuesta-. Mire que para ahí se va para la fortaleza Villarreal. -Se encogió de hombros.

-Me tiene sin cuidado. Cuídate.

-Usted también, señor. Usted también, Fondalar.

 

Y seguí mi camino. Y estaba con mucho mejor ánimo.

 

 

 


Sesión del 07/09/2018

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aldebarán IV. Marchó de Villarreal porque no estaba de acuerdo con lo que estaba ocurriendo, tampoco se sentía bien allí. Sabía que el reino de Anán estaba en contra de aquello y tenía algo que contarle acerca de la fortaleza.

Sesión en MP3 (4.030 KB)

 

Entidad: Recuerdo cuando trabajaba en la feria feudal de esa fortaleza magnífica llamada Villa Real. ¡Je! Recuerdo también que muchas veces me decía a mí mismo "Debo cultivar mi carácter, debo cultivar mi voluntad, debo tener más perseverancia en las cosas que hago y por sobre todas las cosas no desanimarme, todo lo contrario, ir subiendo escalón tras escalón, tras escalón. ¿Qué puede pasar, que uno tropiece y caiga hacia abajo y de repente al erguirse se encuentra que está en el punto de partida, como que fue rodando escalón tras escalón hacia abajo y tener que empezar otra vez de cero? Cuesta, cuesta.

 

Pero una vez, en las veces que salía a repartir granos, un señor de una edad indefinida pero muy muy sabio me dijo:

-Si te rascas la nuca mirando el campo y diciendo ¡Todo esto es lo que tengo que sembrar! y lo miras de un lado y del otro no lo vas a sembrar nunca, pero si siembras hoy diez líneas, mañana diez más, pasado otras diez verás que en un momento determinado tendrás el campo sembrado.

No entendí el mensaje puesto que le respondí:

-De qué campo me habla, señor, soy un don nadie en la feria feudal.

-¿Porqué te calificas de don nadie? -me dijo el hombre-. Si tú piensas que eres un don nadie, ¿cómo puedes hacer creer a los demás que eres importante si tú mismo no lo sientes?

-Pero de qué me habla señor, tengo un compañero, Darco, que me vive menospreciando.

-No es tu problema, es un problema de él. Es su apreciación, no la tuya. Piénsalo. Entiende que al igual que todos los demás seres de este mundo eres único e hijo de aquel que está más allá de las estrellas.

El hombre se marchó y me costó mucho digerir esas palabras, me costó mucho entenderlo.

 

Hasta que vino el gran problema de que el actual señor, el amo, el dueño de todo Villarreal buscaba apoderarse de toda la región con métodos nada buenos, y no es que yo fuera cobarde con respecto a una posible futura batalla, simplemente que entendía que estaba en una fortaleza gobernada por una persona que no estaba en sus cabales.

Recuerdo que me camuflé en una carreta de granos, en medio de todos los granos, que iba a una aldea y así pude escapar de Villarreal. Tenía algunos ahorros, me empleé en una posada pero el dueño era demasiado tacaño, demasiado trabajo y muy pocos metales pagaba. La única ventaja, "la ventaja", es que tenía comida y bebía gratis y un aposento en un camastro en un cuarto de atrás, todo maloliente. Habré estado ocho o diez días hasta que finalmente me marché.

 

Un señor, bastante entrado en años, lo encontré a un borde del camino, lo habían asaltado, le habían robado sus metales.

-Ven, te llevaré al poblado, allí te atenderán.

-No, ya no tengo tiempo. -Miré entre sus ropas y su herida era bastante grave-. ¿Quieres hacerme un favor? Toma. -Tenía escondida entre sus ropas una bolsa con metales que evidentemente quienes lo asaltaron no la habían visto.

-Señor, quiero llevarlo al poblado.

-No me queda tiempo, no llegaré al anochecer, no hay nadie que pueda hacer nada por mí. Déjame descansar apoyado en este árbol. Acepta esos metales y allí -Levanté la vista, había un hoyuman- es mi hoyuman.

 

Al poco tiempo el hombre partió hacia aquel que está más allá de las estrellas.

Monté el hoyuman y marché. Pasé por varios poblados, en todos ellos se hablaba de lo mismo, de que habían reinos que estaban divididos, la mayoría apoyaba al señor de Villarreal. Tuve la precaución de no contarle a nadie que yo venía de allí, me hubieran tomado por un espía o vaya a saber qué. ¡Ah!

Me sorprendí cuando vi la bolsa que me dejó el pobre hombre, tenía bastantes metales cobreados, plateados y hasta algunos dorados. Tan escondida estaba la bolsa entre sus ropas que los asaltantes no lo vieron. Yo no era diestro, no era muy diestro con la espada, pero en el siguiente poblado estuve viendo algunas en un almacén de ramos generales, vi una bastante buena, de buen metal y de buen peso. Me compré un cinto con funda para la espada y me sentí un poco más... importante.

Lo que es la mente, por llevar un arma que apenas sabes usar te sientes mejor. ¡Je! Qué tontería, ¿no?

 

Y en cada poblado lo mismo: "Se avecina una gran batalla, hay una resistencia de muy pocos reinos pero con gente muy importante".

Había escuchado hablar de Ligor. No sé si era cierto o una leyenda de que Ligor montaba dracons, unos animales voladores que echaban vapor ardiente por su boca. En la resistencia había un tal Aranet, un guerrero casi legendario amigo íntimo del rey Anán, en la fortaleza habían nombrado varias veces al rey Anán, pero no lo tenían en cuenta, aparentemente su reino no entraba en batalla.

 

Sabía donde quedaba el reino y me dirigí hacia allí. Pasaron poco más de diez amaneceres hasta que alcancé a divisar un castillo bastante imponente. Una pequeña tropa me cortó el paso, me di a conocer:

-Mi nombre es Vito. Quisiera hablar con quien esté a cargo. -En ese momento había una joven montando en un hoyuman blanco, miré a los soldados y vi que todos la saludaban con respeto.

-¿Quién eres? -me preguntó la joven.

-Mi nombre es Vito, trabajaba en la feria feudal de Villarreal, pero no penséis mal de mí, sé que se avecina o ya hay una batalla y yo estaba en contra del amo de toda esa fortaleza porque me parece una persona que no está en sus cabales.

La joven hizo una seña y la acompañé. Nos escoltaban los soldados.

-¿Discúlpame, tú quien eres? -La joven estaba seria pero su rostro era simpático.

Me dijo:

-Mi nombre es Marya, soy la prometida del rey Anán. -¡Vaya! Me sentí como intimidado-. Trátame normalmente.

-No, eres la futura reina, mi señora.

-Ven. -Entramos a palacio.

-¿Podré hablar con el rey? -pregunté.

-Recién se está reponiendo.

-¿Qué le pasó?

-Es una larga historia -me dijo la joven-, aparentemente fue envenenado pero ahora está bien. Estamos a la expectativa vigilando porque su hijo, el príncipe estaba perdido y estamos esperado a la tropa que regrese, lo fueron a buscar.

-¡Vaya!

-Pero debes tener hambre -asentí con la cabeza.

-Sí, mi señora.

-Ven.

 

Le hizo señas a un soldado, me llevaron a la cocina y me sirvieron una comida caliente y una bebida que tenía gusto a frutas. Comí bien y sentí después como una modorra y eso que no había tomado alcohol pero era por el cansancio de todos estos días recorriendo caminos, poblados, caminos, senderos, poblados.

Estaba a punto de dormirme en mi asiento cuando se escuchó un griterío y un galope de hoyumans.

-¡Vienen los soldados con el príncipe! -Gritó uno.

 

Salí de la cocina. Estaba la joven que me hizo una seña que espere. Llegó la tropa con un muchacho, me quedé callado escuchando el diálogo.

-¿Qué te ha pasado? -preguntó la joven.

Y a quien le decían el príncipe exclamó: -¡Quienes sois vosotros!

-Tienes que tomar esto -dijo la joven.

-No tomaré nada si no me dicen primero quienes sois. -Lo tuvieron entre cuatro soldados y le dieron a beber algo. Era una escena que me incomodaba. ¿Qué estaba pasando, porqué lo forzaban al príncipe? Le dieron a beber dos o tres veces, finalmente el joven es como que se desmayó y lo recostaron en un cómodo sillón. La joven se acercó y me dijo:

-No pienses mal, tanto el rey como su hijo han sido envenenados. Y con el joven pasó algo peor, aparentemente perdió la memoria porque no nos recuerda, le deben haber afectado más que a mi prometido unos hongos alucinógenos que afectan incluso a la memoria.

-Mi señora -exclamé yo-, no tienes por qué darme explicaciones, simplemente venía a informar al rey sobre la batalla.

-Ya sabe todo, fue bastante tropa de aquí a la batalla. Mi prometido no fue porque estaba fuera de estado, como ahora está el príncipe. Ya se va a recuperar.

 

No pregunté más nada porque aparte no correspondía, pero paraba la oreja escuchando a los soldados y me fui enterando de las cosas: El rey estaba separado de la que había sido su esposa y que ella en venganza mediante una mujer que se hizo pasar por cocinera le envió un preparado con un hongo o unas plantas alucinógenas, incluso venenosas para matarlo y que por error el príncipe también había comido.

Me quedé dos días, atendido. A la única que veía de la nobleza era a la señora que me atendía con una deferencia tremenda, muy muy atenta. La joven tenía modales delicados pero su carácter era firme.

-Habías dicho que te llamas Vito.

-Sí, mi señora.

-No hace falta que hagas reverencias cada vez que paso, quédate tranquilo. ¿Qué trabajo hacías donde estabas? -Me encogí de hombros.

-De todo un poco, transportaba granos en una carreta, ayudaba en la feria feudal con las hortalizas, las legumbres, las verduras, las frutas, hacía de todo un poco, a veces ayudaba con el abono para enriquecer la tierra... O sea, trabajos sin importancia, insignificantes.

-No -me corrigió la joven, la joven noble-, todo trabajo dignifica, todo trabajo dignifica. Hasta un herrero puede templar la mejor espada, el carpintero construir la mejor casa, el albañil ayudar a hacer el mejor palacio. Lo único que no dignifica es el sacarle cosas al otro, el vejar a una joven.

Negué con la cabeza:

-Jamás haría eso, mi señora. Siempre me sentí alguien de poca importancia pero si de algo puedo enorgullecerme es de ser honesto, leal. Iba a decirle leal a quien sirvo, pero en realidad, donde yo estaba, el amo es una persona demente, se llama Andahazi.

-Lo sé -dijo la noble joven.

 

En el tercer amanecer el joven recuperó la memoria. Habló toda una tarde con la prometida de su padre, el rey, le contó todo lo que había hecho, por donde había andado. Quería enterarse de cómo iba la batalla.

La joven le dijo:

-No tenemos novedades pero sé que ya llevan bastante tiempo combatiendo.

El joven príncipe se acercó a mí. -Lo miré: delgado, fuerte.

-¿Y tú?

-Como le expliqué a la noble señora, venía a ver a tu padre, a comentarle cómo estaba Villarreal.

-Cuéntamelo a mí. -El príncipe lo decía de manera imperativa, pero no por malos modales, era su manera.

-Su alteza -le dije-, te contaré... -Me interrumpió con la mano.

-Nada de su alteza, dime directamente Gualterio y habla tranquilo. Ponte cómodo.

 

Era imposible ponerme cómodo delante de un príncipe, pero le conté como estaba conformada la fortaleza, la cantidad de hombres que tenía, le comenté que había un túnel, un pasadizo que iba a doscientas o trescientas líneas bajo tierra por donde podían escaparse en el caso de que la cosa fuera mal para ellos.

Me atreví a preguntarle:

-¿Y tú, estás bien?

-Estoy bien.

 

Había escuchado lo que le había comentado a la dama, que incluso pensaba que su nombre era otro y que había conocido a una joven -paradoja de la mente porque el príncipe había perdido la memoria-. Ahora la había recuperado pero también se acordaba del tiempo que tuvo la amnesia, se acordaba de todo lo que hizo bajo otra identidad y se acordaba de una joven, una joven que lo había hechizado, pero no con hongos alucinógenos si no con su belleza.

Por fin me sentía cómodo, el joven príncipe era humilde, no quería que le diga "Su Alteza" sino que lo llame por su nombre, Gualterio. Y la joven dama, la prometida del rey, no quería que le diga "Mi Señora", solamente Marya.

Y finalmente bajó de sus aposentos el rey, todavía con un aspecto algo enfermizo pero se le notaba fuerte.

 

Me presenté, me incliné.

-No hace falta que te inclines -me dijo-, y no me digas majestad, llámame Anán. Mi prometida me adelantó todo lo que le contaste y que no estás de acuerdo con todo lo que planifica ese hombre demente.

-Así es, señor.

-Insisto, no me digas señor.

-Es muy difícil tratarlo por el nombre, señor.

-Has dicho algo importante, has comentado que hay un túnel que muy pocos conocen.

-Así es.

-Bien, bien.

-¿Esto que comento puede ayudar en algo? Es simplemente un túnel.

-Sí, ese túnel puede ser una salida de escape o también puede ser una entrada. -Algunas cosas no querían tratarlas delante mío puesto que no me conocían bien, pero la joven le dijo a su prometido:

-Anán, no hace falta que mandes más tropas, Aranet se llevó bastantes soldados, sólo nos queda esperar.

 

Me quedé con ellos. Le pregunté al príncipe, que tenía, yo sentía como que había un poquito más de confianza que con el rey, el rey me imponía más respeto, y le pregunté al príncipe:

-¿Qué puedo hacer, en qué puedo ayudar? -Le comenté lo mismo que a la joven lo que yo sabía hacer, pero él no me prestaba atención, miraba a un costado. Me toqué la espada-: ¿Miras esto? -La saqué y se la cedí por el mango.

-Es buena. ¿Sabes usarla? -Me encogí de hombros.

-¡Je! Mi príncipe, Gualterio, lo único que puedo decirte es que psicológicamente me siento más protegido, pero apenas la sé usar.

-¿Entonces quieres hacer algo útil? Ayúdame. Ven. -Fuimos al patio de armas, estaba desconcertado.

-¿Qué quieres que haga?

-Practica conmigo.

-Pero qué voy a practicar, te voy a entorpecer.

-Entonces yo te ayudaré a ti.

-¿Tú me ayudarás, alteza?

-Nada de alteza; Gualterio.

 

Y amanecer tras amanecer, atardecer tras atardecer supuestamente gastaba mis energías practicando con el príncipe. Pero en realidad no gastaba mis energías cada día me sentía más fuerte, más ágil, más rápido de reflejos, con más confianza. Sentía que había ganado un amigo, joven, apenas un muchacho pero con una fuerza tremenda, una rapidez impresionante y una seguridad alucinante.

El rey y su prometida nos veían practicando y volvían a sus aposentos. No es que no nos daban importancia, es que para ellos era algo natural. ¿Sería que había encontrado mi hogar? ¿Sería que había encontrado mis amigos? Yo no tenía familia, ¿serían mi nueva familia? No lo sabía, sólo sé que en ese momento estaba agradecido a aquel que está más allá de las estrellas.

 

Gracias.

 

 

 


Sesión del 05/12/2018

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aldebarán IV. La entidad relata cuando en Umbro cambió de entorno después de una gran batalla contra un ser despiadado. Ahora todo le permitía ser cómo él era, bondadoso con los demás.

Sesión en MP3 (2.815 KB)

 

Entidad: No me interesa compararme con nadie, pues entiendo que cada uno tiene su propia vivencia con temores, incertidumbre, alegría, tristeza y cada uno sabe donde le duele. Lo importante es que si tenemos perseverancia y ayudamos a nuestro ser a salir de ese estado de angustia y de incertidumbre podemos mejorar. Es cierto que a veces nos metemos en callejones sin salida, es cierto que a veces estamos en un laberinto y no sabemos cómo escapar de él, pero no sirve quedarnos lamentando el problema.

 

En los comienzos no me sentía mal, me sentía útil trabajando en la feria feudal de Villarreal, incluso tenía mucha gente que me apreciaba: "Vito, gracias por la ayuda, Vito gracias por alcanzarme esas bolsas". Más las señoras grandes.

Tenía un compañero, Darco, que siempre me menospreciaba: "¿Has traído un sólo paquete y has tardado tanto? ¡Je, je! En ese lapso yo hubiera traído tres paquetes. ¡Ah! Eres bueno para nada, Vito". Y no le prestaba atención, no tenía sentido amargarme más. Por momentos es como que otro le hubiera odiado, yo le tenía compasión porque sabía que Darco no iba a cambiar, era así su manera de ser, despreciativo con los demás, y quizás algo fallaba en él por ser despreciativo, quizás era él que se sentía menos y lo tapaba tratando de disminuir a otros en su autoestima.

 

Recuerdo que ya estábamos al borde del conflicto. El señor de Villarreal era una persona, no sabría cómo describirla, una persona irracional, una persona con apetito de poder, una persona que podría obtener todo servido en bandeja y quería más y más y más, aunque viniera una guerra que murieran cientos de personas. Y planifiqué escaparme camuflado en una carreta de grano que iba a otra aldea.

-Vito.

-Sí, majestad.

-¿Qué estabas pensando?

-Mi rey, estaba pensando en todo lo que... en todo lo que pasé desde que me escapé de Villa Real escondiéndome en poblados. En mi mente pensaba que me iban a perseguir y después razoné y digo: -¿A mí me van a perseguir?, soy insignificante. -El rey Anán se acercó y me dijo:

-No, no eres insignificante en el poco tiempo que has estado aquí en palacio he visto que puedes hacer de todo, tanto en la cocina, como en el patio feudal, como llevando recados, incluso has ayudado afuera del patio feudal en el campo donde están los sembrados.

-¿Majestad, pero usted está al tanto de todo eso?

-No, no es que tenga mis ojos puestos en todos lados pero tengo quien me informe, quiero saber quien está conmigo y no te lo tomes a mal pero quería saber quien eras.

-Majestad, ¿pero usted puede saber quien soy por mi trabajo?

-Creo que las personas demuestran quien son por su tenacidad, por su voluntad, por su perseverancia, por su tolerancia, por su piedad, por su misericordia. Podría seguir numerando virtudes.

-Majestad, pero yo no sé si tengo todo eso.

-Has ayudado a varias ancianas a llevar la carga pesada.

-Sí, majestad, eso es lo que hacía en la feria feudal de Villarreal.

-He visto otros que ven a una persona que necesita ayuda y pasan de largo, y no porque no la vean si no porque está apurados para no hacer nada luego, y tú te detienes, tú tiendes una mano.

-Bueno, es cierto, es mi manera de ser. Y bueno además soy un agradecido a aquel que está más allá de las estrellas de haberme ido de ese lugar, un lugar ¡ah!, un lugar que me ha dejado en mi mente temores inconscientes.

-Vito -me dijo el rey-, ese lugar no existe más. ahora es una escuela de seres que tienen dones para el bien. Está todo transformado, todo cambiado.

-Me alegro mucho de oír eso, me alegro mucho, majestad.

 

-Mi amor, ¿te preparo tu comida especial?

-Ven, adelante Marya. Este es Vito.

-Un gusto, señora.

-Ya nos habíamos visto -exclamó la señora Marya.

-De todas maneras, mis respetos. -El rey Anán se acercó y me dijo:

-Eres educado, eres cortés pero no precisas estar rígido con nosotros, somos seres humanos. No te digo que me palmees y nos hablemos como amigos de mil amaneceres atrás pero no estés tan rígido, tan estructurado, saluda normalmente con respeto y luego ponte natural, no estés como una estatua.

-Me cuesta mucho, mi rey, me cuesta mucho, no estoy acostumbrado. Me contará algo que yo no vi pero que fue cierto, en Villarreal cuando esa persona tan alienada bajaba y de repente bajaba a la feria feudal y alguno no se inclinaba no le daba azotes, no le mandaba a dar azotes, directamente lo hacía ejecutar por el hecho de que no se inclinaban, y eso es como que a uno le queda grabado porque no lo vives un día, lo vives treinta días, lo vives trescientos días, lo vives tres mil días y es como que tu persona se va adaptando a esa tiranía. Y de repente me encuentro aquí, que esto es hermoso, bello. Vosotros mismos, majestad, la señora Marya, que tengo entendido que en breve, y qué bueno es eso, ¿no?, va a ser su esposa, es... Me siento bien aquí, me siento bien tratado. -La señora Marya se dirigió a mí.

-Vito, tú te sientes bien tratado y las personas se sienten bien tratadas por ti. Yo sí te he visto en persona como ayudas a personas que tienen problemas o que son muy ancianas y dejas tu tarea para ayudarles, y también te he visto trabajar en la cocina, que esperas a que coman todos y tú comes a lo último.

-Mi señora, eso lo hago porque me acostumbré que en Villarreal la porción que nos daban era tan pequeña que a veces el último se quedaba sin comer y entiendo que aquí es más abundante todo. Y me quedó esa costumbre de ver que todos coman.

-Eres una buena persona, Vito. -La señora Marya se acercó y me abrazó. ¡Oh! Me quedé más que rígido, era la futura reina y yo era... era Vito, una persona que recién llegaba... -El rey Anán sonrió.

-No te preocupes no me pondré celoso.

-Majestad -le dije-, pero, pero por supuesto que no.

-¡Ja, ja! Es una broma Vito, es una broma, ¡je, je! La señora Marya y yo nos amamos y la conozco y el abrazo que te dio es un abrazo como si tú fueras un familiar más. -Exclamé:

-¡Me honra que me diga eso, de verdad me honra! Pero de verdad me cuesta desentumecerme, es cuestión de acostumbrarme o mejor dicho, de desacostumbrarme a lo anterior.

-¿Te gustaría trabajar aquí en palacio?

-Bueno a veces estoy trabajando en la cocina, me refiero en el salón.

-¿Qué otra cosa sabes hacer?

-Bueno, me gusta mucho trabajar en la parte de albañilería, pero aquí está todo perfecto.

-No, mira las ventanas, a veces el mismo viento, hay revoque viejo, habría que picar, habría que encuadrarlas, ¿tú puedes hacer eso?

-Sí, necesitaría escaleras grandes.

-Bueno, en el patio de armas hablas con Albano y le dices de parte mía que los soldados traigan escaleras.

-¿Y las apoyamos contra la pared?

-No, Vito, son escaleras dobles.

-¡Ah! Pero eso es nuevo.

-Bueno, vas a aprender más cosas aquí.

-Sí, me encanta.

-Afuera hay un pequeño patio del otro lado del patio de armas, un patio pequeño que tendrá cuatro por cuatro líneas, allí puedes preparar la mezcla. Fíjate que al costado hay una pequeña bomba de agua.

-¿Qué es eso?

-¡Ah!, no lo sabes.

-No, mi rey.

-Hemos excavado como cien o ciento cincuenta líneas bajo tierra, hemos puesto caños de cemento y con esa bomba manual extraemos agua.

-¡Ah!, pero eso ni siquiera había en la fortaleza de Villarreal.

-Tú bien lo dices, no había, ahora ya instalaron y más de una. Tuvieron que excavar bastante más hondo porque la fortaleza de Villarreal está casi al borde del desierto.

-La verdad, me siento extraño, no... no tengo palabras.

-No te preocupes, ya te acostumbrarás a, como dices tú, a estar más desentumece... ¿cómo se dice, entumecido? Desentumecido sería entonces.

-Sí, majestad, esa es la palabra, no estar duro como una estatua, ¡je, je!

 

Me despedí del rey y la dama, la futura reina. Me sentí entusiasmado fui al patio de armas y le dejé el recado a Albano, vi la escalera era una escalera de madera pero muy bien hecha, alta, altísima y allí estaban los materiales, todo.

Me sentía como una persona nueva y entonces me puse a pensar y quizá haga mal en pensar esto pero me acordaba de mi excompañero Darco, el que menospreciaba en Villarreal, quizá ni siquiera esté vivo, quizá lo obligaron a luchar contra los rebeldes y murió. Pero me censuro a mí mismo, no debo alegrarme por la desgracia del otro por más mal que se haya portado conmigo porque entonces no sería la buena persona que piensa el rey Anán que soy no, no debo alegrarme de la desgracia del otro, aquel que está más allá de las estrellas sabrá qué pasa con cada ser.

 

Reconozco que no siempre la vida te da recompensas por hacer el bien como reconozco que tampoco la vida te castiga o castiga a la gente que hace mal, y a veces uno se molesta con esto. Ve gente trepadora que pisa la cabeza de otros para subir y sin embargo triunfan, y uno dice "¿Por qué, por qué no tienen castigo?".

Y después me dije a mí mismo las palabras que me dijo alguna vez un hombre sabio "Tú ocúpate de tu persona, no te fijes si al otro le va bien o al otro le va mal, fíjate en ti, trata de hacer tú las cosas bien. Si aquel que hace mal triunfa y tú tienes rencor es como que descenderás como persona. No envidies al otro, la vida sabrá después poner las cosas en su lugar. Pero hay algo adentro tuyo que vale más que cualquier metal dorado, que es tu consciencia, tu ser interno. De él te tienes que ocupar, de ese ser interno. ¿Quieres imitar? Imita al que trabaja, imita al que estudia, al que sabe leer y escribir, imita al que se sabe relacionar bien con los otros. No tienes por qué tener timidez porque no eres menos que nadie, las personas no valen más porque unos sean reyes y los otros sean feriantes de la parte feudal, no, o porque uno sea turanio y el otro oriental y el otro un bárbaro del norte y el otro un artista de teatro de la zona ecuatorial. No. Valemos por lo que hacemos. Y si hacemos el bien somos valiosos, no porque tengamos metales en la alforja".

 

Y me acordaba de las palabras de ese hombre sabio con el que me crucé una vez, se llamaba Fondalar. Y espero volverlo a ver.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 24/05/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

Pero tenía sus miedos internos, siempre había tenido presencias, percibía algo incorpóreo cuando llegaban las sombras. Su amigo, el príncipe, lo levantaría de muchas de sus inseguridades.

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Entidad: A veces podemos estar mil amaneceres con una serenidad tal que nos parece un sueño, nos parece un sueño hermoso temiendo despertar. A veces sentimos que la vida es un paraíso y que todo nos está saliendo bien y pensamos que no, que esto no es así, esto es un globo que se infla, se infla y en cualquier momento alguien por alguna razón lo pincha y explota. Porque estamos tan condicionados a padecer, a sentir baja estima, a pensar que no podemos lograr cosas, que cuando por fin las obtenemos decimos "Estoy viendo un espejismo, estoy viviendo una irrealidad. No, no, no; no me lo creo". ¿Pero qué sucede al pensar así?, yo mismo me saboteo, yo mismo me hago boicot, yo mismo enredo mis piernas para caer yo mismo cuando debería ser al revés, levantarme y avanzar.

Ya en la época de Vito, trabajando en la feria feudal de Villarreal, tenía lo que vosotros llamáis engramas. Mi compañero Darco me menospreciaba.

 

Pero tuve ingenio, tuve mucho ingenio. Salí de la fortaleza camuflado en una carreta de granos que iba a una aldea. Pasaron muchísimos amaneceres hasta que finalmente llegué al castillo del rey Anán. ¿Si me costó adaptarme? ¡Je, je, je! Todavía no creo que me haya adaptado. ¿Si me trataron mal? No. Estoy anonadado, estoy asombrado. Me trataron como si fuera un noble el propio rey Anán, su prometida Marya. El mismo señorito, el príncipe Gualterio me dijo más de una vez que cuando él tuviera tiempo practicaría espada conmigo.

Le digo:

-Mi príncipe, ¡je!, primero debería enseñarme algunos movimientos.

-Lo haré, lo haré -me decía.

 

Recuerdo que una tarde el príncipe Gualterio me invitó a un bosque aledaño, me iba a enseñar a disparar con arco y flecha. Y me prohibió tratarle de 'mi príncipe', me prohibió tratarlo de usted. Es más, me ordenó que directamente le diga Gualterio, de la misma manera que él me decía Vito. Y entendí la diferencia entre simple y sencillo. Un noble del más alto rango puede ser simple, básico, ordinario, bruto en sus modales, en su idioma, en su manera de ser, de expresarse, de actuar. Sencillo es otra cosa, es alguien humilde, alguien que tiene porte, alguien que no discrimina. Y así era la familia real.

Obligatoriamente, por orden de su padre, llevaba dos soldados como guardia. Noté que el príncipe estaba molesto de llevar dos soldados, decía que eran un lastre, que no le dejaban disfrutar de la libertad, pero si fuera por el rey hubiera llevado media docena, así que dos es porque el rey Anán fue condescendiente con su hijo.

Y le dije a Gualterio: "De la misma manera que apenas puedo portar una espada, disparar con arco y flechas (para mí, trabajé en una feria feudal), o sea, de esto no entiendo nada.

Me explicaba como tomar el arco, como tensar la cuerda, como ir soltando la misma y la flecha saliendo disparada para su blanco. ¿Que fue fácil? No, no, no fue fácil; o tensaba demasiado o apenas tensaba. Me ha pasado que la flecha ha caído a menos de veinte líneas de distancia. ¿Si el rey se reía? No. ¿Si el príncipe que estaba conmigo enseñándome se burlaba? Jamás. Porque para la familia real, equivocarse en algo no era torpeza, era falta de aprendizaje. Como si el cocinero real se burlara de alguien porque no sabía hacer un guisado con especies distintas. Cada uno en lo suyo.

Pero claro, ese juego de palabras iba en contra de mi persona porque, ¿qué era lo mío? Lo mío no era el arco y flecha, lo mío no era la espada, yo me sentía cómodo en una feria feudal y de repente estaba trotando en un hoyuman en la compañía de un príncipe.

 

Los soldados se acercaron:

-Mi príncipe, es tiempo que volvamos, todavía no está anocheciendo pero el cielo está plomizo, se está poniendo oscuro. -¿Pensáis que el príncipe les escuchaba? No. Yo estaba bien abrigado, no tenía frío, pero miraba los nubarrones oscuros, el cielo plomizo.

-¿Me prestas atención, Vito?

-Sí mi prín... Sí Gualterio. -Casi le decía mi príncipe.

-A ver, coge de vuelta el arco, pon la flecha muy despacio, tómala de la punta. -Cogí la tanza, la pasé atrás de la flecha-. Dedo pulgar, índice, mayor y tensa. No hace falta que abras tanto el codo de atrás, acércalo más a tu cuerpo. No, no, no, baja más tu mano izquierda, si la pones a la altura de los ojos la flecha va a salir demasiado para arriba. Fíjate para donde sopla el viento y apunta un poco hacia el otro lado dónde vas a disparar. -Tensé la lanza y solté, y la flecha dio en el blanco. No lo podía creer. Me froté las manos-. Bueno, será momento de volver. -En ese momento me cayeron unas gotas, había comenzado a llover. El rey nos estaría esperando. Le dijo a su hijo "No demores", pero Gualterio es Gualterio, no hace caso de nada, ni siquiera de su padre, el rey.

 

Le dijo a los soldados: Buscad un refugio.

Salimos del bosque y cerca de la zona montañosa había una pequeña caverna. No había fuego para encender los maderos, estaban todos mojados por la tremenda lluvia que se había largado. Los soldados ataron bien los cuatro hoyumans para que no se espanten de los tremendos truenos que se escucharían a mil o más líneas de distancia, seguro que mucho más, y el tremendo brillo de los relámpagos que asustaban a cualquiera. Pero a mí no, a mí me asustaba más esa oscuridad, el viento, la lluvia, una lluvia impenetrable. Tiritaba, pero no de frío. Sentí un golpe en el hombro, suave. Me di vuelta rápidamente asustado y era el príncipe.

-¡Vamos, Vito!

-¿Volvemos?

-No, Vito, '¡vamos!' quiere decir 'te estoy dando aliento'. ¿A qué tienes temor? No hay nada más que lluvia afuera, aquí no va a caer un rayo, estamos dentro de la caverna, lo más que puedes coger es un resfriado.

-Pero... Sí, por supuesto.

 

Afuera de la caverna estaba un poco más claro que adentro. A pesar de lo sombrío que era todo, apenas se veían las siluetas cuando iluminaba un relámpago, solo las siluetas y las voces. De repente es como que no veía nada, como que me sentía solo y tenía un tremendo pánico. En ese momento me senté sobre una roca, crucé los brazos sobre mi pecho, casi agaché la cabeza hasta ponerla sobre mis rodillas, estaba sentado como en una posición fetal y de alguna manera es como que me sentía más tranquilo.

-¡Vito, Vito, Vito! -Me estiré y me froté las manos.

-¿Me has llamado, Gualterio?

-Estás tiritando y te pones en una posición extraña, ¿qué es lo que sucede contigo, te duele algo?

-No, no, Gualterio.

-Dime qué pasa. -Me quedaba en silencio. La caverna se iluminó por un relámpago. Los soldados estaban detrás nuestro y el príncipe les dijo:

-¡Vosotros, ved si están bien atados los hoyumans! -Salieron los soldados.

El príncipe me preguntó:

-Dime qué te pasa.

-No me gusta la oscuridad -le respondí.

-¿Qué hay en la oscuridad?

-Nada.

-Por eso, no hay nada. ¿Entonces qué es lo que te preocupa de la oscuridad?

-Que no puedo ver.

-En algún momento te he visto así, en palacio, cuando se apagaban las velas pero todavía iluminaban las velas de los patios, no era una penumbra total y sin embargo estabas aprensivo, como raro.

-¿Te has fijado?

-Sí, me he fijado. ¿Cuál es tu problema?

-No lo sé.

-Bueno, descifrémoslo. ¿Qué es lo que te asusta?

-No sé, a veces es como que... Me tomarás por tonto.

-No tomo por tonto a nadie, y al que es tonto directamente se lo digo. Y tú no lo eres.

-Bueno, es que uno se imagina que ve siluetas.

-Bien.

-¿No te asombras?

-No Vito, no me asombro. ¿Y qué significan esas siluetas?

-Cosas. Eeeh... Cosas de la oscuridad.

-¿Te das cuenta, Vito, que es incoherente lo que dices?, no hay cosas de la oscuridad.

-Y las personas que mueren, Gualterio, ¿adónde van?

-Las personas que mueren, si han hecho mucho bien se van con aquel que está más allá de las estrellas.

-¿Y las que han hecho mucho daño? -le pregunté.

-Se irán con... con aquel que habita los volcanes.

-¿Pero qué parte, qué parte de nosotros es la que se va? El cuerpo no se va.

-Claro que no -dijo el príncipe-. Algo que nos anima a nosotros es lo que se va, algo que no se puede ver, pero sí se puede sentir.

-¡Perdón! ¿Cómo sentir? ¡Qué dices!

-Yo me siento a mí mismo, siento tu interior también. Va más allá de si eres alto, flaco, lindo, feo, oriental, turanio, norteño o del otro continente del oeste. Es algo que tenemos dentro. Un alma.

-¿Y no será eso lo que percibo?

-¡Qué hablas, qué dices!

-Claro, ¿no puede haber almas rebeldes que no quieran ir con aquel que está en los volcanes y anden pululando por todo Umbro cuando viene la oscuridad?

-Vito, Vito, eso está en tu mente.

-No, no está en mi mente.

-Está bien.

 

Se acercaron los soldados.

-Están bien atados los hoyumans, mi príncipe.

-Bueno, haced vigilancia afuera, que no venga ninguna alimaña, estoy hablando aquí con Vito. Quedaos en la entrada.

Volvamos al tema, Vito. Supongamos que sea como tú dices: no son visibles, no son materiales, en el caso de que fuera como tú dices. No te hacen daño. ¿De qué tendrías miedo?

-Es irracional.

-¿Ves?, tú mismo lo dices, es irracional, significa que no tiene sentido.

-Es más fuerte que yo.

-No, no, Vito, no. La fortaleza a nuestros pensamientos incoherentes se la damos nosotros. -Me quedé pensando. Una vez un hombre muy sabio que encontré en el camino me dijo: "La fortaleza a las palabras de otra persona para que nos dañe se la damos nosotros, porque la palabra no tiene ningún poder". Y en este caso es aplicable. A esas almas que supuestamente moran por el mundo, nuestro pensamiento les da el poder.

Gracias al brillo de un relámpago pude ver el rostro del príncipe. Hice un gesto de aprobación y él me vio. Tan joven, tan sabio...

 

De la misma manera que la lluvia cayó de repente, de la misma manera cesó.

Bueno, ya podemos ir yendo para el castillo. ¿Cómo te sientes, Vito, ahora? -Lo miré al príncipe y con un gesto de confianza, que en otro momento no me hubiera atrevido, le palmeé el hombro.

-Me siento muy bien.

-¿Te ha gustado la práctica con arco y flecha?

-Me ha gustado mucho, casi tanto como esta conversación de ahora.

-¡Ja, ja, ja! No es para tanto, Vito.

-Para mí sí. Quizá digo una irreverencia, pero aparte de mi príncipe te siento mi amigo. -Gualterio se encogió de hombros.

-No hay ninguna irreverencia, eres mi amigo.

 

Montamos los hoyumans, los soldados por delante, y regresamos al castillo del rey Anán.

 

Hasta todo momento.

 

 

 


Sesión del 18/07/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aerandor III. Era niño, huérfano, mendigaba con su hermana. No conocía otra manera de vivir. Un viajero le comentó si no le sería mejor aprender algún oficio para evitar mendigar de mayor. No dijo que no, pero su hermana dijo que no.

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Entidad: Parece como que fuera una redundancia el repetir y repetir y repetir circunstancias en distintas vidas. Algunos dicen: "Tenemos que pasar por determinadas situaciones, convivir con determinadas personas o tener tal o cual labor como aprendizaje". Un excelso Maestro de Luz dice que esto no es cierto.

Puede ser que el sufrimiento te temple o a quien sea una persona vulnerable lo quiebre como un cristal en lugar de templarlo, ¿pero aprendizaje por soledad?, ¿aprendizaje por manipulación de terceras personas?, ¿aprendizaje por gente que te mira con desdén? No. Es más, si el ego se apodera de ti crece el desdén, el despecho, te invade la ira. O peor, tu estima cae por el piso, sientes que no puedes lograr nada.

 

La gente mayor me miraba como con lástima y yo aprendí que la lástima viene del ego, porque no tiene que ver con la compasión, la compasión es un sentimiento, es amor, es tender la mano. La lástima es "Pobre, no va a llegar a ningún lado". Quizá lo estoy exagerando pero es para entenderme a mí mismo.

Mi nombre era Marcus. De pequeño siempre fui mendigo. Mi hermana Irina era de un carácter más indócil que yo. Cuando mendigando no conseguía monedas, a veces iba a la feria y cuando se descuidaban robaba un conejo, o alguna gallina y salía corriendo.

Yo le decía:

-Te van a atrapar.

Y me decía:

-¿Para qué tengo esto? -Me señalaba su puñal.

Le decía:

-Irina, yo también tengo puñal, pero es para defenderme.

 

Pero en realidad, ¿de qué nos íbamos a defender?, éramos niños. Nos criamos en la aldea. A veces pedíamos comida en una casa, a veces en otra casa y dormíamos en un cobertizo compartiendo el lugar con los caballos.

Pero a medida que fui creciendo fui dándome cuenta de que no siempre uno se adapta. Hay un excelso Maestro que dice "Tú naces en la pobreza y es como algo natural para ti. De la misma manera tú naces en la riqueza con escaleras de mármol, baranda de oro y lo ves como algo común". Yo no sé si es tan así.

Y me sentía con lo que vosotros llamáis complejo de inferioridad.

 

En la villa había niñas. "Hola, Tesa". ¡Je! Pasaba de largo.

Le decía a Irina:

-¿Pero qué le pasa a Tesa?

-Nada, es una creída.

-Pero por lo menos que me diga hola.

-Marcus, tú esperas peras del olmo.

-¡Pero no es Tesa, son todas las niñas de la aldea!

-Pero mira cómo estás, como un andrajoso, falta que vistas con taparrabo, como los seres del bosque. -Me molestó.

Le digo:

-¿Y tú, hermana, cómo vistes?, estás más sucia que yo y sin embargo veo jóvenes que te miran. -Irina me tomó del mentón me miró a los ojos y me dijo:

-Marcus, Marcus somos niños, pero tú tienes una mente tan infantil...

-¿Por qué no te explicas de una vez en lugar de decirme así?

-¿Por qué a ti no te miran las niñas y a mí los jóvenes incluso mayores sí me miran?

-No sé.

-¿Ves, que eres un tonto?

-¿Te puedes explicar?

-Sí, me miran porque me desean. -Me escandalicé.

-¡Irina, somos niños!

-Claro. Quizás una joven aldeana a ti te ve como una criatura, pero un joven aldeano a mí me ve como a una niña que podría hacerle favores.

-¿Me estás diciendo lo que yo estoy pensando?

-Sí, te estoy diciendo eso.

-Pero no pueden ser tan bastardos.

-Lo son. ¿Y acaso te piensas -siguió Irina- que eso me hace sentir bien?, ¿que me miren? Fíjate con los ojos que me miran, la mirada que tienen y ahí te das cuenta de la forma de ser.

-¿Pero todos son así?

-No, Marcus, todos no, pero muchos sí. Entonces no te preocupes si a ti no te miran.

-Pero me gustaría ser amigo de alguna niña y el día de mañana formar una pareja.

-¡Je! Marcus, somos críos. ¿Cómo andas con tu lectura?

-Más o menos -le dije-, más o menos. Hay gente del pueblo que es buena y que me enseña a leer y a escribir, pero todavía me falta tanto... ¿Y tú?

-Yo bien. Sé leer, escribir, cazar en el bosque.

-Sí, y también veo que robas.

-Bueno, a veces no hay caza y hay que comer.

-Un día te van a castigar. Y lo que es peor, me van a castigar a mí -le reclamé.

-Claro, el problema no soy yo, el problema es que tienes miedo que te castiguen a ti por mí.

-Y sí -me sinceré-, y por supuesto.

 

La quería muchísimo a mi hermana. Ella me quería a mí, lo sé, pero discutíamos muy seguido y me sentía con muy baja estima. A veces envidiaba que ella era tan autosuficiente... Era una niña mendiga, a veces robaba, las uñas sucias y sin embargo tenía un porte, un talante como si fuera una princesa. Pero yo sé que en el fondo sufría, en el fondo no se sentía bien, quizá no me lo demostraba a mí, esa debilidad, para no hacerme poner peor.

 

Un día por el camino mirando las piedras en lugar de mirar al frente me tropecé con un señor y caí sentado. Tenía miedo que me retara porque a veces tropiezo con gente y me dicen: "¡Oye, por qué no miras por dónde vas!", pero no, este señor muy amable me tendió la mano y me levantó.

-¿Te has lastimado? -negué con la cabeza-. ¿No hablas?

-Sí, señor.

-¿Te has lastimado?

-No.

-¿Te pasa algo? -Lo miré.

-Me impresioné, es como que me asusté. -Era un señor muy elegante, era un noble. El hombre rió.

-Siéntate. -Me senté en un tronco, él se sentó en otro tronco.

Y le dije:

-Pero su ropa, señor, se va a ensuciar. -Se encogió de hombros.

-¿Cómo te llamas?

-Marcus.

-Mi nombre es Adesio, formo parte de la corte.

-¡Vaya! Si precisa que le haga algún mandado, algún recado, estoy dispuesto a ayudar en lo que sea. ¿Necesita un ayudante?

-No, sencillamente quería saber qué te sucedía.

-Y ya me ve, soy un niño que mendiga.

-¿Por qué no aprendes un oficio? ¿Tú vives en aquel pueblo?

-Sí.

-Bueno, el herrero precisa ayudantes.

-Soy muy niño todavía para trabajar en herrería.

-Claro, seguramente no para trabajar con la masa haciendo herraduras o puliendo espadas, pero puedes ayudar alcanzándole las herramientas. Algunas monedas te dará, no precisas mendigar. -Me sentí mal.

-¿Usted piensa que me humillo mendigando?

-No, pienso que eres más útil trabajando.

-Tengo una hermana... ¿Y ella qué podría hacer?

El hombre me dijo:

-Ella podría ir por casas, ofrecerse a lavar prendas, a coser ropa usada; no precisa tampoco mendigar. ¿Qué otra cosa te pasa, Marcus?

-Bueno, es como que las niñas de mi edad no me prestan atención, quizá porque estoy sucio.

-¿Pero tú piensas que eso te pasa porque eres pobre?

-¿Y por qué no?... Por qué otra cosa podría ser.

-¿Qué escuchas? -Presté atención.

-El viento, los pájaros.

-¿Qué más?

-Una corriente de agua.

-¿De dónde viene?

-Bueno, allí a poca distancia hay un arroyo.

-¡Ajá! ¿Y te bañas a veces? -Me encogí de hombros.

-No tengo tiempo, voy al pueblo y pido limosna.

-¿Entiendes a dónde quiero llegar?

-No, honestamente no, señor.

-Tu suciedad no es por la pobreza, podrías lavar tu ropa en el arroyo, lavarte tú, puedes conseguir una tijera y cortarte el cabello... Puedes hacer todo eso.

-¿Y usted piensa, señor, que haciendo eso la gente me mirará con más atención?

-Dime, Marcus, ¿por qué te preocupas tanto por la gente por si te mira, por si no te mira?...

-Porque piensan que yo no soy importante.

-¿Y tú qué piensas, niño? -me encogí de hombros.

-Pienso que seguramente tienen razón, que no soy importante.

-¿Con quién estás hablando ahora?

-Con usted, señor.

-¿Y quién soy yo?

-Me dijo que trabajaba en la corte, debe ser un noble.

-Así es, soy Adesio, muy conocido en la corte.

-Pero no entiendo qué quiere decir.

-Claro, ahora estás hablando con un noble de la corte, ¿eso no te hace sentir importante?

-No sé, usted debe ser un hombre bueno y me presta atención por eso.

-Te presto atención porque entendí que tenías un problema.

-¿Y me lo va a resolver?

-No, te voy a orientar.

-¿No se molesta si le pido unas monedas?

-No, no me molesto.

-¿Pero me va a dar?

-Te daré un par de monedas, ¿pero piensas que esto te va a resolver la vida? ¿Qué te va a durar un día?, ¿dos días? Comprarás algo, ¿y después qué? ¿Qué diferencia hay con la gente del pueblo a la que le pides monedas, conmigo?

-¡Bueno, pero me las está dando un noble!

-Al del almacén que le vas a comprar, si le dices que esa moneda te la dio un noble, ¿piensas que te va a hacer descuento en la mercadería?  

-No, no, señor.

-Entonces no importa quién te la dé, importa que estás hablando conmigo. Y de la misma manera que yo te presto atención cualquiera puede prestarte atención, y si no te prestan atención no es tu problema. Ofrécete con el herrero, si dice que eres chico ofrécete con el carpintero.

-Pero yo no sé usar un serrucho, no sé trabajar ni... ni menos labrar con un cincel, no sé hacer nada.

-Como te dije antes, puedes ayudar alcanzándole las herramientas al hombre y de paso irlas conociendo prestando atención cómo trabaja. Tanto a ti como a tu hermana quizá les den algunas monedas porque son niños, inspiran compasión.

-No, señor, inspiramos lástima, que es otra cosa.

-Está bien, pero a medida que vayan creciendo no van a inspirar compasión, la gente se va a molestar si siguen mendigando. Ya no van a ser niños, los van a acusar de vagancia, les van a decir que se vayan del poblado. ¿Te gusta eso?

-No, señor. Mi hermana es mas rebelde si le digo que hablé con usted y que me dijo que pida trabajo en el herrero o en el carpintero y que ella lave ropa o cosa prendas usadas, me va a decir que ella está para otras cosas mayores.

-¿Cómo mendigar?

-¡Je, je! Entiendo que tiene razón, señor. Mire ahí viene.

-¿Esa es tu hermana?

-Sí. Si le responde mal no se enoje, señor, por favor.

-No me enojaré.

Irina lo miró, luego me miró a mí.

-¿Y éste señor?

-Se llama Adesio, está en la corte, es un noble.

Lo enfrentó:

-Mi nombre es Irina. ¿Qué busca de mi hermano, quiere llevarlo de esclavo?

-No, niña, le estaba dando consejos.

-Él no precisa consejos, él está bien.

-No, no está bien.

-Somos así.

-¿Te gusta, niña, tu presencia?

-¿Por qué dice esto, porque me ve sucia?

-Te diré lo mismo que le dije a tu hermano Marcus, allí hay un arroyo pueden higienizarse, pueden cortarse las uñas con sus tijeras, pueden cortarse el cabello, acomodárselo, la pobreza no tiene nada que ver con la suciedad.

-Ahí está equivocado señor. -Por primera vez el hombre frunció el ceño, pero en señal de no entenderla a mi hermanita.

-¿En qué sentido?, explícame, niña.

-Claro, al estar sucios inspiramos más lástima y nos dan más monedas.

-¡Ay, niña! Te repito lo que le dije a tu hermano. Está bien, muchos les tienen lástima. ¿Qué pasa cuando tengas dos o tres años más? Les van a decir por qué no se buscan un empleo.

-No sabemos hacer nada -dijo ella.

El noble la miró y le dijo:

-Ya hablé con tu hermano, que se ofrezca en la herrería o en la carpintería y tú puedes ir por las casas tratando de remendar ropa usada o solicitar lavar la ropa por unas monedas de la gente grande que no pueda hacerlo.

-¡Pero eso es humillante!

-Niña, ¿te resulta más cómodo pedir? -Mi hermana frunció el ceño.

-No me gusta que me den consejos. Vámonos -me dijo.

-No, me voy a quedar un rato más con el señor.

-Vamos. Yo no sé de las intenciones del señor, yo desconfío de la gente amable. -Por primera vez el hombre puso un rostro de pena.

-Cambió el rostro señor, ¿qué le pasa?

-Entiendo que a veces vosotros, niños, estáis tan acostumbrados al desprecio, a los malos tratos, a la indiferencia que piensan que todo el mundo es igual. -Metió la mano en un bolsillo y sacó tres monedas de plata-. Toma. -Las cogí con desesperación.

-¡Gracias!

-Pero acuérdate -me dijo-, esto te puede servir dos, tres días.

-¿Y a mi hermana no le da?

-Tu hermana no me pidió. ¿Tú quieres, niña, unas monedas? -Irina retrocedió.

-¿A cambio de qué?

-¿Cómo?

-Claro, ¿a cambio de qué? Alguna vez unos jóvenes me dijeron en el poblado "Niña quieres ganarte unas monedas, ven conmigo al granero". -El noble se enojó mucho, pero aclaró:

-No es con vosotros, si yo llego a ver jóvenes que a una niña le hablan así los cojo del cuello y los llevo al castillo a que los castiguen. No pienses, niña, que todos los hombres son así, pero por otro lado está bien que no confíes en todo el mundo, tampoco en mí no tienes porque confiar, pero te lo vuelvo a preguntar y no tengo ninguna intención, sólo ayudarte: ¿quieres unas monedas? -Irina dijo sí con la cabeza.

-Habla.

-Sí, señor. -Le tendió tres monedas de plata.

-Y ahora me marcho.

-¿Por qué anda a pie? -dijo irreverentemente Irina.

-Quería caminar.

-¿No tiene miedo que lo asalten con esa ropa tan lujosa?

-Sé defenderme. -Abrió el sacón y tenía una espada bien brillante.

-¿La usa?

-Espero que no, pero la tengo por cualquier cosa. Cuidaros. Cuidaros mucho. -El hombre se levantó y se marchó.

 

Le dije a Irina:

-¿Ves?, no toda la gente es mala. -Irina se encogió de hombros.

-No sé, no lo conozco. A mí con palabras no me conquistan, me conquistan con hechos.

 

Y fue caminando hacía el pueblo delante de mí. Me encogí de hombros y la seguí.

 

 

 


Sesión del 21/10/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aerandor III. Años después trabajaba como herrero, pero aunque era un trabajo bastante seguro también deseaba ganar más. Y marchó. De viaje coincidió de nuevo con aquel viajero que le ayudó con unas monedas. Ahora le ayudaría de nuevo.

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Entidad: Hubo bastante tiempo sin ver a mi hermana. Sabía de Irina pero había cambiado de poblado. Le hice caso al noble Adesio, un anciano muy bueno.

 

Recuerdo que me decía:

-Te puedo dar algunas monedas para salir del paso ahora, pero ¿y mañana qué?, ¿y pasado qué?, ¿y a la semana siguiente qué? Ocúpate de ti.

 

Y eso es lo que hice. Me empleé en un pueblo vecino como ayudante de herrero. Era un preadolescente y lo único que hacía era alcanzar cosas, limpiar, acomodar y observar. Obvio; muchos dicen "Observando se aprende". No, no, no; hay que tener la mano para tener la maza, para saber golpear el metal, para saber en qué punto puede moldearse o quebrarse. Y conocer de acuerdo al golpe de tu maza, al golpe en el metal y el sonido que emite el golpe, si el metal es de buena calidad o no.

 

Y luego fui creciendo, y así aprendiendo un poquito el oficio. Pero no era lo que más me agradaba, no era lo que más me agradaba.

 

A veces iba a un pequeño teatro que había en el poblado. Había músicos, algunos tocando un instrumento de cuerdas similar a vuestra mandolina, otros flautas, y es como que me imaginaba tocando el instrumento de cuerdas. Soñaba con eso y con ganar dinero.

 

Recuerdo que el hombre era un trovador y me dice:

-Marcus, olvídate, yo estoy aquí en el teatro y por lo menos tengo para comer, pero si vas solo por ahí tocando música te podrán dar un par de monedas que no te va a alcanzar ni para un plato de comida. Quizá lo que hagas no te gusta pero por lo menos tienes el pan de cada día.

 

¡Qué lección -dirán algunos-, qué buen argumento que tenía el trovador! Pero a mí me dejaba disconforme. ¿Si era un soñador o un ingenuo? A veces los soñadores somos ingenuos y a veces nos frustramos porque apuntamos demasiado alto.

 

Ahora bien, yo no hacía mi trabajo con desgano, lo hacía con aplicación, con ganas, evitando equivocarme.

Y aprendí bastante el arte de la herrería. Mientras mi patrón forjaba espadas yo forjaba herraduras para los caballos. Pero está bien, vale, vale.

Llegó la época invernal y el herrero cayó en cama. No, no estaba grave pero tenía que abrigarse, y se quedó en la casa. Le dije que era mi oportunidad para remplazarle.

M me dijo:

-No, no, no, vienen de otros pueblos a encargarme espadas y tú eres un novicio en el tema, así que tómate unos días. -No me dejó desamparado, me dio unas monedas y tenía para tirar unos días.

 

Cogí un caballo y marché del poblado. En el camino veo un anciano con buenas ropas, caminando. Y a la distancia lo reconozco.

-¡Adesio!

El hombre se da vuelta con el ceño fruncido, se acerca, levanta la vista:

-¡Marcus, Marcus, cómo has crecido, eres un hombre!

-El tiempo pasa -le dije-. Y le hice caso, tengo un oficio, mi patrón todavía no me deja tomar las riendas, ahora está en cama, pero me dice que la herrería queda cerrada hasta que él se recupere, no confía en que yo pueda hacer las espadas como las hace él.

-¿Quieres venir conmigo?

-¿A dónde? -pregunté.

-A la corte, dónde yo estoy.

-¿Es un reinado?

-Sí.

-La mayoría son... la mayoría de los monarcas son perversos, tiranos.

-No, aquí no es así.

-¿Tiene algún caballo?, o... Desde que yo era chico, que lo conozco, siempre va caminando a todos lados?

-Caminar hace bien, el día que me agite montaré.

-¿Pero cuánto tardamos en llegar?

-Mira aquel valle, una maravilla, hay frutales...

-¿Pero qué tiene de especial ese valle? -pregunté.

-Mira al final del valle.

-¡Uf! Veo como un punto de color ocre.

-Bueno, ese punto que tú ves de color ocre es un inmenso palacio. Allí vamos.

-Tardaremos mucho.

-Marcus -dijo el anciano Adesio-, tienes que cultivar tu paciencia, tienes que cultivar tu paciencia.

-¿Cómo hago?

-A veces uno quiere todo, ya. -Adesio caminaba y yo iba a la par con el caballo y escuchaba-. La ansiedad de qué sirve, logra ponerte mal. ¿Piensas que vas a llegar antes si te pones ansioso?

-No, a veces es la curiosidad de saber qué hay, y eso te provoca ansias, incluso nervios.

-¿Nervios por qué? -inquirió Adesio-, ¿confías en mí?

-Sí, por supuesto, me parece una persona de las más buenas que he conocido, si no la más buena.

Adesio me dijo:

-No..., no catalogo a la gente de buena o mala, interpreto que la mayoría de las personas tienen sus momentos.

-Perdón, no lo interpreto.

-Claro. ¿Tú te levantas siempre bien?

-Nooo... ¡Je, je, je! No, la verdad que no. Hay días que hasta me duele la cabeza y estoy de mal humor.

-Y quizá trates a alguien -dijo Adesio-, y tengas mal semblante o respondas mal, y él te va a catalogar como un joven malo. Al día siguiente te levantas de maravillas, sonríes, la vida te favorece y conoces a otra persona y te va a catalogar como un joven maravilloso.

-Entiendo, Adesio, lo que me quiere decir, pero no es tan así, hay gente que es mala mala mala siempre, hay gente que es buena buena buena siempre, independientemente de los estados de humor y los estados de ánimo.

-Bien. Vamos al comienzo: ¿Por qué estás ansioso?

-Eeeeh... Por la expectativa, para saber qué hay en el palacio.

-Bueno, en el palacio hay nobles, hay piso de mármol, hay una comida exquisita, incluso hay un baño para huéspedes donde tienen una tina donde te puedes bañar con agua tibia, o caliente, ahora que la temperatura ha bajado.

-¡Vaya, vaya! Yo en verano aprendí a ir al arroyo a higienizarme todos los días, pero en invierno te metes y sales duro, y no sé si vivo. No sé cómo hacer para sacarme la ansiedad -repetí-, me cuesta, me cuesta mucho.

Adesio me dijo:

-Marcus, todo es un trabajo interno.

-¡Cómo trabajo, trabajo es lo que hago en la herrería!

-No, no, trabajo en tu propia persona, trabajo en tu propio ser.

-¿Y qué significa interno?

-O sea, tú tienes que hacer introspección...

-¿Me lo traduce?

-Claro, tienes que mirar adentro tuyo; qué quieres, qué no quieres, qué anhelos tienes, qué precisas, qué no quieres...

-Bueno, quisiera que las jóvenes me miraran. Recuerdo que hace mucho tiempo atrás, cuando éramos más chicos, tuve una discusión con mi hermana.

 

Le decía:

-A mí las jóvenes no me miran, y a ti los jóvenes y más grandes que tú te miran.

Irina me dijo:

-Claro, me miran porque me desean. -En ese momento me pregunté a mí mismo "¿Y por qué a mí no me desean las niñas y a ella sí?".

 

Adesio iba a hablar y le hice una seña que espere.

Yo mismo me lo respondí:

-Entiendo que hay varones que tienen una mirada lasciva hacia las jovencitas. Son personas poco confiables. Mi manera de pensar es otra. Si yo me entrego a una joven o una joven se entrega a mí la abrazaré con amor, no con deseo. -Adesio rió.

-¿Se burla?

-No para nada, para nada, Marcus. Tampoco te vayas tan al extremo, e deseo no es malo. Tú amas a una persona y la deseas y tienes una intimidad con ella. No está mal tener ese deseo, no es deseo pérfido, no es un deseo lascivo. Aparte, ambos están de común acuerdo en abrazarse.

-Entiendo -respondí-, entiendo.

 

Esa noche pasamos por un pequeño lugar, una posada en medio del valle y comimos allí.

Adesio me dijo:

-No nos quedemos, sigamos andando de noche, llegamos al amanecer a palacio.

-¿No se cansa?

-Me canso un poco pero no es la primera vez que lo hago. Camino kilómetros y kilómetros y kilómetros.

-¡Pero no es una persona joven!

Adesio sonrió y me dijo:

-Ya lo sé, pero justamente caminar me hace bien.

 

Llegamos a palacio.

-¿Me van a presentar al monarca?

-No hay monarca, hay un regente. Hay una historia... una historia. Al heredero al trono lo dieron por muerto pero nadie encontró su cuerpo, nadie encontró su cadáver. Algunos dicen: "Lo habrán tirado y se lo habrán comido las alimañas". Pero creemos que el príncipe está vivo.

-¡Qué raro lo que me cuenta, qué raro! Y el regente, porque conozco muchos casos, por eso pregunto, ¿no tiene apetitos de poder, de quedarse él con el reinado?

-No -dijo Adesio-, no. Es una persona excelente. Incluso conoció al rey y a la reina. Y los quería mucho.

Lo miré a Adesio y...

-Espero que no me mal interprete de... de tener curiosidad. ¿Y qué papel... qué papel cumple aquí?

-Soy una especie de consejero del regente.

-¿Y nunca tuvo apetitos de ser rey?

-No, es complicarme la vida. ¿Para qué? De esta manera ayudo a muchísima gente, visito distintas ferias feudales, oriento personas... Ayudo a muchos y a algunos les doy monedas, como te di a ti cuando era pequeño.

-Usted es un hombre bueno.

-También tengo mi carácter -dijo Adesio.

-¿Se enoja?

-Por supuesto que me enojo; me enojo con la injusticia, con la hipocresía, con la intolerancia. Aunque a veces yo también soy intolerante. Intolerante con la crueldad, intolerante con el mal.

-Sí, por supuesto. Pero eso no le quita que sea bueno -argumenté.

 

Esa noche me pude bañar en una tina con agua tibia tirando a caliente, y con una espuma que te limpiaba toda la piel. Y luego comimos una presa de ave con un poco de frutos. Y pude dormir en un colchón mullido.

Me quedé unos días ahí en lo que sería la regencia, no reinado.

 

Adesio me contó muchas cosas, cosas importantes: Cómo vivir la vida, cuándo saber cuándo es el tiempo de hacer cada cosa, el apresurarse cuando es el momento, el esperar cuando es el momento, el aprender a ver y no a mirar, el aprender a escuchar y no a oír, el aprender a conocer a las personas... Y entender cuando hay una persona que verdaderamente te quiere por lo que eres y no por lo que aparentas.

Por ende aprendí que no tiene sentido aparentar, que uno se tiene que mostrar como es. Al que le gusta, perfecto; y al que no, seguirá su camino.

Aprendí a entender que si hay personas que no te aprueban es una óptica de esa persona, no es tú óptica. Lo importante es que te apruebes tú.

Adesio era un anciano sabio. Esa es la palabra, un anciano sabio.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 31/12/2019

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aerandor III. De repente fue ascendido a Capitán de la Guardia del Rey. Pero estaba intranquilo, el rey había cambiado su comportamiento de manera sospechosa. Aparte, se avecinaba un encuentro entre una gente a favor y otra en contra del rey.

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Entidad: Hablemos de la lealtad. ¿La lealtad es una sola, es una obcecación, es deslumbramiento por la persona o directamente hay un sentido moral que te mueve a ser leal, y no te nace de adentro sino que lo practicas y se te hace costumbre? No hablo de la lealtad a nivel de pareja, hablo de la lealtad hacia tu superior, a tus amistades.

 

Mi nombre era Robert. El nombre me lo puso madre, Greta, una dama noble que se había casado con un capitán de la guardia, mi padre, Irmao, que era de otra región. Padre era leal con su rey.

A medida que yo iba creciendo me decía:

-Mira, Robert, se trata de sobrevivir. El rey es despótico, es tirano, y la reina creo que es peor que él. Seguramente cuando su hijo herede el trono las cosas van a cambiar. Me decía eso cuando yo era niño, pero su hijo murió en batalla.

Los reyes tenían un segundo hijo al que despreciaban, al que desmerecían.

Recuerdo que padre Irmao hablaba a veces con gente con la que no tenía que hablar. Cuando ese hijo heredó el trono -se llamaba Morden-, padre hablaba peor que lo que hablaba del padre, el rey fallecido, siempre decía que el hermano que había muerto, el hermano mayor de Morden, era un hombre hecho y derecho, un buen hombre, y quedó lo peor.

 

Yo era niño pero entendía todo y le decía a mamá Greta:

-Creo que padre habla demasiado.

 

Hasta que murió en circunstancias extrañas. Aparentemente unos que se sublevaron, que traicionaban al rey mataron a padre Irmao. El rey le hizo un lujoso entierro y siempre tuve la duda de qué fue lo que pasó; ¿de verdad hubo gente que se sublevó y mató a padre Irmao?

El nuevo capitán era bastante despótico, muy servil -no confundir con servicial-, era muy servil del rey Morden. El capitán Rodolfo. Y buscaba enemigos por todas lados incluso hasta en los que no eran enemigos y él los señalaba; como decís vosotros en Sol III, era como una caza de brujas.

 

A medida que fui creciendo adopté perfil bajo. Recuerdo que antes de morir padre me dijo:

-No te cases, no tengas familia, Robert, eso te hace vulnerable.

 

Pero qué era peor, ¿ser vulnerable o estar solo? Las amistades te alegraban la vida pero después tenían su vida, la propia. Y entonces estaba sola, tu alma estaba sola, tu vida era la soledad, tu ser era la soledad. Y más, después, cuando murió mamá Greta. Aparentemente por una enfermedad pulmonar, nunca se supo bien, la vino a ver un médico, la vio un médico de la corte que apenas se molestó en revisarla.

Pero aprendí que cuando uno hace algo lo tiene que hacer o con amor o con empeño y me dediqué a la milicia al punto tal que fui teniente. Fui el segundo teniente después del capitán Rodolfo de la guardia del reino de Esperia.

 

Y pasó algo; el rey es como que empezó a cambiar, ¡je! Y qué puedo decir, los cambios, así, de un momento para el otro no... no los termino de digerir, no sé si se entiende, ¿no?; no eres cruel y despótico en un momento y dadivoso al siguiente. Y en circunstancias extrañas -es lo que dicen, ¿no?, en palacio-, aparentemente hubo un complot entre el capitán Rodolfo y uno de los tenientes y murieron.

Me mandó a llamar el rey Morden. Mientras iba a los aposentos del rey pensaba y pensaba y pensaba si hice algo mal, si dije algo indebido, pero no, no era para amonestarme ni para prejuzgarme, ni nada, me ascendió a capitán de la guardia, el puesto que ocupaba el capitán Rodolfo y el puesto que en determinado momento había ocupado mi padre, el capitán Irmao.

 

El rey mostraba una faceta buena, tolerante. En un momento había habido esclavos en las minas que morían por los capataces a latigazos en la espalda, otros se desgarraban por dentro y reventaban con el peso de las piedras, otros por la falta de aire en las minas. Pero todo eso cambió; el rey ya no hacía trabajar a los ancianos, aportaba dinero de la caja real a los que precisaban ayuda o por la sequía se les morían animales o no había cosecha. Y la idea había sido de él, supuestamente había sido de él, aunque alguna vez en vida del capitán Rodolfo le escuché que ese sería un método para sufocar a la muchedumbre, pero no lo entendí, no lo entendí.

Y después me puse a pensar. Había levantamientos y rebeliones en muchas regiones cercanas al castillo, en el mismo reino de Esperia, incluso se hablaba de futuros ataques al castillo, pero las regiones cercanas, la misma feria feudal, la gente que trabajaba en las minas ahora lo vitoreaban al rey.

 

Hasta que en un momento determinado se juntaron regiones rebeldes y miles de granjeros, campesinos, herreros se fueron acercando con armas improvisadas para sitiar el castillo.

¿Qué hizo el rey? Convocó a todos sus leales de las regiones cercanas, a los que él ayudaba. Yo estaba de escolta detrás de él y por supuesto que daría mi vida por él, era mí trabajo, por eso hablaba de qué tipo de lealtad era la mía, ¿lealtad por amor?, no, ¿lealtad por profesionalismo?, sí. Había jurado defender la bandera del reino y dar la vida por el rey, era mi trabajo. ¿Si estaba orgulloso? No sé, sé que estaba con la consciencia tranquila.

 

Me sentía solo. Había entablado una amistad, no digo una relación, una amistad con una joven llamada Daria, llegamos a besarnos. Pero ella misma me dijo:

-Eres prácticamente la mano derecha del rey. Tienes todo tu tiempo ocupado, así que te dejo libertad de acción.

Le dije a la joven Daria:

-Yo no soy la mano derecha, soy quien lo cuida, quien cuida su vida. La mano derecha es Adolas.

Daria me dijo:

-Adolas es una persona nefasta y no sabe disimularlo.

Le dije a Daria:

-Sé que eres noble como lo fue mi mamá Greta, pero te quiero contar que padre Irmao hablaba de por demás, y yo sé que no murió por una sublevación, murió porque hablaba en contra del rey. Mi recomendación es que tus pensamientos me los digas a mí pero en voz muy baja, las paredes escuchan y Adolas tiene mucha influencia en Morden, mucho más de la que tengo yo.

 

El rey estaba en uno de los balcones principales hablando a la multitud y yo detrás de él.

-Mis fieles, vosotros debéis entender que nunca habéis tenido una prosperidad como la actual, y mirad que injustos los de las regiones de más allá, quieren atacarnos, quieren derrocarme. ¿Para qué?, ¿para que entréis de vuelta en la pobreza? Mirad las minas, trabajan cantando, silbando; en la feria feudal todo prosperidad. A mí no me interesa llenas las arcas, me interesa que vosotros estéis felices. ¿Y qué haréis por mí, entonces?

Y todos vitoreaban:

-¡Viva el rey Morden, daremos nuestra vida!

-Entonces frenad a los aldeanos que se acercan con armas improvisadas con azadas, con rastrillos, otros con espadas, al fin y al cabo son vuestros hermanos.

Le dije a solas a mi rey:

-Majestad, puedo sacar los soldados.

Ya me hablaba en otro tono a mí:

-No, no, Robert, nada de soldados, que vayan los mismos campesinos, nadie morirá. Quiero paz, quiero prosperidad para el reino.

-Sí, majestad. -Y me cuadré.

-Ahora vete, quiero meditar. -Y lo dejé al rey.

 

Y me puse a pensar, ¿hasta qué punto era bueno?, ¿hasta qué punto era noble? ¿Y si todo esto lo hizo con otra intención?

Los campesinos cercanos al castillo, los granjeros, los talabarteros, los herreros, todos los que estaban cercanos pagaban un cuarenta por ciento nada más de impuestos. Es más; si había una sequía no les cobraban impuestos. Es cierto que algunos directamente no trabajaban, eran mayoristas en la feria feudal y cobraban por no hacer nada, y a otros que tenían puestos importantes sí les cobraban más impuestos, pero como era una minoría y la que mandaba era la muchedumbre no se podía hacer nada.

Y me puse a pensar, ¿no será una estrategia del rey Morden "comprando" a los mercaderes cercanos, a los campesinos cercanos, a los granjeros cercanos, a los estancieros cercanos y a todos los de la feria feudal para que ellos se enfrenten a los rebeldes? Porque los rebeldes hubieran atacado a los soldados bajo mi mando, no tengo dudas, pero a sus propios hermanos no, a los otros campesinos no.

 

Entonces si bien mi lealtad nunca estuvo en duda, me puse a pensar, ¿cómo te das cuenta si alguien es bueno de verdad?, porque el bueno no manipula, y esto que estaba haciendo el rey, si bien es cierto que a veces repartía de sus propias arcas, si bien es cierto que ya los ancianos no hacían trabajos pesados en las minas, si bien es cierto que ayudaba a los campesinos en épocas de sequía, ¿no era una manipulación en masa?, ¿no era de verdad una manipulación a la muchedumbre, a esa muchedumbre que no pensaba, a esa muchedumbre que se había vuelto fanática a favor del rey por tres monedas? Y la duda me corroía por dentro, porque para mí el bien es otra cosa.

Y tampoco estaba de acuerdo con padre, que cuando vivía me dijo: "No formes familia, te hará vulnerable".

¿Desde cuándo el amor te hace vulnerable? Yo no quería dejar ir a la joven Daria.

 

Tendría que poner en orden mis pensamientos, esa era mi tarea.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 07/02/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aerandor III. Había sido ascendido a capitán de la guardia pero dudaba de las intenciones del rey. Tampoco podía hablar abiertamente de ello para no acabar como su antecesor. Debería investigar.

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Entidad: Muchas veces me ha dado la impresión de que la vida te pone obstáculos para templarte, para volverte más fuerte por dentro, para entender qué es la verdadera lealtad y para saber si la persona que te agrada es la correcta, porque a veces no depende de la persona depende del entorno, de las situaciones, del comportamiento de terceros.

 

Mi nombre era Robert jefe de la guardia del rey Morden. Me agradaba la noble Daria, pero primero por mis ocupaciones después por el entorno de ella... Era una joven muy accesible, muy dada, no era una niña creída como otras nobles, no, para nada, pero su hermanastro, Dorian, era un mercenario contratado por mi rey, y por eso hablaba tanto de la lealtad porque Morden me nombró capitán luego de que ejecutaron a un traidor, el capitán anterior. Pero yo lo conocía, no es que lo haya tratado a diario pero lo conocía al capitán anterior, me parecía una persona leal, atenta, quizás un poco servil. Pero si bien no soy un analista de la mente entiendo de que la persona servil al que menos va a traicionar es al que manda, sí podría traicionar a otros para tratar de quedar bien. Sin embargo fue acusado de traición algo que me costó creer, algo más habría que desconocía.

 

Una tarde me crucé con la noble Daria, nos pusimos a conversar en el tiempo libre que yo tenía. Me contó que era media hermana de Dorian, que a su mamá la habían ultrajado antes de conocer a su padre y de allí salió Dorian, producto de ese ultraje. Y su medio hermano se sentía como... como una persona que no sabía para qué vino al mundo, si era fruto de un acto hostil no merecía vivir y guardaba entonces un rencor interno.

La noble Daria lo amaba a su medio hermano Dorian, pero en muchas cosas no coincidía con él, él servía bajo las órdenes de nuestro rey pero por unas monedas hacía cualquier encargo, hasta el asesinato. Tampoco me quedaba claro lo que hacía el rey Morden, de que a su entorno le perdonaba los impuestos, de que en las minas solamente trabajaban los jóvenes. ¿Qué le hizo cambiar de repente?, porque una cosa es ser leal y otra cosa es tener ojos y oídos y discernimiento.

 

Hoy el rey era querido por su pueblo y me quedé pensando "¿Y qué pasaba con los de más allá"?, porque había un levantamiento, la gente que estaba más lejos, pero también dentro de los dominios del reinado de Morden no estaba tan bien y pensé "¿Y por qué esa diferencia?, ¿por qué a los cercanos tanta atención, el perdón de impuestos, el buen trato, el que prospere la feria feudal y más allá apenas tenían para comer?". Pero claro, ya había habido un levantamiento, quisieron tomar el castillo pero los mismos aldeanos que estaban pegados a las tierras del castillo se opusieron y no iban a pelear hermanos contra hermanos. Entonces sólo me faltó sumar uno más uno: dos; y entendí la estrategia de Morden, conquistar a ese poblado que no pensaba, a ese poblado que por unas monedas lo aplaudía a su rey y no sabía que su rey los estaba usando, no sabía que ese rey aún perdonando impuestos seguía enriqueciendo sus arcas y a los que tenía cerca los tenía domesticados como si fueran mascotas de feria.

 

Por un lado, qué astuto el rey Morden; por otro lado ¿qué pasaba con esa gente que no pensaba, con esa gente que tenía el estómago lleno para el día y con eso se conformaba? ¿Qué pasaba con esa gente que no entendía que más allá de los límites cercanos había otros campesinos, otros labradores, otros estancieros que apenas tenían para comer por los elevados impuestos? ¿Qué pasaba con las aldeas lejanas que eran asoladas por no haber pagado el tributo? Pero a los cercanos qué les importaba mientras ellos tuvieran para comer, mientras ellos tuvieran la alacena llena, mientras en las minas ya no se golpeara a latigazos a los que no podían con la carga. ¿Qué hizo que la conducta del rey Morden girara ciento ochenta grados? Claro, ahora era imposible que la rebelión prosperara porque Morden tenía apoyo por los cercanos. Entonces me di cuenta, porque alguna vez lo escuché al capitán anterior, cuando yo era teniente -al servil, no servicial, no confundir, al servil capitán anterior- elucubrar una idea, pensar cómo conquistar ese pueblo, y entonces entendí que la idea no era del rey Morden, había sido del anterior capitán. Por lo cual descarté una traición, por lo cual me di cuenta de que Morden utilizaba a los serviles, pero si esos serviles le daban una idea no deberían seguir vivos, pues él se apropiaba de la idea.

Y aprendí que mi vida era mantener los ojos abiertos, los oídos alerta y la boca cerrada, porque yo también tenía ideas, pero mis ideas me estaban llevando a cuestionar la lealtad por el rey.

 

Estuve muchas veces a punto de comentarle el tema a la noble Daria, que me miraba con afecto, me miraba con aprecio, pero yo no me atrevía a dar un paso más porque todavía no sabía cuál iba a ser su reacción, al fin y al cabo yo era un capitán, el principal capitán jefe de guardia, pero no era noble. Al fin y al cabo el medio hermano de ella tampoco era noble, sin embargo el rey lo trataba con guantes de seda. ¿Pero por qué?, porque ejecutaba todos los encargos. Ahora, ¿el rey Morden confiaba con Dorian porque era leal? No, confiaba en él porque era leal al dinero y mientras Morden le pagara jamás lo traicionaría, porque el dinero para Dorian era un método de supervivencia.

 

Alguna vez en un momento dado la noble Daria me dijo:

-¿Puedo comentar algo?

-Por supuesto, noble Daria.

-Dime directamente Daria.

-Está bien lo haré, dime directamente Robert. ¿Cuál es la pregunta?

-No sé si es una pregunta o una duda, pero estoy percibiendo que hasta hace poco tiempo los granjeros, los aldeanos, los que cosechaban y labraban la tierra, los que tenían granjas cercanas eran maltratados por los altos impuestos y ahora de repente hay prosperidad y todos vitorean al rey, pero en las aldeas más lejanas sigue habiendo ese nudo que le aprieta la garganta a los pobladores y no me cierra la cosa. Espero que quede entre nosotros, porque tú, como capitán de la guardia puedes pensar que me estoy rebelando ante su majestad.

Levanté la mano, diciendo:

-No, no, no, Daria, para nada, para nada. Por un momento tuve miedo de que me estuvieras sonsacando.

Estuve a punto de decirle "Yo pienso igual", pero sólo dije:

-Quédate tranquila, queda entre nosotros. -De todas maneras traté de defenderme porque aún no la conocía bien a la joven noble y dije-: Su majestad tendrá alguna razón para actuar así, no voy a dudar de él. -Me miró de una manera extraña, como decepcionada de mi respuesta y me dijo:

-Con permiso, ahora me retiro. Ya hablaremos.

 

Quizá se molestó que yo fuera tan leal, no se dio cuenta de que yo pensaba aún peor que ella con respecto al rey, a sus maniobras, a su manera de ser, a esa muchedumbre que alimentaba con pedazos de esperanza, pero era solamente eso, pedazos de esperanza, porque las únicas arcas que se enriquecían de verdad eras las del rey. ¡Je! ¿Qué es ser leal?, ¿leal a qué?, porque la lealtad tiene que ir acompañada de la dignidad, y si era como yo pensaba, que el rey Morden era un impostor de bondad, debería seguir siendo leal, tampoco podía decir nada pues un cuchillo me abriría la garganta.

 

Pero debería averiguar más. Obviamente debería ser hipócrita, sé que es una mala palabra, sé que es una mala actitud, sé que no debería representar un rol de lealtad cuando en el fondo dudaba, pero mi idea era seguir averiguando. A veces salía con un grupo de soldados a recorrer el reino y sería una de esas veces en las que hablaría con los otros, con los granjeros que estaban más lejos, con los que eran maltratados, los que aún no se habían transformado en una muchedumbre sin cerebro que era feliz porque les tiraban unas monedas, una felicidad ficticia que lo único que hacía era crear gente indolente.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 03/06/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En Aerandor III. Robert, el capitán de la guardia del rey Morden, es obligado a alejarse de su lugar de pertenencia y elucubra sobre la falsedad e hipocresía de algunos seres humanos.

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Entidad: No siempre haces lo que te gusta, no siempre tu actividad es lo que deseas. Y muchas veces sucede por factores externos.

 

De niño soñaba con pertenecer a la guardia, de niño me interesaba ser el mejor de los soldados, ¡je, je! Quizá porque venía de familia y por una causalidad, lo digo así muy sutilmente, pasé a ser capitán y jefe de la guardia del rey Morden.

No... no tengo tan desarrollada la habilidad de conocer a las personas con sólo verlas, a veces ni siquiera con tratarlas, porque hubo gente que me ha decepcionado, que las conoces, que les hablas y que de un día para el otro hacen un giro de ciento ochenta grados. Lo que les parecía bien ahora les parece mal, lo que era bueno les parece malo, lo que era agradable les parece rutinario. Y hoy estudiando al rey Morden me di cuenta de que era lo opuesto:  una persona despótica, una persona que basaba todos sus actos en la tiranía, que no le importaba que su feudo fuese pobre, y que si no tenía para sacarle los impuestos con monedas se los sacaba con sangre.

 

Y de repente todo cambió. De repente se hizo afable, su feudo, las granjas cercanas, los mismos trabajadores de las minas, todo era una panacea. Trabajaban menos horas, en las minas nadie moría, en el campo les dejaban ganancia, en la feria feudal los impuestos se habían reducido.

Y es como que la gente se comporta como una masa homogénea. Lo explico, lo traduzco: basta que tres o cuatro lo vitoreen al rey, toda la masa lo vitorea.

Pero si bien yo adoptaba perfil bajo no dejaba de ser el jefe de la guardia, el capitán Robert, y me daba cuenta de que -inconscientemente, porque la misma masa, la misma multitud, la misma muchedumbre no se daba cuenta que estaba siendo comprada-, los mismos soldados cobraban más. Ni hablar de mí, cobraba un 30% más, un 30% más de lo que cobraba antes. ¿Entonces qué, las arcas del rey se vaciaban por bajar impuestos? No. Porque justamente fuera de la periferia los impuestos eran altísimos, allí donde estaba la resistencia, una resistencia yerma, inútil porque los granjeros cercanos, el feudo cercano ahora adoraba al rey Morden, y la resistencia no iba a pelear contra sus hermanos, lo hubiera hecho contra los soldados pero no contra sus hermanos.

 

Y ahí está la diferencia entre la gente que cambia porque es hipócrita, entre la gente que cambia como si fuera una moneda de dos caras que te muestra una y al día siguiente tú le sacas el velo que esconde el rostro y te das cuenta de que la persona siempre fingió, fingió ser buena y resultó ser traicionera, perversa, mentirosa, insegura. Y seguramente ese tipo de personas a su vez van a ser engañadas por otras peores, ¡je, je!, como si fuera una ley del karma, ¿no? Pero estaría mal de parte de uno decir "¡Qué bueno, qué bueno!, ¿me hizo daño a mí?, perfecto, entonces que se lo hagan a la otra persona", entonces uno se pondría al mismo nivel y no debe ser así.

Ahora, con Morden, con este rey que uno tiene que fingir por la fuerza: ¿Estoy siendo un hipócrita, estoy siendo un falso? No, estoy tratando de sobrevivir. Mi instinto de supervivencia me dice que sea cortés, atento, alerta, que evite el halago. Porque el rey tampoco es ningún estúpido, a más de uno que tiempo atrás lo halagaba le hizo cortar la lengua. Al rey no le gustan los serviles. El ministro religioso, Adolas, cuyo rostro es filoso como una navaja no lo adula, jamás lo adula, le da consejos, le da orientaciones y le aclara -porque no es ningún tonto-: "No busco el poder mi rey, mi poder está en encontrar a Dios y sacrifico lo que sea en aquellos infieles que no creen". Y Morden se daba cuenta que con Adolas no corría riesgo de que le quiten el reinado.

 

Una vez recorriendo la feria feudal hablé con una joven. La joven se ve que le inspiré confianza y me dijo que Adolas con una guardia -nunca me vio a mí-, así que llevó soldados a mis espaldas siendo yo el jefe de la guardia y secuestró a jóvenes que supuestamente tenían un pequeño lunar en el cuello o debajo del mentón, no lo tengo muy en claro eso, y esta mujer, Josela, creo que se llamaba, tenía una hipótesis de que aparentemente el padre del rey tuvo algún amorío y tuvo una hija supuestamente con esa señal del lunar. Y para que nadie ponga en riesgo su reinado se supone que mandó ejecutar como mínimo a veinte jóvenes que tenían ese tipo de señales, un lunar en el cuello o debajo del mentón, y todas de la misma edad, de entre dieciocho y veintidós años.

Y ahí me di cuenta de que la bondad del rey era mentira, el rey lo que hacía era protegerse no con muros altos, con vigías en las torres, no; directamente comprando a la masa, a la muchedumbre, a aquellos que no piensan, a aquellos que son dirigidos. A aquellos donde uno sobresale le cortan la cabeza.

 

Pero qué ironía ¿no?, una muchedumbre defendiendo lo social cuando el palacio estaba infectado de nobles. En el buen sentido, infectado, porque debo reconocer yo amaba a la noble Daria.

Y cómo se dan las cosas que el rey me manda llamar. Voy intrigado porque era urgente. Me acerco y al lado de él estaba de un lado el religioso Adolas, con ese filo de navaja en su rostro, y del otro lado Dorian, el mercenario, que era medio hermano de mi amada Daria.

-Necesito algo de vosotros.

-Ordene mi rey -exclamé.

-¿Qué tal eres para camuflarte entre la gente?

-¿Mi rey?...

-¿Acaso no me has entendido?

-Sí mi rey. Puedo con otra vestimenta pasar desapercibido, me dejo crecer la barba...

-No tendrás tiempo de eso, necesito que salgas hoy. Te tiznaran la cara con hollín, con carbón, con lo que fuera. Dejarás de rasurarte y te pondrás ropa vieja, cuanto más vieja mejor.

-¿Qué debo hacer, mi rey?

-Irás con Dorian. Él no precisa camuflarse, él es mercenario, se puede filtrar entre la gente. De todas maneras cambiará también su forma de vestir.

-Mi rey, con respeto. Tú dices de parecer andrajosos.

-Andrajosos, sucios, sí. Y salir de la periferia. Ha llegado a mí que la resistencia se está armando y atacarán aún teniendo a sus pobres hermanos ¡que tan bien los trato, la prosperidad que tienen!, y van a ser atacados por esa mugre de gente.

-Mi rey, averiguaremos todo.

-No esperaba menos. Ven. Tú también. -Estaba pálido.

 

El mercenario Dorian vino conmigo.

-¿Qué opinas de todo esto? -Lo miré.

-Dime primero tú, qué opinas.

-¡Ja, ja, ja! -Dorian lanzó una carcajada-. Nos conocemos, Robert, sé como piensas. -Respiré hondo.

-Estoy desconcertado. No sé qué espera de nosotros Morden, y honestamente no creo que la resistencia vaya a atacar; que granjeros de afuera ataquen a granjeros de la periferia. No lo creo. No creo que permitan correr sangre entre hermanos.

-¿Entonces?

-Entonces alguien de la corte le habrá dicho algo de nosotros.

Dorian me preguntó:

-¿Qué sabe de ti, qué tiene en contra tuyo?

-Nada -negué.

-¿Nada?

-De verdad. Tú sabes que amo a Daria, tal vez sea eso.

-¡Pero eso no es traición! Amas a una noble, eres capitán jefe de guardia, pero no eres noble. Vaya a saber los planes que tiene el rey para mi hermanastra.

-¿Y por eso me va a tender una trampa? Tranquilamente me puede acusar de traición, como al capitán de la guardia anterior, inventando cualquier calumnia.

-Es que el rey es distinto ahora, es amado por su pueblo y verían mal que haga ejecutar a alguien a quien conocen en todo el feudo. Tú eres un personaje querido.

-Está bien, supongamos que sea así. ¿Y de ti, qué tiene?

El mercenario Dorian dudó y dijo:

-Supuestamente nada. Supuestamente nada, pero tiempo atrás recibí la orden de matar al noble Mosquet y lo dejé ir junto a su hija Romina. Y debe haber alguien que escapó a nuestra vista y yo me considero muy atento a todo. Y quizás el hecho de ser hermanastro de Daria tampoco estaría bien que me haga ejecutar.

Le dije:

-Con respecto a mí es posible que le moleste que yo quiera cortejar a tu hermanastra. Pero con respecto a ti, si tú has hecho las cosas bien nadie sabe lo que has hecho.

-No, no es tan así. Hay soldados que recorren el reino y más allá, y pueden haber visto al noble Mosquet y le vinieron con las novedades que Mosquet no estaba muerto. Y mi traición está a la vista.

-¿Y qué nos queda en el caso de que fuera cierto?

-Iremos bien armados. No hace falta que nos pongamos ropa toda mugrosa, toda arruinada, llevamos nuestra ropa buena en alforjas, cogemos dos buenos caballos, vamos bien armados. Aunque nos tiznemos la cara y el cuerpo con suciedad, con carbón, pero estemos atentos. ¿Qué tal eres con la espada?

-Bastante bueno -le dije-. ¿Y tú?

-Obviamente mejor que tú. ¡Ja, ja, ja! -Sonrió el mercenario Dorian.

 

Y partimos. Con dudas, con muchas dudas.

Anduvimos una noche, prácticamente no dormimos. A la mañana siguiente vimos una cueva, una cueva bastante grande. Entramos los caballos y comimos algo, bebimos y descansamos.

Antes de mediodía partimos. Teníamos el oído presto, no escuchábamos el galope de otros caballos. Quizá no había ninguna trampa, quizás era cierto que nos mandaba a investigar. Y se lo dije al mercenario Dorian.

Y me dijo:

-No, no, no; las cosas fáciles no me las creo. Yo soy como su mano derecha, los encargos más peligrosos me los manda hacer, y tú eres el jefe de la guardia. Tiene decenas de personas que pueden ir a espiar a su capitán y a su mercenario. No, no, no. Piensa bien, Robert.

 

Y sí, era cierto, Dorian tenía razón. El segundo día que mirábamos por los alrededores no había nadie de la resistencia y ahí sí escuchamos el casco de varios caballos, de numerosos caballos.

 

Estábamos en unas rocas altas.

-Préstame el catalejo. -Miré, podía ver a bastante distancia y había unos veinte, veinticinco hombres no vestidos como soldados pero tipo mercenarios.

-Mira. ¿Conoces a alguno?

Dorian dijo:

-Sí, algunos me han servido a mí.

-Entonces vienen a matarnos.

¿Y qué hacemos?

-Seré muy bueno, pero contra veinte, tú y yo no podemos. Huyamos entre las rocas, del otro lado hay un rio poco profundo, marcharemos por el lecho del rio para no dejar huellas. El río hace un recodo hacía el oeste. Mediodía más adelante hay un bosque, nos internamos en el bosque ya casi llegando la noche y no nos van a encontrar.

-¿Pero te das cuenta, te das cuenta Dorian de que no podemos volver al palacio, no puedo ver más a Daria? No... no me parece justo.

-Entiendo lo que dices. Quizá mi castigo era necesario para Morden porque si dejé con vida al noble Mosquet lo traicioné, pero salvo que me hayas mentido, Robert, tú nunca lo has traicionado.

-No, de verdad que no, pero quizá no le gusten aquellos que apunten alto. Imagínate un capitán de su guardia casado con una noble, el poder que tendría.

-¿Amas el poder?

-No, por supuesto que no, pero explícaselo a un necio.

 

Y huimos y escapamos y perdimos de vista a esos mercenarios que iban a acabar con nuestra vida. ¿Qué de noche les podíamos haberles tendido una trampa y haber acabado con ellos de a poco? En la vida real no pasa eso. En la vida real no pasa eso, éramos dos y por más buenos que fuéramos hubieran acaba con nosotros.

-¿Qué nos queda?

-Robert... Me extraña, ¡es sencillo!

-Está bien, dímelo, no quiero adivinar.

-Quizá no estás alerta, Robert, porque estás pensando en mi hermanastra.

-Ok. Dímelo.

-Iremos con la resistencia.

-¿Y nos van a creer?

-Iremos con la verdad. Somos dos, les diremos todo tal cual es.

-Estamos escapándonos de la boca del lobo, espero no meternos en la boca del dragón.

 

Descansamos y al amanecer partimos rumbo al noroeste atravesando el bosque en busca de la resistencia. ¿Qué nos depararía el destino? Honestamente, no lo sabíamos ninguno de los dos.

 

 

 


Sesión del 06/08/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

Sabía que los buscaban para acabar con ellos, el rey trataba de que desaparecieran. Pero se encontraron con el ejército que pretendía acabar con el rey. Planeaban cómo.

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Entidad: Era la segunda noche que estábamos acampando. Quien hace poco era casi un desconocido ahora era mi compañero, el mercenario Dorian. Simpático, irónico, bromista, y a veces con mal genio. Quizá yo era más fácil de descubrir, era más abierto... A ver, reservado, pero me podían leer, era transparente. Dorian era más cambiante, quizá por su vida siendo mercenario, teniendo que adoptar distintos roles se le hizo fácil ser una persona, ser otra. Era amable cuando debía serlo y era implacable cuando, ¡je!, debía serlo también.

 

Yo era bueno con la espada pero sabía que Dorian era un experto, porque se crió con gente a la que no le podías dar la espalda porque te clavaba un puñal y quizá habían tomado esa tarde una bebida contigo. Se crió en un ambiente donde no sabías en quien confiar.

Él se reía y me decía:

-Robert, tú no eres ningún inocente, tú sabes que mataron al capitán anterior. ¿O por qué te piensas que estamos yendo en una encomienda?, porque se quieren deshacer de nosotros. El rey Morden, porque se habrá dado cuenta de que no obedecí sus órdenes dejando escapar al noble Mosquet y a su hija Romina, que para mí es la belleza pura. Y seguro que tú piensas lo mismo de mi hermanastra, la noble Daria.

 

Por la noche cambiábamos los turnos de vigilancia, habíamos avistado cerca de veinte hombres que seguramente buscaban nuestra muerte.

¿Por qué el rey Morden no nos mató en palacio? Porque fingía ser bueno y la gente me conocía, hubiera quedado mal que hubiera ajusticiado al bueno del capitán Robert. Y lo mismo a su mano derecha, el mercenario Dorian. Entonces buscó la excusa de mandarnos en una misión para ver a los rebeldes.

Por la mañana montamos nuestros caballos y seguimos viaje. Escuchábamos galopes de caballos y nos metimos en el bosque, pero era un bosque pequeño. En un claro nos rodearon y Dorian ya me había dicho "Podemos ser muy buenos con la espada pero no contra veinte. Moriremos matando". Nos dimos la mano y sacamos a relucir nuestras espadas.

En ese momento se escuchó gritos detrás nuestro, los asesinos que nos iban a matar se sorprendieron. Aparecieron decenas y decenas de granjeros, algunos armados, otros con horquillas, otros con azadas. Y vimos a un hombre bastante alto y corpulento.

-Quedaos a un costado. -En menos de cinco minutos acabaron con los asesinos.

Me acerqué al hombre y le dije:

-Gracias por salvarnos la vida.

El hombre dijo:

-No me des las gracias. Te veo la ropa sucia, la cara con hollín pero tu porte es de militar, seguramente eres de la guardia de Morden.

-No te equivocas. Pero espera, no prejuzgues.

-Tengo tiempo. Contadme. -Se fue acercando más gente, eran más de doscientos. Adivinándome el pensamiento me miró y me dijo-: Esto que ves aquí es sólo un cinco por ciento, somos más de cuatro mil. Más. A propósito mi nombre es Trement.

-Soy el capit..., bueno, ya no capitán. Soy Robert. Él es Dorian, mercenario, también trabajaba para el rey Morden.

 

Le contamos todo, porque la verdad, es la única manera de no desdecirnos en otra oportunidad. El hombre sonrió. Se acercó otro, su compañero.

-Este es Horacio, mi compañero de andanzas. -Nos estrechamos la mano.

Horacio me miró con rencor.

-Yo estuve en vuestros calabozos, en vuestras mazmorras.

Le dije:

-Lo siento, yo no era capitán en ese entonces, simplemente estaba en la guardia y cumplía órdenes, pero me fui dando cuenta quien era Morden. Y aprovecho para deciros qué es lo que está pasando.

 

Le contamos que subsidiaba a todos los granjeros que rodeaban el castillo-fortaleza, que a los mineros les daba más sueldo y mejor de comer. O sea, toda la comarca cercana lo tenía a Morden como un rey magnánimo. Pero sabíamos cual era el truco; la resistencia jamás iba a atacar a sus hermanos, los otros granjeros, convencidos de que era el mejor rey que habían tenido.

 

Nos quedamos conversando con Trement y Horacio.

Horacio le dijo a Trement:

-Mira, yo entiendo que los tienen engañados, pero Trement ha matado a mi gente. ¿Trement? ¡Morden ha matado a mi gente!

Lo miré a Horacio. Le digo:

-Pero tú primero dijiste "Trement ha matado a mi gente".

-Disculpa, hemos tomado un poco de hidromiel, estoy un poco bebido. -Lo miré y tenía los ojos como enrojecidos Horacio.

Le dije a Trement:

-¿Qué pasó?

-Nada, a veces es como que nos invaden los recuerdos. Y bueno, Horacio pasó por mucho, varias veces pensó que moría. Incluso cuando nos escapamos nos atraparon y un desconocido nos ayudó. Ha pasado por mucho. Y quizá soy más templado que mi compañero. -Horacio estaba con la cabeza gacha, compungido.

Lo miré y le dije:

-Pero ahora... ahora eres libre.

-No me basta con eso, no me basta para nada con eso, Robert. Murió mi gente a manos de Morden y quiero vengarme. -Vimos que le cogió un pequeño vahído y lo sujetó Trement, y lo recostó contra un tronco.

Dorian bromista, irónico, dijo:

-Pero este hombre se ha bebido todo... ¡Qué nos ha dejado a nosotros! -Trement lo miró con ojos risueños.

Y le dijo:

-¿Qué tal eres con la espada?

Dorian lo midió y le dijo:

-Soy bueno... ¿Por qué lo preguntas, pretendes medirme?

-No, no; yo mi espada la saco para matar a mis enemigos, y por lo que veo vosotros nos debéis vuestra vida.

-Así es -dijo Dorian-, les debemos la vida, y la única manera de pagarlo es aliarnos.

-¿Eres confiable? -dijo Trement-. Espero que no te moleste que sea directo.

-Para nada -dijo Dorian-, me gusta la gente directa. Yo soy directo, jamás traicionaría a quien me salvó la vida. Es más; jamás traicionaría a un compañero aunque no me haya salvado la vida.

 

Le dimos detalles de que el rey Morden lo había mandado a matar a un noble y que él no le hizo caso, lo dejó huir junto con su hija, y a su vez que yo quería a la hermanastra de Dorian, que era noble. Por eso ambos éramos proscritos en este momento.

-Bien, uníos a nuestras filas,

Pregunté:

-¿Y qué pasará de ahora en más? Entiendo que Horacio quiere vengarse, entiendo que está muy vulnerable, entiendo que han matado a su gente pero no es el único que ha sufrido.

-¿Pero qué vais a hacer? Mejor dicho, ¿qué vamos a hacer? Ahora estamos todos juntos, ¿vamos a vengarnos del rey arrasando a los aldeanos que son inocentes, que creen la mentira del rey?

Saltó otro y dijo:

-Si son tontos que lo paguen.

-No, no, no es la manera. Lo ideal sería..., propongo, ¿no? -exclamé-, acercarnos a las aldeas más próximas a las que sabemos que apoyan a Morden y decirles la verdad, qué es lo que está pasando, que los están comprando con subsidios, con comodidad.

Dorian interrumpió y me dijo:

-Supón que nos crean, el argumento va a ser "Quizá tengan razón, quizá Morden sea cruel, despótico, pero por conveniencia para evitar que la resistencia ataque nos mantienen como con lujos. ¿Por qué habríamos de unirnos a la resistencia?". Esa va a ser la respuesta.

Otro saltó y dijo:

-Entonces nos quedamos sin hacer nada...

Un hombre grande, muy mayor, habló y dijo:

-Yo estoy convencido, por rumores, de que el rey tuvo dos hijas. El padre de Morden con otra mujer.

Lo miré al anciano y dije:

-Adolas, un religioso que lo apoya, se ha llevado de la feria feudal muchísimas mujeres jóvenes con un lunar característico y han desaparecido, seguro las ha matado. Aparentemente lo que dices tú, anciano, es cierto. Entonces hay dos herederas, y eso podría sernos útil. Pero cómo las encontramos?, ¿qué sabemos quiénes son? Ahí nos daríamos cuenta de que el rey tiene más hijos, el finado rey.

-De todos modos -dijo Trement-, deben ser bastante más jóvenes que Morden. ¿Por qué matarlas?, no le van a quitar la corona. Además, según la costumbre de Aerandor, aunque sean gemelos, varón y mujer, el varón tiene preponderancia para ser rey.

Intervine y dije:

-Pero claro, el hecho de que hagan "desaparecer" a todas las jóvenes con un lunar es que algo debe sospechar. Y uno se mete en la mente de este enfermo y sabiendo que tiene dos hermanas siempre va a sentir como un... que van a querer apoderarse de su trono envenenándolo o algo.

-Esto cambia la cosa -dijo Trement-. Hay que ir por todos los poblados. Tú, anciano, ¿qué más puedes decirnos?

-Hay un poblado que se llama Almera y hubo rumores de que hay una heredera, una princesa.

-Bien. Cambiaremos rumbo, iremos a Almera.

Dorian lo interrumpió y le dijo:

-¿Horacio dejó hidromiel? -Trement largó una carcajada.

-Sí, espero que no te caigas como él.

-¡No, jo, jo, jo!, soy de tomar bastante, pero en los momentos en que se aproxima una batalla o bien investigar una situación suelo estar siempre sobrio, es la mejor manera de conservar la vida.

-Cenamos. ¿Lo despiertas a Horacio? -pregunté.

-No -dijo Trement-, lo dejo dormir hasta mañana, hoy era uno de esos días en que recordaba la mazmorra, que mataron a gente de su raza, los morenos. Los castigos sufridos, las privaciones.

Le pregunté:

-¿Y tú no has pasado por nada?

-Yo... ¡Je!, yo he perdido a mi maestro. He perdido un ser querido, una persona que me enseñó casi todo. Se llamaba Natán, un guerrero del norte que manejaba la espada, arco y flechas, el hacha de dos filos. Mira que yo soy alto, él era un poco más alto que yo, rapado, con espesa barba. Me enseñó a cazar, a pescar, a combatir con y sin armas.

-¿Y qué pasó?

-Es una historia larga, en otro momento la contaré. -Comimos y luego descansamos.

 

Cómo cambia la vida, de estar en palacio en una cama caliente a durmiendo en un tronco, aliado con los rebeldes. Pero no íbamos a atacar el castillo, íbamos a Almera, a ver si encontrábamos a alguna de las dos princesas, supuestamente hijas del padre del rey Morden.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 14/08/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

Con otros, iba hacia un pueblo donde podía haber unas princesas no registradas. El pueblo estaba bien guarnecido a costa de la población, para poder enfrentarse a posibles guerreros. Habiendo sido capitán del ejército del rey quizá podría quedarse.

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Entidad: Cómo había cambiado mi vida de un momento para otro. Me sentía cómodo en el puesto de teniente y por una situación ajena me ascendieron a capitán. Y ahora era un prófugo, junto al mercenario Dorian.

 

Pasaron tantas cosas... Estuvimos al borde de la muerte, nos rodearon veinte mercenarios enviados por Morden, y la gente de Trement que comandaba a los rebeldes nos salvaron la vida. Luego un anciano comentó que existía la posibilidad de que en el poblado Almera existieran dos jóvenes, hijas no reconocidas del padre de Morden, princesas.

 

Y hacia allí fuimos. El poblado era hermoso en realidad, casas de piedra bien construidas. Había una pequeña guarnición de soldados, pero no respondían a ningún reinado, simplemente eran mantenidos por los mismos comerciantes del poblado como protección, y los comandaba Bruno, quien nos había recibido tan cordialmente.

En determinado momento le pregunté a Bruno:

-Sé que te conozco.

Bruno me miró y me dice:

-Tú eras el teniente Robert.

-Sí, ahora me acuerdo de ti, tú eras uno de los soldados de Morden. ¿Y qué pasó?

-Me marché a la menor oportunidad, descubrí que el rey Morden era un tirano. Por supuesto que me enteré después la estrategia que hizo con los soldados de la periferia, pero era simplemente para preservarse a sí mismo. ¿Y tú?

-Me ascendieron a capitán luego de que matara vilmente al capitán Rodolfo, pero luego tuve que huir con mi compañero, el mercenario Dorian. El rey Morden no es leal a nadie, creo que ni siquiera a sí mismo. -Nos estrechamos la mano con Bruno y él me dijo:

-Tienes un rango, puedes comandar conmigo la tropa para proteger a Almera.

-Tendría que hablar con los demás soldados, soy nuevo para vosotros.

-Prácticamente toda la guarnición es nueva, los mismo comerciantes nos mantienen como protección del poblado. Nos conformamos con lo mínimo. Muchos han formado familia. ¿Y tú?

-Yo, en realidad, me acerqué a Almera porque muchas veces me había cruzado con una joven aldeana llamada Michelle, que vive aquí, y verdaderamente estoy enamorado de ella.

-¿Y ella de ti?

-Entiendo que también, pero es una joven difícil.

-¿En qué sentido? -le pregunté.

-Ella decía que era una aldeana y que yo un soldado, y que tenía que apuntar más alto.

-Tradúceme esa frase.

-Claro, que me tendría que fijar en alguien más importante, una noble. Y le expliqué una y mil veces que el amor no tiene que ver con la clase social y que la importancia está dentro de la persona, no fuera de la persona, ni en títulos de nobleza, ni en vestimenta, ni en nada. Puedes usar las mejores botas o andar descalza en el barro, que eso no te da estatus.

-¿Y lo entendió?

-Por un momento sí. Y luego me dice "Has dejado tu puesto en lo del rey Morden y ahora estás aquí también como soldado, se ve que te gusta el uniforme". Le propuse que el día de mañana pondría un comercio, pero no tengo tanto dinero juntado, si bien cobraba un buen sueldo no era tanto tampoco.

-Acuerdo contigo -le dije-, incluso como capitán ganaba más, pero tenía gastos diarios. Nos mandaron en una misión pero yo ya tenía ese olfato de que algo raro pasaba y cargué en mis alforjas todo mi dinero, y no me equivoqué, si no fuera por Trement y los aldeanos nos hubieran liquidado.

Bruno me propuso:

-Tengo confianza. No te voy a decir capitán, te digo Robert. Aparte, ya no perteneces más al palacio Hesperia, así que...

-Los títulos no me interesan puedo ser un soldado común -expliqué-. Y sí, me gustaría quedarme.

-¿Y tus compañeros?

-La mayoría de los granjeros seguramente van a quedarse aquí, en Almera, algunos no tienen dinero pero hay tierra suficiente para cosechar e instalarse. Y en mi caso me gustaba una joven, pero evidentemente, evidentemente no... no se concretó.

 

Pero cómo son las cosas, pude asearme, cambiarme de ropa. Bruno, muy compañero, me ofreció un uniforme, botas nuevas. Y estaba otra vez vestido como soldado. El mercenario Dorian se burlaba.

-¡Ay, Robert! Se ve que te gusta la milicia. -Me encogí de hombros.

-En lo que pueda ser útil, bienvenido sea.

 

Fuimos a tomar algo en la posada, nos atendió una joven llamada Delicia, que me miraba con ojos interesantes. Por un momento me aparté, fui a mostrador y le dije:

-Me pareció conocerte.

-No, si nos hubiéramos conocido antes no me hubiera olvidado de ti. -Me quedé frío, me quedé duro, como congelado. Fue muy directa, pero uno tiene que evacuar las dudas.

-Dices que si me hubieras conocido no te hubieras olvidado... ¿Por qué?

Y Delicia dijo:

-Porque eres muy interesante, tienes mucho carisma.

-Vaya. Bueno, retribuyo tus palabras diciéndote que eres muy atractiva y muy bonita.

-¿Acaso me estás pidiendo una cita? -dijo Delicia.

Uno tiene que decidir en décimas de segundos. Jamás se me había cruzado por la cabeza eso, pero inmediatamente le dije:

-Esa era mi intención, pero no quiero que lo tomes como una ofensa.

-Para nada. Esta noche invítame a comer, mis compañeras serán las posaderas y yo seré una comensal.

-Así será. -Y quedamos en cenar a la noche en la posada. Bruno me miraba a lo lejos y hizo un gesto de aceptación, como diciendo que Delicia era una buena joven.

 

Lo miré a Trement, corpulento, musculoso, pero sus facciones estaban como cambiadas, sonriente, con mirada algo tonta. Y observé por qué, estaba hablando con una joven de cabello rubio, delgada, ojos claros.

Le pregunté a Bruno:

-¿Quién es la joven?

-Se llama Corita, también aldeana. Se crió junto con la mujer que amo, con Michelle, pero es más... más chispa, más audaz.

-No entiendo -le pregunté a Bruno-, ¿en qué sentido?

-Aprendió el arte de la espada, aprendió a disparar con arco y flecha. Es más inquieta, monta a caballo, ha cruzado espada con varones y los ha vencido.

-¿Pero de qué vive ahora?

-Trabaja en la parte feudal, en la feria.

-¿Pero aquí tenéis un feudo?

-No, no, es una manera de decir, es una costumbre. Me quedó la costumbre de cuando trabajaba en Hesperia, entonces veo una feria y ya le llamo feria feudal. Pero no. Por suerte somos independientes de todo reinado, no tenemos ninguna protección de ningún feudo.

-Bien, bien. ¿Pero de verdad es necesario que haya una guarnición?

-Es necesario -respondió Bruno-; asaltan muchas aldeas, y si bien Almera es un poblado grande puede ser saqueado. Los comerciantes prefieren juntar entre todos un sueldo mensual y les va a salir mucho más barato que ser saqueados, y quizá muertas sus mujeres o violadas sus hijas. ¿Entonces estás con nosotros?

Le respondí:

-Está bien, pero no me interesa estar a cargo contigo, quiero ser uno más, servir, ser útil.

-Los soldados no lo aceptaran -dijo Bruno-. Ya saben todos que eras capitán del rey Morden y te obedecerán. Incluso yo, que cuando tú eras teniente yo estaba bajo tu mando, aunque tú no te acordabas de mí. Prefiero que tú estés a cargo.

-No, no me des esa responsabilidad, compartamos el mando por igual, si tú lo quieres. -Nos caímos bien el uno al otro, había una confianza extrema.

Bruno me palmeó la espalda y dijo:

-Vamos, Robert, prepárate, que esta noche tienes una cena con una joven deliciosa.

Se acercó otra joven de cabello oscuro, mirada serena, muy bella, muy segura de sí misma. Y se acercó a Bruno:

-¿Me presentas al nuevo soldado?

-Sí. El capitán Robert. -Me miró, me tendió la mano. Se la estreché con fuerza.

-Me llamo Michelle.

-Vaya, bien por ti.

-No entiendo -dijo la joven.

-Mi compañero, Bruno..., su corazón le pertenece a tu ser.

Ella sonrió y dijo:

-De a poco de a poco me está convenciendo de que es genuino, pero lo he hecho trabajar mucho.

-¿Trabajar?

-En que demuestre su lealtad, en que muestre que una aldeana, una noble, una princesa tiene la misma importancia de su crecimiento interior.

-Lo comparto plenamente -dije-, los títulos son relativos. Yo era capitán, fui prófugo y ahora, gracias a Bruno, estoy otra vez en otra tropa para proteger este poblado.

-¿Y tus compañeros? -preguntó Michelle.

-Dorian, que es con el que me escapé, va a volver con Trement y con su amigo Horacio para tratar de secuestrar al rey e impartir justicia.

-¿Trement es aquel grandote que está allí? -preguntó Michelle.

-Sí.

-Vaya, está hablando con Corita, mi amiga, casi mi hermana. Nos criamos juntas. Ambas somos huérfanas y tenemos una por la otra un amor incondicional. Se corrió el rumor que vas a cenar con Delicia.

-Así es.

-Mira, soy franca y directa, a muchos no les gusta, la queremos mucho. Si la tratas mal o tratas de hacer algo indebido con ella te las veras conmigo y con Corita.

Le respondí:

-Sé que Bruno apenas me conoce porque en el palacio Hesperia no tratábamos casi, pero te puedo garantizar de que por mi forma de ser nunca tuve tiempo de esparcimientos vulgares y ni me interesa. Si verdaderamente ceno con Delicia es porque me interesa su compañía, en el mejor de los sentidos. -Me tendió la mano de vuelta.

-Bien, bien. -Lo miró a Bruno-. Y tú también me invitarás a cenar.

Bruno preguntó:

-¿Pero tú dices de ir de cuatro?

-No, no. Robert recién se conoce con Delicia, déjalos hablar tranquilos, hay otros lugares donde ir a comer. -Lo vi a Bruno sonrojado y preguntó:

-¿Me estás dando la oportunidad de cortejarte, por fin?

-Te estoy dando la oportunidad de que podamos hablar más profundamente, conocer más cosas de ti.

-Y yo de ti -dijo Bruno.

-¡De mí! ¡Je, je! Soy un libro abierto. -Los saludé y me aparté de ellos.

 

Al día siguiente, Trement, Horacio y Dorian partirían otra vez para Hesperia, se meterían por alguno de los pasadizos para llegar a la alcoba real del rey Morden y secuestrarlo, una tarea peligrosísima, y luego impartir justicia. Lo esperaría la horca o una flecha en el corazón.

Pero por otro lado me sentía con tantas contradicciones... ¿Y si el rey hubiera cambiado en serio y si su bondad era inherente y había aflorado ahora?,  porque los aldeanos de la periferia lo aclamaban, adelante mío lo aclamaron. Pero el resto pensaba que estaba fingiendo, que había comprado con subsidios a los aldeanos de la periferia para que los demás, los rebeldes, no ataquen.

Además, más de una vez había tratado con Adolas y sabía que era perverso, había hecho desaparecer a varias niñas de la feria feudal que tenían pequeños lunares, porque contaron que las niñas, las hijas no reconocidas del padre de Morden, habían nacido con lunares.

 

Por la tarde me crucé de vuelta con Bruno, y cuando le comenté ese detalle me dijo:

-Tómalo con precaución. Pero fíjate que tanto mí amada Michelle como Corita tienen lunares, ambas se han criado de pequeñas huérfanas. Mira, Robert, si ellas llegan a ser las princesas...

Le dije:

-Pero a mí no me parecen hermanas, Corita es rubia de ojos celestes, Michelle es de cabello negro, ojos marrones.

-No tiene nada que ver, hay hermanas que nacen una parecida al padre o al abuelo y otra parecida a la madre o a la abuela. Eso no es determinante.

-De todas maneras, Bruno -exclamé-, no hay manera de comprobar.

-No lo sé. Hay un señor grande, un tal Adesio, es un hombre sabio que conoce de todo, habría que preguntarle.

 

Se acercó Morden, la última vez que lo vi, me dijo: "Confío en ti", antes de que yo me marchara. ¡Qué falso, qué hipócrita! Con gusto yo mismo lo mataría pero después tendría que luchar contra mi conciencia. ¿Y qué? ¿Si lo mataran otros mi conciencia estaría en paz porque no fui yo el ejecutor?, ¿eso no es ser cínico?

Seguía teniendo luchas internas, mis roles del ego trataban de justificar todo.

Por la tarde hablé con Morden, antes de irme, y le dije: "Mi rey, soy leal, estoy para servirle". Y hoy, en este momento, pienso que la lealtad termina cuando el otro te traiciona.

 

Trement interrumpió mis pensamientos:

-¿Estás meditando?

-No, estaba pensando en el tirano Morden. ¿Y tú?

-Tengo una buena noticia, invité a cenar a la joven...

-¿A esa joven llamada Corita? ¡Oh, jo, jo!

-No entiendo tu risa, Robert.

-Yo invité a la posadera Delicia. Nuestro anfitrión, Bruno, a Michelle. Y tú a Corita. Pero el consejo de Bruno es cierto, mejor dicho, de Michelle: cada uno cenará por separado, cada pareja, para lograr esa intimidad y poder hablar y saber cada uno del otro.

Trement dijo:

-Os envidio.

-No entiendo.

-Bruno y tú os quedaréis, en cambio yo con Dorian y Horacio tenemos una misión. Corita tendrá que esperar. ¿Esperará?

-¿Cuál es el problema? Te deseo la mejor de las suertes para mañana.

Nos abrazamos con Trement y me dijo:

-Voy a higienizarme, quiero estar bien presentable para esta noche.

-¡Ja, ja, ja! ¡Ah!, hasta el guerrero Trement, que no cae en las fauces del lobo más grande, pero sí en la mirada de una mujer.

Me miró e hizo una pregunta inteligente:

-¿Y quién no? -Y se alejó.

 

Gracias por escucharme.