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Psicoauditación - Víctor T.

Grupo Elron
Sección Psicointegración y Psicoauditación - Índice de la sección - Explicación y guía de lectura de la sección

Si bien la Psicoauditación es la técnica más idónea para erradicar los engramas conceptuales del Thetán o Yo Superior de la persona, la mayoría de las veces se psicoaudita a thetanes que habitan en planos del Error y sus palabras pueden no ser amigables y/o oportunas para ser tomadas como Mensajes de orientación, algo que sí se da cuando se canaliza a Espíritus de Luz o Espíritus Maestros.
El hecho de publicar estas Psicoauditaciones (con autorización expresa de los consultantes) es simplemente para que todos puedan tener acceso a las mismas y constatar los condicionamientos que producen los implantes engrámicos.
Gracias a Dios, esos implantes son desactivados totalmente con dicha técnica.


Atte: prof. Jorge Olguín.

 

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Sesión 17/10/2020 Aerandor, Robert

Sesión 23/12/2020 Aerandor, Robert

Sesión 20/07/2021 Gaela, Néstor

Sesión 03/01/2022 Gaela, Néstor

Sesión 11/07/2022 Gaela, Néstor


Sesión del 17/10/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

Eran momentos de relajamiento, de compañía, una tregua en la búsqueda de que hubiera alguna hija del rey, al que por otra parte también trataban de encontrar.

Sesión en MP3 (3.263 KB)

 

Entidad: Me sentía muy cómodo en el poblado Almera, y había encontrado más que un compañero, un amigo, como era Bruno. En Almera éramos iguales, él no era un subordinado ni yo un capitán, ya no estábamos en Esperia bajo las órdenes de Morden. Y nos sentíamos bien.

 

La última noche que habían estado Trement, Horacio y Dorian la pasamos muy bien, yo sé que Dorian no se había olvidado de Romina, la hija del noble Mosquet, y yo seguía pensando en Daria, ¿pero de qué me servía, de qué me servía? Bruno por fin había conseguido que Michelle la corteje...

 

Y bueno, yo comencé a salir con Delicia me sentía pleno, una buena chica. Y le era, ¡ah! ¿cómo explicarlo?, le era fiel. De hecho ni siquiera miraba a otras chicas de Almera porque no me interesaban. ¿Pero por qué digo fiel de hecho?, porque no lo era de pensamiento. De pensamiento me recordaba las pequeñas conversaciones con la noble Daria, la hermanastra de Dorian.

Y me sentía mal, sentía como que la estaba engañando. Y digo "¿Pero cómo puedo ser tan tonto?". Pero claro, Delicia no era una chica que no se daba cuenta de las cosas.

-Robert, a veces te veo pensativo, a veces te veo como en tu mente en otro lado -Y le dije:

-Mira, el tema es así. Creo que soy una persona afortunada por haberte conocido, porque me permitas salir contigo.

-Mírame a los ojos -me dijo. La miré-. ¿Amas a otra? -¡Ah, qué difícil!

Le dije la verdad:

-No, no; para amar tienes que conocer a la persona. A ti te estoy conociendo y te estoy comenzando a amar. Pero en el castillo Esperia había una noble, que es la hermanastra de Dorian, se llama Daria, y tenía como un afecto por ella, se estaba engendrando en mí un sentimiento.

Delicia me dijo:

-¿Pero se trataron mucho?

-No, honestamente no; por eso te digo no... no estoy diciendo que la amaba, no, había como un afecto, y a veces es como que pienso en ella y me pongo muy mal.

-¿Porque la extrañas, Robert?

-No, no, me pongo mal por ti, porque yo tengo una manera de ser que me gusta tratar a la persona como quisiera que la persona me trate a mí. Evito mentir, evito ocultar cosas y me molesta cuando lo hacen conmigo, que me mienten o que me ocultan cosas. Entonces mi malestar es por ti, porque no quiero engañarte.

La joven me miró y me dijo:

-No me estás engañando.

-Sí, el hecho de pensar... A mí no me gustaría que... Supongamos que dentro de un tiempo has salido con alguien que te ha gustado y estás conmigo y me besas y estás pensando en la otra persona.

-¿Cuándo tú me besas piensas en ella?

-No, no, honestamente no. Son momentos, son flashes, pero es como que quiero ser perfecto para ti.

-Supón que... supón que te la cruzaras y ella te diera la oportunidad, ¿me engañarías?

-No, no, jamás haría eso. Quiero que sean fieles conmigo tanto mis amistades como tú, que eres mi pareja. No, no lo haría. No, no lo haría.

-Pero supongamos que te dieras cuenta de que de verdad te gusta más que yo.

-¡Ah! Eso no va a pasar Delicia. Pero si hipotéticamente se diera ese caso lo hablaría de frente contigo y cortaría contigo. Como dicen en el campo, yo no juego a dos puntas. No saldría, supongamos, en Esperia con ella y aquí contigo, no, jamás haría una cosa así. Pero de todas maneras, en el poco tiempo que nos conocemos, me acuerdo todavía la primera noche, me acuerdo cuando... cuando Bruno se abrazó con Michelle, él me contó la historia, que estuvo tanto tiempo atrás y ella le decía: "Tú eres un soldado, ¿cómo te vas a fijar en una campesina?", y no había manera de convencerla. Pero ella tenía razón porque Bruno en ese momento le dijo: "Yo no me hubiera atrevido a hablar así con una noble". Es como que lo engañó su inconsciente porque en ese momento Michelle le dijo: "Claro, y a mí sí me hablas porque no soy noble". Pero le tengo un aprecio tremendo a Bruno, pero reconozco que se equivocó al decirle así.

-¿Y tú qué piensas de que esa chica con la que piensas a veces es noble y yo no?

-Delicia, a mí me da lo mismo, a mí me da lo mismo. ¿Qué es ser noble? Que de repente tus ancestros heredaron o un rey de hace miles y miles y miles de días les dio un título y que sus hijos, nietos, biznietos lo heredaron... ¿Y? Creo que es una tontería. Un rey, un campesino tienen las mismas apetencias. Para mí las personas no las separo porque sean, por ejemplo, como Horacio, oscuro, o como Trement, más blanco, o Morden, un rey y yo un exsoldado; yo separo a las personas por su bondad interior o su maldad interior. Hay personas crueles. Donde yo estaba había un tal Adolas que era tremendamente cruel y le servía a Morden. Morden no desconfiaba de él porque la apetencia de Adolas no era adueñarse del trono, él quería ser el mejor en lo suyo, el mejor como sacerdote. -Iba a seguir hablando y me puso sus dedos en la boca y me besó, y seguí disfrutando.

 

A veces hablaba con Corita y me preguntaba:

-Ya pasaron siete días, los habrán atrapado.

-No, no creo. -Me asombraba la agilidad que tenía Corita para montar y para disparar a un blanco desde arriba de su caballo con la flecha dando bien en la diana.

Y le preguntaba:

-Pero Michelle y tú se han criado juntas, ¿cómo ella no adquirió esa destreza?

-Ella tiene otra manera de pensar distinta, por eso la amo, porque no somos iguales. La amo porque para mí es una hermana, pero hermana de verdad...

 

Se escuchó un griterío a lo lejos, Bruno se acercó.

-Estén todos alertas, vienen unos jinetes. -Tomé el catalejo y miré.

-¡Es Trement, Horacio, Dorian! Y hay otra persona más, una mujer. -Estábamos todos expectantes.

Y se acercaron, todos a la vez, preguntando:

-¿Qué pasó, pudieron matar a Morden? -Todos preguntando a la vez.

Trement dijo:

-¡Parad, parad, parad!

Y habló Dorian:

-No. Entramos por los túneles y salimos a los sótanos del palacio Esperia, y había una joven que es la que trajimos con nosotros -La reconocí en seguida, era Josela, que trabajaba en la feria. Dorian siguió hablando-, la perseguían dos soldados. Inmediatamente acabé con ellos. Y había una cámara con infinidad de joyas y Adolas, que la había visto a Josela, y la iba a matar.

-¿Y qué pasó? -pregunté.

-Acabamos con él. -Bruno y yo nos pusimos pálidos.

-¡Mataron a Adolas!

-Sí.

-¡Vaya! ¿Y después a Morden?

-No, no, no; iban a notar la falta de los soldados, iban a bajar más soldados. No teníamos tiempo de buscar la cámara real. Entonces lo que hicimos fue cargar la mayor cantidad de joyas en las alforjas y las trajimos. Por suerte teníamos una mula, y aquí estamos. No van a descubrir los túneles porque Trement, con su tremenda fuerza, tapó desde los sótanos el túnel de entrada y luego con una piedra enorme tapó también la salida al campo. O sea, salvo nosotros es imposible que otros encuentren la entrada al túnel. Ya habrá otra oportunidad.

 

Josela estaba agotadísima. Me miró a mí y me dijo:

-Tú eres el capitán.

-No, no soy más capitán, ahora soy un exiliado, como todos vosotros. Y estoy con mi compañero Bruno, que también era soldado del rey a cargo de la vigilancia de todo el poblado de Almera. Hasta aquí no van a llegar los soldados del rey.

 

Nos quedamos tranquilos, nos quedamos ya sin la expectativa de saber qué había pasado. Lamento toda muerte pero no puedo ser hipócrita, no me alegré pero tampoco tuve pena de la muerte de Adolas. Creo que era más cruel todavía que el propio rey Morden, bastante más cruel que el propio rey Morden.

 

Me puse contento cuando Trement se acercó a Corita, Corita se le colgó del cuello y le dio un beso interminable. Me sentía contento por Trement porque conocí parte de su vida, todo lo que sufrió cuando mataron a su maestro, el que le enseñó todo.

-¿Y ahora qué?

Dorian me dijo:

-Y ahora nada, Robert. Olvidémonos de Morden, iniciemos una nueva vida aquí. Somos muchos, la mayoría de los granjeros de todas estas regiones saben quién es Morden, no podemos invadirlos porque los granjeros cercanos están comprados con un subsidio y piensan que el rey es un mecenas, una maravilla, es quien les da todo. Los ingenuos no se dan cuenta de que está comprando su lealtad. -Me encogí de hombros.

-Disfrutemos de lo que tenemos.

Me miró.

-Ya te has olvidado de mi hermanastra.

-No, Dorian, pero no me gusta ocultar las cosas. Lo hablé con Delicia y le dije la verdad, a Delicia la estoy empezando a amar genuinamente de corazón. Daria, tenía un sentimiento, pero en realidad la conocía tan poco... -Pero Dorian me dejó pensando.

-Has hablado tantas veces con mi hermanastra, yo apenas he hablado con la hija del noble Mosquet, a quien el rey me mandó matar y no lo hice, hablo de Romina, la vi un par de veces y sin embargo llena mi mente. Y es como tú dices,

 ¿cómo la voy a amar si apenas la conozco?, y sin embargo estoy como obsesionado.

Le respondí:

-La obsesión tiene que ver con apegos, no con un amor verdadero. Espero que la vida nos dé la oportunidad de conocer, de la misma manera que yo estoy conociendo a Delicia, que tú puedas conocer a Romina, así como Bruno está conociendo a Michelle y como Trement está conociendo a Corita.

 

Y pasaron los días y Trement salía a galopar con Corita. Corita se reía porque cuando volvían me decían:

-He vencido a vuestro guerrero, ha llevado arco y flechas y disparo mejor que él. -Y a veces, donde practicaban los soldados, Corita practicaba con la espada con Trement, era digno verlos. Por supuesto Trement trataba de golpear despacio, Corita era fuerte pero frágil a su vez. Y veía sus miradas, unas miradas de amor.

 

Y dejé de pensar en Daria, no tenía sentido. Y aparte no debía porque quizás era demasiado meticuloso conmigo mismo. Si estás con alguien, sólo con pensar en otra persona ya la estás engañando, con la mente. Pero no deja de ser un engaño. Así que mis pensamientos con Daria se desvanecieron y me dediqué de pleno a complacer a Delicia. ¿Qué es complacerla?: Salir con ella, reírme, disfrutar los días, disfrutar el sol, correr en la lluvia, besarnos, amarnos. Aún no hablamos de compromiso, pero como se dice vulgarmente, éramos el uno para el otro. Y me sentía bien sabiendo que mañana sería otro día.

 

Pero mañana no sería otro día más porque había novedades que traían dos personas: una conocida por Trement y otra conocida por Bruno, novedades que darían un vuelco tremendo a toda esta vivencia que estoy relatando.

 

Y ahora sí, gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 23/12/2020

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

En un pueblo había encontrado estabilidad emocional, amorosa. Pero escapando de una revuelta interna de un castillo llegó una noble por la cual había tenido sentimientos muy fuertes. Tenía que decidir, pero no quería quedarse sin nada. Tres amigos le dijeron lo que debía hacer.

Sesión en MP3 (4.043 KB)

 

Entidad: A veces parece que la vida te fuera negando todo, te cerrara puertas, te cortara caminos, te hiciera conocer a gente que no corresponde tus afectos o que directamente se sume en la indiferencia, y de repente es como que esa misma vida da giro de ciento ochenta grados, y no es que de la sequía pases a la abundancia, porque eso lo dejo para los cuentos de niños, pero es como que las cosas empiezan a darse. Y no siempre depende de la voluntad de uno, se dan.

 

Me sentía cómodo habiendo conocido una joven que era simpática, de alguna manera me correspondía. Y estaba a punto de decir que casi era feliz si no fuera por todos los problemas que había todavía con el tema del rey Morden. Pero había logrado en este pequeño poblado, Almera, como una especie de armonía, había logrado eso.

 

Por momentos me sumía en una intranquilidad porque habían salido hace bastante tiempo, incluso hablábamos en el poblado: "Qué raro que Horacio tarde tanto". Había salido con Manela, que era amiga de Delicia, y tardaban en volver.

¿Pero qué sucedió?, casi al anochecer divisamos un pequeño ejército. Nos tranquilizamos cuando vimos a Horacio y a Manela. Nos contaron todo lo que había pasado.

Manela se había encontrado con sus primos, quienes secuestran a Horacio para pedir rescate, cuando un hombre todo vestido de oscuro comandando una orden vestidos con ropaje claro, casi blanco, los rescatan. La sorpresa más grande fue que luego se cruzaron y tuvieron una tremenda batalla contra soldados de Morden, a los cuales obviamente vencieron.

 

Los recibimos, les agradecimos. Se preparó una gran comida. Me dirigí al que comandaba, se presentó como Tago, una persona indescifrable, inescrutable.

Trement dijo:

-Hay que agasajarlos. -Tago saludó a Trement y le dijo:

-Estoy enterado del problema que tienen, pero tenemos la manera de derrocar a ese rey.

 

Prácticamente esa noche la orden que acompañaba a Tago, llamada Orden Blanca, se relajaron, comieron, bebieron. Se lo merecían después de haber tenido una tremenda batalla. Horacio estuvo más de una hora relatándome todo lo que había pasado.

Le dije:

-Verdaderamente hay que agradecerle a Dios que estés vivo,

Me respondió:

-Sí, Robert, a Dios y a esta gente.

Manela se sentía mortificada.

-Eran mis primos, y su conducta era intachable hasta ese momento, pero me daba pudor de que hayan sido familiares míos los que querían secuestrar a Horacio.

El mismo Horacio le dijo:

-Tú eres responsable de ti misma, de tus actos, no de lo que hagan los demás.

 

Comieron y bebieron, dormimos todos un poco, y al amanecer vimos a un jinete que se acercaba. Dorian se puso a mi lado.

-No puedo creer lo que veo. Tienes mejor vista que yo, Robert, fíjate bien.

-Sí, es una mujer. -Cuando se fue acercando me quedé helado, era la noble Daria, la hermanastra de Dorian. -Desmontó, la recibimos.

Trement nos miró y le preguntó:

-¿Qué ha pasado?

-Hubo una revuelta en el castillo, era insostenible estar allí.

Pregunté:

-¿Pero no es que Morden tiene a su gente comprada con subsidios?

-Sí, pero parece que jugara a dos puntas.

-Explícate, por favor -pedí.

-Mandó a soldados a reprimir a las aldeas más lejanas y no ha regresado uno: los han exterminado. Y se volvió como loco. Empezó a sospechar de todo el mundo, hasta de nosotros los nobles. Yo tengo amigos entre los soldados de rango y uno de ellos me ayudó a escapar porque estaba ejecutando gente.

-O sea -exclamé-, volvía a mostrar su verdadero rostro.

-Aparentemente sí. Suspendió los subsidios, empezó otra vez a explotar ancianos en las minas. Robert, me alegro que estés aquí. -Y me abrazó. Me quedé duro, todavía tenía un sentimiento tremendo hacia Daria. Lo miré a Dorian, se encogió de hombros como diciendo "Es tu decisión".

Hablé con Daria y le dije:

-Tendrás una tienda, o un cuarto mejor, en una posada, serás bien atendida. Aquí estás segura. Esta gente que ves vestida de blanco son los soldados que acabaron con los soldados de Morden. -Me dio las gracias. Una de las jóvenes del poblado Almera la acompañó para prepararle una tina de agua tibia para que se higienice y se cambie de ropa.

 

Me tocaron el hombro, era Delicia.

-¿Quién es ésta joven que te abrazó?

-Es una larga historia.

-No tengo apuro, puedes contármela.

-Pero tienes que hacer tus tareas.

-No, no te preocupes. Cuéntame.

-Tú sabes... Tú sabes, Delicia, que yo era el jefe de la guardia, el capitán, y serví bajo las órdenes de Morden y pretendía el amor de esta joven recién llegada.

-Y ahora estás confundido.

-No, no, no, es una historia pasada.

-¡Ajá! Sin embargo por tu semblante veo que te sientes confundido. Mírame. -La miré-. Haz lo que te dicte tu corazón, conmigo no tienes ningún compromiso.

-Pero no es así -expliqué-, no es así.

-Ahora me voy a trabajar, te dejo con tus pensamientos.

-¿Estás molesta?

-No no no, simplemente deseo que aclares tus pensamientos para saber en qué lugar estoy en tu corazón.

 

La llegada de Daria en lugar de hacerme bien me hizo mal. Yo tenía que ser honesto conmigo mismo, como debe ser, porque si uno no es honesto consigo mismo no puede ser honesto con los demás. Entonces tenía que ser franco con mi propio ser y lo que yo había sentido o sentía, (¿hablo en pasado o hablo en presente?), lo que sentía o siento por Daria era algo tan elevado que no... no estaba convencido si lo sentía por la posadera Delicia. Pero Daria siempre me puso excusas, en cambio Delicia me aceptó sin titubear. ¿Entonces qué?, ¿qué hago con mi corazón? Si tengo que ser honesto conmigo mismo y no mentirme mis sentimientos por Daria eran mayores que mis sentimientos por Delicia, pero por otro lado nunca vi en Daria ese entusiasmo.

Me quedé pensando y me tomé una bebida, no en la posada, en una mesa que estaba en el costado de la calle.

Se acercó Dorian en la compañía de este misterioso personaje, Tago, y también Trement.

Trement me dijo:

-Qué pasa, ¿es algo personal?

-¡Je! Es algo personal pero no tengo problemas en contarlo. Los que me conocen saben que estuve como jefe de la guardia y escapamos con Dorian porque sabíamos que el rey nos había mandado matar, y debo agradecer a Trement el estar vivo.

-Lo mismo digo -agregó Dorian.

Trement siguió:

-Pero entiendo que el tema no va por ahí, ¿no?

-No. Esta joven noble que vino era un amor supuestamente no correspondido, hermanastra de Dorian, y sentía tanto por ella que había noches que me costaba respirar, es como que el amor me ahogaba, ese amor no correspondido. Hasta que aquí en el pueblo Almera conocí a esta bella joven, Delicia, que sí me correspondió y entendió mi manera de ser y mi forma de pensar. Y ahora que huyó de palacio Daria, otra vez se remueven mis sentimientos.

Tago no me conocía pero me miró a los ojos, con esos ojos insondables y misteriosos y me preguntó:

-¿Y qué dice tu interior?

-Quisiera saberlo yo.

-Lo sabes.

-Mis sentimientos están con la noble Daria.

-¿Ves?, lo sabías -exclamó Tago-. ¿Pero no sabes lo que piensa Daria?

-No.

Trement me miró y me dijo:

-A ver, vamos a hacer una hipótesis: Hablas con Daria, insistes en tus sentimientos, ya no estamos en el castillo, y te acepta: Dejas de lado a Delicia. -Me encogí de hombros.

-Sí, entiendo que sí.

Ahora habló Tago:

-Hagamos la hipótesis contraria: Te dice que tiene un gran afecto por ti pero que sus sentimientos no son los mismos: Entonces sigues con Delicia.

-Sí, supongo que sí.

Siguió hablando Tago:

-¿Y eso te paree justo?

-No entiendo.

-Claro. O sea, que si estás o no estás con Delicia no es por tú decisión, es por lo que decida Daria.

-Sí.

-¿Y Delicia se merece eso?

-Pero a Delicia le voy a ser franco.

-No, no -dijo Tago-, no me refiero a eso, me refiero a que Delicia sería tu consuelo si Daria no te acepta. Vamos a hacer al revés: Supón que Daria estuviera enamorada de un noble y tú le confiesas tu amor, y ella te dijera "Yo amo al noble tal y tal. Si me acepta no cuentes conmigo, si no me acepta..., y bueno, como consuelo te tendré a ti, Robert". ¿Cómo te sentirías?

-¡Je! Usado, como que viene conmigo porque no tiene otra. Y que en cualquier momento ese noble cambia de idea y ella me deja por él.

-¿Lo entiendes ahora? Eso es lo que pensaría. Y eso es lo que piensa Delicia si se entera de esta conversación. -Lo miré a Dorian.

-Y entonces qué hago.

-¡Je! Justo yo para dar consejos. No soy un experto en artes amatorias, soy un rufián que me han comprado por dinero, aunque nunca he matado gente inocente.

Lo miré a Trement.

-¿Y tú qué dices?

-¡Je! Yo, si amo a una persona, estoy seguro de a quien amo, y no juego a dos puntas. -Lo miré a Tago.

-Coméntame algo tú.

-Yo amo a una mujer incondicionalmente. En este momento está segura en un poblado con parte de la Orden Blanca. La amo con toda mi alma, y eso que sus padres fueron los responsables de la muerte de mis padres. -Me quedé pálido.

-¿Y así y todo la amas?

Tago, con esos ojos insondables me dijo:

-¿Por qué no? Los padres son una cosa, ella es otra, no tiene ninguna responsabilidad en lo que pasó con mis padres.

-No sé, pareces ser el más experto.

-No. Al igual que tus amigos yo soy experto con la espada. Solamente sé que mi corazón ama a una mujer y sólo a una mujer. No me atrevo a darte consejos.

Lo miré a Tago y le dije:

-No, está bien, consejos no, sólo te pido que te pongas en mi lugar.

-Si me pongo en tu lugar sería muy crudo. Sin esperar a que la noble Daria me diga sí o no, iría ya a hablar con Delicia y decirle: "No estoy seguro de mis sentimientos hacia ti". Te va a preguntar: "¿Te aceptó Daria?" y tú le dirás: "No, ni siquiera sé lo que piensa de mí, soy yo el que no estoy seguro de mis sentimientos". Y la dejaría, pidiéndole todas las disculpas del mundo.

-Pero Tago -argumenté-, si Daria no me acepta me quedaría sin ninguna.

-Y es lo correcto. O no entendiste lo que se planteó antes. ¿A ti te gustaría ser consuelo de una dama que otro caballero la rechazó y va contigo porque no tiene alguien más?

-No, mi ego se volvería loco.

-Olvídate de tu ego: ¿Tu dignidad lo aceptaría?

-No.

-¿Y entonces piensas que Delicia no es digna?

-No, todo lo contrario, es la persona más digna que conozco.

-Entonces no la tengas como plato de segunda mano. Sincérate y dile que no te sientes seguro de tu amor por ella. Y si Daria tampoco te acepta, tampoco es tú problema.

 

Me costaba entender el concepto, pero tanto Tago, como Dorian, como Trement estaban de acuerdo con lo que había planteado el primero.

 

A mí no me gustaría ser plato de segunda mano, ¿o ser el peor es nada de alguien?

 

Pero antes de que apareciera Daria yo me sentía seguro con Delicia.

Y se lo dije a Tago. Me miró y me dijo:

-Robert, te estás engañando a ti mismo. Yo me siento seguro por mi amor, y puede aparecer la mujer más bella del mundo que para mí va a ser indiferente. Si Daria te hizo titubear es porque nunca estuviste seguro. -Se levantó, me palmeó el hombro y me dijo-: Piénsalo. Eres un buen tipo, conozco a la gente con sólo verla, eres un buen tipo. Si lastimas a Delicia mintiéndole dejarás de ser ese buen tipo.

-No, no le mentiré. Y gracias, de verdad, por el consejo, orientación o como queráis llamarlo.

 

Gracias.

 

 

 


Sesión del 20/07/2021

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

La entidad relata una vida en Gaela. No era apreciado por sus padres, lo tenían como un empleado. Marchó y pasó por otros trabajos hasta encontrarse ante uno que le propusieron. No confiaba en estar a la altura, no confiaba que pudiera hacerlo. Dos amigos le levantaron el ánimo, para que probara.

Sesión en MP3 (3.336 KB)

 

Entidad: Había nacido en el sur de Plena, el país de más al sur del nuevo continente. A los diez años nos mudamos con mis padres a la capital, a Ciudad del Plata. Él tenía un negocio de sanitarios, pudo juntar dinero y se puso un negocio más grande en uno de los barrios de Ciudad del Plata.

 

Pero no me gustaba trabajar con padre, más que nada porque teníamos distintos caracteres.

Él decía:

-No te voy a tratar como a un hijo, te voy a tratar como un empleado más, para que los demás vean que no tengo preferencias. -Eso no me parecía mal, yo no buscaba trato preferencial.

 

Pero a veces levantaba la voz, o si uno se retrasaba en algo o se descuidaba con un cliente y este se iba estaba una hora entera regañando, tanto a mí como a otros empleados. A sus espaldas le decían "El ogro". Yo lo escuchaba pero no me llevaba mal con los empleados, pero no me gustaba.

Trabajé con mi padre hasta los dieciocho años. Pero desde los dieciséis, por las tardes iba a estudiar carpintería con Giuseppe Tornari. Giuseppe Tornari, que venía de Liziana, del viejo continente. Me sentía a mis anchas, me gustaba mucho más el tema.

Hasta que finalmente, a los dieciocho le dije a mi padre:

-Me voy a trabajar a otro lado.

No me deseó ni buena ni mala suerte, me dijo:

-Haz como quieras. Total, aquí no se te va a extrañar. -¡Oh, vaya!

 

Y madre, madre prácticamente era un eco de papá, ella no tenía ni voz ni voto.

Me decía:

-Néstor, Néstor, no desprecies a papá, desprecias su trabajo.

 

¡Je, je, je! Al contrario; si vamos al caso era más falsa que él, porque él te decía de frente las cosas. Madre es como que te trataba con cariño pero en el fondo te desmerecía:

-¡Néstor, Néstor, todo lo que hemos hecho por ti y te vas! ¡Ay, ay, ay! Bueno, no somos el único matrimonio que ha tenido hijos desagradecidos. ¡Ay, hijo, hijo!, con lo que te queremos y tú nos dejas.

-Madre, yo no los dejo, voy a trabajar, después estaré en casa con ustedes.

-¡Ay, hijo, hijo!, estamos tan desalentados contigo... ¿A dónde dices que vas?

-Al taller de Giuseppe Tornari.

-Bueno, ya que vas allí, ¿por qué no te quedas allí a vivir con él?, es para tu bien al fin y al cabo, ¿no?, ya que te gusta la carpintería y odias los sanitarios.

-Madre, yo no odio los sanitarios, simplemente me siento más cómodo trabajando con el señor Tornari.

-Claro, eso se llama ingratitud.

 

Y sí, en el fondo era peor que padre. Padre no dudaba en decirme ingrato, desgraciado o epítetos peores, pero madre, con dulzura, con amor faltaba que me dijera malvado. Me abrazó y me dio un beso en cada mejilla. Pero, a ver, en realidad no me dio ningún beso: Acercó una mejilla, "¡mua!", al aire. Del otro lado, "¡mua!", al aire. Lo habrá visto en alguna película medieval que se besaban, ¡je!, se besaban falsamente. Seguramente ese tipo de beso, es tipo de costumbre de besar al aire lo sacaron de Amarís, justamente de donde es la Orden del Rombo. ¡Dios, Dios!

 

Giuseppe Tornari era un hombre robusto pero simpático, te daba una palmada en la espalda y es como que te sacaba los pulmones por la boca. Supongo que de bruto. ¡Je, je, je! Pero buen tipo, por favor, buen tipo:

-¿Cómo te llamas?

-Néstor Gusemi, señor.

-¡Ah! ¿Y no tienes trabajo?

-No. Trabajaba con mi padre pero no, no me gusta el tema de sanitarios.

-Bueno, aquí vas a aprender bien. De entrada no vas a ganar mucho. En el mismo taller hay una habitación, ahí abajo. Al lado tengo mi casa, pero mi casa es sagrada, soy tranquilo, soy viudo. ¿No te incomoda dormir en el taller?

-Pero para nada, para nada, señor Tornari.

-¡Eh!, ¿cómo Tornari? Dime Giuseppe, directamente.

-Bueno, mi apellido es Gusemi, pero dígame Néstor, por favor.

 

Y trabajé. El hombre no era joven, era bastante mayor que padre. Diez años después, cuando cumplí los veintiséis, dieciséis desde que empecé a trabajar con él, dieciocho cuando directamente dejé a mi padre y estuve trabajando ocho años más con él, hasta que su físico no le daba más y se jubiló.

-Voy a cerrar el negocio.

-Por favor, he aprendido muchísimo de carpintería, déjemelo a mí, deje que siga. Usted supervise.

-No. Papeles, impuestos... Estoy debiendo de renta un montón de cosas, no quiero meterte en líos. Igual te voy a dar una buena indemnización. -Me dio más de lo que esperaba pero me abracé con el hombre y pasé a ser un desocupado más.

 

¿Volver con padre? El trato que teníamos era tan lejano... Me veía una vez cada tantos meses.

Padre directamente me hablaba secamente:

-¿Y cómo te va con ese hombre?

-Bien.

-Bueno, me alegro, porque aquí ya no hay lugar. Contraté otro empleado, así que olvídate de estar aquí.

Y madre:

-¡Hijo, hijo! Te veo más delgado, se ve que con ese Tornari no comes como comías aquí. Pero claro, ahora estamos ahorrando y por eso no podríamos tenerte de vuelta porque no nos daría el presupuesto para comprar más comida.

-Madre, yo no te he dicho nada.

 

Alquilaría una pieza en una pensión, pero si bien Giuseppe Tornari me había dado una buena indemnización no creo que tuviera para más de dos meses. La cosa era bastante bastante difícil, bastante bastante difícil.

 

 Había un joven que llevaba unos paquetes por la Segunda avenida y uno de los paquetes se le cayó sin darse cuenta. Corrí, le levanté el paquete y me acerqué a él:

-Joven... -El muchacho se dio vuelta-, se te cayó esto.

-Muchas gracias, muchas gracias, de verdad. No sabes lo valioso que es esto.

-Disculpa, ¿qué es?

-Medicación.

-¿Eres médico?

-No, soy veterinario especialista en cirugía animal.

Me presenté:

-Néstor Gusemi.

-Un gusto. Mi nombre es Luís Alberto Démez. ¿Qué haces? -Me encogí de hombros.

-Hasta mis dieciocho años trabajé con mi padre, él tenía un negocio de sanitarios, pero trabajar con él era un infierno, y dos años antes estaba aprendiendo carpintería con un señor, Tornari. Dos años después me fui directamente del local de sanitarios y padre no me lo perdonó y ahora el hombre se jubiló y me quedé en banda, como se dice aquí en Ciudad del Plata.

-Vaya. O sea, que ahora no tienes trabajo.

-Me indemnizaron, pero no creo que pueda pagar más de dos meses de pensión y comida.

-Mira, tengo un conocido que es una excelente persona, Jorge Clayton. ¿Me dices que sabes de carpintería?

-Sí, muebles de todo tipo.

-Mira, hay un tal Jaume, Jaume Nicolás Ruiz, es oriundo de Saeta, es lutier. -Lo miré.

-¡Lutier!

-Sí, tiene una laudería.

-¿Y qué puedo hacer yo allí?

-¡Pero dices que sabes de carpintería!

-Sí, pero... Entiendo lo que hace esta persona, Jaume, debe reparar instrumentos.

-Sí, repara violines, contrabajos, laúdes... Su padre era maestre de laúd.

-¡Vaya! O sea, que es experto en lutier. No tengo idea qué puedo hacer yo allí. O sea, comparar un carpintero con un lutier es..., es como querer poner un cuadrado dentro de un hueco triangular, es imposible.

 

Nos citamos al día siguiente y apareció un joven en un coche deportivo. Se presentó como Jorge Clayton. Le conté mi historia y me dijo:

-Mira, con probar, Néstor, no pierdes nada. Luís me adelantó por teléfono la situación en la que estabas y hablé con Jaume, me dijo que no tiene problema en conocerte y probar. -Le dije lo mismo, que de ser carpintero a ser un lutier es una distancia abismal. Lo que me dijo Clayton, que por algo se empieza-. ¿Dónde vives?:

-En una pequeña pensión, pero no por mucho tiempo porque me indemnizaron y la plata se me está yendo pero a raudales.

-Mira, tengo un apartamento vacío.

-No, pero no quiero abusar. Y aparte no sé lo...

-No, no, no, Néstor, te equivocas, un apartamento vacío que lo puedes usar. Incluso tiene... de todo.

-¿En qué sentido?

-Está todo amueblado. Tienes la alacena llena de mercadería, incluso la heladera. Vive ahí mientras tanto, no hay problema. -Clayton era joven, lo trataba de tú.

-¿Qué ganas con hacer esto?

-Me encanta hacer favores. -Iba a hablar y me frenó. Me dijo-: No, pero no para que me lo retribuyan, ya está en mí. -Acepté

 

Fuimos al departamento: Luís Alberto Démez, el veterinario. Ya lo conocía.

Me dijo:

-Mira, Néstor, lo que es esto. -Era un lujo. Eran sólo dos ambientes, pero... ¡Piso de mármol, vaya, vaya! Un baño con hidromasaje. ¡Vaya!

-No sé cómo agradecer. -Se encogió de hombros y me dijo:

-Cenemos esta noche juntos. -Así que cené con Luís Alberto Démez, el veterinario, y Jorge Clayton, que aparentemente tenía una considerable fortuna.

 

Luego fui al departamento y puse el reloj despertador para despertarme temprano. Tenía la dirección de la laudería, era en la Primera avenida. Jaume no solamente reparaba violines y laúdes sino que también fabricaba. Cuando lo conocí me llevé una excelente impresión, una persona tan carismática tan..., no era de hablar tanto pero hablaba lo justo y lo necesario.

Pero le dije:

-Esto es..., esto es un arte y lo que yo hago es..., ¡je, je, je!

Levantó la mano como diciendo:

-Quédate tranquilo, no te voy a dar un violín Demicheli. ¡Je, je, je! Si supieras lo que cuesta un violín Demicheli, violines de más de cien años...

-¿Tienes violines Demicheli?

-Tengo dos.

-¡De verdad que me encantaría tener uno en mis manos! ¡Por Dios!

 

Pero no se me iba la angustia y la ansiedad. Yo veía los laudes, los violines, los contrabajos tan bien terminados y los que estaban a medio armar...

Yo digo "Pero acostumbrado a la carpintería de Giuseppe Tornari, viendo la laudería de Jaume Nicolás Ruíz es como que... Sí, como de pasar de sentarme en un banco de madera a sentarme en un sillón mullido". Y tenía más angustia que antes porque pensaba que era inútil, que era imposible.

Me dio trabajos menores como encolar algunas piezas, como ir cortando maderas grandes. A trabajar con formones más pequeños con mucho cuidado. Y tenía unos martillos que parecían casi de joyería, de tan pequeños que eran.

Pero lo veía contento a Jaume. Me dijo:

-Nos vemos mañana, Néstor.

 

Esa noche cené otra vez con Luís y con Jorge Clayton, y en la mesa estaba como lagrimeando.

-¿Qué pasa? -me preguntó Jorge.

-Siento... Siento como una angustia tremenda. Yo creo que va a ser imposible que pueda aprender esto. No tengo manos torpes, de verdad que no tengo manos torpes pero es..., es como demasiado, es como si de repente lo pones a un pintor de afiches a pintar un cuadro, una obra maestra.

-Mírame -me dijo Jorge Clayton. Lo miré-. Néstor, no te desmerezcas a ti mismo, no te desmerezcas a ti mismo. Yo creo que lo que te pasa a ti es que no te valoras. Ayer hablamos de tu vida, de cómo te trataban tus padres, lo seco y lo distante que era tu padre y lo falsamente, y discúlpame que me inmiscuya pero es necesario, lo falsamente amorosa que era tu madre, y te han dejado la estima por el piso. Y sin embargo te has independizado, has trabajado prácticamente diez años, no cuento ocho cuento diez porque de los dieciséis a los dieciocho con tu padre ibas aprendiendo con este señor Tornari, y aprendiste muy bien el oficio. ¿Quién dice que no vas a aprender también bien el de lutier? No compares a un pintor de afiches con un pintor que pinta cuadros maestros porque ese pintor de afiches quizá dentro de diez años sea un artista renombrado y quizá tú seas un buen lutier. No te desmerezcas, acéptate.

 

Le agradecía a Jorge Clayton sus palabras, pero fui sincero con él:

-Eh... Me siento muy bien con los dos. Luis, yo creo que debe amar a los animales que trata pero también sé que ama a las personas por su forma de ser. Y tú... ¿Qué puedo decir? El hecho de que me permitas estar en ese apartamento... Pero a veces es como que uno no fuera digno de...

-No no no. No, Néstor, no. No. No te permitas decir esto. No es que yo no te permito, yo no soy quien para permitirte o no permitirte. Tú, Néstor, no debes permitirte menospreciarte. Empieza por ahí, no te permitas menospreciarte, no te permitas menospreciarte, por favor. ¿Tienes empeño?

-Claro que lo tengo -respondí.

-Bueno, ese mismo empeño que tienes para el trabajo ponlo también en aceptarte, en saber que vales el esfuerzo, en saber que puedes lograrlo.

-Lo que pasa que no sé si...

-No dudes, no dudes. -Lo miré. Lo miré a Luís que asentía con la cabeza:

-Pienso igual que Jorge, todo pasa por aceptarse uno.

 

Les agradecía a los dos.

Me fui hasta mi apartamento, y satisfecho por haber comido encendí la cafetera, me preparé un café muy pequeño, muy muy pequeño, no sea cosa de desvelarme. Puse el despertador, me di una ducha con agua tibia y me acosté.

 

Mañana sería otro día.

 

 

 


Sesión del 03/01/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

El tema es que tenía la autoestima por el piso, sus padres se habían dedicado desde pequeño a destrozársela. Fue lejos de su familia donde encontró quién le ayudaría a ponerla en su justo lugar. De a poco.

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Entidad: Mi madre me decía:

-¡Ay, Néstor, Néstor!, dejas a tu padre que tanto te ha ayudado, te ha criado. ¿Por qué eres tan ingrato? Te has ido con Giuseppe Tornari, ¿qué sabes tú de carpintería? Claro, esa es la ingratitud. Pero no te preocupes, nunca te vamos a dejar de querer, nunca.

 

Jorge Clayton me miró, y me preguntó:

-¿Y hasta qué punto te afecta? O sea, vos te sentís mal, ¿te preocupa lo que piense tu madre?

-Mira, Jorge, no pasa por lo que piense de mí. Si vamos al caso, mi padre es una persona tan hiriente, tan directa, pero por lo menos sabemos con quien estamos. Madre es afable, me acariciaba la cabeza y de atrás me clavaba la estocada, siempre fingiendo cariño. Y después, cuando padre contrató otra persona, "¡Ay, Néstor, Néstor!, desearíamos tanto que vuelvas a casa, pero ahora tenemos esa pieza que tú tenías toda sucia... ¡Ay! Qué poco higiénico que eras. Ahora la tenemos alquilada con un joven que tiene una limpieza tremenda". O sea, que siempre buscaba humillarme.

-A ver, Néstor, ¿tú te sientes sucio? O sea, ¡je, je!, ¿te sentís desordenado? O sea, ¿pensás que todo lo que te dice tu madre o lo que te fue diciendo durante todo este tiempo era cierto?

-No.

-Bien.

-Bien, ¿qué? -Clayton me miró.

-Bien. O sea, no te lo crees. Mejor dicho, estás convencido que no sos así.

-Correcto.

-¿Entonces dónde está el problema?

-Por ahí no me entendés.

-Te escucho. Explícate.

-Es tu familia, te crió durante toda la vida y de repente te dicen que sos un desagradecido porque te fuiste a trabajar con otra persona. Por supuesto, se enteraron de que Tornari se jubiló y que cerró el lugar, y se frotaban las manos de contentos, como diciendo ahora nos va a venir a suplicar. Pero madre me frenó antes: "Néstor, Néstor, no sabes con que gusto te aceptaríamos en casa, sabemos que eres la oveja perdida, esa oveja que nos dejó en soledad, pero no podemos recibirte ahora, no tenemos lugar. Y bueno, es lo que tú elegiste, Néstor, es lo que tú elegiste, querido hijo. Pero no te vamos a dejar de amar aunque seas ingrato, traidor a nuestro amor, infiel a nuestro afecto. Igual te queremos, hijo". ¿Te das cuenta, Jorge, a qué me refiero, con cariños así, donde te acusan de traidor al amor y todo eso?

-A ver, Néstor, ¿vos te sentís así?

-No, obvio que no.

-¿Sentís como que los traicionaste?

-Siento como que quería tener libertad. Padre me asfixiaba, de inútil para debajo de todo me decía. Pero no me molestaba tanto como ese falso afecto mentiroso de madre. ¿Se entiende?

-Se entiende perfectamente. ¿Cómo estás ahora con Jaume? -Sonreí.

-Jaume Nicolás Ruiz, una laudería de primer nivel. No sé yo, siendo carpintero es como poner un elefante en un bazar lleno de cristales.

-¿Y te sentís así?

-En este caso sí, Jorge, en este caso sí, me siento así.

-¿Te consideras buen carpintero?

-Me considero muy bueno, con el señor Giuseppe aprendí muchísimo, pero no es lo mismo trabajar con un laúd, con un violín. Es otro tipo de obra. Hay que elegir las maderas, los tonos, la maduración. A veces, y esto no lo sabe casi nadie, la maduración en la madera, el olor, el olor... cuando haces la caja de resonancia ya sabes cómo va a sonar, lo sabes con una guitarra de Saeta, que son las mejores guitarras. -Jorge Clayton me miró.

-A ver, acá hay algo que no me cierra.

-Te escucho.

-Mira, Néstor, ¿le preguntaste cuánto tiempo trabajó Jaume?

-¿Jaume?, Jaume es un lutier, Jaume es un artista.

-Lo que te pregunté es si sabes cuánto hace que trabaja en el tema.

-Desde los diez años. Y a los diez años ya armaba laúdes.

-No, no, por supuesto que no, le fueron enseñando a elegir las maderas, los tonos, la maduración. ¿Y cómo estás vos con eso?

-¿Perdón?

-Claro, ¿cuánto sabes de tonos de maduración?

-En estos meses, bastante.

-¿Aprendiste a pulir?

-Estoy trabajando con el pulido, estoy incluso sellando la madera, sé sellar la madera perfectamente. Sé dar un tipo de imprimación que no se da en los muebles comunes, un tipo de imprimación que únicamente se da en las lauderías.

-Bien. ¿Qué más sabes hacer?

-Bueno, a ver... ¡Qué sé yo, de todo un poco!

-¡Je!, ¿me lo podés traducir?

-¡Je, je! Sí, Jorge, sí. A ver, sé dar imprimación, sé dar terminación, sé dar lustrado... El lustrado no es una cosa tan sencilla, va después del sellado, incluso hay pomadas especiales. Pero aparte aprendí otra cosa, aprendí a elegir las cuerdas.

-¡Ah, ajá! Continúa.

-Claro. Hay cuerdas que tienen el mismo timbre que otras cuerdas. Por ejemplo, en la guitarra, la más aguda es la prima, pero no todas las cuerdas son iguales.

Jorge Clayton me preguntó:

-¿Pero por qué no, si se trata de afinarlas desde las clavijas para lograr el tono?

-¡No, no, no es tan así! -le expliqué-. Puede haber dos tipos de cuerdas, las dos primas, o las segunda, la tercera, cuarta, quinta, y la última la bordona, que pueden estar afinadas en el mismo tono exacto, y su timbre, su vibrar en el aire va a ser distinto por la calidad de la cuerda, porque no sirve tener un violín de Micheli si le pones unas cuerdas de segunda categoría, vas a apoyar, vas a dar la entonación y va a salir un sonido triste... ¿Por qué te ríes Clayton?

-Me río cariñosamente porque me estás hablando como si ya fueras un experto.

-¡No no no no no no! Si me escuchara Jaume se reiría... No no no, todo esto es teórico.

-A ver, Néstor; teórico, pero pasas imprimación, pasas sellador, le pasas la pomada, lustras, sabes elegir las cuerdas, sabes el temple de la madera, el tiempo de acuñamiento... A ver, ¿qué es lo que no sabes?

-Lo que no sé es cómo encaja todo, Jorge. ¡Je, je! No es tan sencillo, no es tan sencillo. Aparte, el puente donde sostienes la guitarra o el violín tiene que ser un puente firme, y a veces hay maderas oscuras, buenas, pero que no son firmes, que pueden tener ciertas grietas de una décima de milímetro producido por la misma presión de las cuerdas y la clavija. Entonces no es tan sencillo. -Jorge Clayton me volvió a mirar.

-Pero ya sabes elegir una madera buena.

-Sí.

-También una madera que haga buen eco en la caja de resonancia.

-Te puedo decir que he armado un contrabajo. Elegí la madera, elegí las cuerdas, lo lustré...

-¿Y qué te dijo Jaume?

-Le gustó, lo va a poner a la venta. Pero no me sentí bien.

-Explícate, a ver.

-Claro. Él, por ejemplo, hace violines, no son de Micheli, son nuevos.

-¡Je, je! Micheli tiene más de un siglo.

-Pero a ver, él arma todo tipo de instrumentos y yo veo los precios a los que los pone, incluso le pone el sello abajo, un sello a fuego. La gente viene, entra y dice: "Mira, un violín Nicolás Ruiz".

-Querido Néstor Gusemi, ¿cuánto hace que estás trabajando en la laudería?

-¡Je, je!, ya llevo cuatro meses.

-Cuatro meses. ¿Y te molesta que Jaume ponga sus instrumentos a determinado precio y tu contrabajo lo puso a precio de oferta?

-Y seguramente le pegó en el hígado a mi ego.

-¡Ja, ja! ¡Ay, ay! ¿Me permites... y que tu ego no se ofenda?

-No sé con qué vas a salir.

-Ya me conoces del club hípico, sabes que soy una persona seria a pesar de que soy joven, ¿pero me permites hacer una imitación a tu madre, si no es una falta de respeto?

-¡No, cómo lo va a ser, me estás pidiendo permiso!

-"Néstor, Néstor, nunca vas a aprender a hacer laúdes, tú no has nacido para esto. Desde que le diste la espalda a tu padre vas a fracasar en todo, nunca vas a llegar a ser un lutier". ¿Qué te pareció?

-Me dolió.

-Néstor, sabes que es una actuación.

-Sí. Me dolió.

-¿Por qué te duele? Tu madre nunca dijo eso, es algo que lo digo yo imitándola cariñosamente. ¿Qué es lo que te duele, que te lo digan o que te lo creas, de que nunca vas a llegar a nada? -Me encogí de hombros.

-Quizá no me tenga confianza.

-No lo puedo creer.

-Jorge, yo te agradezco todo. Tenías un apartamento vacío me has dejado vivir ahí, no me cobras renta... ¿Qué te puedo decir? Con Luis Alberto Démez, el veterinario, también me veo siempre, y también me dice como que me falta confianza.

-Pero Luís Alberto tiene razón -me dijo Jorge-. ¿Pero por qué te falta confianza? Cuatro meses, ciento veinte días.

-No entiendo a dónde quieres llegar.

-¡Je, je!, has avanzado un montón. ¿Contra quién estás jugando una carrera, contra quien? ¿Te paga bien?

-Me paga mucho mejor de lo que me pagaba Giuseppe. Pero Giuseppe no es que fuera mezquino, la carpintería no dejaba tanto. Aparte, me dejaba vivir en el taller. No puedo quejarme de Giuseppe, pero claro, Jaume me paga cuatro veces más.

-Te paga cuatro veces más. Tienes un apartamento...

-Que te lo agradezco, Jorge.

-Está bien, no te lo digo por eso. ¿Por qué no le pones ganas a lo que haces? -Me sentí como molesto con Jorge.

-¿Y quién dijo que no le pongo ganas?, ¿por qué dices que no le pongo ganas?

-¿Le pones ganas?

-¡Claro que le pongo ganas! Y me gusta lo que hago, y me siento orgulloso de lo que hago, sanamente orgulloso.

-Ahí me gustó más. A eso quería llegar.

-No entiendo.

Jorge me miró y me dijo:

-Préstame atención, vamos a desglosar la palabra Me siento sanamente orgulloso.

-Bueno, a ver, quiere decir como que me siento orgulloso de lo que hago. Que puedo dar más, que puedo hacer más, pero de a poco.

-Ahí quería llegar. Entonces por un lado me decías: "No me tengo confianza, quisiera que mi contrabajo estuviera al precio del de Jaume", pero hace cuatro meses que estás y él trabaja en esto desde los diez, ¿y te piensas que en cuatro meses Jaume creció tanto como creciste vos ahora?

-No es lo mismo Jorge, era un nene de diez años, Jaume obviamente iba más lento.

-Pero llegó, ¿no?

-Él dice que no, él dice que todavía le falta.

-¿Y vos que pensás?

-Yo pienso que es un artista, yo pienso que es el mejor.

-¿Te das cuenta, Néstor?

-No, ¿de qué?

-El dice que todavía le falta y vos con cuatro meses queréis llegar a la cima. Date tiempo, por favor, no jodas.

-¡Je, je!

-¿Qué pasa?

-No, me parece raro que hables así. Jorge Clayton diciendo "No jodas". Te escuchan en el club hípico y qué.

Jorge dijo:

-Y si me escuchan en el club hípico me importa nada, yo no vivo de ellos. Ellos tampoco de mí, ellos viven únicamente de su apariencia. ¿A vos te gusta vivir de apariencias?

-Claro que no -negué.

-Perfecto. ¿Te molesta que te digan aprendiz?

-Me gustaría que me digan maestro.

-¿Te consideras un maestro?

-No.

-¿Por qué?

-¡Pero Jorge, llevo cuatro meses! Por ahí pasan dos o tres años hasta que sea algo más que un aprendiz.

-Ahora me gustas más, estás tomando contacto con la realidad. Todo lleva su tiempo, se trata de aprender a amar lo que haces, porque amando lo que haces, el pulido, el lustrado, el sellado todo te va a salir mejor porque es tuyo, tu obra. Quizá no sea todavía la gran obra pero va a ser la obra de Néstor Gusemi, y quizá dentro de cinco o seis años haya un pequeño sellito en un instrumento que diga "Es un Néstor Gusemi".

-Ahora te estás burlando.

-¿Tengo cara de burlarme?

-No, pero no puedes decir eso.

-¿Por qué? ¿Por qué? No te eches tierra encima. Hace rato dijiste Me siento sanamente orgulloso. O sea, que estás aprendiendo a valorar lo que haces.

-Sí.

-Perfecto. Y seguramente visitarás a tus padres.

-Seguramente. Y les voy a echar en cara todo lo que estoy aprendiendo.

-No, no, Néstor, no hagas eso, no, no hagas eso. Hace cuatro meses que estás en la laudería, ¿estabas diciendo que estás aprendiendo de a poquito y ya vas a ir a la casa de tus padres a jactarte? No, no lo hagas, no estaría bien.

-Pero se lo merecen.

-No importa lo que se merecen, importa lo que vos hagas con tus impulsos. -Me quedé pensando, me rasqué la cabeza-. Te lo repito, Néstor, por si no me entiendes. Ponéle que pasen cinco años y triunfes y seas un buen lutier, y te compras un buen coche, ¿y qué, vas a estacionarlo en la puerta de la casa de tus padres para jactarte? No, no, no, no permitas eso, porque eso no haría de vos una buena persona.

-Entonces no entiendo.

-Claro. Hay algo que es mejor que ser un buen lutier: una buena persona.

-Y yo creo que lo soy.

-Perfecto. Entonces no te jactes de tus futuros triunfos, ve paso a paso.

 

Me tengo que ir, que me espera un doctor. Vamos a inaugurar una sala nueva en el hospital Central.

-¿No te molesta si te acompaño?

-Pero para nada.

-Lo que pasa que no estoy bien arreglado, estoy todavía con la ropa del taller.

-Vas a un hospital central, no tenés que estar de etiqueta, ¡je, je!

 

-¿Me dejas pagar a mí, Jorge? -Jorge Clayton se encogió de hombros. Cuando se acercó el camarero y pagué miró con sorpresa a Jorge.

Jorge dijo:

-El señor te va a pagar.

 

Y me sentí con la satisfacción de haber invitado un par de tragos a Jorge Clayton.

 

Gracias por escucharme.

 

 

 


Sesión del 11/07/2022

Médium: Jorge Raúl Olguín

Entidad que se presentó a dialogar: Thetán de Víctor T.

Aprendía de lutier, un oficio que pedía muchos años de trabajo. Y tenía, obviamente, inseguridad. Inseguridad que había acumulado en su familia, por malos tratos. Ahora contactaba socialmente con otras personas que desarrollaban otros trabajos dignos, como el suyo. Debatía con ellos acerca de la inseguridad.

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Entidad: Todavía recuerdo aquella conversación con Jorge Clayton, me fue muy útil. Siempre entendí que Jaume era un lutier y yo un carpintero aprendiz de laudería. Pero es muy difícil en apenas ocho meses.

 

Habían pasado cuatro desde la última conversación con Clayton y no, no había notado mejorías en cuanto a mi trabajo. Es cierto que Clayton me dijo: "Ten en cuenta que tu empleador, tu maestro trabaja desde los diez años en esto. Ahora; es mucho más complicado que aprender un oficio, porque ser lutier no es un oficio, es una profesión, te recibís y sos un profesional".

 

Es como si me dijeran aquel que hace estatuas de mármol como si tuvieran vida propia no es un profesional. ¿Y qué es el arte, un oficio? ¡Je, je, je! Qué simple que es aquella persona que tilda a esto de oficio y a aquello de profesión.

Quizá sea mi óptica, mi manera de expresar mi ego, tratando de entender las diferencias y no desmereciendo los oficios. Para nada. Para nada.

Nunca me sentí menospreciado por ser carpintero salvo por mi propia familia.

 

Y volver a repetir lo mismo es redundancia. Simplemente me pregunto qué es lo que heredamos de nuestros mayores, ¿la prepotencia de un padre?, la sutileza, ¡qué sutileza!, ¿la supuesta sutileza de una madre que te acaricia mientras sus palabras te lastiman? No, no lo voy a volver a repetir. ¿Para qué? Es menospreciarme a mí mismo.

Pero padre nunca todas las veces fue, a ver, de menospreciar. ¿Qué era directo? Sí, era directo. ¿Qué madre era más hiriente que él con palabras cariñosas? Supongo que hay que tener inteligencia para eso.

 

Y yo aprendí que el ego no es inteligente, es infantil. Entonces, ¿cómo armo ese rompe cabezas, cómo hacía mi madre para decir que me quería y que yo era el que los dejaba de lado cuando quería ser independiente? ¿Cómo hacía en su mente, primaria pero a su vez sabia, para encontrar las palabras exactas para punzarme con esas palabras en el pecho, donde más me doliera?

 

Más de una vez Clayton me dijo:

-Mira, mira, Néstor, lo importante es el ahora. Tienes amigos...

 

Y era cierto. Luis Alberto Démez era un excelente, excelente amigo. Parecía serio, era un experto en veterinaria y prácticamente gracias a Clayton se puso un hospital veterinario y tenía tres ayudantes.

 

Recuerdo que una vez nos juntamos en un bar en la Primera avenida sur. No fue de casualidad, ¿eh? Acompañamos a Clayton a inaugurar un nuevo pabellón en una filial, llamémosle, del hospital de Saeta. Era prácticamente una copia arquitectónica, de una hectárea de terreno, pero de seis pisos de altura, del hospital de Saeta, en Ciudad del Plata, la capital de Plena.

Y luego fuimos a cenar al bar restaurant de la Primera avenida sur. Vino mi maestro laudero, Jaume Nicolás Ruiz, Luís Alberto Démez con los tres veterinarios que trabajaban con él, Víctor Albazarín, Ernesto Zourdex y Andrés Loderda. Y nos juntamos a comer, a tomar algo. Y me sorprendió que se pusieron a contar anécdotas, anécdotas cómicas, chistes. Nunca lo vi a Jorge Clayton riendo a carcajadas. Lo mismo a Luís Alberto Démez, siempre lo vi en una postura seria y hoy lo veía desenvuelto, alegre. Igual que a los tres ayudantes de veterinaria, hasta podría decir que eran alegres, vivían la vida.

Y entre mí pensé, ¿por qué no me dejo fluir, por qué no me suelto yo también?

 

Porque dentro de todas las cosas que pasaron con de mi familia he tenido momentos cómicos, incluso con el querido Giuseppe Tornari, el carpintero con el que trabajé desde los dieciséis años. Él me contaba anécdotas de su país, de cuando era joven, me contaba de la Orden del Rombo, que fue perseguido, que se trasladó a Plena como muchos otros del viejo continente que vinieron a Plena, carpinteros. Otros en Saeta que también fueron perseguidos y se emplearon como mozos en bares, en restaurantes. No es que en Plena no hubiera Orden del Rombo pero era un país más abierto, menos religioso. La Orden del Rombo no tenía el poder que tenía en Amarís, por ejemplo.

 

Y empecé a contar yo también anécdotas, anécdotas quizá no propias, anécdotas de otros, como del querido Giuseppe. ¡Je, je!

Una vez contó que estaba construyendo un enorme mueble en su país de origen para una familia de mucho dinero. Habían acordado determinado dinero, buscó la mejor madera. Él, cuando hacía obras de primer nivel no trabajaba con clavos, trabajaba con encastes, y se notaba que la madera era de primer nivel. Las manijas de las puertas eran delicadas, así lo decía Giuseppe, como el pétalo de una flor.

Cuando terminó la obra, un gigantesco placar que cubría toda la pared, los cajones que se deslizaban solos prácticamente, al hombre le gustó. Giuseppe se sintió halagado, un hombre de gran fortuna que le guste su trabajo.

Pero la mujer, de familia noble pero venida a menos, toda su familia había venido a menos, y cuanto más abajo caían más se acrecentaba su ego, se creía una noble del siglo XV.

Y cuando vio mi trabajo le dijo a su esposo:

-¿Te parece, Aurelio, que por esto -Haciendo un gesto despectivo con la mano y con el rostro-, pagues una fortuna? -Yo estaba con la cabeza baja porque lo dijo adelante mío. Y, honestamente, no había cobrado una fortuna. Tampoco me había regalado, me comentaba Giuseppe, era un trabajo que merecía el precio que habíamos acordado.

La mujer lo tomó del brazo al señor Aurelio y lo llevó a otra habitación. Se escuchaban gritos de ella, él no.

Finalmente me extendió un cheque por la cifra acordada. Me dijo:

-Gracias. -Cogí mis herramientas y me marché. Una de las mucamas me acompañó hasta la puerta, seguida de la mujer, que le dijo a Giuseppe:

-Por suerte no lo veremos más. -Él no se dio vuelta, siguió caminando.

 

Cuando me lo contó, muchos años después en su taller de carpintería, me dijo:

-Mira, Néstor... -Tenía un sabor tan amargo en mi garganta.

Le dije:

-Pero señor Tornari, por lo menos tenía el cheque.

-Sí, y lo cobré perfectamente. Hice un trabajo excelente y gané bastante dinero. Pero el desprecio de esa mujer, que no tenía la menor noción de carpintería, me lastimó, y mi cuerpo quedó, porque no fue la única, mi cuerpo quedó lleno de cicatrices. -Yo tenía dieciséis años y no entendí.

-No quiero ser indiscreto, pero vi que se ha lavado con el torso descubierto en la pileta del patio y su cuerpo no tienen ninguna cicatriz. -Me miró sonriendo tristemente.

-¡Je, je! Mi querido Néstor Gusemi, las cicatrices de las que hablo no se ven, y son más dolorosas que las otras que sí se pueden ver. -Y después lo entendí.

 

Esto es lo que comenté en el bar de la Primera avenida sur. Vi que Luís, Jorge, Jaume, Víctor, Ernesto y Andrés estaban absolutamente serios. Y me di cuenta y les dije:

-Discúlpenme, ustedes contando anécdotas cómicas y yo les vengo con esto.

El que habló fue Jaume:

-No, está perfecto. Lo que has contado nos ha enriquecido a todos. ¿O no, Jorge? -Clayton asintió sin hablar. Siguió Jaume-: Y te explico por qué nos has enriquecido. Sabes que desde mis diez años trabajo en laudería, y al comienzo he pasado por muchos desprecios. No te pienses que fue tan fácil.

Le dije:

-Pero Clayton me contó que has trabajado lento, pero bien.

-Sí. Sucede que tú, aún, todavía te sientes inseguro en lo que haces, y si Clayton te contaba que tu empleador, tu propio maestro muchas veces fue inseguro, ¿cómo te hubieras sentido?

 

Y me dejó pensando, pensando, pensando.